Mi compañero de trabajo

Como ya he comentado en algún relato anterior, tengo 29 años y estoy casada, me cuido mucho y aunque no soy una gran belleza, mis amigos dicen que mi morbo y mi sensualidad hacen una mezcla explosiva de sex-appeal.

Hace cuatro años que acabé la carrera de arquitectura y desde entonces trabajo para una multinacional que se dedica a construir apartamentos en zonas costeras de alto estanding.

Mi jornada laboral es de lunes a viernes, excepto cuando hay que hacer algún viaje, pero un jueves me avisaron que tenía que ir ese sábado a dar los toques finales a un proyecto muy importante y urgente a la vez, no puse ningún impedimento.

El sábado llegué a la oficina sobre las nueve de la mañana, esperando estar sola, y cual fue mi sorpresa cuando me encontré a Rubén sentado en su mesa.

Rubén es un compañero de trabajo, es joven de unos 35 años, reservado y poco hablador, es rubio de tez morena, con una pícara cara de adolescente y enormes ojos negros; supongo que por su inmaculada educación y sus gestos un poco amanerados, se rumorea que es gay, pero yo no estaba segura y había algo que me inquietaba, tenía que descubrirlo.

Aquel día yo llevaba puesto una blusa blanca muy entallada y una falda de gasa estampada, botas negras y poco más.

Al ver que estábamos solos me recorrió un escalofrío por la espalda y decidí ir al servicio donde me quité el sujetador, con el fin de que se me marcaran los pechos bajo la blusa blanca, mis pezones estaban duros y se marcaban lo suficiente para que él pudiera apreciarlos.

Acabé de instalarme en la oficina y me acerqué a él tímidamente, me apoyé en el borde de su mesa para comentarle algo sobre aquel proyecto, sin quitarle ojo de encima, tenía que saber si le gustaban las mujeres, hablamos largo rato y de vez en cuando se le desviaban los ojos a mis punzantes pezones.

La cosa iba bien, me levanté de la mesa y me apoyé sobre los antebrazos adoptando una postura inclinada sobre la mesa, de manera que la blusa quedaba hueca y se podían ver mis tetas por el escote.

Empecé a notar como su respiración se aceleraba un poco y le costaba apartar la vista del escote, sus manos se iban al paquete disimuladamente, como si quisiera esconder algo, entonces me levanté.

Le di la vuelta a su silla, cogiéndola por el respaldo y me senté a horcajadas encima de él, pensando «que sea lo que Dios quiera», el me miraba sorprendido y nervioso, y antes de que pudiera decir nada le besé en los labios y metí mi lengua en su boca, el me ofreció la suya sin resistencia.

Sus manos acariciaban, más bien apretaban mis muslos y subía la falda lentamente hasta agarrarme con fuerza el culo, cogí su cabeza y la bajé hasta las tetas, me abrí la camisa y asomaron dos hermosos cántaros con los pezones rosas y apuntado a sus ojos, no dudó en chuparlos, morderlos, besarlos y succionarlos, me encantaba como lo hacía.

Yo me frotaba con su paquete, que había aumentado sus dimensiones considerablemente, me bajé de encima y me arrodillé ante él, enérgicamente le desabroché los pantalones y saqué su verga de los calzoncillos, Dios… menuda estaca tenía, hermosa como pocas he visto, con un capullo rosado y brillante que invitaba a chuparlo como el más sabroso de los caramelos.

Efectivamente me lo metí en la boca y lo saboree lentamente con mi lengua, lo apretaba con los labios y lo masajeaba con los dientes suavemente, me la metía hasta la garganta mientras le acariciaba los huevos, él suspiraba y cerraba los ojos mientras apartaba el pelo de mi cara, enseguida note como se llenaba mi boca de aquel néctar caliente y dulce, me despegué de su nardo y le besé salvajemente para compartir aquel maravilloso jugo.

Se levantó de la silla y me cogió en brazos, previamente apartó todo obstáculo de su mesa y me tumbó allí encima, me levantó la falda hasta la cintura y dejé ver mi tanga blanco, me acariciaba las ingles y jugaba con mis braguitas, me las metía por mi raja y por el culo, con la otra mano sobaba mis tetas mientras me miraba fijamente a los ojos, su dulce carita de adolescente se convirtió en un gesto perverso y malicioso, aquello me excitaba aun más, apartó las bragas y se agachó, su boca se fundió con mi chocho y se lo empezó a comer como si fuera un delicioso plato de nata, lo chupaba y lo lamía con desesperación, me metía los dedos por el culo, me encantaba y me hacía disfrutar como una zorra, tardé poco en correrme en su boca, lo cual hizo que su verga se pusiera tiesa otra vez, apuntando insolentemente hacia mi, le pedí que me follara, necesitaba tener ese cipote dentro de mi, me folló por delante y por detrás, hacía tiempo que no gozaba de esa manera.

Cuando acabamos, nos arreglamos un poco y con una amplia sonrisa le dije: mis dudas están solventadas.

Esbozando una carcajada, me contestó: sé a lo que te refieres, como ves solo son rumores, de todas formas gracias, ha sido una jornada laboral maravillosa.

Asentí con la cabeza como respondiéndole lo mismo a su afirmación.