Me giré y puse mis nalgas cerca de su nariz, Mauro restaba inmóvil, totalmente hechizado, me incliné y lo miré por entre mis piernas, mi coño estaba alineado con sus ojos, mis rizos negros estaban humedecidos por los fluidos que rezumaban desde mi panocha ardiente
Desde aquí os propongo un ejercicio bastante interesante para iniciar a vuestra pareja en las relaciones de dominación, ya que un masaje bien dado en los pies puede despertar la vocación de ama de vuestra mujer.
Aprovechábamos cualquier momento, con mi madre ausente, para que él me acariciara, y yo respondía profundamente llevándome, y llevándolo siempre al goce feliz, a la cúspide del placer sexual sin dejar fuera ninguna de las caricias nacidas el primer día y otra más inventadas sobre la marcha del placer. Cientos de sublimes orgasmo me conmovieron, y me hicieron convulsionar no pocas veces de tanto placer; lo mismo a él.
No le extraño la invitación a una, pero si de hacerlo en pareja, nunca lo había hecho, al preguntarle a ella, como descontando su fidelidad y conducta para recibir un !NO!, comprendió que su pareja más de una vez tuvo alguna o ganas de tenerla puesto que su respuesta fue:
Justo en ese momento en que empezaba a culearme, y yo a gemir de placer, se abrió la puerta de los aseos, haciendo entrada en ellos un joven de unos 21 años al igual que tenía yo.
Era una locura, pero seguramente papá viéndome “a lo perrito” y con la hendidura de mi concha expuesta, le debe haber excitado tanto de incitarlo a penetrarme sin cuidarse de que yo soy su hija, exaltando esta acción
Los labios albinos de su chocho contrastaban con el rosado pálido de sus labios menores, se veía el orificio de su vagina y las rosadas carnes empapadas en sus fluidos, mientras acariciaba su vientre plano, miré sus ojos y ella leyó en mi mis claras intenciones, se llevo la mano izquierda a su voluptuosa boca y pellizcó sus labios, mientras su mano derecha descendía a su conchita y abría los pliegues superiores de su clítoris para mí
Después me preguntó por Alberto, qué si así era siempre, que si nada más le gustaba ver, que si nunca cogía con otras mujeres, que se le había hecho muy agradable pero un poco raro. Yo le dije que yo lo quería mucho, pues el siempre estaba atento a mi placer, que era como mi dueño.
El nos trajo dos tragos y salió del cuarto de baño, donde las dos permanecíamos detrás de la puerta de la tina. En ese momento intercambiamos los vasos y yo la bese como por impulso, ella se dejó pero estaba asombrada. Seguí tocándola y me di cuenta cuanto habíamos las dos deseado esa situación.
Su andar grácil, marcaba su juventud, rubia ojos marrones, labios perfectos, eran el blanco de las miradas de todos los hombres al caminar llevando esos jeans ajustados, 15 años escondidos tras los senos firmes y sensuales, nada decían de sus sentimientos, sus deseos sexuales, sentarse con los mecánicos del padre en el bar de la plaza, daba una imagen desprejuiciada acorde más a las amigas del tío que de su padre.