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Los pecados capitales

Los pecados capitales

Gula

Un maravilloso sabor a caramelo invadió mi paladar con el contacto de su lengua bañada en tan sabrosa golosina, mi lengua continuó su camino cuello a bajo, sin dejar una pizca del merengue cubría su varonil cuerpo, detuve mi boca en sus pezones y de un solo mordisco engullí cada una de las ciruelas que adornaban sus tetitas para continuar bajando lentamente, lamiendo con énfasis hasta su ombligo repleto de jugosa crema de cacahuete

– íSigue! íSigue! Cómete el postre – gritaba con fuerza.

Así lo hice, me metí su dura poya cubierta de nata y miel en la boca y succioné con suavidad pero con fuerza haciéndome con aquel maravilloso alimento, lo mismo hice con sus huevos, bañados en una excelente mermelada de fresa, que hizo las delicias de mi paladar. Acompañaba los movimientos de mi boca y de mil lengua con un acompasado vaivén de mi mano derecha que no tardo en provocar una corrida monumental, en seguida noté como su nardo se retorcía entre mis labios y como su semen comenzaba a escurrirse entre mis dientes.

– íTrágatela! íNo dejes escapar ni una sola gota de mi leche! Así lo hice, de un solo trago hice caer aquel templado líquido resbalando por mi garganta hasta mezclarse en mi interior con los otros magníficos alimentos que habían compuesto tan peculiar banquete.

Cuando desperté Carlos se había marchado, en la sábana todavía quedaban muestras de lo ocurrido durante la noche, que mezcladas con mi recuerdo me obligaron a masturbarme antes de vestirme para ir a trabajar.

Avaricia

Como de costumbre llegue tarde a la oficina, junto a la máquina de fichar esperaba con cara de circunstancias el jefe de mi sección.

– Señorita ¿sabe qué hora es?

– Lo siento, el tráfico ya sabe.

– Tiene un cliente importantísimo esperando desde hace más de media hora, procure que no se vaya sin firmar el contrato, de lo contrario perderá su empleo, estamos hartos de su falta de profesionalidad.

Entre en mi despacho, sentado en la silla, frente a mi escritorio había un hombre maduro, de unos 45 años, vestía un impecable traje gris y llevaba consigo un maletín.

– Lo siento señor.

– Matías, señor Matías.

– Lo siento señor Matías, espero no haberle hecho esperar mucho.

– Tranquila, no me viene de unos minutos No me habían dicho que me iba a atender una mujer.

No quitaba los ojos del escote de mi blusa, intentaba ver más allá de lo que la tela le permitía, como intentando averiguar donde se escondía el sostén.

– En esta empresa, soy yo la que se ocupa de las relaciones con los clientes más importantes señor Matías – Dije al tiempo que ponía sobre la mesa los documentos que pretendía que firmase – si quiere, podemos leerlo juntos, si llegamos a algún punto que no entienda no tiene más que preguntarlo.

– Creo que no va a ser necesario.

Continuaba desnudándome con la mirada, sus ojos reflejaban un estado de excitación fuera de lo normal.

– ¿Lo ha leído en otra ocasión? ¿firmamos pues?

– Eso dependerá de ti, de como me lo vendas.

– ¿A que se refiere?

Se levantó de su asiento y se situó detrás mío, comenzó a masajearme los hombros.

– Ya sabes que mi aportación a la empresa puede ser mayor o menor, dependiendo de la cantidad que decida comprar, tú puedes conseguir que gaste todo lo que tengo con un poco de tacto Estoy seguro de que te llevas una buena comisión del total que consigas venderme.

Sus manos continuaron bajando lentamente hasta llegar a la parte superior de mis tetas, comenzaba a entender sus intenciones, lo iba a tener claro conmigo, yo podía hacerle perder mucho dinero.

– Por ejemplo, ahora ya me has echo invertir 100.000 pesetas – Dijo al tiempo que comenzaba a acariciar mis pezones por encima de la blusa. Desabrocho uno a uno los botones que separaban sus manos del objetivo que se había fijado – íSin sujetador! í500.000 más! – Comenzó a ponerse nervioso, pellizcaba cariñosamente mis pezones que respondían gustosos poniéndose duros y grandes.

No tardé en tomar la iniciativa, me levanté de la silla y lo coloqué a él en mi lugar al tiempo que me quitaba rápidamente la falda quedando sólo con unas diminutas braguitas tipo tanga que a duras penas tapaban el cuidado bello que cubría mi coño.

– ¿y esto? ¿Cuanto vale esto? – pregunté señalando mi concha.

– í750.000 te doy 750.000 si te lo quitas! – Estaba totalmente exaltado, su voz se había tornado temblorosa y sus ojos se abrían como melones ante la vista de mi cuerpo desnudo. Le quité pantalones y calzoncillos y comencé a lamer con delicadeza su poya.

– íNo! íNo pares!

– ¿Cuanto? Esto tiene un precio ¿o creía que era gratis?

– ¿Te vale un millón?

– Perfecto – Me metí su nabo en la boca y comencé a chupar desesperadamente, movía la lengua de arriba abajo, jugando con ella en su capullo, el muy cabrón gozaba como un animal.

– ¿No le apetece follarme? Por ser usted se lo dejo barato ¿hace un millón más?

– Esta bien, date la vuelta, no puedo aguantar más.

Noté como su picha se metía en mi interior y comenzaba un continuó y acompasado “metesaca” que hizo derretirse a mi coño en una mezcla de morbo y placerà Sus manos recorrían todo mi cuerpo deteniéndose sólo en mi ano para introducir dos dedos y volverlos a sacar rápidamente.

– ¿Qué pasa? ¿Se va a cortar ahora? !Encúleme coño! íYa no viene de ahí! Lo dejamos en 5 millones en total y me hace lo que le de la gana.

No lo dudo un minuto, cambió de agujero y comenzó a darme por culo, él no lo sabía pero me lo estaba desvirgando, yo por mi parte intentaba disimular al máximo posible los gritos mezcla de un placer incontenible y del dolor que producía su nabo abriéndose camino por mi retaguardia.

– íDate la vuelta! íQuiero que te tragues la corrida! íRápido! – Sacó violentamente su poya de mi interior sujetándola de la punta para retener la corrida unos instantes y me la metió en la boca Exprimí hasta la última gota, mi boca se inundó de aquel líquido viscoso al tiempo que el hombre suspiraba satisfecho.

– Firme aquí – Puse ante el un cheque por cinco millones de pesetas.

– Se te da muy bien este trabajo, eres muy buena, deberían ascenderte – Decía al tiempo que se subía los pantalones.

– Es mi trabajo, cuando quiera invertir nuevamente ya sabe donde encontrarme, estoy segura de que quedara nuevamente satisfecho.

Nos despedimos con un apretón de manos ante la extrañada mirada de mis compañeros de trabajo que nos miraban sorprendidos al observar el sudor que se reflejaba en nuestras caras.

– Ha sido duro, eso es todo es un hueso duro de roer..

Soberbia

Aquella tarde llegué a mi casa con una alegría especial, estaba contenta de lo conseguido durante el día, había hecho ganar mucho dinero a mi empresa y, lo que es mejor, había ganado yo mucho dinero.

Mi marido no había llegado todavía a casa y yo estaba ansiosa de un buen meneo, lo del trabajo me había puesto caliente a más no poder y necesitaba algo, me habían ascendido y era necesario celebrarlo como la ocasión merecía, así que me puse un caro traje de noche que había comprado meses antes para una convención y que sólo había tenido ocasión de utilizar aquella vez y llamé a un taxi.

– Al casino – Ordené de mala manera al conductor.

Notaba como de vez en cuando su mirada se desviaba al retrovisor y clavaba fijamente sus ojos en mi cuerpo. Llegamos a la puerta principal, el taxista bajó del coche y me abrió la puerta, le di la mayor propina de mi vida y lo dejé con la mirada clavada en mi culo. Gasté gran parte de lo que había ganado jugando a los dados, a mi lado se había situado un chico joven y apuesto vestido con smoking negro que no dejaba de susurrarme al oído lo mucho que le gustaba y las cosas que podía hacerme si le ayudaba.

Después de bastante rato salimos a la terraza, me abrazó con fuerza y comenzamos a besarnos apasionadamente.

– ¿Cual es tu precio? – pregunté – Puedo pagarte.

– Estoy seguro de eso, vamos a una habitación.

Entramos en el hotel contiguo al casino y pedí al recepcionista la mejor habitación que le quedase libre. Era el ático, ocupaba toda la planta y por los ventanales se dominaba visualmente toda la ciudad, nos dimos un relajante baño de espuma antes de pedir la cena. El chico no dejó nada en su plato, parecía que, a pesar de su apariencia, para el no eran habituales aquellos manjares, yo me sentía superior y me encantaba.

– Vamos chico, quiero ver que tal lo haces, no te he traído aquí para darte conversación – Me quité el albornoz y me tumbé desnuda en la cama, el chico se situó sobre mi y comenzó a acariciar mi cuerpo con ternura, para dirigir después su poya hacía mi rajita.

– Vas a ver como te gusta, te voy a hacer gozar como una reina.

– íNi se te ocurra! íNo pienso dejar que un vulgar chapero como tu me folle! íDame por el culo! con eso es suficiente.

Así lo hizo, me situé sobre él y comencé a cabalgar al tiempo que su poya entraba y salía por mi recién desvirgado agujero.

– Tócame, hazme gozar – Cogí su mano y la puse frente a mi coño.

Gocé como una loca, me sentía inmensa, superior a él, me encantaba, me corrí al menos 4 veces.

– Aquí tienes, vístete y vete. – Le entregue un sobre con unas 200.000 pesetas, el chico parecía satisfecho, él había gozado tanto como yo.

Ira

No llegué a mi casa hasta el día siguiente tras el trabajo, mi marido esperaba sentado en el sofá del comedor.

– ¿Donde has estado? Iba a llamar a la policía si no aparecías hoy.

– Lo siento, no volverá a ocurrir.

– ¿No quieres decirme donde has estado? Eres una guarra, no hace falta tener mucha imaginación para averiguarlo.

– Tu no lo entiendes Carlos, es inútil que intente explicártelo.

– Tranquila, tampoco quiero que te esfuerces, no necesito una explicación, pero vas a saber lo que es bueno.

No me hizo caso, comenzó a follarme al tiempo que sujetaba fuertemente mis manos contra el sofá y lamía mi cuello como un perro. Me dio la vuelta y comenzó a encularme desesperadamente. Y a mi, me estaba gustando.

– A ver si te gusta esto zorra. Nunca me había atrevido a pedírtelo.

Era increíble, nunca me habían petado el culo y en dos días ya era la tercera vez. Estuvo así media hora.

Pereza

Debían ser las 4 de la madrugada cuando noté la mano de mi marido hurgando en mi entrepierna.

– Ahora no, no tengo ganas.

– Pero yo sí, quiero hacerte el amor, necesito follarte.

– Pues fóllame, pero yo no pienso hacer nada.

Me coloqué boca abajo sobre la cama y me subí el camisón hasta las caderas, estaba medio sonámbula y no pude evitar quedarme dormida otra vez. La poya de Carlos abriéndose paso en mi coño se encargó de despertarme.

– Muévete, hazlo como tu sabes.

– Te he dicho que estoy cansada Carlos, fóllame si quieres y déjame tranquila.

Así lo hizo, me penetró durante unos 15 minutos por delante y otros 15 por detrás (se estaba poniendo de moda eso de encularme) hasta que noté su semen, cálido y viscoso resbalando por mis nalgas. Creo que durante la noche me folló todavía una vez más, pero de eso ya no estoy tan segura, quizás fue un sueño.

Lujuria

Como todos los viernes por la noche nuestros amigos habían venido a casa, mientras los hombres jugaban interminables partidas de póker, las mujeres nos dedicábamos a comentar los últimos cotilleos surgidos en el barrio. Aquella noche Carlos y sus amigos habían bebido bastante.

– A mí no me queda nada muchachos – dijo mi marido – voy a tener que retirarme me habéis arruinado.

– Juégate a tu mujer, a nosotros no nos importa – contestó alguien medio en broma.

Mi marido debió de tomarse muy en serio esas palabras, porque no sólo se me jugó sino que al rato me llamó.

– Silvia ven un momento.

– ¿Qué quieres Carlos?

– Tienes que dejarte follar por ellos, te he perdido jugando a las cartas y ya sabes las deudas de juego son deudas de honor.

Estaban bastante afectados por el whisky y parecía que no era una simple broma, a mí no me disgustaba la idea de aprovechar aquella ocasión para ser follada por tres hombres además de mi marido, así que acepté.

– Con una condición – dije – todas tenemos que hacer lo mismo, las cuatro tenemos que ser folladas por vosotros-

– Esta bien, dijo una de mis amigas que parecía tan entusiasmada como yo con la idea.

Me desnudé completamente y me tumbe en el suelo con las piernas abiertas.

– íVenga! íQue pase el primero!

Y el primero fue Ricardo, comenzó lamiéndome la concha para seguir luego metiendo su dura poya en mi interior, no tardaron en colocarse alrededor mío los otros dos amigos y mi marido, uno me introdujo la poya en la boca mientras Carlos y el otro acariciaban mi cuerpo desnudo.

No se de que forma me colocaron que consiguieron follarme por los dos sitios a la vez, uno me penetraba por delante y otro me daba por culo al tiempo que yo le comía la poya al tercero ante la atenta mirada de mi marido que no dejaba de magrearme las tetas. El que me estaba enculando lo hacía como un Dios, notaba como si su poya estuviese a punto de salirse por mi ombligo de la violencia que empleaba en su ardua tarea.

Se fueron corriendo uno a uno y a mí me hicieron venirme infinidad de veces, lógicamente no se cumplió mi petición de que todas las allí presentes recibiéramos las mismas atenciones, ellos no podían más y las otras chicas tuvieron que conformarse masturbándose mientras me veían disfrutar como una loca entre cuatro hombres.

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