Esta historia es creada cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia:

El sótano de la casa de Felipe era un refugio íntimo, transformado en un pequeño cine privado que parecía sacado de una película romántica. Las luces tenues, casi imperceptibles, creaban una atmósfera cálida y acogedora.

Los sillones de cuero, dispuestos en forma de semicírculo frente a la gran pantalla, invitaban a relajarse y dejarse llevar por la magia del cine. Felipe había puesto especial cuidado en cada detalle: las mantas suaves, las almohadas estratégicamente colocadas y hasta un pequeño refrigerador con bebidas y aperitivos. Todo estaba listo para una noche perfecta.

Sofía llegó puntual, con una sonrisa tímida que delataba su nerviosismo. Llevaba un vestido ligero, de color azul pálido, que resaltaba su figura esbelta, su cuerpo bien desarrollado y sus ojos brillantes.

Felipe, vestido con unos vaqueros ajustados y una camiseta negra, la recibió con un abrazo cálido y una mirada que hablaba más que mil palabras. «Me alegra que hayas venido», susurró él, su aliento rozando su oído. Sofía asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

La película comenzó, pero ninguno de los dos parecía prestar mucha atención a la pantalla. La tensión sexual entre ellos era palpable, como una corriente eléctrica que fluía en el aire.

Estaban sentados uno al lado del otro, sus cuerpos casi rozándose, pero aún manteniendo una distancia que se sentía cada vez más insoportable. Felipe, con las manos entrelazadas sobre su regazo, miraba de reojo a Sofía, observando cómo sus labios se movían ligeramente al seguir el diálogo de los personajes.

De repente, Felipe se inclinó hacia ella, su mano rozando la de Sofía sobre el brazo del sillón. Ella contuvo la respiración, sintiendo cómo su piel se erizaba al contacto.

No se apartó, sino que dejó que sus dedos se entrelazaran con los de él, como si fuera lo más natural del mundo. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, las palabras sobraban. Felipe la atrajo hacia él con suavidad, sus labios encontrándose en un beso apasionado que parecía llevar años gestándose.

Sofía respondió con fervor, sus manos deslizándose por la espalda de Felipe, sintiendo la calidez de su piel a través de la tela de su camiseta. Él la recostó sobre el sillón, su cuerpo cubriéndola con una ternura que contrastaba con el deseo ardiente que ambos sentían.

Con dedos temblorosos, Felipe comenzó a desabotonar la blusa de Sofía, revelando poco a poco su piel suave y sus pechos firmes. Ella cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que la invadían.

Felipe bajó su cabeza, besando con avidez los pechos de Sofía, su lengua trazando círculos alrededor de sus pezones, que ya estaban duros de excitación. Ella gimió suavemente, sus manos enredándose en el cabello de él, guiándolo con desesperación. «Felipe…», susurró, su voz cargada de deseo. Él levantó la mirada, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que la hizo sentir aún más deseada.

Sin decir una palabra, Felipe se deshizo de su pantalón, liberando su polla dura y palpitante. Sofía la miró con ojos hambrientos, su mano extendiéndose para acariciarla con lentitud.

«Eres tan perfecta», murmuró él, su voz ronca de necesidad. Ella sonrió, sintiendo cómo su propio deseo crecía con cada toque, cada palabra. Con un movimiento rápido, Sofía se quitó sus bragas, mostrando su coño húmedo y listo para él.

Felipe no pudo contenerse más. Se arrodilló entre sus piernas, su boca descendiendo hacia su sexo con una hambre voraz. Lamió y chupó con desesperación, su lengua explorando cada rincón de su intimidad.

Sofía se retorció de placer, sus gemidos llenando el sótano, mezclándose con el sonido de la película que seguía reproduciéndose en segundo plano. «Felipe… no pares…», suplicó, sus manos agarrando las sábanas con fuerza.

Él se levantó, colocándose sobre ella con una mirada que prometía todo y más. Su polla entró en su coño con un movimiento fluido, llenándola por completo. Sofía gimió de placer, sus piernas envolviéndose alrededor de su cintura, atrayéndolo aún más cerca.

Felipe comenzó a moverse con fuerza, sus caderas chocando contra las de ella en un ritmo frenético que los llevó al borde del abismo.

El sudor comenzó a cubrir sus cuerpos, sus pieles brillando bajo la luz tenue. Sofía clavó sus uñas en la espalda de Felipe, marcando su piel con la intensidad de su pasión. «Joder, Sofía… eres increíble», gruñó él, su voz cargada de deseo.

Ella sonrió, sintiendo cómo su orgasmo se acercaba, una ola de placer que la consumía por completo. «Felipe… no te detengas…», jadeó, su voz quebrándose.

De repente, Sofía explotó en un grito de placer, su cuerpo convulsionando bajo el de Felipe. Él no tardó en seguirla, su polla palpitando dentro de ella mientras llenaba su coño con su leche caliente.

Ambos se fundieron en un abrazo exhausto, sus respiraciones entrecortadas y sus corazones latiendo al unísono. La película seguía reproduciéndose, pero para ellos, el único espectáculo era el amor ardiente que acababan de compartir.

Después Felipe sacó su polla dura y todavía el coño de Sofía choreaba la leche de Felipe los dos acostados en el suelo con una manta se durmieron al despertar la película hacia terminado Sofía se fue a duchar y Felipe despierto le dijo y los dos vestidos le dijo te espero para la próxima pero que sea en tu casa.

Espero que le haya gustado.

Comenté que los leo

Escriban a él correo: folivarivillafuerte@gmail.com