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Mi vecina Encarna

Me llamo Pilar. Tengo 27 años y llevo tres saliendo con mi novio. Soy una chica muy normalita, más bien con algunos kilos de más, sin llegar a estar muy gorda, estoy rellenita. Mis mejores encantos son mi trasero y mis pechos, uso una 105-110, dependiendo de la marca.

Como se acercaba nuestro aniversario, decidí darle una sorpresa, ropa interior más sexy y atrevida. En mi edificio, Encarna vende ropa, útiles de cocina, libros…. de todo un poco, pero directamente en su casa, por lo que fui a hablar con ella.

Encarna tiene unos 45 años, está casada, dos críos, es delgadita y tiene un tipo de envidia. Es una mujer muy amable, y para nada demostraba ninguna tendencia sexual.

Un día que me la encontré sola en el ascensor, le comenté lo que quería comprarme. Dijo que me lo pediría y que en una semana podría ir, acordando un martes por la mañana que casualmente yo tenía libre.

Me abrió la puerta en bata. Una de esas finas, no transparente, pero muy sedosa. Los niños estaban en el colegio y su marido no vendría hasta la hora de cenar….

Pasamos al salón, tenía muchas prendas esparcidas por el sofá, y dentro de una caja. Me ofreció un café y empezamos a hablar.

– qué tipo de lencería quieres,

– algo atrevido, provocativo, sabes

– ya veo, una celebración, dijo riendo

– sí, jajjaja, algo así, quiero algo que le alucine,

– pues venga vamos a ver si te gusta algo, he traído cosas muy interesantes, 

desnúdate en mi cuarto si quieres y dejas la ropa,

– me lo quito todo, no vendrá nadie, no?

– jajjaaj, sí hay un grupo dentro de una hora,

– jajajaj, vale, vale,

Entré en su habitación. La cama aún estaba por hacer. Me acerqué a la mesita a dejar el reloj y vi un cajón medio abierto, por instinto miré dentro, había una cosa alargada, negra, abrí un poquito y lo vi. Era un consolador, anda pensé, con lo decente que parece la Encarna.

Salí al salón, ella estaba sentada mirando unas braguitas, más grandes, más pequeñas,…..

– niña, vaya atracón que se va a pegar tu novio, dijo mirando mis tetas

– mujer, enrojecí de golpe, tampoco hay para tanto,

– tranquila, no tengas vergüenza, ven acércate

Ella seguía sentada, por lo que mis caderas quedaban a la altura de sus ojos,

– que olorcillo tan suave, te acabas de bañar me dijo,

– sí, uso un jabón con crema de avena, deja una suavidad y un aroma que me gusta mucho,

– sí, ya veo, y que suave, mientras con su mano me acariciaba la parte de arriba de un muslo.

Ese roce me provocó un escalofrío que me erizó.

– uy, qué sensible estas, dijo Encarna riendo

– es que no siempre me toca una chica, jajajajaj

– venga, vamos a probarte este conjunto,

Eran unas braguitas negras de encaje, en forma de v, muy cerradas de atrás, con lo que todo mi traserazo quedaba bastante al descubierto. El sujetador era sin tirantes, con dos cazoletas muy separadas del pecho, muy independientes.

– a ver, muévete un poco, que tal se ve

– que hago, salto, dije dudando,

– no mujer, muévete un poquito, derecha izquierda,

Empecé a moverme, y se me salió un pecho, Encarna se acercó

– uy, se me ha salido,

– es que hija con estos cantaros, creo que necesitarás un sujetador con tirantes, espérate a ver si te los coloco de otra manera ponte recta, con los brazos al lado

Me cogió un pecho, con suavidad, al principio parecía que me lo iba a colocar dentro del sujetador, pero durante un instante lo sostuvo, como pesándolo, me lo metió en su sitio, subiéndomelo para que quedase más levantado.

No sé porque pero mi pezón se puso duro, y otro escalofrío me electrizó mientras me sacaba el otro seno de su sitio y me lo recolocaba.

– a ver qué tal ahora,

– me muevo un poco?

– Sí, muévete, como si quisieras provocarle,

– Mujer,

– Hazlo, porque a ver si con él a la primera de cambio se te va a desmontar el chiringuito,

Empecé a contornearme, y parecía que la cosa iba bien.

– ven, sácatelo y póntelo tú, a ver qué tal

Me lo saqué, y me lo volví a poner, intentando repetir lo que había hecho ella

– vuelve a contonearte,

Volví a moverme, y mis pechos parecía que aguantaban, pero en un momento me 

agaché,

– uy, una cosita, tendrías que depilarte un poco más tu pubis, las braguitas pequeñitas quedan mejor,

– me recorto con tijeras, pero depilarme, me da cosa,

– si quieres luego te enseño como lo hago yo,

– pero con cera?

– No, con una maquinilla

– Pero no dicen que luego salen más fuertes

– Deja, deja, que ya verás lo bien que queda. Sácate este conjunto

Me ofreció otro juego, las braguitas eran más grandes pero con una clara rajita en medio, y los sujetadores no tenían cazoletas. Me puse a reír, las braguitas sí, pero el sujetador

– ven, tienes que meter todo el seno dentro

– pero y queda así, colgando??

– Si, son muy sexy, estos les encantan, y más si tienes unos pechos tan bonitos como los tuyos

– Ay no sé, ayúdame

Me cogió un pecho y lo colocó dentro del aro, subiendo el aro poco a poco hacia arriba, para lo que me estiraba el pecho, masajeándolo sin ningún temor. Mi pezón se endureció, y su sonrisa me hizo enrojecer. El siguiente pecho fue tratado con el mismo cariño, masaje, estiramiento, incluso me lo apretó. Yo no es que estuviese caliente, pero la verdad es que me encontraba muy extraña. Ver como una mujer me sobaba sin vergüenza a su aire, me hacía sentir algo especial.

Con las braguitas pasaba lo mismo, me salían pelitos por los lados, y no quedaba demasiado estético.

– y lo de la rajita….

– pues la abres para que entre el cartero dijo riendo,

Y alargó su mano y al abrir la tela, apretó mi sexo, sosteniendo esta posición durante unos instantes….

– venga, sabes que haremos antes de seguir,

– que?

– Arreglarte un poco estos pelitos,

– Pero cómo?

– Con mi secreto, dijo riendo.

Entramos al baño, me senté en el borde interior de la bañera, con la espalda en la pared. Encarna se arrodilló delante de mí pero fuera.

– abre bien las piernas, no tengas miedo

– pero cuidado, que si no puedo hacer nada con mi novio porque tengo una heridita, me mata, dije riendo.

– Tranquila, ábrete bien, que en un momento estamos. Apóyate con los brazos,

Me lanzó un chorro de agua templada, yo estaba con la piel de gallina, no por el frío sino por las sensaciones. Encarna cogió un bote de espuma de afeitar, se puso un poco en la mano, y fue directamente a mi sexo, estuvo un rato masajeando, teóricamente extendiendo la espuma, pero no puedo negar que me sentía relajada, y un poco morbosa.

Me lanzó agua de nuevo, aclarándome el sexo. Y se dispuso a afeitarme. Al principio casi ni me tocaba, pero poco a poco fue tocándome los labios para estirar la piel, y conseguir depilarme mejor.

– date la vuelta, que voy a hacerte el culito

– el culito también?

– Vamos, mujer, ya puestos….

– Bueno,

Me puse a cuatro patas, totalmente apoyada en la bañera, sentí un chorro templado mojándome el trasero, volvió a ponerme espuma y me masajeó de nuevo, llegando incluso a meterme un trocito de dedo.

– ay, qué haces

– tranquila, tu relájate, que vas a quedar divina,

– tú crees

– sí, mujer, relájate y déjame hacer

Al salir de la bañera, me trajo un espejito. Se me veía un sexo impresionante, tengo los labios grandes, y brillaban con las gotitas del agua.

– vamos a probarte unas tangas

– venga, ahora tiene que quedar bien,

Me ofreció una tanga blanquita, pero no me acabé de meter todo el hilito dentro, por lo que volvió a ayudarme. Me abrió los dos cachetes, y me lo puso dentro, me estiró la parte de delante, poniéndome toda la mano en mi sexo intentando, según ella, que quedase bien ceñido.

Vi una tanga negra, y me la quise probar, pero al sacarme la blanquita, había una manchita, estaba algo mojada.

– uy, aún quedaba algo de agua, dije, dudando

– agua o vete a saber,

– que quieres decir, dije sonriendo,

– que igual es que estás mojadita,

– mujer, con tanto sobeteo, es normal, no, contesté enrojecida,

– ven, deja que te seque, abre las piernas,

Su mano con un papel se pegó a mi sexo, sacó el papel, y lo olió, supongo que mis ojos delataban mi excitación.

– que bien te huele,

– como a todas supongo,

Volvió a estirar su mano, buscando que no quedase nada, y se me escapó un gemido.

– ven siéntate en el sofá,

– para qué, que vas a hacerme

– nada, ya verás cómo te gusta

Me senté en el sofá, cerca del borde y con las piernas bien abiertas. 

Encarna hundió su cabeza en mi sexo y empezó a lamérmelo con fruición.

Sólo gemía, y gemía, era mil veces mejor que con mi novio, ella era rápida y suave, lenta y fuerte, lo era todo. A los dos minutos me empecé a correr como una loca, convulsionándome y gimiendo como siempre…

Encarna se levantó la falda y se sentó en mi sitio, me acerqué a su sexo, el olor era intenso pero excitante, la primera lamida fue deliciosa, y la segunda y la tercera, así hasta que me lancé y la lamí toda, pasando de delante a atrás según sus indicaciones, el culito era sabroso y su sexo una delicia. Cuando se corrió nos abrazamos y me besó.

Llevamos seis meses jugando juntas, ni mi novio ni su marido saben nada.

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