Cuando ese obeso hombre entró al consultorio solo pude estar seguro de dos cosas: primero, su pesar es algo psicológico y más fuerte que el mal físico que pudiera tener y la segunda, estaba a punto de ver derrumbarse por completo a un hombre.
Esa barba hirsuta aunque perfectamente delineada y su ropa que se notaba de calidad y sobre todo buen gusto me hizo dar un primer diagnóstico, es un hombre de dinero que está pagando el fruto de sus excesos, empezando por la obesidad.
La consulta se llevó a cabo dentro de la normalidad, los formalismos, las presentaciones, entrega de tarjetas de presentación, etc. El hombre, que se presentó como Diego Vizcaíno – aunque luego supe que había mentido -, es el representante legal de la más importante cadena de tiendas de supermercado a nivel nacional. Entonces supe la razón por la cual el día que concertó la cita no pidió un espacio para que yo lo atendiese, sino que pidió ser atendido un día que precisamente no tuviera más pacientes, y no le importaba esperar dos o 3 semanas hasta que se presentara tal situación. Él precisaba de mi tiempo así como, por ser una persona conocida, no le gustaban los sitios públicos.
No acostumbro, y disculpen quienes lean esta historia que haga énfasis en algo de tan poca importancia, ser el tipo de médico que se limita a preguntar… ¿qué le pasa? , ¿Desde cuándo? , etc. Más bien trato de hacer que el paciente sienta algo de confianza en mí para luego obtener datos veraces. Eso me ayuda a diferenciar una infección urinaria por contacto sexual de una que no tiene dicho antecedente, por ejemplo. Otras veces simplemente me ayuda a ganar amigos. El licenciado Vizcaíno – como pidió que lo llamara – descubrió ese carácter amistoso en mí en unos minutos y empezó a hablar con naturalidad. De hecho, en gran medida, en mi relato trato de transcribir lo mejor posible la plática que sostuvimos.
“Verá usted doctor, quiero dejar en claro mi necesidad de bajar de peso, pero también que no deseo ser otro «gordo» más tratando de bajar de peso. No soy un hombre rico de esos que un día se despiertan con deseos de viajar a Europa piden su vuelo y se van. Así nada más. No, yo tengo una posición social y una condición económica gracias a trabajar mucho y dejando el corazón en cada cosa que hago. Actualmente tengo 42 años y soy casado hace 15, cuando me ganaba la vida en un bufete importante que defendió a los almacenes que actualmente represento contra una demanda millonaria y que ganamos. Eso me valió una cantidad que no recuerdo pero suficiente para una boda de sueño y una luna de miel con la que hoy es mi mujer, Silvia y una oferta de trabajo con ganancias mensuales impresionantes para mí, justo donde trabajo actualmente.»
Se tomó un momento para pasar saliva, justo el que yo aproveché para solicitar por el interfono a mi secretaria un par de cafés.
“Ahí empieza lo importante de mi historia aunque como todo, en pequeños pasos aumentando de tamaño hasta que hace unos días eran grandes zancadas. No es de ninguna manera algo fácil de contar – me dijo y temí que se arrancara en llanto en ese momento – así que si siente que en algún momento deba yo ser más claro en uno o más puntos, hágamelo saber, que yo le confiero toda la autoridad para meterse en lo que no le importa – hizo un silencio y miró mi rostro un segundo y luego sonrió – era broma.
“Cuando nos casamos mi mujer tenía 21 años y era hermosa, se conserva bastante bien de hecho, pero la hermosa juventud le daba realce a toda su belleza. Yo nunca he sido delgado aunque en aquel entonces no pesaba más de 82 kg, que para mí estatura de 172cms no era una obesidad importante, hoy sé que soy motivo de burlas y risas e incluso de asco. En fin, a los dos años de casados yo pesaba poco menos de 100kg y si bien Silvia y yo habíamos tenido problemas menores justo la noche de aniversario sucedió lo peor. Hasta ese momento pues como se dará cuenta luego vinieron cosas insólitas. Luego del trabajo, pasó por ella para cenar, luego un lugar suave para bailar y finalmente en casa para «devorar» lo que se había estado cocinando, una velada romántica ella yo y una música suave. Bailamos y nos besamos, para ya ese entonces era difícil abrazarla. Por supuesto que las caricias con mis manos gordas y sudorosas habían dejado de ser agradables pero ella me quiere y sé que sabía lo que significaba para mí tocar su inmaculado cuerpo. Su piel blanca y tersa sus ojos color miel y su pelo casi rubio la hacían verse como una diosa, y cuando recorrí los tirantes de su vestido y este cayó hasta el suelo mostrando su par de senos que intencionadamente había llevado sin sostén toda la noche, esa cadera ancha nunca demasiado y su triángulo púbico apenas cubierto por una estrecha porción de tela semitransparente de su tanga. Se separó un poquito y se dio una vuelta tipo modelo en pasarela y mostró sus nalgas que si cubiertas despertaban los más grandes estímulos sexuales, así, casi al desnudo harían… hacen desbocar a cualquiera. Obviamente me le fui encima. Torpemente intenté desvestirme complicado por mi gordura y ella tuvo que ayudarme, intenté subir al segundo piso con ella en brazos pero simplemente me fue imposible. Llegamos a la habitación, nos tumbamos en la cama e intenté de un solo golpe penetrarla lo mejor sexualmente hablando. Lo logré, desde luego pero la posición que Silvia tuvo que adoptar para que yo me posara entre sus piernas era difícil de mantener más de 5 minutos. A los cinco minutos tuvo ella que descansar, luego lo hicimos otros 5 minutos y posterior a un segundo descanso otros cinco, a la cuarta vez que lo intenté yo estaban exhausto, no había logrado el orgasmo y ella por supuesto que tampoco, más aún, estoy seguro que ningún tipo de excitación sexual sintió aquella noche. Me frustré y ella lo notó así que, cosa que nunca antes había hecho, fue bajo mi vientre y empezó besar mi miembro que pronto estuvo erecto y así me hizo por primera vez en mi vida – y la de ella – el sexo oral. Mi eyaculación le inundó la boca y le provoqué grandes arqueos pero los superó luego de beber un vaso de agua. Yo, producto del cansancio y mi eyaculación, caí finalmente rendido. Desperté 30 minutos después con los gemidos de mi esposa. Ella me daba la espalda – así que no me vio -. Estaba masturbándose.
El licenciado Vizcaíno, Diego, guardó un silencio. Pensaba, seguramente como continuar. En eso entró mi secretaria con las tazas de café. Luego de que Anita mi secretaria salió de la oficina, Diego volvió a hablar.
“Ya le dije, doctor, que eso fue lo peor que me había pasado en la vida. Era frustrante el ser incapaz de satisfacer sexualmente a tu mujer. Días después hice memoria, antes de ese día teníamos no menos de 1 mes sin hacer el amor. Y esa vez previa no había sido mucho mejor. Decidí que había que hacer algo. Empecé a llevar un control de la comida con el fin de bajar de peso, luego incluso tomé medicamento con el mismo propósito, hice ejercicio durante un tiempo y el resultado fue fenomenal. Bajé a mi peso habitual en 2 meses. Estábamos muy bien como pareja, aunque nunca le mencioné que la había visto masturbarse. La habría apenado demasiado. Gracias todo eso hizo planes para irnos de viaje a Europa en un tour de dos meses.
“Pero volvió a haber problemas. Un día desperté, con la rutina diaria me bañé afeité y vestí como siempre. Estaba a punto de sentarme a desayunar cuando un dolor en el pecho intensísimo me hizo incluso perder el conocimiento, fui a dar al hospital en unidad de cuidados intensivos 2 días y dos más en un cuarto normal. El médico que me atendió entonces dijo que había sido una arritmia importantísima, grave, que era extraña a mi edad – tenía yo 29 años – y que aún no podía explicarme las causas, entonces yo le comenté de mi dieta, del ejercicio y del medicamento que tomaba. Esa era la clave que él buscaba, ese medicamento eran anfetaminas y tienen el efecto indeseable de acelerar el ritmo cardíaco. Mi corazón recientemente sometido a mayor esfuerzo físico del que nunca imaginó sufrió hasta que estuvo, incluso, a punto de darme un infarto. No quería volver a engordar pero no quería morirme. Al darme de alta el doctor me dio una dieta pero nunca fue igual a cuando usé el medicamento. Era un círculo vicioso que me llevó a engordar de nuevo y peor que antes de estar hospitalizado. Es decir, no había restricciones en cuanto a mi vida. El sexo podía ser normal y así lo intentamos pero la falta de alimentos era importante y siento que necesitaba comer un poco más para tener un poco más de energía. Hablé con mi médico en ese momento, me recetó vitamínicos y eso me dio hambre, el sexo empezaba a mejorar pero volví a engordar. Esta vez llegué a pesar 106 kg. Pronto volvimos a dejar de tener sexo aunque ocasionalmente ella me beneficiaba con el roce de sus labios, para luego, al quedarme dormido, masturbarse y darse placer ella sola. «
Dio un gran sorbo a su café. Agradeció que Anita tuviera buen tino para prepararlo pues estaba, a su manera de ver, riquísimo. En realidad Anita solo conecta la cafetera, yo coloco la cantidad perfecta de café y canela. Pero eso no importa.
“Pero llegó la fecha del viaje doctor, y como todo, lejos del estrés sin preocuparme de otras cosas en la primer semana tuvimos una noche de sexo aceptable, aunque, le recuerdo lo cansado que solía ser para ella tenerme entre sus piernas. Esa noche se supone que tuvo un orgasmo, pero a pesar de que no estuvo mal, estoy seguro que lo simuló para que terminara rápido el suplicio. «
De pronto su rostro reflejó un mayor pesar. Frotó sus párpados con la yema de los dedos índice y pulgar y volvió a beber un trago en su café. Luego dijo…
“Hasta aquí ha sido difícil, pero lo que sigue es el problema real. En Madrid al llegar al hotel a dejar nuestras maletas, solo de entrada por salida pues en un tour no se puede perder tiempo, alguno de nuestros compañeros de viaje que ni recuerdo ni me importa recordar era gran amigo del gerente del hotel, así que nos ofreció un cocktail de bienvenida a todo nosotros. Visitamos algunas cosas, lo de siempre ya sabe usted, la fuente de la Cibeles, el Bernabéu, la plaza de las ventas etc. y por la noche al cocktail. Dudamos si la situación requería vestimenta adecuada o simplemente unos jeans y playera de algodón sería suficiente. Yo decidí algo casual y ella, que se veía escultural, una falda que le caía 10 cms arriba de su rodilla y era bastante holgada, a conjunto con una ligera blusa de tirantes. Ni demasiado formales y relajados tampoco. «
“El ambiente en el salón adjunto al lobby en el cual se llevaba a cabo del cocktail era muy agradable. Había olvidado mencionar que, aunque predominábamos gente mexicana en un 30 \% aproximadamente, había también bastantes argentinos, chilenos, algunos caribeños y hasta americanos. Un grupo musical se esforzaba por complacer en gustos a todos y eso lo hacía mejor todo, pues era divertido escuchar un «México, Lindo y querido » con tono gallego y acompañado por batería y teclados. Sin embargo desistieron en su intento y tocaron música de moda internacional y no lo hacían mal. La gente empezó a bailar, se improvisó una pista de baile y el ambiente no pudo estar mejor. Usted debe entender que no soy justamente muy apto para el baile, doctor, y a mi mujer le encanta. Por fortuna no era el tipo de reunión en la que debas salir a bailar con tu pareja, así que algunas mujeres mexicanas con las que habíamos cruzado palabras en diferentes momentos del tour la invitaron a bailar. Yo estaba contento, me gusta que ella se divierta y… yo, no puedo divertirla mucho en mi condición. Bebí algo mientras ella regresaba a mi lado, mi espíritu innovador me invita siempre a probar cosas nuevas y en el menú de bebidas durante el viaje me obstiné en pedir cosas que nunca había tomado o incluso, escuchado. No me emborraché pero me abrí un poco, me sentí «claro» decidido. Cuando vi que Silvia regresaba a mi lado, estaba decidido a pedirle subir a la habitación y hacerle el amor como antes nunca aunque muriera – de un infarto seguramente – en el intento.»
“Las mujeres tienen unos modos bastante predecibles algunas veces. Cuando hacen algo bueno se hacen las indiferentes pues quieren que las felicites, pero cuando actúan mal – o no precisamente como a nosotros nos gustaría – reaccionan siempre de dos maneras. O se ponen a la defensiva para buscar el momento en que puedan adaptarse al papel de víctimas o se convierten en toda una seda de caricias y apapachos para que no puedas reclamarles. Cuando Silvia actúa correctamente me llama por mi sobrenombre, Guido, cuando actúa mal y piensa ponerse a la defensiva lo hace por mi nombre pero por el contrario cuando espera que el que reaccione mal sea yo me llama simple y llanamente, amor. Ese día y en ese momento me llamó amor. Y me fui con la inercia. Apenas si percibí que el grupo había cambiado de música por unas piezas suaves bailables solo en pareja.»
Ves al chico de allá?- me preguntó y yo sin ningún disimulo lo miré. Me pareció un chico como cualquier otro, no me preocupé. – Me pidió que bailara con él y bailé, solo una pieza, lo juro pero luego me sentí mal y mejor vine para acá.
Y sientes que estuvo mal? – Pregunté. Ella no dijo nada pero no dejó de mirarme – Aparte de bailar hiciste algo malo? , te ofendió, se te lanzó?
No, para nada, solo que pensé que te iba a molestar.
Pues eso no me molesta, lo juro. Y me agrada esa confianza que me tienes.
“No dijo una sola palabra después. Luego de 10 minutos estaba bailando nuevamente con el chico aquel. No me molestó doctor. Nada, en lo absoluto, si ella estaba contenta – y lo estaba – yo también. De pronto era ya demasiada noche y algunos se empezaron a retirar, yo estaba cansado de verdad y quería irme a dormir pero Silvia y el chico seguían bailando, para eso habría pasado 1 hora desde que hablamos. Estaba de cualquier manera bastante tranquilo pues de cuando en cuando les echaba una miradita y nunca había visto nada malo. De pronto Silvia me toma por sorpresa y con una sonrisita nerviosa me dice:
Te ves cansado, quieres que nos vayamos a dormir?
Estaría bien. Pero tu té ves muy contenta bailando.
Si pero ya bailé bastante, si quieres podemos… o si quieres subir tu – miré al chico en la pista de baile improvisada y entendí que estaba esperándola. Quizá ella incluso le había pedido que la esperase mientras me decía que subiera y luego me alcanzaría.
No, está bien, te espero.
“… sonrió algo contrariada pero regresó a la pista, habló unos minutos con el chico y regresó. Desde luego no intenté ni siquiera hacerle el amor, me vería bastante desfavorecido ante la situación».
Diego se quedó en silencio una vez más, tomó un sorbo de su café, para luego volver a guardar silencio.
¿Usted es casado doctor?, Digo supongo que si – dijo el licenciado – mejor pregunto ¿Qué haría usted para mantener contenta a su mujer? La felicidad económica estaba asegurada, la familiar desde luego también y hasta la profesional pues estaba a punto de terminar una carrera universitaria en aquel entonces. Pero sexualmente… me imagino que quizá tendrá algún caso similar con pacientes que hayan quedado con taras luego de algún accidente. Algún amputado, alguien con parálisis de la cintura para abajo, vaya, con pacientes impotentes – yo contesté afirmativamente solo con un movimiento de cabeza. Conocía algunos casos – Esa noche del baile en Madrid doctor durmió casi al caer sobre la cama y Silvia que quizá había tomado dos copas de excedente, igual. Pero yo desperté muy pronto y no pude conciliar el sueño fácilmente. Soñé a mi mujer en aquel cocktail cuando me decía que había bailado con él y dejaba en el aire para que yo entendiera que quería seguir bailando con él si es que no me molestaba, pero no mencionaba la palabra bailar. Decía la palabra Coger. «
“Cuando ella despertó a la mañana siguiente yo ya había bajado por un café, me había bañado y estaba frente a ella. Con un leve dolor de cabeza y molestia por la luz se tumbó de nuevo. Solo atinó a decir:
Tanto te molestó que bailara – algo debió notar en mi rostro, doctor. Yo tenía algo que decirle, y sentía fuego muy dentro de mí, me quemaba pero tenía que hacerlo – debiste habérmelo dicho, si te molestaba no lo iba a hacer pero no dijiste nada.
No me molestó. Ok. Tenemos que hablar. Ayer gracias a tu baile con ese chico…
Jesús, se llama Jesús.
Jesús, anoche mientras bailabas con Jesús caí en cuenta que hay cosas que tú necesitas y yo no puedo darte. Y si solo fuera el baile no tendría que hablar seriamente contigo respecto al tema.
Diego, no es cierto, me encantas, estamos perfectamente bien….. – dijo ella y me antepuse a sus explicaciones.
Te he visto masturbarte después de que al hacer el amor me queda dormido, sé que no soporta mi peso encima de ti, sé que causo asco.
Porque dices eso Diego, mira que si así fuera te lo dijese.
No te estoy preguntando Silvia, yo lo sé. Y esta platica termina con una aclaración – me levanté dejando mi taza de café sobre una cómoda y me acerqué a ella, la tomé por los hombros – Tienes mi permiso para acostarte con quien quieras, en este viaje. Nadie nos conoce acá, tú tienes un pretendiente, yo puedo hacerme pasar por tu hermano o un amigo o lo que tú quieras, pero quiero que disfrutes el viaje.
Diego, como crees que puedo hacer eso?
Así como ayer, te gusta bailar y bailaste, te gusta el sexo, como a todo el mundo, vas y tienes sexo como todo el mundo. Y por favor no me hagas esto más difícil pues es muy complicado para mí.
Así nada más, ve y ofrécete a quien quieras, que crees que soy.
Ofrécete o espera a que se te ofrezcan, lo importante es que no desaproveches la oportunidad de gozar una relación sexual normal. Ya no quiero que a tus 23 años el único sexo que tienes sea con tu boca y un dedo. Eso es mi culpa pero quiero solucionarlo.
“Esa noche no, ni la siguiente, incluso tampoco la tercera después de esa charla. Pero sucedió y es que ella lo necesitaba. Como en cada hotel que nos hospedábamos, la última de nuestras noches en el lugar había una gran gala de despedida. Yo usé un traje en colores claros y sin corbata, por más gala que fuera yo estaba de vacaciones. Ella de nuevo usó una falda, pero esta vez era larga hasta poco arriba de los tobillos con una gran abertura hasta muy arriba del muslo, de color negro que resaltaba su figura esbelta, que hermosa cintura y sus pechos resaltados por un escote medianamente pronunciado. Se veía impresionante. Jesús, ya en la fiesta, no tardó en ir a nuestra mesa a saludarnos y pedirme la anuencia de bailar con mi esposa, de forma más que respetuosa. Desde luego que yo aclaré que eso debía decidirlo ella no yo, y así fueron a bailar. Para esto yo ya había hecho migas con Gabriel, un argentino más o menos de 50 años y Miguel otro mexicano así que nos fuimos a la barra. Las esposas de Gabriel y miguel platicaban en la mesa, la mía bailaba con Jesús y yo eventualmente les miraba para que lo que fuera a pasar no sucediera ante los ojos de todos. «
El café amenazaba a terminarse ya, así que el licenciado Vizcaíno me pidió que le avisara a mi secretaria si podía traer más.
“Me tranquilizaba el hecho de que Jesús fuera el prospecto de mi mujer, aunque ella nunca me lo dijo, ya que era serio, tranquilo, formal, y de su misma edad aproximadamente. Seguramente también sería discreto. Ocasionalmente – 5 veces en dos horas a decir verdad – Silvia vino a la barra conmigo me solicitaba que le pidiera una bebida al barman, pasaba 5 minutos con nosotros y regresaba a bailar. Nunca tomaba tan rápido así que intuí que esa sería la noche, se estaba preparando. Empecé a ponerme nervioso, celoso y hasta de mal humor así que decidí no volver buscarlos en la pista me limité a atender la plática con Miguel y Gabriel. Luego de 30 minutos y tres copas más quise saber cómo iba » la parejita”. Los busqué en la pista y no los vi. El corazón latió más fuerte que nunca. Estaría consumándose el acto en ese momento, seguramente. Pero me había equivocado, al parecer. Disimulé un poco, y creo que lo hice bien pues nunca desperté ninguna sospecha de estar entregando mi mujer a otro en esa noche. Pretexté que debía hacer una llamada a México a esa hora en particular y me despedí argumentando que volvería. No tenía la menor intención de regresar pero mi psique decía una cosa, se perdieron hace 30 minutos máximo en una hora terminan, al terminar seguro va a nuestra habitación a asearse y quizá luego volvamos a bajar a tapar apariencias. No significa doctor, que no sintiera algo de molestia cada vez que cerraba los ojos y me imaginaba a mi mujer siendo poseída por otro hombre, y más que nada, disfrutando más que conmigo. Eso era un hecho. Fui a los ascensores y cuando se abrió la puerta vi bajar a Jesús de él. Me sorprendí, no supe que decir, no creí que fuera tan rápido. El solo dijo.
Su esposa subió a la habitación, señor. Me dijo que había bebido muy rápido y empezaba a sentirse un poco mal. No quiso que la acompañara a su habitación.
“Agradecí poniendo cara de preocupación. Había sido un tonto morboso. Subí al ascensor y al llegar a mi piso corrí a la habitación, pasé de inmediato la tarjeta / llave por la cerradura. Y la escuché gemir. Entré un poco consternado a la habitación pero con cuidado, el espejo del tocador era mi aliado. Ella estaba cabalgando sobre un hombre y se veía que disfrutaba. Nunca había gemido y gritado conmigo como lo hacía en ese momento. Ahí me quedé viendo la escena, como ella se encuclillaba para que el pene entrara más hondo aún mientras su amante limaba contra su clítoris, luego ella se puso en 4 patas y él le clavó su miembro arrancándole un gritillo cada que la embestía en esa posición y gracias al espejo yo le veía la cara como puta de película pornográfica pasándose la lengua por los labios, y las tetas como se movían de atrás adelante con el movimiento. En esa posición el tipo que se cogía a mi mujer alcanzó un nivel tan alto que grito que se iba a venir, Silvia se acomodó de frente y esperó a que él le eyaculara en el pecho. Vaya escena de película pornográfica. Se levantó y fue al baño, el hombre, al cual aún no había visto yo la cara, se tumbó boca abajo en la cama. En 10 minutos salió Silvia desnuda, se sentó junto a su amante le empezó a besar la espalda luego las nalgas muy lentamente, luego le separó las mismas con las manos y con la lengua de lamió el culo. Eso no se lo conocía, pero se notó que mi esposa sabía lo que hacía pues quince minutos después del eyacular el hombre estaba tieso de vuelta. Ella se levantó, fue hasta el tocador justo enfrente al espejo en el cual yo estaba apoyándome para verlo todo, separó sus piernas e hizo que su amante le lamiera el clítoris arrancándole jadeos estentóreos. Luego de dos Orgasmos casi entrelazados se separó se acuclilló y empezó a mamar el miembro del tipo. Así, en esa posición ý con la verga del tipo ese en la boca, en un determinado momento, alzó la vista y me vio tratando de esconderme, se sorprendió y de pronto trató de quitarse, pero en dos segundos recapacitó. Finalmente yo se lo había propuesto. Luego el hombre se sentó en el banquito del tocador con el pene a cien y ella se lo enterró sentándose sobre él. 10 minutos después ella estaba gritando y brincando sobre el con otro orgasmo y el eyaculando dentro de ella. Dos minutos después ella se levantó y le dijo:
Vete que me está esperando mi marido.
“Si algo cómico hay en el asunto, es la forma en que se vistió apresurado y cuando intentó salir viéndome parado frente a la puerta. No pudo decir nada, se le heló la sangre y la lengua, abrí la puerta y le hice el ademán de que saliera. Era el guía de turistas encomendado a nuestro grupo. Entré al cuarto, mi mujer estaba sentada en la cama me llamó hasta ella yo me acerqué me bajó los pantalones y me la mamó hasta que le llené la boca de semen. «
“Esa fue la primera vez que supe que mi mujer se acostó con otro, y no sería la última, como se lo imagina. Pero para mí pesar tampoco era la primera. Antes de dormirnos me confesó que antes, un mes antes del viaje, antes de que yo le diese permiso, mientras estaba hospitalizado, había tenido algo que ver con uno de los médicos internos del hospital. «
Esta es la primera entrega, platica con el Lic. Diego duró varias horas y créanme que no estoy haciendo gran cosa por resumirla. Pronto enviaré la el siguiente capítulo. Y es que no es fácil ni rápido escribir cuando tienes que apelar tanto a la memoria.