Mi secretaria y yo

Hace un tiempo que estoy haciendo mis primeras armas en la computación y obviamente una de las cosas que ayudan a cualquier principiante en el aprendizaje de esta tarea es chatear.

Como parte de mi trabajo necesito mantener la computadora prendida durante mis horas de trabajo normales y por lo tanto de vez en cuando decido entrar a algún salón de chateo y matar el tiempo corto que tomo de recreo. Por supuesto que en esos días que estoy muy cachondo mis salones preferidos son los que tienen que ver con el cibersexo, aprovechando esto para masturbarme gracias a la conversación que pueda entablar.

Quiero contarles lo que me pasó hace poco con mi secretaria en la oficina que tengo, su nombre es Natalia.

Ella como buena secretaria además de ser eficiente, es muy bonita y viste siempre atractiva.

Con su pelo rubio y con suaves rulos naturales juega constantemente a enrollar su dedo índice entre el pelo sosteniéndolo.

Su atuendo preferido son las minifaldas que combina con un saquito al tono que realza formidablemente los pechos jóvenes que tiene. Además sus largas piernas que asoman por la minifalda terminan siempre en zapatos con tacos aguja, que me parecen de lo más sensuales.

Varias veces ella ha entrado en la oficina mientras yo me encontraba chateando en estos salones cachondos que les comentaba, y una vez noté que observó la pantalla y alcanzó a leer el nombre del salón llamado «Solo CiberSexo» mirando automáticamente la zona de mi miembro.

Para ese momento yo estaba durísimo ya que había estado masturbándome mientras chateaba, y ella al notarlo esbozó una pequeña sonrisa cómplice. Luego, antes de irse de la oficina me dijo: «parece que se está divirtiendo…», y salió cerrando la puerta tras de sí.

Esta situación provocó que me calentara de tal forma que tuve que masturbarme en mi baño privado hasta acabar, para poder seguir trabajando.

De allí varias comencé a pensar qué bueno sería si ella se entregara a disfrutar conmigo de un rato de buen sexo y cuando chateaba me imaginaba que era ella la que hacía las propuestas que aparecían escritas en el monitor de mi computadora.

Hasta que cierto día entró en mi oficina cuando estaba en plena paja, cosa que no pude disimular por la velocidad de su entrada.

Fue como si ella hubiera entrado pensando en o quería hacer y sabiendo lo que yo estaba haciendo.

Por lo tanto al verme en tal situación me dijo: «Creo que usted no es tan buen jefe como parece….».

La miré sorprendido por su declaración a lo que agregó: «Porque no le deja hacer el trabajo a su secretaria que seguramente lo hará mejor.»

Y casi sin decir nada se acercó lentamente y mirando fijo mi miembro que estaba erecto y muy entumecido por la masajeada que venía dándole, se arrodilló delante de mí y comenzó a lamerlo como una perra.

Primero, le pasó la lengua por todo su largo y mientras me acariciaba las bolas con sus delicadas manos emitía sonidos muy placenteros con su boca.

Luego chupeteó el capullo hasta dejarlo más hinchado que antes y saliendo por su meato la lubricación natural.

De allí le ordené que cerrara la puerta, lo que obedeció inmediatamente y caminando hacia mí fue desprendiendo su saco y luego su blusa para dejarme a la vista sus hermosas y radiantes tetas que tenían a esta altura los pezones duros como caños.

Una vez que los tuve a mano los comencé a mordisquear mientras ella gemía de placer y tomaba mi cabeza hundiéndola entre sus pechos que de a poco iban tornándose más y más duros.

Con mi lengua recorría ese tremendo par de tetas que ella me ofrecía sin resistencia, mientras que mis manos comenzaron a subir su pequeña pollera y sentir una bombachita muy pequeña que se perdía entre la raja de su culo y los labios de su húmeda vagina.