La última vez
Por fin, otro día para encontrarnos.
Después de mucho tiempo sin vernos la ocasión de un nuevo encuentro se hacía realidad.
En la semana estuvimos en contacto organizando los detalles para el reencuentro, el día anterior hablamos por teléfono para reiterar nuestros deseos y prometernos mucho amor.
Quedamos así de acuerdo en encontrarnos en el terminal de buses, antes del mediodía.
Durante el viaje pensaba en ti, te imaginaba y pensaba en el momento de encontrarnos y cómo te vería.
A poco iniciar el viaje me llamaste, y me contabas que estabas esperándome en un departamento que habíamos reservado para la ocasión, y me preguntabas si me esperabas ahí o me salías a esperar.
Te dije que me gustaría que me recibieras en la cama, lista para amarme, nos reímos juntos y me pediste que no tardara. No sería la última vez.
A mitad del viaje volviste a llamarme y me contabas que habías desayunado y que me esperarías a la llegada del bus.
Así, ansiosamente avanzaron los kilómetros que nos separaban, hasta que por fin el terminal de buses apareció, te busqué con la mirada al entrar, pero no te vi, el bus se detuvo, y bajé, giré y al levantar la vista te vi, me esperabas al otro lado.
Tu me mirabas con una sonrisa en tus labios, me fui acercando a ti, el corazón me retumbaba de gusto y emoción.
Por fin, llegué a tu lado y te salude, y con un suave beso, nos abrazamos, para luego quedarnos unidos por otro beso que no quería separarnos.
Luego de la emoción de vernos, nos miramos y me saludaste mostrándome lo contenta que estabas y abrazados partimos rumbo a nuestro departamento, en el camino compramos algunas cosas y sin soltarnos llegamos hasta el lugar.
Entramos a la habitación, dejamos las cosas que traíamos por ahí, y nos abrazamos tirándonos a la cama, allí los besos se sucedían uno tras otros y me pedías que te besara mucho, los labios se abrían dando paso al juego de nuestras lenguas que ansiosas por fin se tocaban y mojaban una a otra.
Con qué gusto.
Sin parar de besarnos te acariciaba sobre la ropa, poco a poco fui desabotonando su blusa, para abrirla y encontrarme con la vista de tus pechos que con gusto me dejaste besar, volví sobre tu cuello y boca mientras desabrochaba tu sostén, lo solté y deslizando mi mano volví al frente para llenarla con la tibieza de tu pecho, uno primer, el otro después.
Continuando los besos me deslice para besar y chupar tus pechos, al tiempo que sin quitarte la blusa comencé a deslizar los tirantes del sostén por tus hombros, tus brazos hasta quitarlo de tu cuerpo.
Así, solo la blusa te cubría.
Mis manos también se deslizaban por tus piernas y atrapaba en ellas tu trasero y te apretaba contra mi, que endurecido te mostraba cómo me hacías sentir.
Hicimos una pausa y me quisiste advertir algo,
-amor, esto no lo puedo evitar, me llegó mi regla- lo dijiste como disculpándote, me sorprendió la noticia, pues habían planes que teníamos en mente y que así no podríamos realizar, pero en fin, te dije que tendríamos que adecuarnos a la situación y disfrutarnos más «tradicionalmente», nos reímos.
Antes de volver a iniciar el juego de amor, me invitaste a desayunar, para que me energizara, pues querías mucho amor me dijiste, así que me pareció muy bien tu cuidado por mi.
Tomaste tu sostén para ponértelo, pero yo te dije que no, y quitándotelo me miraste sorprendida y me dijiste que como ibas a bajar así nada más, y ayudándote a ordenar tu blusa y abotonarla, te dije que así te quería, me diste un beso y me complaciste, y nos fuimos a desayunar.
Con toda preocupación me atendiste, me ofreciste un rico jugo, y me preparabas pan con queso, con jamón, me serviste fruta, un delicioso kuchen.
Te esmerabas en atenderme, como me gustas.
Así conversamos y soñamos de hacer cosas juntos.
Fue delicioso y ameno desayunar juntos.
Cuando terminamos, me tomaste la mano y subimos a nuestra habitación, el juego del amor comenzaba.
Tan pronto entramos en la habitación te lleve a la cama, ahora quería tomarte, así los besos nos atraparon al tiempo que las ropas comenzaron a ser quitadas, tu blusa fue la primera y así tus pechos descubiertos quedaron a mi gusto.
Tu deslizaste tus manos en mi cuerpo tocándome y comenzabas a desabrochar mi cinturón para soltar el pantalón, al tiempo yo hacía lo mismo con el tuyo.
Me quitaste pronto la polera y luego ambos quitamos los pantalones ayudando al otro, tu en calzón, yo en slip, ambos ansiosos, nos ubicamos de lado para poder quitarla ropa que quedaba, así mientras te besaba deslicé tu calzón quitándolo, para tenerte totalmente desnuda para mi.
Acaricie tu cuerpo y me tendiste de espalda en la cama para descubrir a «tu amor» y bajando mi slip descubriste mi carne ansiosa de ti, y tomándolo en tus manos.
Te inclinaste para besarlo y darle unas chupaditas y repitiendo varias veces que delicioso era, y que tanto lo habías extrañado, después de saludar mi pene tan deliciosamente, te atraje sobre mí y sentada abriendo tus piernas guiaste mi pene para que hiciera contacto con el beso de tu vagina, que tibia y suave me atrapó para comerme y yo empuje para deslizarme a través de ella penetrándote completamente, tus suspiros y gemidos al paso de mi carne rozándose con la tuya me decían como lo disfrutabas.
Luego de 5 o 6 penetraciones suaves y lentas, mirándonos y saboreándolas, tu comenzaste a aumentar el ritmo y presionando mi pene con tu vagina, me estrujabas, el gusto delicioso atacaba y debía detenerte para prolongar el placer.
Luego te penetraba firmemente otra vez y tú volvías a cabalgarme con ganas y fuerza, tus pechos se agitaban ante mi, yo los tomaba en mis manos.
Tu te inclinabas para besarme y para que comiera tus senos, yo atacaba con placer tu sexo, haciendo breves pausas para mantener el placer y la excitación altos.
Mis manos se deslizaban por tu cuerpo, tus piernas, tus glúteos, tu espalda y tus pechos eran mi territorio y los recorría a todo gusto.
Llegó el momento, sin poder contener más te dije que ya venía, y tu aferrándote fuerte a mi comenzaste a empujar con tus caderas para atrapar todo mi pene en tu vulva, que jugosa y ansiosa quería su propio placer, los primeros espasmos de placer envolvieron mi pene haciendo eyacular dentro de ti, tú mantenías el ritmo fuerte alcanzando tu propio orgasmo, así mi orgasmo y el tuyo se encontraron fundiéndonos finalmente en un abrazo, tu sobre mi, tu pecho sobre mi, tus labios besándome en el sopor del placer.
Que gusto delicioso el que disfrutamos juntos.
Mientras nos relajábamos bebimos algo, y nos pusimos a conversar, hacía tiempo de vernos así que hablamos de lo que habíamos hecho y de tus planes de visita.
Algo que me dijiste me gusto, y es que te agradaba tanto el que acariciara tu frente, te dije que era una característica de tu persona que me gustaba y por eso siempre te hacía cariño en ella, y tu complacida te abrazaste a mi para darme tus besos.
Cuando iniciamos nuestro encuentro una vez en la cama me pediste que te besara, mucho mucho, dijiste, así que con boca deseosa de besar nos comimos a besos, mientras las manos recorrían los cuerpos para darle mas intensidad, el sabor de los labios y la lengua, unidos los dos, nos provocaban gusto que solo ambos conocemos, y disfrutamos.
La pausa ya había logrado su objetivo y nuestros deseos se habían renovado, tu mano acariciaba mi sexo invitándolo a más placer, yo acaricie tus piernas y subí hasta tus pechos, que me encantan, nos besamos y nos acomodamos.
Yo tome tu cintura para traerte sobre mi, así tu cuerpo quedó tendido sobre el mío, nuevos besos intensificaron el calor y con libertad mis manos acariciaron tu espalda y baje hasta tu trasero que comencé a acariciar llenándome de tus glúteos y tocando todo, al contacto de mis manos tus piernas se entreabrieron, para acomodar mi pene, que ya totalmente erecto buscaba entre tus piernas un lugar tibio donde acogerse.
Nuestras bocas y lenguas se unían con besos intensos, mi pene encontró la entrada a tu vagina, tus labios lo envolvieron y lentamente comencé a deslizarme dentro de ti, soltaste por un momento el beso para mirarme al tiempo que iba penetrándote, sabes como me gusta verte a los ojos cuando entro en ti, tu rostro reflejaba el gusto que había en tu sexo y en tu cuerpo.
Así, entonces, mirándonos fui avanzando en tu cuerpo hasta quedar totalmente dentro de él, tus caderas llevaban el ritmo de nuestra danza sexual, arriba y abajo repitiéndolo, así mi carne entraba y salía de tu vulva, que húmeda y lubricada se pegaba a mí, haciéndome disfrutar el placer.
Tus caderas en acción son una deliciosa tortura, pues me hacen sentir el gusto del placer rápidamente, por lo que debía relajar la penetración y distraerte chupando tus pechos o besándote, sin embargo haciendo el amor sobre mi eres deliciosa y me encanta ver como te mueves y disfrutas de ser una mujer poseyendo a un hombre, a mí.
Insistí entonces y volví a penetrarte totalmente, esta vez acompasando el movimiento de tus caderas con las mías, así logramos que cuando tu bajabas yo subía, penetrándote profundamente, buscando alcanzar tu rincón más interno.
Luego cuando subías yo bajaba, logrando así retirar mi pene desde dentro de tu vagina dejando solo la cabeza de mi tronco atrapada dentro de ti, así, rítmicamente nuestros sexos se amaban compartiendo toda su excitación y placer.
En tal condición sexual, pronto mi cuerpo empezó a reclamar el placer, te lo dije para saber cómo estabas y me dijiste que estaba bien, así te penetré profundamente y me entregué al vaivén de tus caderas y al apretado estruje de tu vagina sobre mi pene.
Así los espasmos de placer comenzaron a inundar mi tronco en electrizantes golpes que acompañados del derrame de mi semen se depositaba en tu cuerpo.
Tú notando el placer que había alcanzado comenzaste a restregar tu sexo en la dureza de mi carne, para que en pocos instantes después comenzaran a lanzar gemidos de placer y pudiera sentir las contracciones de tu vulva que en contacto con mi cuerpo me indicaban que el placer te había alcanzado.
Manteniéndonos ambos unidos y fuertemente aferrados por nuestros sexos, comenzamos a relajar la posición, tus pechos tocaron el mío y nuestras bocas se unieron en suaves besos de éxtasis al amar.
Con respiración agitada y acalorados por tanto sexo, nos quedamos así en descanso por algunos momentos, hasta que mi pene relajado se deslizó fuera de tu vagina, tú, con tu amorosa actitud de siempre.
Me aseaste y así, ya separados nos refrescamos en el baño de la habitación.
La pausa sirvió para conversar más de nosotros, soñar un poco y desear que este amor no acabe.
Cuando la conversación ya fue bastante para recuperar energías, te levantaste y te arrodillaste a un costado mío, así mirabas mi cuerpo desnudo, que a tu gusto.
Comenzaste a tocar, mi pene aún estaba en reposo, así que me miraste y reclamaste que aún no estaba grande para ti. me reí, y te dije que tu sabías como hacerlo reaccionar.
Tu mano se deslizó por mi pecho bajando rápidamente para acariciar mi sexo, que atrapaste en tu mano, este de inmediato se excitó por lo que comenzó a crecer y endurecerse en tu mano.
Mientras lo acariciaba corriéndolo entre tus dedos simulando una penetración, en cosa de segundos ya mi tronco erguido estaba a tu gusto y tu frotándolo con ambas manos te acomodaste para iniciar uno de los juegos más deliciosos, comerme.
Una de tus manos aferró mi pene elevándolo mientras tu otra mano deslizaba tu pelo para que no cayera sobre ti al momento que tu boca se abría para atrapar con tus caricias mi glande.
El contacto fue delicioso y tu lengua de inmediato asomó acariciando mi piel, luego rodeando mi tronco lo fuiste besando al tiempo que tu mano continuaba su movimiento lo que daba deliciosas sensaciones.
En eso me miraste, tu mano aferraba mi pene, tu lengua asomada lamía mi glande y en tus ojos un brillo travieso mostraba el gusto que sentías.
Que rico, dijiste y comenzaste ahora a chupar mi pene, lo metías dentro de tu boca y lo deslizabas fuera chupándolo suave, para volver a meterlo y así repetir la chupada, y otra vez, y otra vez. Mientras me devorabas yo me relajaba a tu entero placer, dejándote hacer tu delicioso juego sobre mi sexo.
Ahora con tu lengua acariciabas la parte que tenías dentro de tu boca, lo que provoca delicioso gusto.
Entonces lo sacaste y mirando la presa aferrada en tu mano pudiste ver las gotitas de semen que asomaban por la punta de mi pene.
De inmediato tu lengua las atrapó para seguidamente volver a atraparlo dentro de tu boca y continuar una exquisita mamada, como solo tu sabes hacérmelo.
Te miraba, sabes que me gusta mirarte cuando me comes, y tus ojos me miraban a veces y luego se cerraban para sumirse en comer el tronco de carne atrapado en tu mano.
Después de algunos deliciosos momentos me liberaste de tu boca y levantándote comenzaste a masturbarme, mi pene se deslizaba por tu mano, a ratos suave, y otras fuertemente, te miraba y me preguntabas si me agradaba, si estaba rico.
Por supuesto que sí, te decía, sigue.
Así, por algunos momentos tu mano hacia el gusto.
Mi sexo disfrutaba.
Luego te pedí más, quería más de tu boca, así que me complaciste y aferrando mi carne la apuntaste dentro de tu boca, con deliciosas caricias tu lengua me envolvía y chupabas dándome sensaciones.
En mi mente te veía devorándome, así que te pedí te metieras en tu boca toda mi carne.
Me dijiste que tratarías y abriendo más tu boca deslizaste más de la mitad dentro y luego lo chupaste a todo lo largo al sacarlo, lo repetiste y eso me causé un destello de placer.
Pronto vendría el orgasmo, lo sabía y te pregunté si querías recibir mi placer en tu boca, tomar y saborear mi semen.
Me dijiste que ahora preferías dejarlo para una ocasión en que ambos estuviéramos en iguales condiciones, así que te pedí entonces que nos reacomodáramos, pues pronto acabaría.
Liberaste mi pene dándole unos besos y nos acomodamos.
Yo te ubique dándome la espalda, mi pene erecto y ansioso comenzó a buscar un espacio entre tus glúteos, una de mis manos tomo tu pecho, con la otra me afirmaba.
Así, poco a poco mi pene se deslizaba entre tus glúteos y rozaba tu ano y buscaba tu vagina, unos besos con lengua dieron mas fuego, tu me guiabas diciéndome «más abajo, un poco más, por ahí, ahí, cha, mi amor.».
Había encontrado la entrada y mi tronco se deslizaba penetrando tu vulva, que muy húmeda facilitaba ser llenada.
La posición producía un roce más compacto y rico, tu solo suspirabas y gemías.
Luego tome tus caderas levantándolas un poco más para así comenzar a poseerte a mi gusto y tu entregada solo pedías placer.
Con fuertes embestidas entraba y salía de tu sexo, que me abrazaba en calor mientras los orgasmos se preparaban.
Yo comencé asentir gusto, y te lo dije, así que apretando fuerte tu vagina alrededor de mi pene.
Comenzaste a exprimirlo haciendo brotar mi semen al recibir mi orgasmo en tu cuerpo, tu te corrías a continuación comprimiendo tus paredes vaginales y estrujando mi tronco que dentro de ti se sacudía al ritmo de tu orgasmo.
Ambos ya complacidos comenzamos a relajar nuestra posición mientras lentamente mi pene se deslizo fuera de tu cuerpo.
Admirarme mi pene venía cubierto de tus flujos, rojo en tu sangre, y caliente en nuestros orgasmos.
Somos uno para el otro en el sexo.
Ya era tarde.
Debíamos separarnos, así que nos dimos una ducha fresca, nos vestimos y salimos ala calle.
Nos tomados de la mano, caminamos hasta llegar a la estación, donde con un beso y un abrazo nos dijimos
-hasta el lunes- ya que deseos de más siempre hay, pero pronto habría más.
Mucho más. No sería la última vez.