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Gigoló I: Mi mejor experiencia como gigoló

Serie: Gigoló

Gigoló I: Mi mejor experiencia como gigoló

Antes que nada voy a proceder a realizar una pequeña presentación de quien soy.

Por mi actividad laboral y de negocios suelo viajar con cierta frecuencia, ello me ha convertido en un gigoló por afición, por morbo y por dar un poco de satisfacción a tantas y tantas señoras insatisfechas que abundan por esos mundos de dios.

En una ocasión se me ocurrió poner un anuncio en un periódico de Madrid, la capital es una de las zonas preferidas por mí, para mi nueva actividad de gigoló (no soy un profesional del sexo, aunque he tenido algunos contactos cobrando, por satisfacer a alguna chica, cuando lo hubiese hecho gratis), pues, es el lugar donde suelo pernoctar un par de noches y te da tiempo a poder quedar con alguna señora, señorita, casada, soltera, divorciada, separada, viuda, etc…, sin problema de que no puedas cumplir a conciencia con el trato realizado, con motivo de las prisas. Físicamente no estoy nada mal, sin ser un adonis, ni un Apolo.

Mis 1,77 centímetros y 85 kilos, adornados con una musculatura bastante marcada, me hace ser deseado por alguna que otra chica o señora a la que le gustan los hombres fuertes.

A mis 40 años me encuentro en un buen momento para enseñar prácticas de sexo a quién no sabe muy bien lo que es gozar de unos momentos de placer y buen sexo; aunque todo sea dicho, también para aprender.

A veces se disfruta, se hace disfrutar, se enseña y se aprende mucho.

Es una de las cosas que me ha provocado el interés por convertirme en una especie de gigoló del sexo y placer, el poder disfrutar, hacer disfrutar, enseñar y aprender.

Hay muchas mujeres, señoras casadas y chicas jóvenes, que no tienen ni idea de lo que es disfrutar de unas buenas sesiones de sexo, de sentir como su cuerpo se estremece, se convulsiona de placer y siente el gozo en los las hondo de sus entrañas.

Lo más que han conocido o conocen es un polvo a la carrera o el fin de semana, un aquí te pillo, aquí me corro y ahí te quedas, insatisfecha y sin llegar a sentir ningún tipo de placer, a la vez que perdiendo el deseo cada día más, pues al no sentir, tampoco hay interés, lo que lleva a una situación de insatisfacción constante y a creerse en ocasiones que no se es una mujer normal con el derecho y el deber de disfrutar de ese hermoso y gran cuerpo con que las ha dotado dios.

Según cuentan algunas llevan una vida de sexo insatisfecho, sus maridos les echan un polvo cuando les apetece a ellos, ni siquiera se preocupan si gozan o no, solo les interesa correrse ellos y si no lo ha hecho ella es porque no tiene o no pone interés, pues el es un buen fonador.

Cuando ellas lo desean o lo buscan, están cansados, tienen cosas que hacer, o tienen sueño y ellas a satisfacerse bajo la ducha o en el bidet, típico y tópico de los españoles tan machos, del macho español que es capaz de correrse tantas veces quiera, pero él solo, pues, su mujer se corre una vez cada dos meses.

Este tipo de comentarios y muchas de las conversaciones que realizas con amigas, algunas personales y otras conocidas a través de los chat de Internet, me ha llevado a meterme en este mundillo y a explorar muy a fondo este tipo de situaciones a las que normalmente siempre le procuro sacar provecho.

He llagado a tener algunas experiencias de las que a continuación paso a relatar una de las primeras veces que lleve a cabo mi actividad de gigoló y creo que la más que me ha marcado, me ha dado más satisfacción y me ha hecho apostar de forma decidida, por seguir haciéndolo; hay tanta necesidad en este mundo.

Me encontraba en Madrid y sonó el teléfono que tengo para estos menesteres, como es normal, no puedo tener el teléfono del trabajo y el personal para estos negocios, tengo una tarjeta que sólo la uso los días que estoy a disposición de realizar mi actividad favorita, dar placer a las señoras. Era una chica que quería que le diese información sobre mis servicios. La información es gratis: un mínimo por una sesión de sexo, garantizando un mínimo de un orgasmo y luego baso el resto en la satisfacción y generosidad del cliente.

Si quiere seguir gozando o si lo dejamos en ese mínimo. Un poco trataba de explicarme que no solía disfrutar con su marido, pues, por un lado no había preliminares y por el otro no duraba más de diez minutos, con lo que era imposible poder disfrutar, pues, psicológicamente ya iba pensando en que se iba a correr antes de ella empezar a cogerle el gusto y así no había forma de saber si ella era una chica normal o si realmente tenía algún problema con el sexo.

Le di la dirección de una cafetería cercana al hotel donde me hospedaba y la forma de conocernos sin llamar la atención del resto de clientes que estuviesen por la zona.

Cuando la vi llegar me quedé un poco asombrado, una chica, bueno, señora, de unos 35 años, no muy alta, pero con unas piernas largas, que la faldita que llevaba por sobre de la rodilla (no era mini, pero le quedaba del diez) hacía aparentar más largas, a la vez que desear acariciarlas, unas caderas, quizá un poco anchas, pero que le marcaban un culo y una cintura que daban ganas de meterle mano allí mismo y subiendo la vista una cordillera, unas tetas bastante grandes enfundadas en una talla 95 por lo menos, que el escote de la blusa hacía aparecer su parte alta, insinuando que allí había mucho que comer, besar, acariciar y chupar, más arriba su cuello adornado por su cabello corto o media melena y una cara, que sin ser una belleza, si era muy atractiva, donde destacaban sus labios, marcados y sus ojos grandes.

Desde que la vi aparecer a través del cristal de la cafetería me llamó la atención, que señora más estupenda, pensé, pero más me la llamó cuando se acerco a donde yo estaba, entonces caí que aquella señora tan estupenda era la chica con la que había quedado para ver si era capaz de hacerla disfrutar del sexo.

Menudo plan, pensé, me voy a poner morado, pues, la señora estaba cañón, le podían sobrar algún kilito, pero tenía un cuerpo para gozar de él y hacerla gozar a la vez que es difícil de imaginar como una persona así pueda tener problemas de insatisfacción sexual. Tras saludarnos y mientras tomábamos una copa, puse todo el tacto que me fue posible para convencerla de que no estaba mal lo que pretendía hacer, pues algún día tenía que saber si realmente podía disfrutar como una mujer normal o no.

Espero estar a la altura y no quedar en mal lugar, pensé yo para mis adentros, pues, a veces la situación, el momento y posiblemente los nervios, también te pueden jugar alguna mala pasada, aunque tengo bastantes recursos, no me gustaría tener que quedar mal ante algún cliente, la primera regla es la satisfacción plena del cliente.

En estas cosas estaba pensando mientras decidimos dirigirnos al hotel a probar si realmente la señora era capaz de disfrutar como una persona normal o si tenía algún problema que le impidiese llegar al orgasmo.

Al llegar a la habitación comencé a desnudarla muy despacio, acariciando y besando cada parte de su cuerpo que iba dejando al descubierto, comencé por su blusa, mientras le besaba en el cuello le iba sacando la blusa de dentro de la falda, mis manos recorrían su carne desde la cintura a los pechos, si llegar a tocar estos, una y otra vez, lentamente, hasta que noté que se iba relajando y que su respiración se agitaba un poco, le acaricié el lóbulo de la oreja, al tiempo que le pedía que se relajara, que fuese natural, como si nos conociésemos de toda la vida y se dejase hacer, seguí con las caricias, cada vez más arriba hasta que llegué a acariciar los pechos por sobre del sujetador, en ese momento mi boca comenzó a besar su cara, un lado, luego el otro, el cuello, de nuevo su cara, hasta que me decidí a buscar su boca.

Al principio se dejaba besar, pero no participaba mucho, seguía cohibida y nerviosa, seguí con las caricias, mientras le saqué la blusa, sus pechos quedaron ante mi, enfundados en un sujetador negro, quizá algo pequeño para su talla, que no era capaz de contener su volumen.

Mis dedos se fueron a la búsqueda de sus pezones, lentamente, muy pero que muy despacio, comencé una suave rotación de mis dedos sobre el sujetador hasta que conseguí que sus pezones aumentaran considerablemente de tamaño.

Busque su boca y ahora la encontré entreabierta, ahora ya participaba, besaba y dejaba besar, comencé a comerle la boca, con deleite, metiendo mi lengua en su interior, buscando la suya, terminamos castigándonos las lenguas, chapándonos mutuamente, tanto la lengua como los labios, ahora ya estaba excitada, su excitación era superior a sus dudas, a sus nervios y a sus temores.

Estaba entregada y quería disfrutar, quería gozar, sentirse mujer, sentirse acariciada, besada, deseada. Mis manos en su espalda buscaban el broche del sujetador, estuve jugando con él, mientras seguíamos con los besos, sus manos ya buscaban mi cuerpo, ya me abrazaba y acariciaban mi cuello y espalda.

Le solté el broche y mis manos se metieron bajo del mismo acariciando sus pechos, sintiendo la tersura de su piel, los tenía bastante duros, aun a pesar de su tamaño, sus pezones estaban pidiendo guerra, los acaricié mientras con le ayudaba a quitarse el sujetador por completo.

Comencé a comer sus pechos, los pezones, me los metía en la boca, se los castigaba con la lengua, metía mi cara en medio de ellos y mientras le pasaba la lengua por la canal con la cara le hacía caricias en los mismos, volvía a sus pezones, a su cara, sus labios, su cuello, de nuevo a sus pechos, ahora ya estaba deseando que la hiciese gozar, estaba a punto para comenzar con su falda, le quité el botón y tras bajar la pequeña cremallera, comencé a bajársela muy lentamente, cada centímetro de su piel que quedaba libre de su falda era acariciado por mis manos, su cintura, su vientre, el ombligo, luego las nalgas, tenía un culo redondo con unas nalgas voluminosas, daba gusto acariciarlas.

Mientras mi boca seguía buscando la suya, sus pechos, su cuello, mis manos seguían acariciando sus nalgas y bajando cada vez más su falda, cuando iba bajando por sus muslos me arrodillé ante ella y comencé a besar su vientre, su ombligo, sus caderas, a pasar mi lengua por los ribetes de las pequeñas bragas que tenía puestas, su falda se fue al suelo y sus muslos quedaron ante mí, mis manos, mi lengua, me cara, todo era poco, para intentar darle placer.

Sus manos cogieron mi cabeza e intentaban dirigirla a los sitios que quería que le fuese pasando la lengua.

Mientras le acariciaba las nalgas y le buscaba el hoyito del placer por sobre de las bragas, noté que estaba empapada, toda mojada, me puse en pie y volví a buscar su boca, mis manos se metieron bajo de sus bragas apretando sus nalgas, oprimiéndolas con fuerza, para que se sintiese deseada, mi mano derecha se fue a la búsqueda de su cuevita del placer, bajo las bragas fui buscando acariciar sus labios, su clítoris, incluso alguno de mis dedos busco penetrar en su interior, mientras mi boca seguía comiendo la suya, su cuello, sus pechos, las caricias de mi mano hicieron efecto y al momento comenzó a gemir y a contraerse, estaba llegando a su primera corrida y yo sin siquiera desnudarme, seguí comiendo su boca hasta que comenzó a correrse, sus contracciones y el cómo apretaba sus muslos, me demostraron que era una señora muy ardiente, a la vez que muy insatisfecha, pues, aunque me había tomado mi tiempo y seguido un ritual bastante efectivo para demostrarle que se puede disfrutar del sexo incluso sin penetración y sin prácticamente llegar a tocar a la otra persona, pues, solo había besado mi boca y acariciar mi cabeza y mi cuello, de ahí no había pasado.

Yo seguía vestido y ella aún con sus braguitas puestas, fui bajando acariciando y besando su cuello, sus pechos, sus pezones, el ombligo, el vientre, mientras le iba bajando las braguitas, pase por su monte de venus con mi lengua, por su muslo, hasta su rodilla, de aquí a la otra rodilla y ahora para arriba, de nuevo muslo, monte de venus, sin llegar a besar su coñito, su ombligo, sus pechos, su cuello, su boca, mientras mis manos habían seguido todo el recorrido por la parte posterior, sus muslos, sus nalgas, su espalda, su cuello y ahora su cabello, la tenía cogida por la cabeza y le estaba dando un morreo, que ni su marido en sus mejores tiempos, estábamos disfrutando de una sesión de sexo como lo harían dos enamorados, o dos personas que tienen mucha confianza, el hecho de haberla hecho gozar antes de desnudarme hizo aumentar tanto su libido, como mi autoestima. Seguíamos dándole a la lengua cuando le ofrecí desnudarme, ahora te toca a ti.

De forma nerviosa y sin dejar de comer mi boca, comenzó a desabotonar mi camisa, me la sacó del pantalón y abriéndola comenzó a acariciarme el pecho, primero con sus manos, luego con su boca, su lengua buscaba mis pezones, luego sus labios y sus dientes me mordisqueaban las tetillas y los músculos del pecho, sus manos, mientras, estaban acariciando mi espalda y volvió a buscar mi boca mientras me quitaba la camisa, se dedico a besarme el cuello mientras sus manos me acariciaban el pecho, volvió a buscar mi boca a darme la lengua, mientras me quitaba el cinto y desabrochaba el pantalón, en este momento se puso algo tensa y opté por ayudarla acariciando sus pechos y besando su cuello, su oreja, mientras le susurraba, sigue, vas muy bien.

Comenzó a bajarme el pantalón mientras me acariciaba el culo, sus manos tiraban del pantalón hacía abajo, mientras me acariciaban las nalgas, se fue bajando a la vez que el pantalón y cuando este estaba en mis tobillos, su cara estaba ante mi polla.

Estaba tan excitado que tenía el slip todo mojado, comenzó por acariciar suavemente toda mi polla por sobre del slip, mientras su lengua iba a meterse en mi ombligo, fue bajando la lengua por mi piel a la vez que bajaba el slip, al dejar la polla suelta, esta busco su cara, le golpeo en la barbilla al ponerse recta, sus manos la cogieron, la acariciaron por completo, desde los huevos hasta la punta, estaba goteando de liquido seminal, pero se ve que le gustaba, pues, sin secarla, comenzó a pasar la lengua por la punta, cogiendo la gota que salía y repartiéndola por todo el glande, luego fue abriendo la boca y comenzó a tragársela, primero solo el glande, luego un poco más, sus manos, mientras, me acariciaban los huevos y una la usaba de freno, por si intentaba metérsela de golpe en la boca, para evitar atragantarse, estuvo así un rato, hasta que la cogí y la puse en pie, tras darle un buen morreo, la lleve a la cama.

Quedó tendida boca arriba con sus piernas abiertas y sus brazos extendidos, mostrándose toda, sintiéndose deseada por mi, y deseando que penetrase en su interior para disfrutar tanto o más que lo que lo había hecho hacía poco rato.

Me puse un condón y me metí entre sus piernas, comencé a pasarle la punta de la polla por la raja, desde el ano hasta el clítoris, una y otra vez, mientras ella alzaba el culo intentando conseguir que se la metiese, mi idea, de momento no iba por ahí, deseaba que su deseo (perdón por la redundancia) fuese tan grande, que con solo sentirla entrar se volviese loca, se corriese más de deseo que de otra cosa, estuvimos así un largo rato, mientras nos dábamos la lengua, le besaba los pezones, ella me cogía por el culo apretando cada vez con más fuerza, intentando que me dejara ir dentro de ella, yo seguía con lo mío frotando la cabeza en la puerta, alguna vez le dejaba entrar el capullo, pero cuando pretendía cogerla toda se la retiraba y otra vez a lo mismo.

No tardo mucho en pedirme, suplicarme, que se la metiese, que estaba a punto de correrse de nuevo y quería que fuese con ella dentro, se la deje ir y comencé a bombearla lentamente, ella ya estaba súper acelerada y se movía con fuerza, sentía la presión de sus muslos, los músculos de su coño, sus contracciones sobre mi polla, intentando presionarla todo lo más que podía, gozando de ella, mientras me cogía por el culo, y me apretaba la quería toda dentro, toda y más, pues, si hubiese sido mayor, más hubiese pedido, una mujer cuando está en esta situación traga lo que encuentre, yo la dejaba hacer, solo me movía un poco y siempre para meter más adentro si ello era posible, para que la sintiese llegando lo más adentro posible, no tardo en ponerse a gemir, a susurrar, a gemir, suspirar, resoplar, hasta que comenzó a apretarme la polla con los músculos del coño a apretar los muslos y a contraerse como si fuese una contorsionista, se estaba corriendo con una polla dentro, algo que hacía mucho tiempo que no disfrutaba, según ella misma me había dicho, yo seguía con lo mío, metiendo suavemente mi polla dentro de su coñito, ahora un poco más rápido, pero siempre procurando que la base de la polla le frotase la zona del clítoris, para hacer más placentera la corrida, tenía los ojos cerrados, pero su cara estaba crispada por el placer se notaba que estaba sufriendo, sufriendo de gozo, de sentirse mujer, de poder disfrutar con una polla en su coño, sus manos me apretaban las nalgas hasta hacerme daño, ya no me permitía moverme, estaba en trance, un trance que fue larguísimo, se que estuvo varios minutos, casi sin respirar y sin dejar que me moviese, cuando me soltó, comenzó a resoplar, pues había aguantado hasta la respiración en la corrida y estaba muy agitada, abrió los ojos y todavía resoplando me dijo, he gozado como nunca pensé que lo haría.

Me quede tendido sobre ella y comencé a besarle en el cuello, a mordisquearle el lóbulo de la oreja a besar su cara, su cuello, mientras mis manos acariciaban sus muslos, sus caderas y subían a sus pechos, no tardo mucho en reacciones y comenzó a mover sus caderas lentamente, para saborear mi polla que seguía dentro de ella, tras unos minutos dimos la vuelta y se quedó tendida sobre de mi, comenzó a besarme y acariciarme como si fuese el amor de su vida, besaba mi boca, mi cara, mi pecho, el cuello, las tetillas, todo parte de mi cuerpo que estaba a su disposición era acariciado por sus labios y sus manos.

Al final se quedó sentada sobre de mi polla y comenzó a moverse con ganas unas veces en rotación y otras de atrás a adelante, hacía que mi polla entrase hasta el tronco dentro de ella y con una mano me acariciaba el pecho con la otra los huevos, mientras yo le correspondía ahora en su pecho, ahora en sus nalgas y con la otra le acariciaba el clítoris, intentaba que gozara por tercera vez antes de hacerlo yo.

No llegué a tiempo era tanto el deseo y lo que me estaba haciendo gozar que me corrí dentro de ella sin poder aguantar más, creo que ella no se hubiese corrido no aun aguantando media hora, pues, ya lo había hecho dos veces y era muy difícil conseguir una tercera en tan poco tiempo.

Tras la corrida la cogí por la espalda y la hice tenderse sobre de mi, dándonos una sesión de besos y caricias que siempre son muy buenas después de haber gozado de un buen polvo, estuvimos un rato hasta que se me fue aflojando la polla y para que no se saliese el condón le pedí que me dejase salir de dentro de ella, se tendió en la cama toda desmadejada, pero con una cara de gozo y satisfacción que no podía negar que lo había pasado súper bien, aparte que se le notaba contenta, se notaba mujer, muy mujer, según me contó luego.

Yo mientras me fui a la ducha, me duché a conciencia y tomándome el tiempo preciso para darle tiempo a decidir si quería seguir jugando o si por ese día era suficiente, estaba pensando en salir de la ducha cuando llegó, -me haces sitio, me dijo. Faltaría más.

Tras meterse bajo del agua comenzamos a darnos jabón mutuamente, nos dábamos por todo el cuerpo, uno al otro, todo eran caricias, besos, jabón y más jabón, agua, jabón luego agua, hasta…, tras secarnos como estábamos calientes y dispuestos de nuevo volvimos a la cama, ahora le tocó la iniciativa a ella, estuvo un rato chupándome la polla mientras yo le acariciaba los pechos, el coñito, el clítoris, todo lo que encontraba a mano, tras una buena mamada, me puso un preservativo y se sentó sobre de mi polla, comenzamos de nuevo, a follar, acariciándonos mutuamente, gozando del momento, no se cuanto tiempo estuvo follándome, pues, puedo decir que la que me follaba era ella, con su coño empalado en mi polla, pero la que llevaba la batuta era ella, se movía, acariciaba y gozaba de lo lindo, al final terminó por tercera vez, con unas contracciones y unos gemidos, casi unos gritos de placer, que me hacían sentirme cada vez más y más hombre, pues, el hecho de sentir que tu compañera de cama disfruta como una loca, te hace sentir muy satisfecho, muy, pero que muy hombre, diría yo.

Tras dejarla reposar un poco la puse de rodillas en el borde de la cama y comencé a atacarla por la espalda, me puse tras ella y cogiendo mi polla con la mano, la dirigí a su coñito, se la ensarte con ganas, el verla sumisa y abierta ante mi, el espectáculo impresionante de su culo redondo, sus anchas caderas hacía parecer su cintura más estrecha, lo que hacía una visión impresionante, ver aquella hermosa mujer, abierta ante mí, pidiendo que le diese caña, que me quería sentir muy, pero que muy dentro, me nublo el sentido y comencé a darle unas embestidas que no eran muy normales, mi pubis chocaba con sus nalgas y ella me pedía que le diese fuerte, más cada vez, más, más… cuando notó que estaba a punto de correrme comenzó a apretar su culo contra mi, para que le llegase más adentro, cada vez más adentro, terminé con cuatro o cinco empujones que le llegaron al alma, cada uno de ellos acompañado con un buen chorro de leche, a cada chorro un embate, así hasta…, se tiró sobre de la cama tendida y yo sobre de ella, al momento me fui a un lado, pues en esa posición es difícil que se quede mucho rato dentro y desde que comenzó a salirse me tendí a un lado de ella, siempre buscando su cara, para besarla, saber como se sentía, hacerla sentirse bien.

Es una de las cosas que más me gusta hacer, que las chicas o señoras a las que doy placer, se sientan bien, se sientan acariciadas, besadas y deseadas.

Creo que de las experiencias que he tenido en plan gigoló es una de las mejores, hemos quedado en volver a vernos, pero de momento no se ha producido.

Me dijo que intentaría poner en práctica con su marido lo que había realizado conmigo a ver si él descubría que el sexo no era solo meter y correrse, que había unos preliminares que eran la base de una buena relación y que si ella había sido capaz de correrse tres veces, fue por los preliminares, el hecho de haberla hecho correrse, sin siquiera llegar a tocar mi polla, eso fue lo que motivó que su libido subiese al máximo, que sintiese el deseo de disfrutar como nunca, de sentirse una mujer auténtica, una mujer deseada, con un cuerpo para gozar del sexo.

Quedamos en que la próxima vez me contaría como le había ido, supongo que muy bien, pues hace unos meses de esto y no me ha llamado, creo que de alguna forma consiguió que su marido aprendiese la lección que follar es otra cosa y no lo que él pensaba. El tiempo me lo dirá, mejor, ella me lo dirá.

Continúa la serie Gigoló II >>

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