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Doce horas de lujuria

El viernes 16 de diciembre de este año, fue un día lleno de muchas sorpresas.

De tal manera, que trataré de relatarles lo sucedido. Por tanto, empezaré por detallarles de mi persona: soy un chamo de 23 años, mido 1.71m, trigueño, ojos café claros y cuerpo normal.

–No soy gordo ni seco. Más bien me mantengo- Con lo que respecta a mi pene es de unos 17 cm, bastante ancho y con una comba bien proporcionada, por lo tanto, no tengo ninguna cohibición con él, ya que hasta fotos de mi tranca me he sacado. Me declaro adicto al sexo. Sé que soy un alto caliente, que me fascina estar en situaciones excitantes y eróticas. Y finalmente me enloquece el sexo virtual y sobre todo los relatos eróticos y por tal motivo, quiero compartir está experiencias con ustedes.

Eran pasadas las 4:30 pm. Me encontré con Jennifer a la salida de mi colonia. Ya antes habíamos hablado por teléfono. Ella vestía una minifalda negra que le tallaba una cola impresionante, con una blusa negra y un pequeño chaleco blanco. Me quede muy sorprendido al verle las piernas, –Ella es una amiga mía de 17 años que casi siempre viste de informal: un jeans y una blusa desteñida- hoy fue todo lo contrario, venía luciendo las piernas, que las tiene bien definidas ya que es una persona que esta en clases de ballet. La verdad, que hoy me di cuenta que tan buena está mi querida amiguita.

No fueron muchas las palabras las que nos dijimos. Pero ambos captamos que estábamos deseosos de follarnos. Ambos nos conocemos bien, aunque nunca nos habíamos cogido sabíamos cuanto le encantaba el sexo tanto a uno como al otro. No había pasado ni media hora de habernos visto cuando nos fuimos a la casa de mi hermano. Está casa pasa sola casi todo el día. ¡Y hoy fue un día de esos!

Apenas logre tirar la puerta de la casa para que quedara cerrado, cuando sentí a Jennifer besándome todo el cuello. Fue un solo instante para reaccionar: la agarre con mis dos manos, le di vuelta y empecé a besarle todo el cuello, mientras mis manos jugaban por encima del chaleco con sus senos. De esta forma, con besos por el cuello, la boca, las orejas y uno que otros roces nos dirigimos al cuarto.

Al llegar a la cama, ella ya había tirado el chaleco al suelo y yo le estaba bajando la cremallera de la blusa.

No sé en que momento fue, pero mi linda amiga, ya me había quitado la camisa y empezaba a morder mis pezones. Mientras tanto, de forma desesperada, luchaba con el broche del brasier.

Jennifer quedó de bajo de mi, le estire los brazos lo más que pude, y le dije que se agarrara de la cabecera de la cama.

Se quedó a mi disposición, y como un animal en brama, empecé a pasar mi cara por todo su cuerpo: respiraba sobre su cuello, le besaba la oreja y deslicé mi lengua desde la nuca hasta uno de sus senos; cuando llegué a su pezón cafecito, color madera oscura, se lo mamé y mordí un poco.

Luego, baje de forma muy lenta, con mordiscos y besos, hasta llegar a la falda. Le dije que levantara las piernas y le baje por completo la falda.

Andaba una braguita negra. No aguanté más y dirigí mi mano hacia su selva.

Sentí que su delicada piel se erizaba, tenía completamente rasurada la parte de encima, solo se había dejado un pequeño camuflaje en su vagina. Sentí cuanto había mojado, un húmedo calor empapó mi mano.

Esto me puso a mil. No aguante más, me puse de pie, me quite los zapatos, desabroché mi jeans y me bajé el boxer.

Estaba completamente erecto. Excitado.

Con unas enormes ganas de cogerla. Me puse encima de ella: subí una pierna de ella a mi hombre y la otra se la abrí lo más que pude. La penetre completamente.

Ella gimió un poco, ya que no le había tocado la vagina, de seguro, que no estaba muy dilatada. Luego, empecé con el mete y saca. ¡Que delicioso canal del amor! No fueron ni unos 8 minutos en lo que los dos explotamos en el placer de un orgasmo. Nos quedamos un tiempo más así. Yo con medio temple –pues ya me había venido-, y compartimos un tradicional 69.

Qué placer de los dioses, sólo una buena botella de vino nos faltaba… cuando empezamos los dos con un delirio de quejidos y gemidos. Sin embargo, esta vez yo no acabe y quedamos a medias en el consumo del acto.

Ese mismo día decidimos salir por la noche. Ya que ella andaba de falda, no tuvo necesidad de cambiarse, sin embargo, a mí si me tocó ponerme otra ropa. Así que de la casa de mi hermano nos dirigimos a mi casa.

Al llegar, mis padres iban de salida. Tenían una boda esa noche. Ya eran como las 7:30 pm, cuando ellos se fueron. Y de forma irónica nos dejaron solos en la casa.

Fue mi diablura y mi calentura la que me hizo pensar que cogeríamos de nuevo. Entramos a mi cuarto, es una habitación oscura, bastante acogedora, pero Jennifer me dijo que no encendiera la luz. Me molestó un poco, ya que no entendí por qué la pena si acabábamos de estar juntos. Luego lo entendí muy bien: es más erótico no ver al otro. Sólo sentir su cintura y jugar con su cuerpo en la oscuridad es una excitante experiencia.

De tal forma, que empezamos de nuevo, salvo que está vez no anduve de delicado ni de cariñoso. Es decir, mis embestidas fueron más fuertes, dejando que ella la sintiera por completo y que gimiera de placer, hoy sentí, de forma exquisita, como entraba y salía mi tranca de su vagina. Tanto así, que ella se corrió dos veces y yo no logre terminar. Me quitó de encima y dijo que ya no aguantaba, que le dejara de coger por que estaba extasiada.

¡Puta, qué cólera!, me dejo de nuevo a medias. Sin embargo, no le reproche nada. Al ratito decidimos bañarnos: Hoy si logre contemplar su cuerpo, observe detalladamente su silueta: unos pies chiquitos y delicados, que forman el principio de sus firmes piernas.

Posee un trasero bastante proporcionado, una linda cola… que se resalta con su cintura. Y sus senos son pequeños, pero bastante firmes y adecuados para su cuerpo. Nos acariciamos, nos enjabonamos y nos duchamos…

Cuando me cambie, quede tranquilo, complacido, con una sonrisa de estúpido que se dibujaba de oreja a oreja. Más tarde salimos con unos amigos, fuimos a tomarnos un par de cervezas. Bebimos, reímos y compartimos. Yo estaba que me caía del sueño, cuando Jennifer me susurro al oído: “Si quieres me quedo la noche en tu casa”. Ni dos veces tuvo que decirlo cuando ya estaba despierto de nuevo. Le pregunte como haría con su mamá y dijo que le llamaría más tarde al celular.

Se me metió de nuevo el diablo, otra vez me calenté enseguida. Así que como a las 11:30 pm, ya estábamos en mi casa. ¡Eso sí!, ella entró de escondidas de mis padres, ya que no me dejarían meter mujer alguna a mi casa a esa hora.

Como pudimos llegamos al cuarto. Encendí la débil luz que brinda un ventilador de mesa. Me desvestí enseguida. Ella hizo lo mismo. Apague la luz y nos acostamos en la cama.

Sin pensarlo me dirigí a su vagina, le abrí las piernas y empecé a pasar mi lengua de arriba hacia abajo, de derecha izquierda, arriba-derecha, de mil maneras… mientras tanto, ella movía su cuerpo como símbolo de que le agradaba todo lo que le hacía. Empecé a tocarla con mis dedos.

Estaba mojadísima. Los labios de su vagina ya estaban abiertos. Pero no le introduje nada. Sólo empecé con mi dedo a presionarle el clítoris , mientras mi lengua seguía con su trabajo.

Ella se corrió de una forma intensa, se movió como que estuviera reventando de placer y yo lujurioso disfrute de toda su miel. Luego le dije que se pusiera de lado, y empecé a bombearla como loco… hasta, como siempre, me dijo que no aguantaba más, que no podía seguir cogiendo, estaba completamente sensible.

-¡Puta, mierda!, otra vez a medias – dije entre dientes.

-Eres un gran caliente – me dijo ella.

-Te molesta eso – le conteste.

– Solo te gusta estar cogiendo

– Me gusta estar dentro de ti, sentirte completa.

Unos cuantos comentarios más en ese sentido se dieron. Cuando sentí que Jennifer me estaba acariciando el pene. Yo estaba medio templado, no tubo ella que hacer un gran esfuerzo para que se me parara del todo.

Me revolqué de la excitación, estaba que explotaba cuando le pedí que se pusiera encima de mí.

Yo abajo y ella dándome la espalda. ¡Qué cogida nos dimos!, fueron unas tres posiciones mas, ella de torito, fuera de la cama, de la forma que sea…

Yo acabe dos veces, ella se gozo con mi leche; Jennifer perdió la cuenta de las veces que se corrió y hoy, aunque se viniera no la dejaría de follar, hasta que sonó la alarme del reloj indicando que eran las 5 a.m. y era hora de irnos de la casa para que mis padres no se dieran cuenta de lo ocurrido.

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