Capítulo 2

Parte II – Ducha ardiente

Llegamos al baño y me cediste el paso para entrar primero; cerraste la puerta después de que entraste. Caminé directo a la ducha y me metí; giré y te observé… ahí estabas parado acomodando las toallas mientras me mirabas con un gesto de orgullo. Yo solo sonreí al reflexionar brevemente en lo que estaba pasando. Parecía sacado de una novela, pues jamás me hubiera imaginado viajar miles de kilómetros para entregarme al placer y las delicias del sexo furtivo con un hombre maduro, quien no ha dejado de tratarme como una auténtica princesa.

El pensar eso hizo que de inmediato se encendiera el botón interno que me ponía caliente… sí, de nuevo, mi interior despertó y me empezó a gritar que le diera placer nuevamente. Diste unos cuantos pasos hasta entrar conmigo en la ducha y te recibí abrazando tu cuello con ambas manos y con un beso húmedo y apasionado. De inmediato correspondiste y me abrazaste por la cintura, pero fueron breves los momentos que tus manos estuvieron ahí, porque prácticamente de inmediato se encaminaron hacia mi trasero y tomaron con firmeza mis nalgas. Las apretaste y sobaste al tiempo en que nuestras bocas iniciaban una guerra de lenguas. Sin darme cuenta, con una de tus manos abriste a llave de la regadera y el agua cayó de golpe.

-¡Ay!- atiné a gritar por el susto, pues estaba tan clavada en el delicioso beso que nos estábamos dando que literalmente, el agua me cayó de sorpresa

-Jajajaja perdóname mami- te reíste en tono burlón por el susto que me diste

Te separaste un poco para poder tener espacio y poder hacer las maniobras de abrir las llaves y templar el agua. Con mis manos, acariciaba tu pecho, acompañando el agua que capia de la regadera y que te mojaba. Una vez que el agua quedó lista, me jalaste hacia ti para que también me cayera el agua. De nuevo nos besamos apasionadamente por unos minutos. Luego, alcanzaste la esponja y el jabón y empezaste a bañarme, como lo hace un cuidador a una niña frágil e indefensa. Con mucha suavidad y cariño pasaste la esponja por mis brazos… lentamente encaminaste tu mano hacia mis senos y ahí, con ambas manos enjabonaste cada centímetro de ese par montañas que desde el primer instante en que llegué a este lugar hicieron cautivos a tus ojos. Luego, enjabonaste mi vientre de igual forma, con calma y delicadeza y poco a poco tus manos nuevamente se incursionaron en el camino a mis nalgas.

Yo permanecía ahí, de pie sin hacer nada; simplemente había cerrado los ojos y me estaba dejando llevar por el cúmulo de sensaciones que me hacías sentir con cada caricia. Decidí dejarme hacer todo, pues en ese momento lo único que quería era volver a disfrutar de las mieles del sexo con mi hombre maduro. Me besaste mientras tus manos se encargaban de la tarea de enjabonar mis glúteos; lo hiciste con firmeza hasta que en un punto no aguantaste y me sorprendiste con una nalgada en mi sentadera izquierda.

-Mmm… rico papi- respondí a tu caricia

-Mmm qué niña tan golosa- contestaste mientras seguías sobando mi trasero por todos lados

-Sí papito, soy una golosa y me encanta que agarres así de rico- añadí en un tono por demás caliente y cachondo

Me moviste de tal forma que solo yo quedé bajo el chorro del agua y con total delicadeza, tus manos ayudaron a enjuagar el jabón que escurría por todo mi cuerpo. Poco a poco el jabón desapareció, quedando solo con el agua que me bañaba. Después, sutilmente me moviste hacia la pared para que me recargara en ella. Con ambas manos me tomaste por el cuello y me besaste con tal pasión y vehemencia que parecía que querías devorarte mi boca; pero en realidad solo era la antesala de lo que se venía, porque justo después, tu boca recorrió a besos todo el camino desde mi boca hasta mi entrepierna. Hiciste una pausa en mis senos, que devoraste frenéticamente. Seguiste bajando, haciendo otra pequeña pausa en mi ombligo al cual le diste un par de besos tiernos. Finalmente, terminaste hincado y tu cara quedó justo frente a mi sexo.

No perdiste tiempo y en seguida internaste tu faz en mi entre pierna mientras que con tu lengua empezaste la búsqueda de mis labios. Yo me acomodé de tal forma que me permitiera subir mi pierna derecha y darte un acceso más amplio. Te percataste y pasaste tu brazo izquierdo por debajo de mi pierna derecha y la subiste sobre tu hombro del mismo lado; de tal forma que tuviste total y amplio acceso a mi entre pierna.

Tu lengua empezó a lamer cada centímetro de mi vulva, aprisionando mi clítoris con besos y apretones apasionados mientras con tu mano derecha te ayudabas abriendo mi labia con tus dedos. No pasó mucho para que te aventuraras a meterme tus dedos índice y medio para completar la faena de aquella caliente y placentera mamada que me estabas dando.

-Aaaaahhhhh…. Aaahhhhh- gemía con cada caricia de tu lengua

-Aaaaahhhhh sí…. Así- con cada embestida de tus dedos dentro de mi cueva

-Mmmmm… mmmmm… mmmmm- se escuchaba salir de tu boca. No podías hablar, ya que tu lengua estaba inmersa deleitando mi zona más sensible y llevándome a las nubes del éxtasis. Después de unos minutos, tu boca dio tregua a mi sexo. Te pusiste de pie de abalanzaste sobre mí y te devoraste mi boca con pasión y locura. Sacaste tus dedos de mi vagina solo un instante, pues de nuevo atacaste, pero esta vez con tus dedos medio y anular. Los metiste hasta adentro y los moviste hacia la pared anterior de mi útero, masajeando el punto que me hace estallar al máximo.

-Aaaaaahhhh… ay Papito… ¡Ay Papito!- empecé a gemir cuando los movimientos de tus dedos empezaron a desencadenar espasmos y corrientes eléctricas en mi interior.

-Así mi niña… gózalo y córrete mi amor- me dijiste con voz jadeante y caliente

-Papi me voy a venir…- apenas pude decir ante la exaltación en la que estaba sintiendo

Tus dedos embistieron mi cavidad vaginal con frenesí hasta que me hicieron estallar nuevamente.

-¡Aaaaaahhhhhh!- grité al momento en que mi interior estalló y derramó mis jugos vaginales, los cuales escurrieron entre tus dedos y se mezclaron con el agua que caía incesante de la regadera.

Tuve que emplear ambas manos para sostenerme de la pared porque de nuevo mi cabeza daba vueltas por lo rico del orgasmo que me provocaste. Me sostuviste de la cintura mientras tu boca volvió a aprisionar a la mía con tus candentes y lascivos besos.

-Voltéate mi amor- me pediste suavemente

-Sí papito, como tú quieras- te respondí entre jadeos

Me volteé recargándome en la pared y dándote la espalda e instintivamente me incliné solo un poco; lo suficiente para poder levantar y parar mi trasero, pues sabía lo que querías. Sabía que querías darme nuevamente por atrás, pues el gesto que dibujó tu cara cuando me pusiste en 4 en la recámara me lo dijo todo. Sabía que habías quedado prendado de aquella imagen; prendado de mis nalgas en todo su esplendor y de mi sexo; vulnerable y a tu total disposición. Giré mi cabeza hacia la izquierda para verte.

Estabas como niño jugando con su juguete nuevo. Tomaste con tu mano derecha tu miembro que ya estaba totalmente erecto y duro como piedra y empezaste a pasearlo por toda mi entrepierna y mi zona íntima. Podía sentir la cabeza abrirse paso entre mis labios una y otra vez, de atrás hacia adelante. Suave y delicadamente acariciaste mi sexo; empezaste a usar mis jugos para lubricar la punta de tu lanza mientras con tu pulgar de la mano izquierda te aventuraste a acariciar mi entrada prohibida. En alguna de nuestras pláticas te comenté que no me gusta el sexo anal y la mala experiencia que tuve. Eres un caballero y sé que no cruzarás esa línea, por eso, te dejo hacerme travesuras… finalmente, forman parte del juego sexual.

Entre agua, saliva y mis jugos íntimos lograste lubricar mi ano lo suficiente como para que aquellas caricias fueran placenteras. Yo estaba concentrada en sentir lo que me estabas haciendo con tu dedo que no me percaté que te acomodaste y en un movimiento ininterrumpido, me metiste tu mástil hasta el fondo. Entró suave y sin problema.

-Ahhhhhh- gemí al sentir tu virilidad internarse en mi sexo

-Pero qué rica estás mami- me susurraste al oído

-¿Te gusta papi?- te pregunté llena de deseo y totalmente caliente

-Sí mi amor… me encanta cómo se siente… me encanta estar dentro de ti mi niña hermosa- respondiste entre jadeos

-¿En verdad papi?- volví a preguntar

-Sí mi amor… ¡Qué rica estás mi vida!- fue tu respuesta en un tono por demás caliente y cachondo

Empezaste el movimiento de tus caderas para embestirme mientras me sujetabas la cadera con ambas manos. De nuevo, mis senos empezaron a bailar al ritmo de tus penetraciones.

-¡Aaaaahhhh qué rico papi!… ¡Así papito!… ¡Dame rico papi! ¡Dame rico!- empecé a gritar mientras acomodaba mi cara en la pared para no golpearme, pues tus embestidas eran cada vez más fuertes y frenéticas.

-Mmmmmmm… aaaaaahhhhh- gemías con total placer al tenerme ahí, entregada a ti y a tus deseos carnales más profundos

-¡Sí! ¡Qué rico papi!… ¡Qué rico me cojes mi amor!- te dije entre gemidos y jadeos

-Aaaahhhh aaaaahhhh mi niña… ¡Pero qué rico es esto mi amor!- contestaste

-¿Rico papi?- fue mi pregunta cargada total y ardiente pasión

-Sí mi niña- respondiste

-¿Te gusta cogerme por detrás papito?- insistí

-¡Me encanta mi amor!- contestaste firmemente

-Pues dale papito… dame rico… ¡Dame rico papito!- más caliente y cachonda no pude sonar

Esas palabras te pusieron como loco; me tomaste con firmeza, casi apretando mis caderas y me envestiste con fuerza; como si quisieras atravesarme con tu pene. ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! Sonaban mis nalgas por el golpeteo de tu pelvis con cada embestida cuando empecé a sentir el aviso de un nuevo orgasmo. ¡Dios! Pensé cuando sentí que estaba por estallar.

-¡Me voy a venir papito! ¡No pares que me voy a venir!- te grité

-¡Eso mi niña!… ¡Córrete rico mami!- me respondiste lleno de lujuria

Fue cuestión de unas cuantas embestidas y me hiciste venir con gran chorro que inundó mi sexo y bañó tu miembro que entraba y salía cogiéndome como si no hubiera un mañana.

-Aaaaaaaaahhhhhhhhhhh- gemí cuando mi orgasmo estalló y de inmediato empecé a sentir que mis piernas temblaron y por un momento me dio la impresión que se me doblarían

-¡Me corro! ¡Aaaaahhhhhh!- gritaste inmediatamente después de que yo exploté. Me diste las últimas embestidas y sacaste tu pene y vaciaste tu semen en mi espalda. Pude sentir lo caliente de tu leche mezclarse con el agua de la regadera que alcanzaba a salpicar en mi espalda.

-Aaaaahhhh qué rico papi- te dije jadeante y exhausta

-¡Qué rica estás mi amor!- me respondiste. Me ayudaste a incorporarme, me volteaste y de nuevo me besaste apasionadamente. Tu pene quedó atrapado entre tu vientre y el mío. Al sentirlo, mi mente me ordenó terminar de ordeñarlo; así que me separé y me incliné solo lo suficiente para alcanzar con mi boca tu apéndice que aún palpitaba al ritmo de la irrigación sanguínea que lo mantenía erecto. Lo tomé con mi mano derecha y lo metí en mi boca. Te lo mamé hasta asegurarme que no quedara rastro alguno de tu semen.

Fueron solo unos instantes y me incorporé para de nuevo buscar tu boca y fundirme en ella con otro beso apasionado.

Nos tomó un rato más el podernos bañar. Terminamos y procedimos a arreglarnos para salir a desayunar y a dar una vuelta como lo habíamos acordado.

Continuará…

Muchas gracias por leer mi relato; espero que les haya gustado. Cualquier comentario o sugerencia con gusto lo recibo en: elizgz0398@gmail.com.