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En el avión

En el avión

Volvía de París en el vuelo 2322 de Air France con destino a Río de Janeiro.

El pasaje era muy poco; calculé no más de 50 personas en una avión con capacidad para casi 300, lo cual me permitió acomodarme plenamente en una fila de la parte central.

Busque el fondo de la cabina, mientras los pocos que viajaban se ubicaron desde el medio hacia adelante.

Al momento de entregar el servicio de comidas, la azafata debía recorrer un largo trecho con los carros para llegar hasta donde estaba.

Fue por eso que se originó una conversación casi inmediatamente.

-Si quieres me voy hacia adelante- le dije amablemente -Por mi no te preocupes- respondió sonriendo y con un marcado acento portugués.

Era una mujer delgada, con el cabello muy negro recogido, como siempre lo llevan las azafatas, y de rasgos asiáticos.

Enseguida me enteré que había nacido en Bahía de padre chino y madre mulata.

Volvió a sonreír cuando le aseguré que era muy bella y casi se sonrojó cuando le dije que pocas veces en mi vida una mujer me excitaba como lo hacia ella.

Arriba de los tacones parecía muy alta, e incluso, esa posición elevaba su culo de manera sin igual.

La camisa blanca que usaba, muy holgada, no dejaba adivinar el tamaño del busto a primera vista.

Sólo después que la vi de perfil, estirando los brazos hacia arriba, para acomodar un bolso en un portapaquetes, me di cuenta que, a pesar de su flacura, tenía un buen par de tetas.

Luego de completar la cena me animé a preguntarle el nombre.

Tenía la sensación de que al haberle confesado que me excitaba, estaba ofendida.

Al parecer, el incidente le había pasado por alto y me dijo su nombre sin problemas: Valeska.

Casi dos horas después de haberse iniciado el vuelo, la mayoría del pasaje dormía.

La noche era realmente apacible y según el comandante, volaríamos con muy buen tiempo.

Luego de tomar el segundo café, levanté los apoya brazos y me dispuse a dormir en la cama improvisada de cuatro asientos.

Para estar más cómodo, desabroché el botón del jean, bajé el cierre y me tapé con una manta hasta la cintura.

Rápidamente me quedé dormido, pero una pequeña vibración me despertó.

En ese momento vi a Valeska que dormitaba en los asientos de la misma fila al otro lado del pasillo.

Me acomodé otra vez y volví a dormirme.

No sé cuánto tiempo pasó, pero me desperté soñando que Valeska me tocaba la verga.

Cuando abrí los ojos, en medio de la penumbra reinante en la cabina, vi que en realidad Valeska, me estaba acariciando con mucha dedicación.

-¿Qué pasa?- pregunté sobresaltado.

-Shhh!!!- dijo ella acariciándome muy suave- parece que soñabas y tuviste una erección. Me desperté, vi que la manta se movía y no pude contenerme.

Tienes un hermoso miembro, no muy grande pero bien duro.

Mientras decía eso, se acercaba y sin que me diera cuenta se lo puso en la boca. Comenzó a chupar muy despacio, primero la cabeza que estaba a punto de estallar y luego todo el tronco.

En la oscuridad no podía ver su rostro, pero sí oír su respiración agitada y el ruido de su lengua húmeda recorriendo la pija de cabo a rabo.

Había conseguido meter una mano dentro del pantalón y me apretaba los huevos.

Se ve que era muy experimentada en el arte de mamar, porque intuyó un segundo antes cuando iba a acabar.

Me apretó los huevos con decisión, empujando la pija hasta el fondo de su boca en el preciso instante en que soltaba la leche.

Sentí un suave dolor en los huevos y tres o cuatro espasmos incontrolables soltando el semen en su boca, que se tragó sin problemas.

Estaba exhausto. Trate de recordar si alguna vez me habían despertado de esa manera y no pude.

Aún no lograba entender si estaba soñando o si aquello era verdad.

Demasiado surrealista, pensé, pero Valeska estaba allí, sentada a mi lado tomándome la mano y dirigiéndola entre sus piernas, a través de la falda, hasta su conchita.

No tenía bombacha, y la zona estaba empapada.

Acaricié apenas el clítoris que estaba erguido e introduje dos dedos en su vagina.

Se echó hacia atrás y ofreció totalmente su concha.

Comencé a pajearla lentamente, primero con dos dedos y luego con tres.

Se dispuso a gozar en silencio.

No cabía la posibilidad de hacer el más mínimo ruido que pudiera alertar acerca de lo que ocurría en el fondo de la cabina.

Ella lo sabía, seguramente, porque aquella no era la primera vez que lo hacía.

En pocos minutos conté tres orgasmos.

Mi mano estaba literalmente empapada y cuando quise sacarla suponiendo que ya estaba satisfecha, me tomó del brazo y la dirigió nuevamente hacia la zona.

Todo su sexo estaba caliente, ardiente y húmedo.

La miel corría por sus piernas y por mi mano.

Realizó un pequeño giro quedando casi de espaldas a mí y colocó mi mano entre sus nalgas.

No lo dudé un segundo y busque su culito, que estaba caliente y dilatado.

Apenas apoyé dos dedos en él, ella hizo un movimiento hacia atrás incrustándoselos hasta donde se podía.

Con su mano izquierda buscó mi pija que ya estaba como para otro polvo.

-Ahora me voy a la cocina- dijo señalando el lugar donde se prepara el servicio- y luego vienes tu.

Se incorporó y con paso gatuno se perdió detrás de la cortina.

Cuando me levanté, el único ruido que se oía era el de los aireadotes de techo.

El pasaje dormía en su totalidad y el avión parecía detenido sobre una nube.

El lugar era pequeño, más pequeño aún, cuando corrí totalmente la cortina.

Debo reconocer que la situación era por demás estresante.

Por un lado ardía de ganas de cogerme a Valeska y por otro, de solo pensar que podía aparecer alguien imprevistamente, quería regresar a mi asiento.

Valeska se agachó arqueando la cintura, levantó apenas la falda y me ofreció el culito haciendo un pequeño movimiento.

La poca luz apenas me permitía ver. Abrí las nalgas, apoyé la cabeza en el ano y toda la pija se deslizó hacia adentro.

Valeska apenas gimió y vi que mordía una servilleta o algo así.

Sabía que el más mínimo ruido estropearía aquel momento.

Empecé lentamente un entra y saca y sentí que la pija aumentaba de tamaño, al tiempo que Valeska gozaba con el dolor que le producía.

Me di cuenta que acababa como una perra porque en un momento en que empujé hasta el fondo, a pesar de estar mordiendo al trapo se llevó su mano derecha a la boca para ahogar un grito que, de haber escapado, se hubiera oído hasta en la cabina de los pilotos.

Quise prolongar aquella cogida un buen rato, pero no pude contener durante mucho tiempo el orgasmo y sentí la leche correr, como un río, dentro de su culo mientras ella continuó unos segundos más retorciéndose de placer y dolor.

Mientras trataba de volver a la realidad, ya que estaba exhausto, sonó un timbre que le indicó que un pasajero requería su presencia.

Se bajó la pollera, se acomodó algo el cabello y salió en dirección hacia el medio de la cabina.

Me metí rápidamente en el baño y como pude me lavé y busqué quedar algo presentable.

Cuando salí, ella estaba allí, sirviendo un vaso de jugo de naranja.

Me miró y me besó con pasión.

-Estuviste muy bien- dijo, tocándome suavemente los genitales.

Al llegar a Río de Janeiro, cuando descendí del avión, Valeska daba las gracias a los viajeros en la escotilla delantera.

“Gracias por elegir Air France” rezaba la tarjeta que me dio y en la que estaba escrito su número de teléfono.

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