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Simplemente natural I

Simplemente natural I

Capítulo 1

Decidí pasar unos días en un ambiente natural donde el sonido de las aves viajara con el viento y el aroma de las flores poseyera todos mis sentidos. Libertad era mi anhelo y pensé que el campo además de relajar mi abrumada vida, me presentaría la oportunidad de entrar en contacto con mis raíces.

Mis metas y mi futuro no perdían importancia, pero las dejaría al tiempo, sólo deseaba estar sola… sola…o al menos eso era lo que esperaba. La vida en la ciudad y el trabajo estresante muchas veces agotan al más capaz, la presión y los problemas cotidianos en que nos vemos envueltos, terminan por angustiarnos, ahora simplemente la paz que siento al estar en casa de tía Ana es más que saludable.

Han pasado dos días desde que llegué y no extraño ese mundanal ruido, las calles de cemento, esa contaminación ambiental y el chicharreo de la gente, los murmullos y mi jefe queriendo todo para ayer. Hoy simplemente me dejo llevar por el reloj natural, me levanto con el amanecer, junto con la bella salida del sol que aparece cada día en mi ventana, su reflejo llega directamente a mis ojos y me hace sentir viva… mmm inspiro este aire que llena mis pulmones y camino lentamente por algo de agua para comenzar mi día bien despierta.

Camino por uno de los pasillos de la casa, largo, de madera, y yo con mis pies descalzos, mi camisa larga que deja pasar los bellos rayos de luz solar, ese calor que deja traslucir mi silueta y me acerco como cada día a la ventana a admirar el paisaje, ese verdor del pasto y ese sauce que se ve a lo lejos cerca del canal de riego. Qué delicia se siente estar aquí, un sabor a libertad.

Mi niña ven a desayunar, el día es largo y Pedro te espera – Grita mi tía Ana.

Me sonrío, ella es una señora de edad ya casi en los 70 y se preocupa mucho de mi estado, es increíble cómo piensa que una debe comer a cada rato para estar bien.

Querida estas muy delgada, en la ciudad comen cualquier porquería – Suele decir.

Pedro es un joven (hombre adulto más bien) que trabaja en las caballerizas y cada día me prepara a Trueno para montarlo. Es guapo, alto y maceteado, qué más puedo decir, tiene esa terquedad y dureza que sólo entrega el trabajo duro y el estar siempre a la intemperie, si tan sólo Lorena me escuchara, estoy segura que me reprocharía fijarme en un peón ya que ella sólo piensa en el compromiso serio. La vida es mucho más que tener un novio de años, la vida pasa por vivir a fondo lo que se hace, disfrutar plenamente de los placeres de esta y no tan sólo de encontrar el amor perfecto; todo llega en su momento para que apresurar lo irremediable. El amor para muchos es sólo la palabra de una canción, pero siempre llega el momento en que se valora (aunque ese no sea aún mi caso)

Esa mañana el sol brillaba en plenitud, sentía el viento en mi rostro mientras cabalgaba, perdí la noción del tiempo, deben haber transcurrido al menos un par de horas me detuve ya que escuché a lo lejos un ruido extraño, no comprendí plenamente qué podría ser pero llamó plenamente mi atención. Me bajé lentamente de Trueno y lo até a un árbol, un bello roble, me acerqué a hurtadillas entre los matorrales y pude observar a Valeria la hija de unos de los trabajadores, de unos 17 años, sus cabellos castaños hasta los hombros, estaba de espaldas desde mi posición, miré hacia los alrededores pero no había nadie, ella estaba sola, totalmente descubierta (en topples) caminé hacia los alrededores hasta quedar de perfil a ella (con el cuidado de que no se percatara de mi presencia), ella mojaba sus manos en el río y húmedas las pasaba por sus bellos senos que eran dos melocotones muy hermosos (en verdad envidiables) esto debía excitarle ya que lanzaba unos gemidos que fueron los que llamaron mi atención en un comienzo.

Al pasar unos minutos sus manos se dirigieron a su falda, de pronto vi que se quitaba su ropa interior, sus manos húmedas se dirigían a su capullo y ahora gemía con más fuerza. De pronto sentí el ruido de una bicicleta pero al parecer ella ni siquiera se inmutaba, estaba dispuesta a levantarme a advertirle cuando escuché al ciclista, un hombre de unos 30 años gritar su nombre.

¡Por qué te tardaste tanto! Ya estaba comenzando sola – dijo la joven. La verdad quedé admirada el hombre era Pedro.

Eso no importa porque ya estoy aquí – respondió. Decidí irme la verdad el panorama ya había hecho que mi corazón se agitara y sentía húmeda mi entrepierna.

Vine a relajarme y no de voyeurista (pensé), me retiré con precaución, sólo crujieron unas ramas me volteé para ver si lo notaban pero ellos ya se encontraban mucho más allá del preámbulo ya que Valeria estaba lo suficientemente excitada como para comenzar la relación más profunda.

No podía creer lo mojada que estaba, me sentía avergonzada, el deseo inundó mi ser recordaba el cuerpo de la joven, su esbelta figura junto a la de Pedro, era ahora cuando más deseaba estar con ese hombre, en mi retiro los gemidos se convirtieron en gritos de placer, escuchaba como Valeria le pedía más hasta que de pronto volvió el silencio y comprendí que ya la había hecho su mujer.

Durante el almuerzo no hablé nada mi mente estaba aún junto a ese río, pensando en el placer que debió sentir la joven con el mozo que la había tomado. Pedro era un ejemplar muy deseable y en ese momento decidí probar los placeres de ese semental, sin más compromiso que un rato de placer.

Debo acotar que no soy un ángel, mi virginidad fue entregada hace mucho tiempo, aunque mis amantes son contados con los dedos de una mano (y sobran) desde un tiempo a la fecha, me he sentido algo más lasciva aunque mi trabajo me ha permitido poner mi mente en otras preocupaciones, esta vida relajante a su vez había ayudado a olvidar mi seudo ninfomanía. Decidí una vez más contenerme e intentar olvidarlo, pero el destino no siempre hace lo que deseamos y ese atardecer me tenía preparada una sorpresa.

Durante la tarde ayudé a tía Ana en los quehaceres, y ya que había sido un día tan hermoso caminé desde la casa a unos potreros donde se puede ver la puesta del sol de forma perfecta, llevaba un termo con un delicioso café con algo de agua ardiente pues el frío comienza a calar los huesos a esa hora me senté bajo uno de los robles, me serví un café y muy cerca observé que Pedro se dirigía con Valeria al bosque, para situarlos en el contexto del sector, a un kilómetro de la casa de tía Ana hay un bosquete de pinos, es bellísimo. Mi curiosidad fue más fuerte, esta vez me serví un trago de agua ardiente y me dirigí tras los amantes, entre los árboles pude observar a Valeria y Pedro de rodillas uno frente al otro. Pedro rozó la cara de ella con sus manos, su dedo índice se dirigió desde su frente por su nariz, hasta la barbilla, bajó por su delicado cuello hasta el borde de su chaleco, procedió a desabotonarlo lentamente junto con la blusa, dejando ver un bello sostén blanco.

Espera – le dijo Valeria.

Tendió en el suelo de acículas una manta arrodillándose esta vez sobre ella, Pedro la siguió. Pasó sus manos por su busto, mientras ésta respiraba cada vez más rápido, la boca de Pedro se acercó al cuello de la muchacha mordisqueándolo lentamente, a su vez susurraba al oído de ésta mientras quitaba completamente la ropa que cubría la parte superior del cuerpo de la joven, sus senos por efecto del frío y la excitación, endurecieron sus pezones, Pedro se percató y comenzó a besarlos, succionarlo y morderlos… qué puedo decirles el paisaje era totalmente excitante, comencé a tocarme mis senos entre mi suéter, el frío ambiental pasó al olvido, se notaba que ese hombre conocía bien los secretos de la cama.

Valeria se dejaba llevar, simplemente se entregaba a las caricias de Pedro, este la recostó sobre la frazada y se dirigió a su capullo, no podía ver lo que hacía ya que se dirigió a su entrepierna por debajo de su falda, de pronto vi que con algún grado de dificultad sacó su ropa interior con sus dientes, y comenzó a besar su sexo, ella gemía pidiendo más, suplicaba que la penetrara. Me acomodé tras un árbol y bajé lentamente el cierre de mi pantalón, puse mis dedos en mi sexo y comencé a masturbarme, de tan sólo verlos ya no podía aguantar, imaginaba lo delicioso que debía ser ese hombre.

La muchacha se encontraba totalmente entregada a las caricias de su amante, cuando volteé a observar nuevamente éste se encontraba a dorso descubierto mientras la joven totalmente desnuda, de pronto Pedro se bajó la cremallera dejando ver un hermoso ejemplar, en verdad no estaba equivocada este hombre era un verdadero semental, esto hacía que el deseo aumentara aún más en mí. Pedro la miraba fijamente a los ojos mientras sobaba ese miembro maravilloso como esperando su reacción, la joven se posicionó en cuatro patas y se acercó lentamente, procediendo a besar esa verga grande y durísima, mmm qué delicia habría de estar sintiendo, él se recostó y ella lo montó, gemía mientras se sentaba sobre él y yo metía profundamente mis dedos en mi vagina emulando los movimientos que la pareja hacía, me encontraba completamente empapada, mojada, llena de deseo, la sangre hervía en mi ser. Valeria se regocijaba pidiendo más y más, movía sus caderas, lo montaba como a un potro, yo gemía silenciosamente, parecía que lo sentía y me fui junto con ellos en un orgasmo total pero que no sería pleno hasta sentirlo dentro de mí y hacerlo mi hombre.

Transpiraba, pero me quedé allí quieta sin hacer ruido, habrían pasado al menos un par de horas, me encontraba mareada, extasiada, me bebí todo lo que llevaba. Al cabo de un rato se retiraron y se fueron, cuando llegué a casa aún pensaba en todo lo que había pasado y me dirigí a las caballerizas, tomé un cepillo y lo pasé por Trueno necesitaba olvidarme un rato del cuerpo de ese hombre… de pronto sentí a alguien tras de mí que me tomó por la cintura, me asusté volteé alzando mi mano en son de defensa y Pedro la tomó con fuerza, puso ambas tras mi espalda y me apretó fuertemente besándome. Introdujo su lengua hasta mi garganta, yo no reaccionaba, lo rechacé, traté de soltarme.

Vamos potra, no te pongas hosca ambos sabemos que me has estado observando y deseas esto tanto como yo – susurró Pedro a mi oído.

No podía creerlo, él siempre supo que yo lo observaba, me sentí ridícula, avergonzada.

Sólo te ofrezco esta oportunidad, te tomo hoy o nunca – dijo mirándome a los ojos.

Vaya que ególatra, ¿acaso crees que te deseo tanto así? – le dije mirándolo fríamente.

Nos miramos a los ojos largamente, él seguía apretándome fuertemente.

Sólo hay una forma de saberlo señorita – dijo, y rápidamente metió su mano entre mi pantalón llegando a mi capullo, el cual se encontraba totalmente mojado.

Sacó su mano y pasó su lengua por sus dedos que habían tocado mi humedad.

Eres riquísima – dijo y me besó, esta vez respondí a sus besos que pasaron de suaves a completamente apasionados.

La suavidad de mi piel lo deslumbró, su lengua recorrió toda mi faz, tomé su rostro con mis manos mordisqueando cada uno de sus puntos. Rocé con mi lengua sus labios, estos se abrían al sentirme, seguí sin besarlo esta vez mordiéndolos, acaricié su pelo bajé a su cuello, grueso y fuerte, seguí hasta sus hombros, morenos, sus músculos eran excitantes sus manos rodeaban mi cintura. Me sentía en el cielo, desabroché lentamente su camisa dejando ver su piel desnuda, era un hombre con hermosos pectorales, pelo en pecho, un digno ejemplar, varonil, mis manos jugaban en su pecho y las de él comenzaron a desabotonar mi blusa. Llevaba puesta ropa interior gris de encajes, mi piel blanca delicada comenzaba a experimentar sensaciones ya casi olvidadas, todo mi ser se llenaba de placer, arañé su pecho su espalda, caminé rodeándolo (a esa altura solo mi sostén cubría mi parte superior) una vez en su espalda comencé a rasguñarlo desde arriba por su columna vertebral hasta llegar al borde de sus jeans. Era en verdad un hombre excitante, mordí cada uno de sus recovecos, llegué a su oído susurrando simplemente y sintiendo su olor natural de macho de campo.

En verdad eran momentos de extrema sensualidad, la paja botada en el suelo y ambos uno frente al otro, deseándonos. Tomó mi mano y la llevó a su sexo sobre su pantalón, sentí por primera vez su dureza, el tamaño de ese miembro era perfecto, por lo procedí a desabrochar su pantalón para saborearlo… apenas cabía en mi boca, pero lo absorbí completamente, mordiéndolo y saboreándolo hasta más no poder, sentí su lubricación, bajé y quité plenamente toda su vestimenta. No hablamos, no dijimos nada, las palabras sobraban en ese momento, sólo éramos los dos y nuestros más bajos instintos.

Su mano se deslizó desde mis pechos a mi vientre, me tomó desde el borde del pantalón y me atrajo hacia él, nuevamente nos besamos, nuestras lenguas jugaban desde mi boca hacia la suya, nos mordíamos, succionábamos y los besos se hacían desde apasionados a suaves y viceversa. Bajó mi pantalón, quitó plenamente mi ropa, ambos estábamos desnudos, uno frente al otro. Mis senos dejaban ver mis pezones erectos, mi pecho estaba agitado, su mirada era ya consumida por el deseo, el instinto, el placer.

Se arrodilló besó mi vientre, bajó a mi entrepierna, me tiré en la paja, abrí mis piernas libremente esperando recibir el gusto de su boca en mi sexo y así fue, succionó mi clítoris, sentí su lengua dentro de mí, sentí espasmos en el jugueteo de su lengua y mi ser y me fui plenamente en su boca, fue un orgasmo fenomenal pero mi cuerpo deseaba más y él lo sabía.

Puso su pecho en el mío, me miró, acaricié su rostro, lo apreté fuertemente y sentí el roce de su miembro perfecto en mi vientre.

Hazme tuya – le dije.

Y sentí cómo poco a poco penetró en mi húmeda vagina, entró lentamente, ya estaba completamente lubricada y preparada para semejante miembro, erecto en plenitud y ofreciéndome uno de los placeres más exquisitos. Sus embistes fueron bestiales, tenía una facilidad para rozarme que me enloquecía, pensé que iba a morir, estaba en el cielo, jugaba con su sexo en mi vientre y yo lo apretaba lo dejaba venir e ir.

De pronto me rodeó con sus manos y me levantó sin dejar de penetrarme, rodeé sus caderas con mis piernas y me elevaba con cada embiste esta vez ambos de pie. Me eché hacia atrás para entregarle mis senos los cuales saboreaba mientras me penetraba, ah… aahhh… ¡aaahhh!

No se puede describir con palabras la serie de sensaciones que son capaces de despertarse desde el fondo de nuestra humanidad, lo disfrutaba a cada momento aún sabiendo que en un par de semanas volvería a los brazos de mi novio, en ese momento la pasión salvaje que sentía me enloquecía.

Nuestros jugos se juntaban, corría por mis piernas, el olor a sexo inundaba el ambiente. Me llevó a la pared, tomó mis manos (ambas) hacia arriba, tenía una fuerza bestial no me permitía moverlas, mientras que la otra mano la llevaba a su boca para humedecerla y de pronto sentí junto con su penetración vaginal, la penetración anal de sus dedos, grité locamente, enloquecía… él también.

Ambos estábamos en un punto máximo.

Siénteme acabar, disfruta cómo lleno tu interior con mi ser, mira cómo te haces mujer con un verdadero hombre – dijo.

Mientras sentía su leche a borbotones dentro de mí, con una gran sacudida acabé extenuada al punto de quedar inconsciente por unos minutos.

En verdad había sido una noche fascinante. Desperté sobre la paja con unas frazadas encima, Pedro ya no estaba… la verdad no me importó, sólo me sentía satisfecha con una noche totalmente exquisita. Me vestí y terminé la noche en mi cuarto.

Al amanecer, me duché y tomé desayuno junto a tía Ana, la vieja pícara sintió que llegué tarde y comenzó con comentarios irónicos los cuales me incomodaron en cierto grado pero preferí no dar importancia. Ese día debía ir al pueblo a comprar víveres, por lo que me dirigí a mi vehículo, Pedro estaba limpiándolo.

Buenos días señorita cómo amaneció – dijo amable y pícaramente.

Bien, gracias – respondí y me dirigí al pueblo.

De camino al pueblo se me atravesó un ternero, lo que provocó que casi me volcara fui a dar a una zanja.

Perra suerte – no habiendo terminado de decirlo para un jeep y se baja un joven muy atractivo a ver que había sucedido.

Se encuentra bien señorita – dijo – puedo ayudarla.

La verdad estoy algo asustada – dije, mientras observaba su hermosa contextura, si bien no era tan grande como Pedro, era alto y con unos ojos verdes tras una tez morena que lo hacían ver sexy.

Estaba extrañada de mí, acababa de sufrir un accidente y ya estaba pensando en cómo sería ese joven en la cama, la verdad era menor que Pedro, debía tener uno 25 ó 26 años, y por lo que me habían mencionado en los alrededores su característica cumplía con el hijo del vecino de tía Ana que estudiaba Agronomía.

Debes ser Octavio – dije – me han hablado de ti.

Sonrió y asintió con la cabeza. En un rato me sacó del lugar llamó una grúa para que remolcara mi móvil al taller del pueblo y me acompañó a hacer mis compras, charlamos de lo lindo y terminamos almorzando juntos. Mi objetivo era relajarme y ya estaba convirtiendo mis vacaciones en jolgorio, acepté la invitación de Octavio para tomarnos un trago esa noche.

Al llegar a casa Pedro estaba esperando en la puerta, me bajé del jeep y me despedí de Octavio con un beso, Pedro se me acercó una vez que el jeep se retiró.

Qué haces – me dijo – tan sólo ayer hicimos el amor y ya estas coqueteando.

Perdón – le dije, me extrañó su “patudez” – Ayer fue una noche genial la pasamos bien pero nada más, ahora disculpe tengo cosas que hacer.

Comprendo – dijo – estaré aquí si deseas verme esta noche nuevamente.

(Continuará).

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