Capítulo 9
- La guerra del diablo I
- La guerra del diablo II
- La guerra del diablo III
- La guerra del diablo IV: Los fabricantes de sueños
- La guerra del diablo V: Encuentros
- La guerra del diablo VI: Coincidencias
- La guerra del diablo VII: Carne de cañón
- La guerra del diablo VIII: Sueños oscuros
- La guerra del diablo IX: Bajo estas calles
Ciudad Gótica.
Cuando Renee Montoya entro a la sala de detectives lo primero que vio fue a su compañero, el grueso teniente Bollock, dormitando con los pies colocados sobre su escritorio.
La bella oficial meneo la cabeza en señal de desacuerdo y camino hacia el perchero para colgar su abrigo negro.
Al pasar junto al grueso policía este despertó motivado por el perfume que emanaba del cuerpo de la detective.
Bollock abrió los ojos y la siguió con la mirada, ese día Montoya le parecía más una modelo que una oficial de policía. Admiro sus largas piernas y sus caderas fuertes, su larga cabellera negra y ondulada, su piel morena y sus ojos negros.
Y cuando se despojo de su abrigo Bollock pudo distinguir unos senos firmes, de talla mediana, bien dibujados bajo la impecable blusa blanca. No era raro que muchos oficiales y abogados del departamento quisieran acostarse con ella.
A veces hasta él pensaba en eso, pero se daba cuenta de que eran demasiado diferentes, en todo sentido, además la apreciaba demasiado como para perder su amistad a cambio de una noche «caliente».
-¿Te desperté Harvey?.-pregunto burlona al darse cuenta de que su compañero tenía la mirada fija en ella. Bollock bajo los pies del escritorio y se dio un leve masaje en los ojos. Montoya también lo miro detenidamente, difícilmente alguna mujer podría considerarlo atractivo, no por su peso, sino por su actitud. Era demasiado impulsivo, demasiado duro con todos, incluso con él mismo, además era un necio de primera. Aún así ella sabía que Bollock tenía algunas cualidades, sobre todo como policía, era honesto, incorruptible y realmente se preocupaba por las personas a las que debía proteger. Juntos habían pasado momentos de gran peligro y habían salido adelante como un equipo, no era mucho pero para Renee Montoya era suficiente.
En todo caso solo había ido a la oficina a recoger unos documentos, así que se dirigió a los archivos para buscar cierta información. Bollock la observo mientras buscaba entre los muchos folios y se acerco a ella lentamente, pensando como pedirle aquel favor que necesitaba, en ese momento Montoya tomo varios expedientes y regreso rápidamente hasta su escritorio para guardarlos en su cartera. Acto seguido tomo su abrigo, Bollock se dio cuenta de que tenía que ser directo y acercándose a ella le hablo lo más firme que pudo.
-¿Montoya podrías….?-
-No.-le dijo ella mientras se acomodaba su abrigo.-Lo siento Harvey. Pero el fiscal de distrito me asigno un caso especial y tengo mucho que hacer.-
-Oh vamos Montoya.-dijo suplicante.-Aún me debes por sacarte de aquel tiroteo.-
-¿Qué raro?, juraría que fui yo quien te saco a ti.-replico ella con una sonrisa.
-Errr… Bueno si… pero…-balbuceó Bollock sin saber que más podía decir. Montoya lo miro casi con compasión y dando un suspiro decidió ceder.
-Bien Harvey ¿Qué es lo que quieres?.-
-Necesito información sobre unos payasos que se hacen llamar «los hijos de Chadhel».- Bollock observo con asombro como la sonrisa de Montoya desaparecía como por encanto mientras una sombra de preocupación se esparcía por su rostro endurecido.
-¿Quién te hablo de esa gente Harvey?.-el grueso investigador estaba tan sorprendido que no acertó a inventar alguna mentira, de modo que le contó lo de su hermana y el tal Alex Doley. Renee le escucho atentamente y al final guardo silencio durante unos minutos. Tiempo que le permitió a Bollock recuperase de la primera impresión y reasumir su papel de policía duro.
-Oye ¿Me puedes decir que pasa con esos tipos?.-interrogo con arrogancia.
-El FBI los investiga desde hace tiempo.-le explicó Montoya.-Públicamente son una «organización altruista» que se extiende desde la frontera con México hasta Alaska y de costa a costa. Pero existen denuncias en su contra acusándolos de la desaparición de varias personas y sobre ciertas practicas violentas que llevan a cabo en secreto.-
-¿Qué tan malo puede ser?.-interrogo Bollock sarcástico. Por toda respuesta Montoya saco los archivos que acababa de guardar y se los extendió en silencio. Bollock los tomo y empezó a revisar su contenido. A pesar de sus años de servicio el grueso policía se estremeció al ver aquellos documentos, sobre todo las fotos tomadas por el forense en las cuales se podían ver los cuerpo desnudos y destazados de varios chicos, ninguno de más de 20 años. Colgando de gruesos ganchos de acero alrededor de una especie de altar hecho de solo dios sabia que. También había fotografías de las paredes, del techo y del piso, todos recubiertos de extraños signos pintados con sangre.
-¿Qué demonios es esto?.-exclamo cerrando el expediente, incapaz de seguir mirando aquel horror. Montoya respiro profundamente antes de responder.
-Eso ocurrió en San Francisco hace un año. Todas las victimas formaban parte del grupo de «Los hijos de Chadhel». Participando en sus mítines o repartiendo su ayuda en las calles. Naturalmente hubo una investigación pero no se pudo vincular directamente a los lideres del grupo con sus muertes y al final solo se logro que la corte prohibiera sus actividades dentro de los limites de la ciudad.
-Y ahora están aquí.-dijo sobriamente el grueso policía.
-Eso es lo que el FBI le informo al alcalde hace unos días y él ordeno a la fiscalía una investigación.-concluyo a bella oficial.
-¿Puedo ayudarte?.-solicito Bollock repentinamente interesado en el caso.
-Lo siento. Es un asunto confidencial.-le contesto Montoya al tiempo que tomaba su portafolios para salir de la oficina.-Harvey.-dijo deteniéndose frente a la puerta.
-¿Si?.-
-Esta conversación nunca ocurrió.-sin decir más abrió la puerta y se marcho. Bollock no quedo muy satisfecho, su instinto de investigador le indicaba que aquel sería un caso importante, muy superior a los que le asignaban últimamente lo cual solo podía significar una cosa, que Montoya estaba escalando peldaños. Tal vez pronto le dieran un ascenso o una promoción que la colocaría muy por encima de él. Aquello lo hizo sentir incomodo, aunque no dejaba de reconocer que la joven policía tenía sus meritos, luego una picara sonrisa apareció en su rostro mientras tomaba su abrigo del perchero. Si su hermana tenia razón el lugar más lógico para buscar al tal Alex era justamente la sede de esos locos. Una mera coincidencia de la cual nadie podía culparlo.
Más tarde Bollock caminaba por las vetustas calles de Sutter Lane, que no eran menos amenazantes a la luz del día, con sus incontables lotes baldíos llenos de basura y escombros. Sus edificios abandonados y los retorcidos esqueletos de autos viejos que parecían maliciosamente distribuidos en cada calle. Por años aquella parte de la ciudad se había mantenido al margen de la ley, pocos osaban entrar y muchos darían lo que fuera por salir de ahí. Por suerte él conocía la zona y su hermana Sally le había dado la dirección exacta donde la misteriosa organización tenía su cede.
Se trataba de un viejo edificio, tal ves de los 20’s, cuyas ventanas altas estaban tapiadas con ladrillos rojos. El policía miro hacia el frontón del edificio donde aun podía leerse un letrero que decía «Hotel Royal», Bollock sonrió por aquel nombre que ahora parecía una broma cruel mientras pasaba por el frente del local. Descuidadamente lanzaba rápidas miradas hacía los chicos vestidos de negro que entraban y salían por la vieja puerta giratoria. También vio a algunos adultos vestidos con harapos que hacían fila por alguna razón.
-¿Necesita ayuda hermano?.-le pregunto sorpresivamente una dulce voz mientras le extendía un panfleto de color amarillo. Bollock estaba por rechazar la propaganda cuando leyó el nombre «Los Hijos de Chadhel» impreso sobre el papel.
-¿De que se trata?.-pregunto mañosamente mientras miraba a su interlocutor. Se trataba de una chica pelirroja, de unos 15 o 16 años, baja de estatura y con una silueta menuda que se perdía debido al holgado vestido negro que la cubría del cuello a los tobillos. Su calzado eran zapatos de charol adornados con grandes hebillas doradas. Su rostro aún tenía esa lozanía característica de la primera adolescencia y sus ojos cafés brillaban como luceros bajo la luz del día..
-Pertenezco a «Los Hijos de Chadhel», una organización que ayuda a los necesitados.-dijo la joven repitiendo de memoria algún discurso que le habían enseñado.-En nuestro refugio encontrara casa y comida, además le ayudaremos a encontrar empleo y podrá tomar parte en el «gran descenso».-el policía frunció el ceño pero antes de que pudiera preguntar algo una silueta llego hasta ellos.
-¡Julie!-grito enérgicamente un muchacho, también vestido de negro, cuya edad Bollock cálculo entre los 22 o 24 años.-¡Te he dicho muchas veces que no repartas sola la propaganda!.-
-Cálmate amigo.-dijo Bollock tratando de sonar indiferente.-La chica solo estaba tratando de ayudar.-el muchacho miro al grueso oficial de arriba abajo y sin decir nada tomo a Julie por el brazo para emprender la marcha. Bollock los miro alejarse hacia la entrada del edificio. Por un momento pensó en Julie, muerta como los que había visto en las fotos. Bollock sacudió la cabeza para deshacerse de esas imágenes al tiempo que reiniciaba la marcha. Necesitaba más información.
La iglesia de St. Pedro era un edificio pequeño de dos naves angostas y altos torreones terminados en delgados campanarios. El grueso policía entro en el atrio y miro los desgastados vitrales de las ventanas, todos evocando algún pasaje bíblico o con la imagen de algún Santo, pero lo que llamo su atención fue un hombre canoso, vestido de sotana que limpiaba el altar ayudado por dos acolitos.
-¿Padre King?.-pregunto Bollock con su habitual tono policiaco, mientras miraba detenidamente al sacerdote. Era un hombre mayor, unos 78 años, con le cabello cano y algunas arrugas pronunciadas cruzando su rostro. Vestía la tradicional sotana negra con cuello blanco, y solo sus zapatos cafés podían verse por debajo las faldas.
-Soy yo.-contesto el anciano con toda tranquilidad.-¿Qué puedo hacer por usted?.-
-Soy el detective Harvey Bollock.-se identifico en el mismo tono intimidante.
-El hermano de Sally.-dijo el sacerdote ajustándose sus pequeñas gafas para ver mejor al recién llegado.
-¿Podemos hablar en privado?.-el viejo párroco asintió con la cabeza y emprendió la marcha delante del policía. Pronto llegaron hasta un pequeño jardín, donde había algunos rosales y un gran árbol de grueso tronco. El sacerdote camino lentamente hasta una pequeña banca de piedra donde tomo asiento trabajosamente.
-¿Qué puedo hacer por usted?.-pregunto de nuevo.
-Necesito hacerle unas preguntas.-
-¿Sobre Alex?.-Bollock no pudo evitar un gesto de sorpresa por aquella respuesta.
-¿Cómo …?-
-Sally.-explico el sacerdote sin dejarlo terminar.-Ella me dijo que tenía un hermano en la policía y que pensaba pedirle ayuda por la desaparición de Alex.
-Ya veo.-refunfuño el grueso agente.-Entonces iré al grano. ¿Puede darme alguna pista sobre el paradero del tal Alex?.-
-No.-contesto el padre King con evidente contrariedad.-Alex era un excelente muchacho. El nació y se crió en este barrio, estuvo en pandillas y cosas así, pero luego enmendó el camino y se transformo en un ejemplo para los demás chicos. Ahora simplemente a desaparecido.-
-Sally me dijo que hablo con usted antes de eso.-
-Así fue.-
-¿Y que le dijo?.-
-No puedo decírselo.-expreso el padre King con toda firmeza.- Fue en confesión.-
-¡Demonios!.-dijo Bollock antes de recordar el sitio donde estaba. El padre lo miro con severidad y el solo acertó a pasarse la mano por la nuca en señal de contrariedad. Luego reanudo el interrogatorio.-¿Al menos puede decirme si tiene algún familiar que pudiera saber algo?.-
-La familia de Alex se mudo de aquí hace mucho pero… espere.-dijo el sacerdote al tiempo que forzaba su memoria en busca de alguna pista.-¡Ahora recuerdo!.-exclamo casi triunfal.-Alex visitaba de vez en cuando a un tío suyo, un viejo marino, que es demasiado obstinado como para irse de este barrio.-
-¿Sabe donde vive?.-el padre King le dio a Bollock la dirección del tio de Alex, un viejo edificio en la antigua zona comercial del barrio.-Gracias por todo padre.-dijo ansiosos por empezar su trabajo. Mas tarde Bollock llego hasta la dirección que le había dado el sacerdote, se trataba de un paupérrimo edificio de apartamentos casi en el centro del barrio. Al entrar Bollock noto de inmediato la pesada atmósfera que imperaba en aquel sitio, con las paredes picadas por la humedad y el sonido de las cucarachas corriendo por entre los huecos. El grueso policía metió la mano en su gabardina y palpo la cacha de su revolver. Entrar ahí sin respaldo era casi un suicidio, pero eso no lo iba a detener. Cautelosamente entro y miro los buzones de correo hasta que encontró el que buscaba.
-«Capitán Doyle, Sexto piso. Habitación 68».-leyó en uno de ellos. Bollock busco un posible ascensor con la mirada, pero al encontrarlo también vio un gran letrero de «No funciona», refunfuñando emprendió el camino por las escaleras maldiciendo todas las rosquillas que había comido esa mañana. Finalmente llego al sexto piso, resoplando como un toro herido, y se dirigió a la habitación correspondiente. Al llegar toco varias veces a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Pero no estaba dispuesto a irse con las manos vacías, así que miro discretamente a ambos lados del pasillo y al verse solo metió una mano en su gabardina para sacar una pequeña ganzúa. Sigilosamente introdujo el instrumento en la cerradura y comenzó a maniobrar hasta que escucho el sonido del seguro saltando de su lugar.
Sonriendo empujo la puerta y penetro en el deteriorado departamento. Ante sus ojos apareció un cuarto sucio lleno de viejos muebles é instrumentos de pesca, arpones, redes y algunos peces disecados colgando de los muros. Bollock no perdió el tiempo y se dio a la tarea de registrar el lugar, buscando un mensaje o cualquier otra pista que tuviera algo que ver en la desaparición del tal Alex. En eso estaba cuando escucho el sonido de la cerradura, instintivamente llevo su mano hasta su revólver oficial, y espero a que el recién llegado penetrara en la habitación.
-¡Policía!.-grito con toda su fuerza mientras encañonaba al hombre parado frente a la puerta. El tipo levanto las manos por encima de su cabeza y miro sorprendido al grueso policía que lo mantenía en la mira de su arma.
.-¿Quien eres tu «amigo»? ¿Acaso Santa Clos?.-dijo Bollock al tiempo que obligaba al tipo a darse la vuelta para registrar los bolsillos de su pantalón. Se trataba de un hombre alto y fuerte, vestido a la usanza de los marineros con un ajustado suéter negro, pantalón de mezclilla azul y unas pesadas botas de trabajo, su cabello permanecía oculto bajo una gorra de estambre. Su rostro estaba oculto bajo una espesa barba gris, aunque podía distinguir una cicatriz que le cruzaba casi toda la cara.
-¿Quien eres?.-repitió Bollock al no encontrar ninguna identificación en los bolsillos del sujeto.
-Mi nombre es Ron Douch.-respondió el tipo sin acobardarse por el arma de Bollock.
-¿Y me puede decir que esta haciendo aquí señor Douch?.-
-¡Yo vivo aquí pedazo de cachalote!.-dijo ásperamente el supuesto marino.
-¡Miente!.-replico Bollock sin creer una palabra de lo que decía aquel sujeto.-Me informaron que aquí vive el capitán Doyle!-
-¿Capitán?… ¡Jajajajajajaja!.- rió el tipo de buena gana.-Si ese es capitán yo soy Neptuno.-el marino bajo los brazos fastidiado, pero Bollock le mantuvo sujeto contra la pared.
-¡Explicase de una vez!.-rugió al tiempo que hundía el cañón de su arma en las costillas del marino.
-¡Tranquilo!.-pidió el tipo.-Lo que pasa es que el viejo Doyle y yo tenemos un trato, mientras uno esta en el mar el otro puede vivir aquí.-
-¿Quieres decir que el capi… que ese tal Doyle se hizo a la mar?-
-Zarpo esta mañana amigo.-respondió el tipo cada vez más molesto.-¡¿Y ahora puede decirme porque diablos esta metido en nuestro departamento?!-
-Asunto oficial.-respondió lacónico mientras guardaba el arma en su funda.
-¿De verdad?.-dijo el marino burlonamente.-Entonces quiero ver su maldita orden de cateo.-Bollock empezó a sudar ante el giro que estaban tomando las cosas, si no tenía cuidado aquel marino de agua dulce podía demandarlo y eso no se vería bien su expediente.
-No te mostrare nada.-dijo desafiante.-Pero si le dices a alguien que estuve aquí haré tu vida tan miserable que no querrás volver a poner los pies en tierra. ¡¿Entendido?!.-sin esperar respuesta el grueso policía le propino un fuerte empujón al supuesto marino haciéndolo a un lado para salir cuanto antes de aquel lugar.
-¡DEMONIOS!.-grito una vez en la calle. Odiaba que las cosas se le fueran de las manos. Pero ya no había remedio.
Mientras tanto, en un cuarto del mismo edificio dos jóvenes discutían acaloradamente, se trataba de Eddy Heights, el chico que Bollock había visto, y otra miembro del grupo llamada Clarisa Brock.
-¡¿Cómo es posible que aún no sepas donde esta el dinero?!.-le grito Eddy con impaciencia, mientras deambulaba de un lado al otro del cuarto.-¡¿Cuánto más crees que voy a vivir en esta pocilga.?!-
-Es que tengo miedo Eddy.-no bien había terminado de hablar sintió como el muchacho le propinaba una brutal cachetada que la hizo caer al suelo.
-¡No me vengas con eso otra vez!.-le grito tomándola por el cabello para obligarla a levantar la cara.-Tu eres la mano derecha del viejo. Se supone que deberías saber donde esta el dinero.-le reprocho arrojándola contra el piso. Eddy Heights era un chico de 25 años, alto, rubio y atlético cuya única meta era hacerse rico de la manera más rápida y fácil, robando. En realidad se había unido a «Los Hijos de Chadhel» con el único propósito de robar los abundantes fondos que, según sus cálculos, debían estar en manos del viejo Amos Kraft para solventar toda la «misericordia» de la asociación. Pero pese a todos sus intentos no había logrado nada, el maldito viejo era demasiado taimado, demasiado cuidadoso como para confiarle la fuente de sus fondos. Por eso se había visto obligado a seducir a Clarisa, una chica poco agraciada, con un cuerpo regordete, senos caídos a pesar de tener 20 años, y un rostro vulgar y sin gracia. Pero que gozaba de la confianza del viejo Amos.
Sin embargo, para su rabia, Clarisa era una devota del estúpido culto de Amos, por lo cual estaba indecisa entre seguirlo a el o a su «pastor espiritual». El no creía una palabra de lo que predicaba el viejo, y a veces tenía la impresión de que Amos lo sabía y eso lo hacia temblar. Y es que él había visto cosas muy extrañas, cosas que le hicieron pensar por primera vez que se había metido con las personas equivocadas y por eso quería irse. Solo su ambición le impedía marcharse de una vez.
-Perdóname:-le suplico Clarisa sollozando, sin atreverse a incorporarse. Eddy la miro apretando los puños. Sabía que solo le quedaba un recurso para hacer que la chica le ayudara. Pero se resistía a hacerlo… no quería llevar en su mente el recuerdo de una acción tan grotesca. Sin embargo, su intuición le indicaba que era tiempo de huir y no quería hacerlo con las manos vacías.
-Comprende.-le dijo cariñosamente a Clarisa inclinándose sobre ella.-Necesitamos ese dinero para realizar nuestro sueño.-
-¿Nuestro sueño?.-interrogo la chica levantando la cara para mirarlo de frente.
-Casarnos.-dijo Eddy tratando de disimular el nudo que le nacía en la garganta.-Irnos lejos de esta miserable barrio, lejos de gente que nos manipula, solo tu y yo… por siempre.-la joven lo miraba emocionada, con los ojos llorosos de la emoción. Pero su fe aún no cedía.
-Eddy… porque no le pides ayuda al señor Amos… estoy segura de que él entendería.-el joven tuvo que hacer un gran esfuerzo para no golpearla de nuevo.
-¿Cómo lo sabes?. Talvez solo se encoja de hombros y nos diga «buena suerte muchachos». No. Necesitamos mucho dinero ahora y tú puedes conseguirlo.-en ese momento Eddy tomo una decisión y tomando entre sus manso el rostro regordete de Clarisa la beso vehementemente en sus gruesos labios. Al tiempo que sus manos acariciaban los generosos senos de la chica por sobre la tela de su vestido negro.
-Te amo.-mintió para emocionar más a la pobre chica. Eddy siguió con su labor y comenzó a levantar la falda de Clarisa para tocar los gruesos muslos. Hábilmente le bajo las pantaletas y comenzó a acariciar su sexo húmedo por la excitación. Clarisa se dejaba hacer enamorada por primera vez en su vida, lentamente empezó a imaginar lo que podía ser su vida al lado de Eddy… si solo tuvieran dinero para empezar lejos de Ciudad Gótica. El hábil truhán pareció leerle la mente y redoblando sus esfuerzos la despojo de su vestido negro, para su sorpresa descubrió que le cuerpo moreno de Clarisa no era tan repulsivo como esperaba. Lo cual ayudo a continuar, rápidamente se desnudo y se tumbo junto a ella en la cama. Su pene termino por alcanzar la erección y sin preámbulos se acomodo en medio de las piernas de Clarisa. Con calma le abrió los labios de la vulva y acomodo la roja cabeza de su miembro entre los cálidos labios y empujo. Con asombro descubrió que Clarisa no era virgen, pero eso no le importo mucho, con ambas manso se afianzo a las caderas de la chica y empujo su pene con fuerza dentro de ella, deslizándose profundamente dentro de la chica quien se quejo placenteramente disfrutando la penetración.
-¡Oh, mi vida!… ¡Como te amo!…-dijo Clarisa mientras cerraba sus gruesas piernas en torno a su amante. Este empezó a embestir lentamente contra las entrañas de su ingenua enamorada. Ella gimió al sentir aquella lanza de carne entrando y saliendo de sus entrañas y comenzó a mover la cadera para al ritmo de su jinete. Eddy se había olvidado momentáneamente del dinero del viejo Amos y solo pensaba en disfrutar del inesperado placer que Clarisa podía darle. La chica emitía gemidos ahogados por la pasión, mientras recibía gustosa cada centímetro de carne caliente.
-¡Ay!… ¡Mi amor!…¡Ough!… ¡Te quiero con toda mi alma!…-animado por aquellas palabras Eddy aumento el vigor de sus arremetidas, de modo que Clarisa pronto sintió la proximidad de un orgasmo, cimbrando su cuerpo como una descarga eléctrica. Mientras Eddy continuaba entrando y saliendo de su vulva hasta que la chica alcanzo el clímax en medio de gemidos y exclamaciones placenteras que llenaron de orgullo al cínico estafador. Quien no tardo en sentir la llegada de su propio placer, entonces de lanzo con todas sus fuerzas contra la intimidad de su amante y, rozando dolorosamente las paredes internas de al chica, quien tuvo que abrir más las piernas para que Eddy no tuviera ningún tropiezo en hacerla suya. El guapo estafados resoplaba excitado, jadeando como un perro, disfrutando enormemente de aquel falso encuentro amoroso. Finalmente el esperma broto y regó las entrañas de Clarisa, la cual sintió que su fuente de placer se desbordaba de nuevo para mezclarse con la venida de su amado.
Por un momento ambos quedaron tendidos sobre la cama. Pero en cuanto Eddy recobro el dominio de si mismo la idea del dinero volvió a llenar su mente.
-Necesitamos el dinero.-murmuro al oído de Clarisa.-Solo así podremos estar juntos para siempre.-la joven enamorada lo abrazo y al fin hizo la pregunta que Eddy quería escuchar.
-¿Qué debo hacer?.-Eddy sonrió satisfecho.
Mientras tanto, en otro piso del edificio, Julie repasaba una vez más su discurso para atraer nuevos miembros al grupo de Amos. Ella era una chica huérfana que había crecido a la sombra de la caridad publica, lo cual había despertado en su mente la idea de ayudar a otros. Pero su juventud y sus bajo nivel de estudios le había impedido ingresar a organizaciones como el ejercito de salvación a los orfanatos estatales. Por eso se sentía profundamente agradecida por la oportunidad que el señor Amos le había dado. Ella estaba lista, solo necesitaba cumplir con el último rito de iniciación para empezar a trabajar. En ese momento unos suaves golpes en la puerta de su habitación la hicieron interrumpir su ensayo.
-¿Quien es?.-pregunto acercándose a la puerta.
-Soy yo pequeña.-le respondió tranquilamente la voz de Amos Kraft. La joven abrió la puerta de inmediato y dejo pasar a su «pastor» sin dudarlo un segundo. El viejo predicador miro distraídamente el cuarto de Julie, apenas amueblado con una cama y un pequeño escritorio donde se veían libros y apuntes tomados por la joven. Era un hombre de edad incierta, aunque su pelo era totalmente blanco, de figura delgada y elevada estatura. Su rostro era de rasgos aguileños con una nariz ganchuda y unos ojos pequeños que mantenía casi ocultos detrás de unas pesadas gafas negras.
-¿En que estas trabajando Julie?.-pregunto el viejo volviéndose hacia su discípula.
-Yo… estoy tratando de mejorar el discurso que damos a la gente…-contesto tímidamente.
-¿En verdad?.-dijo Amos con un cierto tono de burla en su voz.-¿Pues que tiene de malo el que yo escribí?.-
-¡Nada!.-se apresuro a decir Julie arrepentida de haber contestado tan sinceramente.-Es solo que… bueno a veces ni yo misma entiendo algunas cosas como eso que usted llama «el descenso desde las estrellas». ¿No deberíamos esperar ascender nosotros mismos hacia el señor en vez de esperar a que el baje?.-Amos la miro divertido, aunque también algo molesto.
-Ya veo.-dijo acercándose a ella.-En cuanto tenga tiempo te lo explicare detalladamente. Pero antes tenemos que hablar de otra cosa. Eddy me dijo que te sorprendió predicando sin permiso. ¿Acaso no fui claro la última vez?
-Si señor.-dijo Julie sumisamente.-Es solo que deseo tanto ayudar a los demás. Como lo hace usted.-
-Entiendo pequeña.-dijo le viejo predicador.-Es por eso que he decidido compensar tu devoción.-
-¿Qué quiere decir?.-
-Que en vista de tu entusiasmo he ordenado adelantar tu iniciación para mañana en la noche.-el rostro de Julie se ilumino de alegría y sin poderlo evitar abrazo cariñosamente al viejo Amos.
-¡Gracias!… ¡Gracias!…-
-No me lo agradezcas pequeña. Tu te lo has ganado.-dijo el viejo separándose de Julie con cierta brusquedad, para encaminarse de inmediato hacia la puerta.-Y ahora discúlpame pero otros asuntos requieren mi presencia.-
-¿Puedo ayudarle en algo?.-dijo la joven deseando ser útil a su líder.
.-No te preocupes, es un asunto sin importancia que voy a terminar de una vez por todas.-le dijo el anciano sin volver la vista hacia ella.
De regreso en su departamento Bollock empezó a meditar sobre la mejor forma de entrar al edificio de aquello locos, normalmente solo irrumpiría apoyado por un batallón, pero en vista de que no era su caso, de hecho se suponía que no sabía nada de las investigaciones de la fiscalia, no podía solicitar ninguna ayuda. Largo rato medito sobre ello hasta que le llego una idea.
-Si ese puede hacerlo también yo.-se dijo a si mismo mientras se levantaba para ir directo a su closet y empezar a buscar la ropa más vieja y raida que pudiera encontrar. De hecho no le costo mucho trabajo encontrar un traje casi hecho jirones y una gabardina con los bolsillos rotos. Emocionado se cambio de ropa y se miro al espejo. Realmente tenia toda la pinta de un vagabundo o un vago de callejón.
-Muérete de envidia murciélago.-dijo mientras se acomodaba un sombrero de estado lamentable que completaba perfectamente su disfraz. Y como toque final una gafas oscuras ocultarían su rostro por si se encontraba con los chicos de aquella tarde. Todo lo que tenía que hacer era mezclarse con los vagos que había visto formados ese día y así podría entrar. El tiempo siguió su marcha y cerca de las 2 de la madrugada una figura regordeta se deslizaba por los pasillos del antiguo «Hotel Royal», nerviosamente veía de un lado a otro temerosa de que alguien saliera de alguna de las habitaciones y la sorprendiera en el pasillo. Finalmente llego hasta su destino, una pesada puerta de madera labrada, antaño la suite presidencial del hotel y ahora la oficina del predicador Amos Kraft, Julie empuño nerviosamente su copia de la llave y abrió el picaporte de la puerta.
Lentamente dejo que la pesada hoja de madera se hiciera a un lado y cuando quedo abierta del todo supo que no había vuelta atrás. Así que entro lo más sigilosamente que podía, tomando en cuenta que el piso de duela rechinaba bajo sus pies, provisoriamente cerro la puerta y encendió la luz. Ella conocía mejor que nadie la oficina del viejo predicador, pero ahora, sola y en papel de ladrona, le perecía un lugar amenazante. Nerviosamente recorrió el lugar con la mirada, no había nada a que temer solo pilas de libros viejos amontonados sobre pequeñas mesas, algunos estaban abiertos dejando ver sus paginas escritas en latín, alemán y otros idiomas que ella desconocía. También había extrañas cartas astrológicas y aparatos raros que el viejo usaba para calcular «el momento del gran descenso».
Con todo seguía asustada por lo que se aferró más que nunca al recuerdo de Eddy y sus promesas de una vida a su lado para hacerse del valor que necesitaba para avanzar por entre las mesas y llegar hasta el escritorio del viejo, a cuyo lado derecho se encontraba lo que buscaba, una pesada caja de seguridad. Tan vieja y anticuada como el resto del mobiliario, y donde Eddy suponía que estaban los fondos de su organización, de hecho ella misma le había visto sacar dinero de ahí para pagar sus cuentas. Temerosa empezó a manipular el mecanismo, rezando por recordar completa la combinación de la caja. En eso estaba cuando uno de los pesados libros resbalo y cayo al suelo provocando un estruendo que le sonó como el rugir de una cañón. Tuvo que morderse los labios para no dejar escapar un alarido que hubiera sido de lo más inoportuno.
Sumamente alterada volvió a su labor, pero no tardo en darse cuenta de que los números danzaban en su mente sin control, las lagrimas asomaron a sus pupilas al tiempo que se daba por vencida.
-Cinco derecha, cuatro izquierda, y luego hasta el 39.-le dijo una voz a sus espaldas. Clarisa se volvió sintiendo que la sangre se congelaba en sus venas. Hay estaba el viejo Amos en persona, mirándola fijamente mientras caminaba hacia ella, la joven se recargo en la pared tratando de inventar una excusa… pero sabía que era inútil.
-Ah, Clarisa.-le dijo le viejo al tiempo que se sentaba en su escritorio.-Estoy tan decepcionado.-
-¡Lo siento!.-grito la joven entre sollozos al tiempo que caía de rodillas ante su pastor.-¡Lo siento!…. Yo no quería… fue idea de Eddy.-
-¿Eddy?.-interrogo el viejo mientras giraba lentamente en su sillón.-Siempre supe que ese muchacho me traería problemas, pero eso no te libera de la culpa Clarisa.-
-¡Perdón!.-exclamo la joven mirando hacia el oscuro respaldo del sillón.
-No te preocupes.-le dijo Amos con una voz extraña.-No pienso expulsarte del grupo.-Clarisa estaba a punto de agradecerle cuando un sonido escalofriante se dejo escuchar en la oficina, una cacofonía espantosa de agudos chillidos que resonaban desde cada pared. Temerosa miro en todas direcciones, y entonces los vio, pequeños cuerpo peludos que se movían entre los pesados libros, escurriéndose por todas partes y mirándola desde los rincones con centellantes puntos de luz roja.
La chica se puso de pie de un salto, solo para descubrir que aquella ola de cuerpos rozados estaba ya cubriendo cada centímetro de la duela. Aterrada intento echar a correr pero incontables garras le sujetaron por los tobillos haciéndola caer la suelo. Entonces Amos Kraft se giro en su asiento y ella pudo verlo claramente. Si no fuera por las afiladas uñas que le destrozaron la garganta en tan solo unos segundo hubiera dado el grito más espantoso de toda la historia humana.
-No te preocupes.-le dijo quien estaba sentado en el sillón de piel.-Puedes quedarte…. Pero bajo nuestras condiciones.-
Más tarde, en un estrecho callejón en la parte trasera del hotel, Eddy Heights acariciaba impaciente el cuerpo frío de su motocicleta. El tanque estaba lleno y solo necesitaba le dinero del viejo Amos para salir de ahí y vivir como un rey. Pero Clarisa se había retrasado ya casi una hora y eso lo ponía cada vez más nervioso. ¿Acaso se había arrepentido y lo estaba acusado con el viejo Amos?. No… si lo hubiera hecho seguramente ya se habría armado un escándalo. Pero entonces…
-Maldición.-se dijo mientras miraba de nuevo hacia las escaleras contra incendio por donde Clarisa, de acuerdo con su plan, debía bajar para evitar a los «iniciados», los más fanáticos de todo el grupo, quienes hacían ronda por los corredores del viejo edificio durante la noche. Nerviosamente consulto su reloj una vez más y descubrió que eran casi las cuatro de la mañana. Pronto sus compañeros se levantarían y su escape no pasaría desapercibido. En ese momento escucho al fin el sonido de pasos descendiendo por las escaleras. Pero casi inmediatamente se dio cuenta de que era más de una persona quien bajaba hacia el callejón.
-¡Mierda!.-se dijo al tiempo que montaba en la moto y accionaba el pedal para echarla a andar, el motor rugió escandalosamente y Eddy se apresuro a conducir hacia la entrada del callejón. A sus espaldas escucho el sonido de los escalones resonando bajo cientos de pisadas. De pronto frente a él apareció una cosa, larga y dura, que lo golpeo con la fuerza de un camión. El cuerpo del chico salió volando hacia el interior del callejón mientras su moto patinaba sobre el piso para estrellarse finalmente contra algunos botes de basura.
-¿Ibas a alguna parte Eddy?-le pregunto burlonamente una voz desconocida. El ladrón no pudo responder pues sus costillas rotas le había perforado un pulmón ahogándolo en su propia sangre. Su vista estaba nublada y solo alcanzó a ver una pesada sombra colocarse sobre él, mientras otras siluetas más pequeñas se arremolinaban a su alrededor.
-Eddy… Eddy…-le dijo la voz con tono paternal.-¿No lo entendiste nunca verdad?. Yo soy el pastor y las ovejas no deben alejarse de mi..-
-Va…. va… a… inf….-mascullo el joven sintiendo el agudo dolor en su pecho.
-Por desgracia nadie puede irse Eddy. No hasta mañana por la noche.-Eddy sintió como cientos de manos pequeñas le sujetaban y le izaban casi sin esfuerzo, para llevarlo de vuelta hacie le interior del edificio. En ese momento la sombra más grande se detuvo y miro hacia la parte alta de las escaleras. Por un instante le pereció que alguien estaba mirando desde arriba, pero no pudo ver a nadie. De todas formas tenía un arduo trabajo que hacer con Eddy, si es que lo quería listo para la ceremonia del día siguiente. Así que siguió a sus compañeros y juntos desaparecieron en las sombras del callejón.
Al día siguiente, de acuerdo con su plan, Bollock se puso la ropa que había elegido é hizo gárgaras con un poco de whiski para tener aliento alcohólico. Precautoriamente se coloco una pistolera pequeña en la espinilla y coloco en ella un revolver de seis balas. No era mucho pero era todo lo que podía llevar. Así vestido se dirigió a Sutter Lane y empezó a pasearse sin rumbo por las calles, tratando de mezclarse con los vagos locales. Hasta que al fin se encamino hacia el edificio Royal, al llegar descubrió que ya había algunos vagos haciendo fila para lo que fuera. Así él también tomo su lugar y espero. Los demás vagos lo miraron intrigados, no era uno de ellos, eso lo sabían casi por instinto. Bollock noto sus insistentes miradas y supo que sospechaban de él, eso no le sorprendía, pues sería ingenuo de su parte pretender engañar a tipos que conocían cada callejón y vago del rumbo. Pero mientras se quedaran callados eso no tendría importancia.
De pronto otra figura desconocida entro en la fila, se trataba de un hombre alto, de cabello canoso y largas barbas sucias, vestido con lo que alguna vez fue un traje y una gabardina. Los vagos se sintieron inquietos al notar al llegada del segundo desconocido. Tanto que el mismo Bollock se dio cuenta de su presencia. Tal vez era otro policía enviado por los detectives que investigaban el caso del que Montoya le había hablado. Por un momento el grueso policía pensó en marcharse, no necesitaba problemas con la oficina del fiscal. Pero justo entonces una chica rubia y pecosa apareció ante ellos.
-Hermanos.- les dijo sonriente.-Por favor pasen y tomen asiento para que podamos brindarles algo caliente para sus cuerpos.-la chica les indico el camino y, los que ya estaban familiarizados con aquella practica empezaron a caminar detrás de ella. Bollock se inclino el sombrero para ocultar su cara y camino detrás de los demás. Cuando entraron al viejo hotel el policía miro discretamente en todas direcciones. Por un lado había grupos de chicos, ninguno mayor de 23 años, que se organizaban para laguna actividad que no pudo escuchar. Por otro lado había chicos sentados cómodamente en los amplios sillones del lobby, leyendo, conversando é incluso jugando con pequeños game-boys. La chica los condujo de prisa a través del lobby y los llevo hasta el que una vez fuera el salón de banquetes del hotel. El lugar era amplio y provisto de grandes mesas adornadas con manteles blancos. Al fondo estaba una especie de cocina integral donde varias chicas preparaban los alimentos del día.
La chica pecosa los condujo hasta una gran mesa donde cada uno fue tomando una bandeja, dividida en secciones, para que les sirvieran de comer. Después de eso la chica se alejo de ellos y los dejo solos. El menú era una especie de estofado, arroz y frijoles con chile o puré de papa y salchichas. Bollock tomo lo que le dieron y se sentó en una mesa. Hasta ese momento no había visto nada sospechoso, pero su intuición de sabueso le instaba a continuar. En ese momento reparo en una de las chicas que recorrían las mesas para servir agua a los comensales. Era Julie, estaba seguro.
Discretamente se subió las solapas de la vieja gabardina y empezó a comer para no llamar la atención.
-No esta mal.-pensó al saborear la comida. En ese momento Julie llego hasta donde él estaba y empezó a servir agua. Bollock la miro de reojo y se dio cuenta de que su aspecto era muy diferente al del día anterior, se le veía pálida y sin entusiasmo, sus manos le temblaban y movía nerviosamente la cabeza de un lado a otro como si temiera que alguien o algo se hiciera presente en el salón. El detective la miro fijamente tratando de adivinar cual podía ser la causa de aquella aptitud. De pronto la chica pareció darse cuenta de su mirada y volvió la cara hacia él. Bollock desvió la mirada y siguió comiendo, reprendiéndose mentalmente por aquel acto imprudente.
-¿Quiere más agua?.-le pregunto nerviosamente Julie llegando hasta el grueso policía.
-Si.-respondió tajante al tiempo que trataba de fingir la voz. La joven se inclino para servirle y entonces él pudo sentir algo extraño, la chica estaba depositando algo sobre su muslo, para luego retirarse rápidamente y seguir sirviendo a los demás. Bollock siguió comiendo como si nada, esperando a ver si alguien más se acercaba, cuando estuvo seguro de que nadie había observado la torpe maniobra de la joven bajo una mano de la mesa y la llevo hasta su muslo. De inmediato sintió el contacto de una pequeña hoja de papel que apretó con fuerza.
En ese momento uno de los chicos que había estado sirviendo junto con Julie hizo sonar un triangulo metálico, de inmediato todos los vagos de levantaron y empezaron a formarse de nuevo. Bollock hizo lo propio y se levanto para reunirse con los demás. Aprovechando la oportunidad para depositar la nota en su bolsillo. Como la vez anterior comenzaron a avanzar siguiendo a otra chica del grupo.
En ese momento, uno de los vagos que caminaba delante de Bollock empezó a toser con fuerza al tiempo que se desplomaba sobre el piso.
-¡Ayuda!.-grito estruendosamente una anciana mientras se inclinaba sobre el pobre tipo. Casi enseguida varios jóvenes del grupo dejaron sus actividades para acudir en auxilio del viejo vagabundo. Bollock miro el caos causado por el anciano y sonrió para sus adentros.
-Gracias tío.-pensó al tiempo que caminaba discretamente hacia uno de los pasillos, al llegar se aseguro de que nadie lo viera y se adentro por el pasillo. La suerte parecía estar de su lado y no tardo en encontrar una puerta abierta, que al abrirse se revelo como un armario de limpieza. Sin pensarlo se introdujo en el y cerro la puerta a sus espaldas.
-Hoy es mi día de suerte.-pensó mientras tomaba asiento en el piso del armario. Ahora solo tenía que esperar.
Mientras tanto, ajena al escándalo del pasillo, Julie y las otras chicas levantaban las mesas del comedor y depositaban los trastos sucios en un pequeño carrito para llevarlos a la cocina.
-¿Te pasa algo Julie?.-le pregunto de pronto una de sus compañeras haciéndola saltar.
-No… todo esta bien…-respondió la joven con una sonrisa forzada.-Me duele un poco el estomago tu sabes… demasiada tensión.-la otra chica se le quedo mirando pero no dijo nada más. Julie termino su labor en el comedor y se fue directo a su cuarto. Al llegar cerro la puerta por dentro y la atranco con la silla de su pequeño escritorio. Solo le quedaba esperar que aquel vago supiera leer y pudiera entender su mensaje.
-Ayúdame Dios mío.-pensó arrodillándose a un lado de su cama. Las horas siguieron su marcha y pronto la noche estuvo plena sobre la ciudad. En le armario Bollock se agitaba nerviosamente, se había quedado dormido por un raot desde su entrada al armario, encendió la lucecilla de su reloj para consultar la hora. Eran casi las 11:30pm.Apresuradamente se puso de pie y pego el oído a la puerta para escuchar los sonidos provenientes del pasillo. Nada. Discretamente fue abriendo la puerta y comprobó que no había nadie en el corredor. Rápidamente salió de su escondite y empezó a caminar por los pasillos antes de darse cuenta de que no sabía lo que buscaba.
-Diablos.-se dijo dándose cuenta de su casi ridícula situación. En ese momento recordó el mensaje de la chica de los anteojos y metiendo la mano en su bolsillo lo saco para leerlo.
-«Mi nombre es Julie y estoy en peligro de muerte. ¡Por favor llame a la policía!».-Bollock frunció el ceño mientras las imágenes de los chicos muertos en San Francisco volvía a apoderarse de su mente. Fue entonces que noto que no se escuchaba ningún sonido en el viejo edificio, era casi como si lo hubiesen abandonado mientras el estaba oculto en armario de limpieza.
-Lo que me faltaba.-se dijo al tiempo que empezaba a registrar el lugar dejando de lado las precauciones.
Una hora antes:
Julie abrió la puerta de su cuarto y miro hacia el pasillo. Sabía que la mayoría de sus compañeros estarían ocupados preparando su iniciación, aunque al final solo algunos participarían de ella al lado del viejo Amos. La chica empezó a caminar casi de puntitas por los corredores. Conciente de que no podría salir por la puerta principal, pues según la costumbre del grupo los futuros iniciados debían permanecer en sus habitaciones hasta el momento de la ceremonia. Así que no podría esperar que sus compañeros la dejara ir… ni tampoco que creyeran la causa de su huida. ¿Quién podría creerle que había visto a Eddy, uno de los chicos más populares del grupo, siendo atacado en el callejón detrás de su propio edificio? ¿Mas aún quien le creería que había visto a esas cosas, parecidas a ratas, de un inmundo color rozado arrastrarlo hacia los sótanos seguidas de esa… El solo recordarlo la hizo temblar y casi gritar de horror. Ni en sus pesadillas más espantosas habría sido capas de concebir una abominación como esa.
Solo le quedaba escapar de aquel lugar. Aunque eso implicaba un serio problema, su habitación estaba demasiado alta para intentar descolgarse atando sabanas como en las películas, y ni pensar en usar la escalera de incendio para bajar al callejón. Finalmente una idea le vino a la cabeza, era muy arriesgada pero ella estaba dispuesta todo. Así pues, abandono cautelosamente su habitación y empezó a ascender por las semi oscuras escaleras, su meta era el techo del viejo hotel. Si podía llegar ahí talvez podría saltar hacia un edificio cercano, había dos posibles candidatos a unos tres o cuatro metros de distancia. Si lo lograba solo tendría que bajar a la calle y correr como alma que lleva el diablo.
Por suerte los pisos más altos del viejo edificio habían sido adaptados como talleres de imprenta y de costura, donde se elaboraba la propaganda y la ropa del grupo, por lo que a esa hora estaban casi desiertos. Julie sentía que su corazón golpeaba con fuerza dentro de su pecho mientras ascendía la escalera. Sobre todo porque la iluminación de aquellos pisos era casi inexistente. La chica miraba afanosamente en todas direcciones, alerta a cualquier señal de peligro. Finalmente llego al piso más alto y temerosamente se asomo por el pasillo, en apariencia libre para su huida, y fijo su atención en la escalera metálica colocada al final del corredor. La cual la llevaría directo al techo y de ahí a la libertad.
Julie dio una fuerte inhalación de aire y emprendió una veloz carrera a través del pasillo. El eco de sus pasos casi la hizo gritar. Pero no tuvo problema para llegar hasta su objetivo. Pero antes de dar el primer paso hacia arriba la joven sintió un frío intenso estrellándose contra su espalda. Lentamente volvió la cabeza y miro detrás de si. EL pasillo estaba lleno de siniestro ojillos rojos que la miraban fijamente mientras oscuros cuerpos se apilaban unos sobre otros, Julie quedo paralizada de horror, al tiempo que percibía un aroma insano proveniente de las cosas que le miraban desde la oscuridad. En ese momento una de aquellas cosas avanzo hacia ella abandonando las tinieblas que lo envolvían.
-¡AAAAAAYYYYYYYYY.!-grito Julie al tiempo que trepaba lo más rápido que podía hacia la azotea. Abajo los seres también emprendieron la carrera hacia la escalera, pero ellos no la necesitaban, sus manos estaban provistas de garras lo bastante fuertes como para ascender perforando la pared. La chica escuchaba el ruido de sus perseguidores como un martilleo desenfrenado que iba acercándose cada vez más rápido. Por suerte la pequeña escotilla al final de la escalera estaba abierta y Julie solo tuvo que darle un golpe para abrirla. Loca de pánico apenas si pensó en cerrar la escotilla, tampoco había tiempo para medir distancias ni hacer cálculos, por lo cual se lanzo en una carrera desesperada hacia uno de los extremos del edificio con toda la intención de saltar sin importarle el resultado.
Cuando la escotilla fue destrozada por las afiladas garras de sus perseguidores, Julie había alcanzado el borde del edificio y pronto se encontró volando por sobre el abismo que la separaba de la construcción vecina. Solo entonces temió haberse lanzado por el lado equivocado. Pero pronto se dio cuenta de que caería a salvo al otro lado. Pero justo en ese momento algo se enredo en su cuerpo y tiro de ella con una fuerza brutal.
-¡AAAYYYYYYY!.-el grito de Julie hizo que varios vagos y caminantes nocturnos miraran hacia arriba, pero no vieron nada más que el negro cielo.
El presente.
Bollock iba de un lado a otro del viejo hotel, registrando cada cuarto sin encontrar nada, es decir nada más extraño que los jóvenes discípulos de Amos… totalmente dormidos.
-Los han drogado.-pensó cuando examino al primero de ellos, uno chico pelirrojo que permanecía derrumbado sobre el pequeño escritorio de su habitación. Lo mismo encontró en las demás habitaciones. Chicos profundamente dormidos que no despertaban ni golpeando con fuerza sus mejillas. Así las cosas el grueso policía empezaba a sospechar que pronto ocurría algo que nadie quería que esos chicos vieran.
-Julie.-concluyo mientras seguía buscando. De pronto tuvo una inspiración. Si aquellos tipos iban a hacer algo «especial», entonces buscarían el lugar más oculto de todo el edificio.-El sótano.-pensó lanzándose escaleras abajo. Tan rápido como pudo llego hasta el lobby y se encamino hacia una puerta en cuyo dintel podía leerse un letrero semiborrado por el tiempo. «Sótano».
-¡Oiga!.-le grito alguien, uno de los chicos que cuidaban la entrada principal, Bollock se detuvo y se volvió hacia el muchacho.
-¿Qué esta haciendo aquí?.-por toda repuesta el grueso policía descargo un gancho derecho sobre la mandíbula del chico, quien cayo noqueado de inmediato, antes de reanudar su carrera hacia el sótano. Pero cuando casi llegaba hasta la puerta dos figuras le salieron al paso, se trataba de dos tipos negro, los primeros adultos que veía en aquel sitio, de aspecto musculoso y fiero que le cerraban el paso. Bollock estaba demasiado ansioso por encontrar a la chica como para detenerse y aprovechando el mismo impulso que llevaba se lanzo con todo su peso contra uno de ellos. El tipo y el policía se estrellaron contra la apolillada puerta que se partió en cientos de pedazos, dejándolos seguir de largo y caer por las escaleras.
-¡Hijo de Puta!.-rugió el otro tipo al tiempo que encendía la luz de las escaleras para bajar en busca de su compañero. Abajo Bollock y el guardián estaban trenzados en una violenta pelea, ambos ignoraban los golpes que habían recibido al caer por la escalera y se concentraba en el rival que tenían en frente. El guardián, aprovechando el mayor alcance de sus brazos, asesto un fuerte golpe contra el voluminoso estomago del policía dejando a Bollock casi sin aire y mandándolo a estrellarse contra una pesada estantería de madera. Con la velocidad de un tigre el tipo se lanzo contra su presa, pero el grueso policía no era fácil de vencer y tomando el cuello de una botella la estrello contra el cráneo de su oponente provocándole varias cortadas en pleno rostro.
-¡DESGRACIADO!-grito el guardián sintiendo su propia sangre corriéndole por la cara. Bollock tomo entonces la ofensiva y le propino a su enemigo su mejor cruzado de derecha, el tipo se tambaleo hacia atrás y el grueso policía intento conectarle otro golpe. Pero aquel era muy fuerte y recobrando la vertical lo recibió con una violenta patada que le saco todo el aire. Bollock cayo al suelo sintiendo que todo se volvía negro a su alrededor. Por suerte para él su enemigo perdió tiempo valioso buscando algo con que golpearlo en vez de terminarlo con sus propias manos. El tipo se decidió por una empolvada silla colocada junto a la escalera y con grandes zancadas fue hasta ella para usarla como arma.
Tirado en el suelo Bollock observo su maniobra y haciendo su máximo esfuerzo sacudió la cabeza para despejar sus ideas, el tipo llego junto a él y levanto la silla, entonces el policía decidió jugarse el todo por el todo y lanzo su mano hacia le entrepierna de su rival y apretó con todas sus fuerzas. El dolor paralizo la guardián de la puerta, quien instintivamente soltó la silla para llevar sus manos hacia su virilidad, momento que Bollock aprovecho para levantarse rápidamente y estrellar su cabeza contra la barbilla del sujeto. El truco dio resultado y el tipo cayo como un fardo sobre el piso del sótano. Aún mareado el policía miro hacia las escaleras, era extraño que el compañero de aquel tipo no hubiera bajado ya, tomando en cuenta que el sótano no era muy profundo. ¿Se había acobardado? ¿O había ido por refuerzos? Bollock no lo sabía pero si estaba seguro de que debía encontrar pronto a la chica de los lentes lo antes posible así que decidió revisar el sótano lo más rápido posible.
A simple vista era un sitio casi abandonado, con algunas estanterías llenas de telarañas donde viejos vinos reposaban en la oscuridad, vetustos muebles rotos y algunas cajas de madera de diversas capacidades. Nada como para poner a dos tipos a vigilar. Por un momento Bollock temió haberse equivocado en sus deducciones pero al pasar por entre las estanterías se encontró algo inesperado. Un enorme agujero abierto en el piso, de unos 3 metros de diámetro, al acercarse vio los pedazos de losetas y montones de tierra negra formando un montículo junto a aquella singular excavación. El grueso policía se inclino sobre el hoyo y trato de mirar en su interior, pero la luz del sótano no le permitía ver mucho. Sin embargo, sus oídos pronto notaron una extraña música que ascendía desde las tinieblas de aquel pozo.
-¡Hijo de perra!.-grito alguien a sus espaldas. Bollock no supo si era el otro guardia el mismo que había creído vencer, lo único que supo es que aquel hombre se le echo encima con tal fuerza que ambos cayeron dentro del negro pozo. Esta vez la caída fue larga, un descenso interminable a las tinieblas del negro pozo donde alguien seguía tocando aquellas notas misteriosas. Bollock intentaba asirse desesperadamente de cualquier cosa que detuviera su caída, pero su tacto le indicaba que estaba rodeado de tierra resbalosa que no le ofrecía ninguna posibilidad de apoyo. De pronto el dolor en su espalda le indico que había llegado al final del viaje.
Por un momento se quedo inmóvil, jadeando, aspirando el aire enrarecido que apenas circulaba por el angosto fondo. Mientras sus ojos trataban de adaptarse a las tinieblas que los rodeaban, pero era inútil la oscuridad que imperaba en aquel lugar era como algo sólido que lo devoraba todo. Por primera vez en su vida Harvey Bollock sintió deseos de gritar pidiendo ayuda. Pero estaba consiente de que dejarse llevar por el pánico era lo peor que podía hacer en ese momento.
-¡Calma!… ¡Calma!…-se dijo a si mismo tratando de recobra el control de sus emociones. En ese momento recordó al tipo que lo había empujado hacia ese lugar, él también debía estar ahí, trabajosamente empezó a palpar a sus alrededor y no tardo en sentir un cuerpo inerme junto a él.
-¡Despierte!.-le dijo al tiempo que lo sacudía con violencia, pero no obtuvo ninguna respuesta. Desesperado Bolock, guiándose por el tacto, empezó a registrar los bolsillos del hombre tendido, buscando algo que pudiera ayudarle, cualquier cosa, pronto sintió el contacto de algunos papeles, acaso dinero, algunas monedas y llaves que tintinaban macabramente en la total oscuridad. El grueso policía continuo con su labor y pronto vio coronados su esfuerzos al percibir un objeto metálico y cuadrado. Esperanzado saco el objeto y tras examinarlo un momento no pudo evitar sonreír ampliamente, era un encendedor de gasolina, ansiosamente lo acciono y vio aparecer ante sus ojos la pequeña flama que rompió las tinieblas que lo envolvían. Entonces examino al hombre caído dándose cuenta de que se había roto el cuello al llegar al fondo del pozo.
-Mala suerte.-dijo casi sin darse cuenta antes de comprender que su propia suerte no era mejor que la de aquel infeliz. La pequeña luz del encendedor le permitió ver que se encontraba en una especie de cámara, con los muros recubiertos de pesados bloques de piedra y un techo alto donde se podía ver el tiro por donde habían caído.
-¿Dónde diablos estoy?.-se pregunto al tiempo que se ponía de pie. Cada músculo de su cuerpo se quejo dolorosamente al tener que moverse de nuevo. La débil luz de la flama apenas era suficiente para dejarlo apreciar aquel recinto. Como muchos citadinos Bollock estaba familiarizado con el hecho de que a menudo algunas viejas construcciones quedaban sepultadas bajo las nuevas urbes. Pero era la primera vez que tomaba en serio esas cosas. Lentamente empezó a buscar alguna posible salida, antes de que calor en la boca del encendedor se volviera insoportable y lo obligara a soltar el suministro de gasolina. De inmediato la oscuridad volvió a reinar en aquel lóbrega bóveda. El grueso policía se quedo quieto, experimentando la curiosa sensación de flotar, de caer, de ser amenazado por las mismas sombras que lo rodeaban.
-Calma… calma…-se dijo de nuevo, reconfortado de escuchar su propia voz. Al fin volvió a accionar el encendedor y las tinieblas retrocedieron de nuevo. Esta vez no perdió tiempo tratando de deducir donde estaba, lo importante era salir de ahí. Rápidamente se acerco a las paredes y empezó a caminar pegado a ellas hasta que encontró una puerta que daba hacia un estrecho túnel. Al acercarse Bollock se dio cuenta de que la música que había escuchado en la superficie se hacia cada vez más clara. De modo que había alguien más oculto en aquellas inusuales catacumbas. Así las cosas no tuvo más remedio que apagar la luz del encendedor é inclinarse para tomar, al tacto, el pequeño revólver que llevaba sujeto a su pierna. Tener el arma en su mano le resulto gratificante, y le dio nuevos bríos para emprender la marcha. Cautelosamente volvió a encender la llama y camino adentrándose en las tinieblas que le aguardaban. A su paso la mortecina luz del encendedor le permitía ver los muros de piedra desnuda que enmarcaban el túnel, cubiertos de grietas con caprichosas formas por donde manaba agua putrefacta.
A cada paso le grueso policía sentía que el aire se hacia cada vez más denso, envenenándose no solo con el hedor del agua negra sino con otro apeste aún más profundo que emanaba del algún lugar delante de él. Pero no tenía otro camino, regresar a la bóveda por donde había llegado era inútil, solo le quedaba seguir por aquel pasillo y enfrentar lo que fuera.
La música seguía escuchándose en la oscuridad, permitiendo que Bollock se guiara por ella con más confianza, pero al mismo tiempo revelándose ante él como una cacofonía incomprensible de sonidos y notas cuya pérfida armonía hacia que un frío intenso le corriera por la espalda. De pronto Bollock vislumbro una luz al final del túnel, una luz pálida y verdosa que por alguna razón le resultaba repelente. Aún así experimento un gran alivio al poder liberar a su dedo del ardiente contacto del encendedor. Rápidamente introdujo su improvisada lumbrera en un bolsillo de su gabardina, al tiempo que apretaba con fuerza el revólver en su mano. Paso a paso se fue acercando al final del túnel y con cautela se miro hacia el lugar de donde provenía la luz. Al hacerlo sufrió una fuerte impresión al ver lo que se encontraba frente a él. Iluminada caprichosamente por la luz verde se erigía una amplia caverna, cuyas proporciones no pudo calcular, pero eso era apenas el principio. Sus ojos se movían de un lado a otro tratando de encontrar alguna explicación para las curiosas formas de piedra y basalto que se encontraban diseminadas por todas partes. Algunas parecían muros, columnas y arcos triunfales, derruidos y carcomidos por el tiempo. De hecho, conforme avanzaba, el suelo bajo sus pues parecía una camino empedrado más que el piso natural de una caverna.
Sin embargo no tuvo tiempo para pensar mucho en ello pues en ese momento la música ceso abruptamente dejando todo hundido en un silencio sepulcral. Bollock se puso alerta, aquello podía significar que lo habían descubierto. Precavido busco refugio entre las ruinas y espero. Sus músculos estaban tensos y su mente lucida, en su mano el revólver estaba amartillado y listo para la acción. Pero al cabo de unos instantes se dio cuenta de nada ocurría, al menos nada que tuviera que ver con él. Cautelosamente salio de su escondite y escucho atentamente los sonidos a su alrededor. Al hacerlo pudo percibir una serie de ruidos confusos, algo así como le golpear de palas y picos contra la roca, mezclada con el ruido de ejes enmohecidos y agua corriente.
Intrigado reanudo su avance, procurando permanecer cerca de cualquier lugar que pudiera ofrecerle un escondite. La luz se iba haciendo más fuerte a cada paso, dejándolo apreciar mejor aquellas ruinas negras. El sonido de pisadas é instrumentos de trabajo se fue haciendo también más claro, lo cual retrasaba su marcha ante el temor de ser descubierto. Finalmente sus pasos lo llevaron hasta una gruesa torre de basalto rodeada por una carcomida escalera de caracol. No se necesitaba ser un genio para deducir que aquel sitio era optimo para ver donde estaba y más importante… quien estaba cerca de el.
Los escalones estaban semiborrados y cubiertos de moho, pero aún así Bollock se atrevió a subir por ellos. Conforme ascendía pude apreciar mejor el lugar donde se hallaba, en verdad era una especie de ciudad, pero ninguna de la que nadie hubiera escrito nunca. La suerte parecía acompañar al corpulento policía pues al final de la escalera encontró un pequeño bacón desde el cual podía ver con claridad y al hacerlo sintió que la sangre se le congelaba en el cuerpo.
Bajo la torre podía verse una serie de negras pozas, provistas de bordes de roca, en cuyo interior flotaban incontables ramilletes de extrañas flores negras que parecían brillar de una forma totalmente antinatural. Pero lo más espantoso eran los seres que laboraban cerca de las pozas, criaturas famélicas de piel amarillenta y cuya estatura sobrepasa incluso la del temible criminal Bane.
Sus rostros eran como mascaras talladas en cera, donde cada línea, cada rasgo aparecía marcado por una perversidad más allá de la humanidad. Sus ojos brillan con el destello rojo del carbón candente. Sus manos exangües y esqueléticas estaban provistas de largas y afiladas uñas que bien podrían hacer pedazos a un hombre. Bollock miro horrorizado como aquellas criaturas se movían torpemente, arrastrando los pies a cada paso y tambaleándose como si fueran a derrumbarse de un momento a otro. Unos penetraban en las fosas para tomar algunas de las flores flotantes y llevarlas al borde donde otro las tomaba para colocarlas en una carretilla rustica de madera corroída por la humedad. En ese momento se dio cuenta de que todos aquellos seres tenían la piel cubierta por una rugosa capa verdosa que parecía moverse por sobre ellos, devorando capa a capa la piel y la carne de esos cuerpos cadavéricos, una corriente de asco le sacudió al darse cuenta de aquel parásito era la fuente de la luz que él había seguido.
-Esto es un sueño…-se dijo a si mismo al tiempo que cerraba los ojos para no seguir viendo a aquel espectáculo dantesco. En ese momento la música se dejo escuchar de nuevo y aquellas cosas se quedaron quietas por unos instantes, para luego dejar caer sus instrumentos de trabajo y emprender una silenciosa procesión. Desde su escondite Bollock los miro alejarse y perderse entre las ruinas de aquel lugar. El nunca sabría cuanto tiempo se quedo ahí sumergido en la oscuridad casi total, mientras su mente trataba de asimilar lo que acababa de descubrir.
Tampoco podría explicar que fue lo que lo saco de ese estado de confusión, solo supo que tenía que salir de ese espantoso infierno de alguna forma. Con eso en mente se apresuro a bajar por los mohosos escalones, la llegar a tierra firme intento hallar algún camino para evitar seguir los pasos de aquellos espectrales jardineros. Pero no tardo en descubrir que las ruinas formaban una muralla en torno al campo de trabajo, de modo que no se podía avanzar sin cruzar por en medio de las fosas. La solo idea le resultaba aterradora, pero no habiendo otra forma aspiro una gran bocanada de aire y se lanzo en una loca carrera a través de aquel lugar, mientras corría por entre las pozas le pereció escuchar que el agua negra se agitaba, como si las negras flores chapotearan inquietas por su presencia, al tiempo que un olor agridulce se elevaba en el ambiente. Al llegar al otro extremo del campo Bollock tuvo que recargarse en la paredes para no caer, de pronto se sentía aletargado, las manos le temblaban y sus ojos amenazaban con cerrarse, solo mediante un gran esfuerzo logro continuar su camino. De pronto ante sus ojos apareció una insólita construcción, similar a un edificio griego o romano pero hecho totalmente de basalto negro, adornado con símbolos y figuras que resplandecían de forma antinatural despertando en el una indescriptible sensación de rechazo. Por un momento pensó en seguir de frente pero una fuerza extraña le impulsaba a adentrarse en los secretos de las profundidades así que, después de dudarlo un poco, termino por subir la escalinata y penetrar en el templo, no sabía porque tenía la certeza de que eso era; agazapado detrás de las pesadas columnas.
Desde su nuevo escondite pudo ver mas de cerca de los grandes y deformes seres de ojos rojos, que permanecían inmóviles frente a un elevado altar de piedra negra. Bollock se cubrió la cara con una mano para no aspirar el hedor que reinaba en aquel edificio maldito. Sin previo aviso una andanada de música resonó contra las paredes negras, provocando que el cuerpo del policía se convulsionara de forma incontrolable, al tiempo que los presentes entonaban un monótono canto que paulatinamente iba subiendo de tono. La vibración de aquellas notas era algo insoportable, tanto que Bollock dejo caer el revólver para poder cubrirse los oídos, sintiendo que mil agujas se clavaban en su cerebro. Aquel dolor fue lo único que reinó en su conciencia por un tiempo que le pereció eterno, hasta que abruptamente el sonido ceso. Solo entonces se dio cuenta de su cuerpo estaba cubierto de sudor y de que toda su fuerza parecía haberlo abandonado. Sin poderlo evitar se recargo contra la columna y se dejo caer pasadamente, resoplando incontrolablemente y temblando de pies a cabeza. Al cabo de unos minutos Bollock decidió asomarse y tratar de averiguar lo que estaba pasando a solo unos metros de él. Cautelosamente asomo la cabeza, la luz emitida por aquel hongo devorador de cadáveres le hirió los ojos de inmediato obligándolo a desviar la mirada hacia un lado y al hacerlo descubrió algo que casi logro hacerlo gritar de terror, junto a su escondite se extendía una macabra pira de huesos humanos desnudos y carcomidos, olvidados como basura en el suelo del templo.
-¿Qué demonios pasa aquí?.-se preguntó mientras gruesas lagrimas de desesperación escapaban de sus ojos. Nerviosamente se puso de pie, sintiendo un frío mortal recorrerle la columna, su única idea era escapar de aquel lugar. Pero justo cuando se disponía a deslizarse hacia el lugar por donde había entrado llego hasta sus oídos el sonido de unos gritos llenos de terror. Instintivamente el grueso agente se asomo por un lado de la columna a tiempo para mirar como los famélicos gigantes se hacían a un lado para dejar el paso a un insólito personaje que llevaba bajo su brazo una carga no menos singular.
-Julie.-se dijo a si mismo al reconocer a la joven de cabellera roja a quien llevaba un hombre de apariencia senil, casi tan alto como los espectros que le rodeaban, cargándola como si fuera una pluma.
-¡Nooooooo!… ¡Por Dios!… ¡Nooooooo!.-gritaba la pobre chica mientras forcejeaba inútilmente contra su captor. El extraño anciano permanecía impasible, sin escuchar nada más allá de las voces de la congregación que lo recibían con rezos y cantos incomprensibles. Los gritos de la chica hicieron que Bollock abandonara momentáneamente sus planes de fuga, pues ante todo era un policía y su misión era proteger a los inocentes. El problema era como enfrentar a aquella horda con un pequeño revólver de seis balas. Mientras el agente trataba de encontrar una forma, el anciano llego hasta el altar y arrojo su carga contra el piso, de inmediato dos de los extraños seres procedieron a despojar a la chica de sus ropas, haciéndolas jirones con sus afiladas zarpas, Bollock no pudo evitar cierta excitación al ver como la belleza de Julie quedaba al descubierto. Ante sus ojos, y los de toda la congregación, aparecieron sus pechos firmes y de buen tamaño, una cintura casi de avispa, unas nalgas redondas y firmes que daban paso a una piernas fuertes y bien torneadas.
Avergonzado de su reacción se dispuso a intervenir, apuntando su arma contra el anciano, pero justo en ese momento sintió que su cuerpo se entumecía rápidamente, tanto que ni siquiera tuvo tiempo de ocultarse apropiadamente detrás de la columna de roca. Su corazón latía apresuradamente, sus pulmones se congestionaron obligándolo a boquear desesperadamente mientras un dolor punzante le hacia arder el cerebro. En ese momento los ojos de Bollock empezaron a pestañar y a cada pestañeo la imagen del hombre en el altar empezó a cambiar, de pronto el hombre le pareció extrañamente jorobado y su cabeza parecía crecer a cada momento. Luego volvió a mirar y entonces pudo distinguir que la cabeza de aquel nuevo horror era totalmente ofidia, como una espantosa boa, que su cuello era exageradamente largo y recubierto de brillantes escamas. Aquel ser camino sobre sus monstruosas patas, produciendo un leve golpeteo con sus afiladas garras, mientras Julie era sujetada por los zombis de ojos rojos.
Incapacitado como estaba Bollock solo podía mirar como el ser escamoso tomaba entre sus grotescas manazas de cuatro dedos una gran flor negra para luego volver hacia su víctima.
-¡NOOOOOO!…. ¡ALTO!…. ¡NOOOOOO!.-grito Julie haciendo su cuerpo hacia atrás para evitar que aquel monstruoso se le acercara. Pero su resistencia fue inútil y la flor negra se adhiere a su rostro como una rémora, desde su lugar el grueso policía mira impotente como el cuero de Julie se convulsiona frenéticamente mientras sus ojos pierden todo brillo de inteligencia, volviéndose opacos y vidriosos como los de los adictos atrapados un éxtasis mortal. Solo cuando la chica dejo de luchar el ser escamoso retiro la flor negra y dejo que los gigantes la cargaran y la depositaran sobre el altar. En ese momento la congregación volvió a entonar sus extraños cantos y el ser se acerco a la joven llevando entre sus manos un juego de pinzas de hierro.
Bollock sudaba copiosamente mientras veía impotente lo que pasaba frete a sus ojos. Como aquel monstruo con cabeza de serpiente hundió los dientes de metal en ambos muslos de la joven. Ella se estremeció y de sus labios salió un gemido ahogado, mientras el ser aprovechaba al sangre que manaba de las heridas para garabatear un extraño símbolo entre sus piernas. Acto seguido el ser se coloco a la cabeza de Julie y sin más le alzó las piernas dejando su intimidad totalmente expuesta. Entonces los adoradores callaron y fue su sacerdote quien emitió el último sonido de su melodía. Una serie se silbidos crispantes que parecían conformar una jerga asquerosamente inhumana. En respuesta a su invocación todo el templo vibro de forma amenazante mientras Bollock seguía paralizado, literalmente clavado en el piso, sin poder apartar la mirada de aquel espectáculo demencial.
¡De pronto, algo empezó a surgir sobre le altar de roca negra!…
Bollock tenía la mente hecha un embrollo a causa del terror, mientras contemplaba aquella cosa… Aquella cosa obscena que empezó a crecer frente a sus acólitos hasta alcanzar proporciones gigantescas. Su cuerpo era oval y de el sobresalían multitud de espinas estrechas y en punta, de metal multicolor. De frente solo se distinguía una boca circular de gruesos labios, sobre los cuales se alzaban tres ojos amarillos situados al extremo de finos tallos; aquella deidad impía permaneció quieta unos instantes, palpitando como un corazón abominable que se negaba a morir sepultado bajo la tierra. Al fin la cosa emite un sonido sordo similar a un chapoteo y arrastrándose descendió hasta la ofrenda que le tienen preparada. Ante los azorados ojos del hombre paralizado la bestia dejo salir una serie de repugnantes pólipos de entre sus gruesos labios, todos terminados de largas y afiladas espinas. Que de inmediato empezaron a deslizarse por la delicada piel de Julie, subiendo y bajando por sus esculturales piernas, por su vientre plano y por entre los delicados montes de su pecho.
Acariciándola letárgicamente, como si deseara conocer palmo a palmo su ofrenda. Los tentáculos más gruesos y fuertes se deslizaron entre los muslos de Julie y comenzaron a seguir los patrones que en ser ofidio había trazado, haciendo más profundas las heridas haciendo que la chica pelirroja se quejara roncamente. El maligno ser que presidía la ceremonia empezó entonces a emitir un extraño canto donde se mezclaban horriblemente palabras y siseos, mientras abría con sus largos dedos abrían ampliamente los labios del monte de Venus, ofreciéndolo devotamente al demonio ciego que reinaba en aquel templo maldito.
Al mismo tiempo los pólipos delgados subían y bajaban de los pechos de la joven, cortando traviesamente la piel mientras lo hacían. Julie arqueo instintivamente el cuerpo a causa del dolor, pero su mente embotada por el polen de la flor negra no podía pensar en nada para evitarlo.
-¡Ummmmmmm!.-gimió al sentir como una de los gruesos tentáculos del monstruo rozaba perezosamente sobre su flor abierta. Cuando aquel apéndice termino el afilado espolón se coloco delicadamente ante la entrada al cuerpo femenino, donde pareció dudar unos instante, antes de clavarse profundamente de un solo golpe haciendo brotar un caudal de sangre.
Inmediatamente todos los demás tentáculos hundieron sus lanzas en el cuerpo de Julie haciéndola gemir lastimosamente, sobre todo cuando los más grandes comenzaron a disputarse salvajemente un lugar en sus entrañas, mientras los otros lo hacían en su vientre y en sus brazos. EL aroma de la sangre puso frenética a la criatura negra, sus pólipos comenzaron a arrancar pequeñas porciones de carne hasta que la carne desnuda y los huesos empezaron a hacerse visibles a través de profundos huecos carmesí. Gruesas lagrimas de rabia escapaban de los ojos del policía mientras contemplaba como aquellas agujas infernales iban desgarrando el cuerpo de la chica, como sus pechos fueron masacrados, su vientre deshecho a causa de los muchos pólipos que entraban y salían de su vulva sanguinolenta.
-¡Aaaaaahhhhhhh!… Me muero… ¡Ough!…. Me muero….-se quejo de pronto en algo que increíblemente sonó como el gemido de una amante agradecida. Lo cierto es que el cuerpo de la joven no dejaba de estremecerse en espasmos agónicos que emulaban depravadamente al orgasmo más feroz. De pronto los monstruosos tentáculos se hincharon y de la punta de sus agujas metálicas empezó a manar una fétida sustancia amarillenta que se derramo sobre el cuerpo de la víctima y en poco tiempo se desbordo sobre el altar de piedra. El ser escamoso parecía muy satisfecho por el resultado de aquella ceremonia, así lo indicaban sus brillantes ojos verdes que miraban extasiados los últimos espasmos de agonía de su más reciente víctima.
En ese momento un estruendo se dejo escuchar en el santuario de la cosa, todos los presentes miran y descubren al corpulento sujeto que empuña un revólver humeante. Luego miran hacia el altar y ven a su sacerdote caer con una bala incrustada en su largo cuello de serpiente. Entonces todo se vuelve gritos y chillidos de rabia contra aquel que a profanado el rito. Cientos de ojos llameantes y colmillos afilados centellan y las sombras se lanzan contra Bollock, este dispara su arma hasta que solo escucha el martilleo del carrusel vacío. Solo entonces recobra la suficiente conciencia para arrojar al arma inútil y correr como loco fuera del recinto, perseguido por todos los miembros de la congregación.
El corpulento agente jadeaba furiosamente en medio de la oscuridad, sabe que los monstruos son demasiado lentos para alcanzarlo, solo la idea de escapar estaba fija en su mente. De pronto siente claramente la presencia de la multitud a sus espaldas, así como el sonido de pisadas más rápidas y suaves que las de los gigantes oscuros, y corre más desesperadamente. De pronto el pasillo se ilumina con una luz tan brillante que lo ciega dolorosamente. En la distancia oye los gritos de furia de la congregación y le parece escuchar también chillidos bestiales llenos de frustración, pero su instinto le impulsa a aprovechar la luz para buscar una vía de escape. Rápidamente miro en todas direcciones y descubrió una pesada escalera ascendente justo a su derecha. No sabía a donde podía llevarlo pero todo era mejor que volver atrás. Tan aprisa como su cuerpo se lo permite sube por los resbalosos escalones, la luz empieza a desaparecer y eso lo espolea para ascender.
Al fin el último escalón da paso a una plataforma y esta a un túnel iluminado por largos tubos de neón, la luz es escasa pero suficiente para Bollock reconozca el lugar donde se encuentra.
-¡El subterráneo!.-pensó lleno de jubilo pero justo entonces algo cae sobre él, algo grande y pesado que le hiere en el hombro con afilados colmillos babeantes. Desesperadamente el policía trato de quitarse de encima a su agresor, pero este lo sujetaba con una pequeñas manos provistas de puntiagudas zarpas que abren la carne como su fuera mantequilla. Al final Bollock se lanzó en reversa para aplastar a su atacante entre su cuerpo y la pared del túnel. Tomado por sorpresa el atacante aflojo su presión lo suficiente para que él le tome un ¿brazo? Y lo arroje contra el otro extremo del túnel.
-¡Maldito!.-le grito Bollock sintiendo el calor de su propia sangre escurriendo por su brazo izquierdo. Frete a el se incorpora una cosa…. parecida a una gigantesca rata, de al menos metro y medio de largo, erguida sobre sus patas traseras mientras que su nariz olisqueaba el aroma de la sangre fresca. El hombre de la ley solo puede sentir asco por aquel ser de cuerpo burlonamente rosado. Con ojos desprovistos de conciencia pero llenos de furia asesina y su hocico lleno de afilados colmillos cuya mandíbula tiembla compulsivamente ansiosa por desgarrar carne.
El grueso agente retrocedió hasta sentir la húmeda pared a su espalda, sin quitar la vista de su inesperado enemigo. Por un momento temió que de la oscuridad surgieran más de esas cosas, pero no fue así. Solo estaban ellos dos.
-¡Así que me seguiste sin tus amigos!.-dijo Bollock desafiante.-¡¿Quieres un pedazo de mí?!… ¡Pues ven por el asqueroso hijo de….!-el hombre no pudo terminar pues la rata trepo ágilmente por la pared cercana y se impulso hacia su presa con las garrar listas. El corpulento agente logro esquivar su ataque pero a cambio de caer por tierra. Por lo que la segunda embestida le encontró en aquella incomoda situación. Las manazas de Bollock se cerraron en torno al cuello de su enemigo para mantener el babeante hocico lejos de su cuello, mientras ambos rodaban por el piso. La cosa lanzaba furiosas tarascadas tratando de hacer blanco en su presa al tiempo que sus afiladas uñas se hundían cruelmente en la carne. En ese momento llego hasta ambos un estruendo metálico. El policía aparto la vista unos segundos de su enemigo y miro que no se equivocaba, un pesado convoy se acercaba a ellos a gran velocidad.
Bollock renovó sus esfuerzos por liberarse de aquella cosa, pero todo parecía en vano. En ese momento las luces del tren dieron de lleno en la criatura y esta quedo paralizada por algunos instantes. En ese momento Bollock pudo ver claramente el rostro de la bestia rosada y al instante sintió que una ola de pánico le sacudía hasta lo más profundo de sus entrañas. En ese momento la conciencia del hombre se apago y solo quedo el instinto animal por sobrevivir. Solo así podría explicarse la fuerza con la que Bollock logro desprenderse del deforme ser rosado, haciendo caso omiso de las profundas heridas que las afiladas garrar dejaban en su carne, para luego arrojarlo con tuda su furia contra la pared de enfrente. La criatura volvió a levantarse, con el lomo erizado en un gesto de furia incontenible, y sin pensarlo se lanzo de nuevo contra el hombre herido, saltando como un letal canguro. Sin embargo, cuando estaba casi sobre su presa noto que Bollock sonreía burlón, lo siguiente que sintió fue el impacto de varias toneladas de acero que rompieron todos los huesos de su cuerpo de una sola vez.
Bollock se reclino contra la pared y se dejo caer agotado por el esfuerzo y la perdida de sangre, casi no podía escuchar el chillante sonido de los frenos del convoy mientras este se detenía, mortal o demonio la cosa tenía que estar muerta.
-¿Cómo se siente?.-fue lo primero que escucho al recobrar el sentido.
-¿Quién me pego?.-pregunto mientras se incorporaba sobre la blanca cama de un hospital. Frente a el una enfermera le impidió levantarse del todo.
-Esta en el hospital central de ciudad gótica.-le informo espontáneamente la enfermera mientras revisaba el apretado vendaje que el oficial tenía en torno a su tórax.-¿Podría decirme como se llama?.-Bollock miro a la mujer de blanco con cierta molestia, no estaba de humor para preguntas. Pero recordando que, por precaución no había llevado consigo ninguna identificación oficial, se resigno a contestar.
-Mi nombre es Bollock, Harvey Bollock, y soy policía.- la enfermera lo miro con cierta incredulidad pero él no le presto atención.-Llame a estación central de policía y pregunte por mi compañera Renee Montoya o por el Comisionado Górdon. Ellos saben quien soy.-sin decir más se quedo dormido. La enfermera frunció el ceño y salió de la habitación, no era la primera vez que un vago mentía sobre su identidad para llamar la atención, pero como siempre ella debía llamar para asegurarse.
-Si me ha engañado ya vera.-se prometió mientras se aljaba por el pasillo. A sus espaldas una figura elegantemente vestida, algunos dirían que exageradamente, se acerco a la puerta de Bollock y discretamente hecho una mirada a su interior.
-Ahora lo sabes.-dijo quedamente mientras miraba al hombre dormido.-Tendrás que hacerlo mejor la próxima vez.-
Tokio Japón.
-Tengo que hacerlo.-se dijo a si misma mientras se colocaba frete a su pequeño escritorio, en la soledad de su habitación.-Tengo que hacerlo se dijo una vez más mientras sus uñas rompían el papel que envolvía el mazo de cartas del Tarot que recién había comprado. En cuanto sitio el contacto de las frías laminas entre sus dedos volvió a experimentar la misma sensación de terror que la había perseguido desde hacía varios meses y que ahora era casi insoportable.
-Tengo que saber.-se dijo mientras empezaba a revolver y cortas las cartas, sus manso temblaban pero aquello era algo que podían hacer hasta moribundas. Finalmente las cartas estuvieron listas, nerviosamente miro a su alrededor y contemplo las sombras de su habitación, como si esperara que alguien llegara a detenerla, pero nadie se presento. Lentamente volvió la mirada hacia la superficie de su escritorio y saco la primera carta, misma que coloco boca abajo, luego saco otra y así sucesivamente hasta que el juego estuvo completo. Nuevamente se quedo quieta, escuchando el furioso golpetear del viento contra su ventana, reuniendo el valor que necesitaba empezó a voltear las cartas una por una.
Ante sus ojos apareció una incomprensible secuencia de imágenes proféticas. Ahí estaban «El Loco», «La Torre», «El colgado» y «El Diablo», reunidos de una forma siniestra que solo hablaba de muerte y dolor para todos. Casi como si algo la obligara leyó lo que estaba escrito en las cartas místicas.
-«Oscuros ojos se abren, antiguos corazones laten de nuevo y quienes llegaran destruirán todo lo que conocemos, traerán locura, violencia, muerte y lujuria sobre todas la ciudades del hombre.»-El ambiente de la habitación se torno helado, tanto que ella pudo ver el vapor de su aliento saliendo de su boca. Su cuerpo temblaba mientras su cerebro se sacudía a causa de las visiones que aquel mensaje le había traído. Ciudades ardiendo, cruzadas por ríos de sangre, pilas de cadáveres devorados por cosas que nunca hubiera querido ver.
Pero no podía detenerse y termino por voltear las cartas siguientes. Se acomodaron entonces «El Ermitaño», «La Emperatriz» y «Los Enamorados». Así la profecía continuó:
-«Un hombre alejado del mundo, sabio y vigilante, vendrá del otro lado del mar. Una mujer fuerte y gentil llorara lagrimas de sangre, y cuando se encuentren…».-En ese momento La ventana se abrió de un golpe y el viento entro furiosamente en la habitación, derribando la lámpara de noche, los cuadros en las paredes y rompiendo el arcano en mil pedazos. Ella vio las cartas volar en círculos sobre su cabeza y salir volando de su habitación como succionadas por una fuerza desconocida. Al final la ventana se cerro violentamente, haciendo que el cristal estallara en mil fragmentos que cayeron al piso.
Hitomi Kanzaki temblaba de pies a cabeza mientras contemplaba el deplorable estado en que su cuarto había quedado, en ese momento una carta cayo pesadamente sobre el escritorio mostrando la milenaria figura de la muerte, cuyo descarnado rostro parecía burlase de ella.
-Tengo miedo Van…. ¡Por favor llévame a Gaia!.-dijo sollozando mientras caía de rodillas en el centro de su habitación.