Esa tarde Kate se despidió de su esposo Willie, su hijo Brian y su amigo intergaláctico, que se dirigían a casa de la madre del primero, que se encontraba enferma. Iban a pasar allá por lo menos una semana considerando lo lejos que se encontraba si se viajaba en automóvil, según le había dicho Willie. De todas formas, se encontraban en pleno verano norteamericano y las vacaciones apenas habían comenzado.
Como Lynn, su hija había salido, después de terminar las tareas de la tarde, se dio un baño y se puso encima únicamente un diminuto slip y un blusón blanco que apenas cubría sus muslos. No esperaba visitas, así que podía sentirse cómoda y segura aún vestida en esa forma.
Se dirigió a la cocina y se preparó un emparedado. Regresó a la sala con la intención de ver algo en la televisión cuando los vio…
Delante de ella se encontraban tres hombres. Uno era blanco y barbado, el segundo carilimpio y el tercero un negro totalmente rapado. Todos altos y fornidos, con mal aspecto y llevaban puesto un uniforme gris en los cuales tenían un gafete con números bordados. El negro le apuntaba con una pistola enorme. Verlos, darse cuenta que eran maleantes y lanzarse detrás del sillón le tomó solamente fracciones de segundo. El platillo con el emparedado salió volando hacia un rincón y el negro hizo los dos disparos.
* * *
-¡Idiota! -dijo el sin barba mientras abofeteaba al negro- ¡la necesitamos viva!
Y dirigiéndose a Kate:
-Sra. Tanner, salga, no le haremos daño…
Kate salió temblorosa de detrás del sillón, las manos en alto. Los bandidos no pudieron evitar fijarse en sus lindas piernas, descubiertas al levantarse el blusón cuando alzó los brazos.
-¿Qué… qué quieren? ¿Quiénes son Uds.?
-No pregunte Sra. Tanner. No le dañaremos si Ud. colabora con nosotros. Brett -dijo al barbudo- examínale la herida.
El hombre obedeció.
-Es sólo un rasguño George, ya no sangra.
-Me alegro por Ud. Sra. Tanner.
-¿Cómo sabe mi nombre?
-Está en el buzón… ¡Ya no pregunte tanto! Nos quedaremos aquí esta noche y mañana partiremos temprano. Pórtese bien con nosotros y no le haremos nada, ¿de acuerdo?
-¿Qué quieren aquí? -dijo- Si desean dinero, en el cajón de mi habitación hay bastante, pero por favor, váyanse pronto.
-El dinero es algo importante de lo que carecemos en estos momentos, pero primero haga algo de cenar, nos morimos de hambre.
-¿Quiere cenar?, ¡Pues haga la cena Ud. mismo! -le contestó retadora-, yo no soy su sirvienta.
-No nos provoque Sra. Tanner…
-¿Y qué quiere que haga? Viene aquí y entran sin permiso y encima de todo me disparan.
-Eso fue un lamentable error, pero ya le dije que disculpara a este negro imbécil… Por favor, háganos algo de comer.
-¡Ya le dije que no!
George perdió la paciencia y tomó a Kate por el brazo herido produciéndole mucho dolor le surcó la cara de una bofetada y la llevó a empujones a la cocina.
-Lo hará por las buenas o por las malas. Decida.
A Kate no le quedó duda que aquellos tipos eran de cuidado así que prefirió hacerles caso y preparó cena.
Media hora después, amenazada con la pistola, se encontraba sentada frente a los tres hombres que devoraban la comida que había preparado. Sólo los observaba sin probar alimento.
-¿Ud. no va a comer, Sra. Tanner?
-No, gracias. No tengo hambre.
-Vamos, -pidió George- coma algo.
Kate se encolerizó y le gritó.
-¡Ya le dije que no tengo hambre, deje de fastidiarme!
-¡No mienta que no tiene hambre!, Llevaba un emparedado al entrar nosotros.
-¡Deje de fastidiarme, cerdo asqueroso! -vociferó Kate.
Aquello colmó la paciencia de George, que por cierto era muy escasa.
-Comerá con nosotros aunque no quiera. ¡Brett sostenla bien, Tom -al negro- mantenle abierta la boca…
Inmovilizada Kate tuvo que masticar y tragar todo lo que George le acercaba a la boca con la cuchara, pero fue demasiado. Poco después vomitó sobre la mesa de fórmica casi todo lo que había comido… Lloraba.
-¡Con mil demonios! -profirió George
De pronto llamaron a la puerta. Kate se acongojó.
-¿Espera visita? -inquirió George.
-No. -respondió la mujer limpiándose la boca.
-Entonces, ¿quién es?
-Debe ser mi hija, Lynn.
-¿Que no se encontraba solamente Ud. en la casa?
-No, sólo mi esposo y mi hijo salieron. Lynn andaba de paseo con unas amigas desde la mañana.
El timbre volvió a sonar.
-¡Diablos, ahora tendremos que lidiar con dos rehenes ¡
Kate tembló cuando el hombretón dijo aquello.
-Abra la puerta -ordenó George.
Con poca prisa y gran inquietud, Kate se dirigió a abrir la puerta. Lynn entró muy contenta, tanto que no se dio cuenta de la expresión sombría de su madre y ni siquiera intuyó en un primer momento que algo malo estaba pasando.
-Hola, mamá. Fíjate que fuimos al nuevo centro comercial que está del otro lado de la ciudad. Es muy grande y… -se fijó en el hombro de Kate- ¡estás sangrando!, ¿Qué te pasó? -dijo examinando la herida.
-No, ya no sangra, hija. Me herí con la saliente del estante…
-No, mamá, dijo examinando la herida- ¡esto parece una herida de bala!
-Así es señorita- dijo George saliendo de detrás de la puerta- No se mueva. Nosotros estamos de paso. Si no cometen ninguna tontería no habrá problemas y nos iremos en paz por la mañana.
En pocos segundos la adolescente era sujeta por el negro Tom y su madre por el de la barba. Lynn observó en breves momentos a los tres hombres. No podía hacer nada contra el que la inmovilizaba, pero sí contra el que detenía a Kate. Pasados los primeros segundos del estupor actuó. En una maniobra increíble el empeine de su pie derecho se estrelló contra los testículos del hombre que sujetaba a su madre. El hombre se retorció por el dolor y soltó a Kate.
-¡Corre, mamá, busca ayuda!
Salida de su asombro, Kate echó a correr, pero George no tardó en alcanzarla. Con una sorprendente tacleada, Kate fue a dar con pleno rostro al suelo. El hombretón la levantó y estampó su puño en plena cara de la rubia que se desplomó sobre el piso. La alzó nuevamente y propinó dos golpes más en pleno abdomen. Kate perdió la respiración por unos segundos y cayó nuevamente al suelo. George la sujetó con violencia por los brazos y la llevó de regreso a la sala.
Bramó George:
-¡Les advertí que fueran amables sólo por esta noche y que no se les iba a hacer daño…! Ahora pagarán las consecuencias…
En la mente del criminal pasaban escenas abrumadoramente espantosas de venganza. Se puede decir que no encontraba la forma de desquitarse por la gran variedad y número de maneras que ideaba.
De repente se levantó del sillón en que estaba y dijo a los otros:
-¡Llévenlas a la cocina!
Kate y Lynn fueron arrastradas hacia la cocina y puestas delante de la mesa de fórmica en la cual aún se encontraban los restos de la comida que Kate había vomitado.
-Haremos tres pruebas -dijo George- Uds. competirán entre sí y la que pierda en cada una recibirá un castigo, y al final, la que pierda dos de las tres… bueno ya pensaré qué haremos con ellas…
-¿Qué que está diciendo? Está loco. No haremos nada de lo que dice -gritó Lynn más decidida que su madre- No serviremos para su diversión pervertida.
-Más le vale que lo haga señorita Tanner; nosotros íbamos a portarnos bien con ustedes, pero así lo han querido… ¡Nadie juega con nosotros!…
Repuso luego de un momento:
-La primera prueba consiste en que coman de eso -señaló la mesa-, y la que coma menos será la perdedora.
-¡Cerdo, asqueroso! No lo haremos -gritó Lynn desafiante.
-¿No? -dijo socarronamente George- Pues su madre no está de acuerdo con ello…
Lynn se volvió a ver la mesa y sus ojos se abrieron con profunda sorpresa. Kate tomaba aquella inmundicia y se la estaba comiendo. Al parecer el hecho de recibir un castigo nuevamente no le pareció algo bueno, especialmente después de haber recibido la paliza que le propinó George. Kate siempre había demostrado ser una mujer de carácter débil y manejable.
-Mamá, ¡reacciona, por favor! -Trató de separar a Kate de la mesa.
George impaciente la empujó por la espalda y Lynn cayó de antebrazos sobre la nauseabunda mezcla. Comprendió que aquellos tipos no bromeaban y mientras se le ocurría algo para liberarse de ellos, debería obedecer. Así que tomó un pedazo de algo y con mucho asco se lo llevó a la boca y tragó sin masticar.
-Ya ve que no es muy difícil -dijo George- pero apresúrese, que su madre le lleva mucha ventaja.
Lynn no dijo nada, sólo volvió a verlo con mucho odio. Kate, tal vez a sabiendas que aquella porquería provenía de su estómago comía con más prisa, hasta con apetito se podría decir.
Cinco minutos después, Kate lamía la mesa y Lynn sollozaba por lo que veía.
-Ud. perdió, señorita -dijo George- Tom, átala a la mesa.
El negro alzó en vilo a la adolescente con mucha facilidad y la tumbó boca abajo sobre la mesa, amarrando las manos a las patas de un extremo y sus pies a las del otro extremo.
-Su castigo por haber perdido -continuó George- serán cinco azotes… ¡y se los dará su propia madre!
-¿Qué? ¿Que yo…? -repuso Kate- ¡¡Está loco, no lo haré!!
-Brett, ya sabes qué hacer…
Brett, por detrás tomó a Kate por el talle y puso un azote en la palma de la mano derecha de la mujer y obligó a cerrarla, y haciendo el movimiento impulsó la mano de Kate de modo que el azote se estrelló con mucha fuerza cinco veces en la espalda de Lynn. Ambas mujeres sollozaban, Lynn por el dolor y Kate por lo que la habían obligado a sostener el instrumento que había mordido la espalda de su hija.
Los malvados las ataron y amordazaron y las dejaron descansar unos minutos dentro de una de las habitaciones de la casa.
Al rato llegó Brett y las condujo al baño.
-Bien -dijo George- la siguiente prueba será sencilla. La que logre zambullir la cabeza de la otra en el retrete gana, la que pierda tendrá un castigo que no le gustará ni a la ganadora. ¡Tom, trae las agujas!
El negro salió y regresó rápidamente con agujas del tamaño de acupuntura.
-Me niego -gritó Lynn- No puede seguir con esto, ya tuvimos suficiente castigo por lo que intentamos huir…
-¿De veras? -dijo con ironía George- preguntémosle a Brett…
-No has comenzado a pagar todavía el golpe que me diste, perra -dijo el aludido.
-¿Lo vio? Así que compitan o las dos recibirán por igual el castigo.
Kate se estremeció nuevamente. Lynn siguió protestando.
-¡Maldito!, ni mi madre ni yo… No terminó la frase pues Kate se lanzó sobre ella y tomándola por la cabeza la doblegó hasta casi sumergirla en el retrete, lo que hubiera logrado si Lynn no hubiese puesto a tiempo las manos en la orilla del mismo.
-¡No, mamá! ¡No lo hagas!, ¿No ves que si seguimos obedeciendo les incitamos para seguir esta porquería?
Kate sólo logró decir:
-Perdóname, hija.
Y asestó un puñetazo en ambos bíceps de Lynn. Los brazos se le debilitaron por la contracción producida por el golpe y su rostro fue a parar de lleno en el agua sucia del sanitario. Kate lloraba, pero aún sujetaba con fuerza la cabeza de su hija, inmersa en el retrete. Tom y Brett tuvieron que intervenir para evitar que la adolescente se ahogara. Lynn salió tosiendo y escupiendo agua en cantidad.
George la sujetó con violencia por los cabellos produciéndole un dolor lancinante en el cuero cabelludo, y dijo:
-Ve lo que gana por discutir. Su madre la sorprendió y volvió a perder. Otra vez si pierde se llevará el castigo adicional y ése será peor a todos los que les esperan. Tom -gritó al negro- castiga a esta zorrita.
Lynn fue atada a la ducha del baño y amordazada nuevamente. El negro rasgó la blusa y el brassier de la chica y tomó las agujas y fue introduciendo una por una en los pechos de Lynn que estiraba todo el cuerpo al máximo por el horrendo dolor, incapaz de gritar para desahogarse por el trapo que cubría su boca.
En pocos minutos, sus lindos pechos estaban atravesados diametralmente por diez agujas cada uno. Hilillos de sangre salían de algunas de las microscópicas perforaciones ocasionadas por las agujas. La dejaron algunos minutos así. El mismo George se acercó a sacarle las agujas y a desatarla para llevarla al cuarto donde se encontraba Kate, sumida en un rincón y sollozando. Al ver a su hija se lanzó hacia ella y se abrazaron llorando con amargura.
-Perdóname, perdóname -dijo Kate. Lynn no dijo nada, sólo sollozaba.
Al rato fueron llevadas a la sala por Brett.
-Lo siguiente -dijo Brett- será más sencillo. La que logre desnudar a la otra primero gana, la que pierda recibirá una descarga nada agradable…
-SI quieren vernos desnudas -dijo Lynn- no es necesario que nos enfrenten. Sólo nos lo hubieran pedido y evitaríamos esta confrontación.
-No sería divertido señorita, y le advierto que si se desnudan por sí solas o no lo hacen, las dos recibirán el castigo…
-Ya le dije que no…
-Piénselo, si pierde otra vez, la pasará muy mal. ¿Sabe que Tom purga una condena por canibalismo? ¿Ya se imagina qué le pasará a la que pierda?… ¡será el desayuno de este negro por la mañana! -y se tiró una carcajada tétrica.
Aquellas palabras estremecieron hasta los filamentos más profundos de ambas mujeres. Y sin pensarlo Kate tomó de nuevo la iniciativa y tomando los hombros de la blusa semidestruida de Lynn, la hizo jirones. Luego se aferró al broche del jeans de su hija en un vano esfuerzo de liberarlo. Lynn se resistía.
-No lo hagas mamá -suplicó.
Kate se dio cuenta que si quería quitarle el pantalón a Lynn debía derribarla y dejarla inconsciente para que no ofreciera resistencia. Así atravesó el rostro de su hija en tres ocasiones con su puño derecho, suficientes para que cayera al suelo, perdiendo de momento el conocimiento. Kate pudo entonces con relativa facilidad quitarle el pantalón justo en el momento en que Lynn se recuperaba. Al verse casi sin ropas y perdiendo la batalla, no dudó en seguir el juego. Ya había perdido dos veces y la próxima significaría con seguridad su muerte. Así que cómo pudo lanzó una patada que para su fortuna se estrelló exactamente en pleno rostro de su madre. Kate se desequilibró y aturdida como estaba no pudo impedir que Lynn le arrancara el blusón con un poco de esfuerzo. Ahora ambas estaban semidesnudas: la chica solamente con jirones de su brassier y su tanga negra, y su madre con el diminuto slim de seda. Sus cuerpos esbeltos se enlazaron en una lucha desesperada por arrancar a la otra la pequeñísima prenda que restaba y lo hicieron exactamente al mismo tiempo. Después de ello, cayeron exhaustas al suelo, resoplando con mucha rapidez.
-¿Y ahora, a quien le damos el gane? -dijo Tom.
-¡Negro imbécil! -vociferó George- ¿No ves que la chica aún tiene pedazos de ropa encima -se refería a los trozos del brassier- y la otra nada? La madre ha perdido…
-Está bien, no te enfades, por mil demonios… Venga, señora. Que ésta no se la esperaba…
-No, no -suplicaba Kate.
Quizás Lynn sintió más compasión por su madre que la que había sentido esta última por ella. Y comenzó a vociferar:
-¡No, malditos…! ¡Suéltenla, desgraciados!
Con una sonora bofetada, Brett le calló la boca y Lynn comenzó a llorar.
-Déjala, Brett. Tengo una idea mejor. Será ella quien ejecute el castigo de su madre.
De inmediato a ambas le amarraron dos cables en las piernas en cuyo extremo opuesto fijaron el polo tierra de las instalaciones eléctricas, otros dos cables les fueros sujetos a un brazo de cada una. A Lynn le dieron un interruptor y Tom se quedó con otro.
-Ahora -dijo George dirigiéndose a Lynn- debe presionar diez veces el interruptor. Su madre recibirá una descarga eléctrica dolorosa, pero no la matará. Ese será el castigo por haber perdido.
-No, por favor, no -suplicó Lynn- No me obligue.
-¿Acaso su madre tuvo piedad de Ud. cuando le ganó ventajosamente las dos primeras veces? ¡Hágalo! -ordenó con autoridad.
Lynn apretó los ojos y presionó una vez el interruptor. Kate se sacudió estrepitosamente por unos segundos al recibir la descarga. Lynn lloraba y dijo:
-¡No, no voy a seguir!
De repente una descarga las sacudió a ambas cuando el negro presionó el interruptor que tenía en sus manos.
-Si se niega, señorita, no sólo su madre va a recibir la descarga, sino también Ud.
Atolondrada como estaba y por la violencia de la descarga, activó el interruptor tantas veces como le dijeron, tratando de hacerse la sorda ante los lamentos de Kate.
Poco a poco habían ido cayendo sin poder evitarlo, en el juego de los malhechores. En lo sucesivo cada una tendría que jugar con su instinto de conservación y éste, poco a poco las fue convirtiendo en un par de animales irracionales.
Cumplida la sentencia, las dejaron descansar por más tiempo, mientras ideaban la siguiente competencia. Como a las doce de la noche llegó a sacarlas el propio George. Las encontró en una esquina de la habitación, aún desnudas, ni siquiera habían buscado algo con qué cubrir sus hermosos cuerpos. Estaban abrazadas y miraban al vacío sin ver. No fue necesario llevarlas por la fuerza, con un sólo ademán comprendieron que la siguiente competencia comenzaría en ese momento. Esta vez fueron llevadas a la cocina. Allí esperaban Tom y Brett. La mesa y todos los muebles habían sido apartados hacia la orilla y en el centro del cuarto había una mezcla irreconocible de leche, huevos, aceite, miel, salsa de tomate aderezo de ensaladas y otras cosas. Las mujeres no se imaginaron de qué se trataba aquello, pero imaginaron que al igual que la primera vez, tenían que comer lo más que pudieran. La prueba pues no sería difícil, pero…
-La siguiente competencia -dijo George- consiste en una lucha cuerpo a cuerpo. Las reglas son simples: ganará la que logre arrastrar a la otra por el cabello, por lo menos una vuelta entera por la cocina…
George no terminado la frase, ambas se arrojaron contra la otra. Kate tenía el cabello corto y aquello suponía una ventaja sobre su hija, así que en pocos segundos la adolescente era arrastrada por su madre. La rabia que le produjo el dolor hizo que Lynn tratara de zafarse de las manos de su madre que con facilidad la asía de los abundantes cabellos. Como pudo, la chica se puso en pie y logró derribar a su madre cayendo ambas sobre el piso y empapando de la mezcla sus cuerpos casi por completo. Sus cuerpos ágiles se retorcían como dos serpientes una sobre otra con una fricción tan deliciosa que empezaba a excitar a los malhechores.
En alguna de las revueltas, Lynn quedó en pie y tomó a su madre por los escasos cabellos rubios y la arrastró con poca consideración por el piso. Poco faltaba para completar la vuelta completa como habían dicho aquellos hombres cuando, para su mala fortuna, resbaló debido a la mezcla que cubría el piso y cayó golpeándose la cabeza contra la pared y perdiendo el sentido. Un dolor ardiente en su cuero cabelludo le hizo volver en sí. Su madre la arrastraba de nuevo por la cocina halándola por el cabello que estaba empapado y pegajoso. Lynn sentía que todo el cabello iba a desprendérsele con mucho dolor y todos sus intentos por incorporarse fueron en vano. Kate logró darle la vuelta completa.
El castigo esta vez fue:
-Como perdió Srta. Tanner, deberíamos darle el «castigo mayor», pero verá que le daremos otra oportunidad -Lynn estaba absorta, ni siquiera levantaba la mirada- Si gana la última competencia la reconsideraremos.
Un palo grueso y bifurcado fue puesto en las manos de la chica.
-Si logra meter el extremo doble, uno dentro de la vagina y el otro dentro de su ano de su madre, lo consideraremos un empate en la competencia y no la trataremos tan rudamente.
-¿Y a mí no me van a dar uno? -preguntó Kate.
-No, señora Tanner. Ud. sólo va a evitar que no se lo meta. Si en cinco minutos ella no lo ha logrado, Ud. ganará.
-Eso no es justo.
-Lo siento.
Lynn no lo pensó dos veces. Con el palo en la mano se acercó amenazadoramente a su madre que retrocedía espantada.
-Abre las piernas -ordenó Lynn.
-No, hija no.
-¡Que abras las piernas te digo ¡ -Con un golpe brutal en pleno rostro, Kate fue a dar al suelo. Se incorporó y con un directo a la cara de Lynn hizo que ésta se desplomara igualmente y que el palo rodara hacia una esquina.
Lynn se levantó.
-¡Perra ramera! -gritó a su madre con mucha cólera. Kate enfurecida por el calificativo que su hija le acababa de decir empezó a golpearla salvajemente. La rubia alcanzó el palo y estaba dispuesta a que los papeles se invirtieran y zambullirle ella el palo a Lynn. La adolescente tenía todas las de perder cuando recordó la herida de bala que su madre tenía en el hombro y hacia allí dirigió su ataque. Clavó las uñas en la grieta y posteriormente sus dientes mordieron la hendidura, manando abundante sangre que empapó sus mejillas y su boca. Kate se deshacía del dolor y comenzó a perder fuerza. No soportó mucho la conmoción del dolor y se desmayó cuando su hija le asestó con el garrote una lluvia de golpes en su cara y un terrible golpe en la mandíbula. Lynn abrió las blancas piernas de su madre y sin ninguna consideración introdujo los extremos del palo, uno en la vagina y el otro en el culo de Kate. Esta, semiconsciente, lo único que hizo fue acomodar las caderas a la forma del garrote para que el que penetrara con menos dolor. Cuando lo hubo hundido completamente, Lynn soltó el falo rígido dejándolo dentro de su madre y cayó de rodillas llorando junto al cuerpo exánime de su madre.
Casi de inmediato fue atada a un pilar de la sala para recibir el mayor castigo. Kate, ya recuperada, esperaba sentada en el suelo al lado de su hija. Del otro lado de la habitación los tres hombres planeaban cual sería el castigo que impondrían a Lynn.
En cierto momento llamaron a Kate que se acercó a ellos como autómata, y le dijeron algo en voz baja. Luego se acercó a su hija y le dijo:
-Tu castigo es mucho menor del que esperabas, hija. Ellos solamente piden que nos besemos en la boca durante un rato…
-Mamá -dijo Lynn casi murmurando- No somos lesbianas, además somos madre e hija, nos respetamos.
-Pero si no lo hacemos, te castigarán con más severidad, créelo.
Lynn lo pensó rápido. Quizás después de aquello los maleantes las dejarían en paz, así que aceptó.
-Está bien, pero que sea rápido.
Los labios de Kate asieron los de su hija, pero esta no abrió la boca.
-Abre la boca, tienes que ser muy realista.
Lynn lo hizo y la lengua de su madre invadió su boca relamiendo todo su interior. Una sensación desconocida sacudió los cimientos más íntimos de Lynn. Su madre, su propia madre le estaba haciendo sentir lo que únicamente había sentido con chicos: deseo. Así, también su lengua entró en la húmeda pelea, lamiendo la lengua de su madre y enroscándose entre ellas. De repente, los dientes de Kate se cerraron sobre el órgano muscular de Lynn, apretando hasta casi sangrar, produciéndole mucho dolor. La adolescente trataba de liberar su lengua, pero en vano. Kate no soltó la prenda hasta que Brett y George forcejearon para que lo hiciera.
Lynn lloraba de nuevo ante semejante acto que consideró traicionero y sorpresivo. Sin embargo no pudo abstenerse de pensar en lo que su madre acababa de hacerle sentir.
Pero no terminó todo ahí. Fueron llevadas a la cama de la habitación de Kate y Willie. Acostaron a Lynn en ella y echaron sobre ella a su madre. Kate ya sabía lo que tenía que hacer. Ya se lo había explicado los maleantes. Lynn era sujetada de las manos por el Negro y de las piernas por el jefe y el otro. Kate se abalanzó sobre su hija besando la en la boca y buscando de nuevo su lengua. Por mucho que se resistió la adolescente, no pudo zafarse de las fuertes manos que la sujetaban las extremidades, su madre le estaba llevando al clímax con sus besos y caricias atrevidas.
Poco tiempo fue suficiente para que Kate encendiera nuevamente a Lynn, de tal manera que al soltarla los hombres, la adolescente se aferró con vigor, con ganas al delicioso cuerpo de su madre en unos vaivenes de caderas desenfrenados. Sus bocas recorría cama pulgada del cuerpo de la otra buscando hasta e placer más escondido. En pocos segundos sus labios se unieron a los labios vaginales de la otra en un exquisito sesenta y nueve, que duró largo tiempo hasta que los malhechores las separaron para que siguieran su afán de otra manera. A estas alturas todo el dolor que habían sufrido parecía haber desaparecido ante el surgimiento de un placer sin límite que jamás siquiera hubiesen imaginado que podían proporcionarse madre e hija.
Súbitamente, el placer se aceleró al máximo y los dedos de sus manos se incrustaron simultáneamente en las cavidades vaginales de la otra, empapándose en secreciones abundantes las que hacían que las falanges se deslizaran suave y deliciosamente hasta el fondo de sus humanidades.
El orgasmo llegó de una forma explosiva, sorprendente, maravillosa. Kate, más débil que su hija se quedó extenuada, totalmente agotada bajo Lynn. Ésta tenía aún fuerzas para incorporarse en la cama y ver de reojo a los maleantes.
-Muy bien, señorita Tanner. Es usted muy obediente.-Dijo el jefe- ¿Qué tal le supo su madre?, ¿muy buena?
Lynn no dijo nada. Aún se encontraba encendida por el acto que acababa de sostener con Kate y no se encontraba satisfecha. Deseaba sentir otros placeres más extremos, otros que ni siquiera loca hubiese pensado…
Con toda tranquilidad tomó el rifle que George había dejado cerca de la orilla de la cama. Los hombres se sorprendieron en el acto y sacaron, los tres al mismo tiempo, sus revólveres apuntando a la cabeza de Lynn.
Ella los tranquilizó diciendo al mismo tiempo que abría sus piernas y mostraba su sexo, rojo y húmedo:
-Vamos, tranquilos amores, sólo quiero que me hagan feliz con esto -y al mismo tiempo colocó el cañón en la abertura de su vagina invitando a los malosos a desgarrarle las entrañas con aquel instrumento.
Los delincuentes guardaron sus armas y George, más encendido que los demás se acercó a Lynn con el objetivo de realizar aquella barbaridad.
Pero esta vez ni la sorpresa les ayudó a evitar lo que pasó. De un movimiento rápido, preciso e inesperado, Lynn le dio vuelta al arma quedando el gatillo justo en su dedo índice. Fueron tres detonaciones solamente. Tres para que los hombre sucumbieran presas de su propia lujuria. Sendos proyectiles fueron a parar a sus cuerpos quemando al impacto, zonas vitales. Lynn jamás había usado un arma, pero ni siquiera el estrés del momento la detuvo. Actuó bajo el mecanismo de lucha o huida… y había salido victoriosa. George cayó con el cráneo reventado sobre la cama, el negro con una herida en pleno corazón que no tardó en despacharlo al infierno y Brett rodó hacia atrás al ser impactado en el ojo derecho.
Después de eso solo quedó el silencio, Kate ni siquiera se levantó al escuchar los disparos. Lynn se quedó así, asiendo el rifle y viendo sin ver los cuerpos tendidos en la habitación. La policía no tardó en llegar a la escena, atraída por los disparos. Ya con los cuerpos cubiertos por frazadas, Lynn contestaba como autómata las preguntas que le hacían los agentes mientras los forenses retiraban los cadáveres.
-¿Sabe, señorita Tanner, que estos tres tipos eran los que se fugaron ayer de la penitenciaría?
– Si,- contestó lacónicamente Lynn.
-Y que después de irse de aquí probablemente las hubieran asesinado a usted y a su madre.
Lynn no dijo nada. Sólo volteó a ver al policía con un dejo de horror. Sólo por un instante y luego observó los cuerpos que eran retirados hasta perderse por el pasillo. Luego vio a su madre, acurrucada sobre la cama, le dio un poco de lástima.
-Es probable. Ahora le rogaría que nos dejaran a mi madre y a mí a solas. Necesitamos descansar…