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Cronica de una aventura anunciada

Cronica de una aventura anunciada

Esta historia fue gestándose poco a poco. Paso a paso, como deben ser las buenas y lúdicas aventuras.

Entre nosotros siempre hubo buena química. Nunca existieron temas prohibidos en nuestras charlas. La transparencia de nuestros deseos y pensamientos era absoluta.

Fue a raíz de contarle mi aventura, la primera y única en mi vida de casado. La encajó con deportividad. Hacía tanto tiempo de aquello… Le molestó que hubiese tardado tanto en compartirla. No obstante, no disminuyó nuestra buena relación, a pesar del hecho.

Cuando se lleva tanto tiempo juntos sin que haya pasado nada extraordinario, empieza a aparecer una especie de apatía que extiende sus tentáculos por todas las potencias del ser humano. En nuestro caso decidimos poner remedio, antes de que fuese mayor el deterioro. -He leído, en alguna ocasión, de autor autorizado en asuntos psico-sexuales, que una aventura a tiempo, más o menos asumida por los dos miembros de la pareja, puede prevenir, e incluso salvar un matrimonio que, por el aburrimiento, podría estar en peligro de naufragio-. ¿Es este nuestro caso?, no me atrevo a afirmarlo. La verdad es que seguimos gozando de total lozanía interior y exterior. Al contrario de lo que pudo suceder, nuestra relación sexual mejoró enormemente desde entonces.

Era compañero de trabajo, separado y algo mayor. Al trabajar juntos fue creciendo la confianza, y una incipiente intimidad. El era muy ardiente. Ella muy tranquila y, sobre todo, poco dada a mostrar sus sentimientos íntimos ante los demás. Salían juntos al descanso, soliendo almorzar en los mismos restaurantes. Ocasionalmente le trasladaba en su coche del trabajo a casa. En sus ratos de soledad hablaban de todo. En alguna ocasión, según ella, pudo observar, que él no disimulada un deseo contenido de profundizar en la amistad primero, con intención de ir a más, posteriormente. Incluso, cuando la llevaba en el coche, su cuerpo acusaba su presencia, especialmente en la zona genital, cuya presión era tan patente, que ni un ciego dejaría de percibirlo. Era más bien tímido, a pesar de las apariencias. Jamás se extralimitó más allá de lo que ella permitía, que era nada.

A veces, se le escapaba frases con cierto contenido afectivo, que inmediatamente, corregía. Creo que temía, que cortase de raíz la relación, si se pasaba de los límites implícitamente establecidos.

En uno de los viajes a casa, le observó tan acalorado que, le preguntó si solía desahogar su deseo sexual y con quien. Fue tan sorpresiva la pregunta, que, la respuesta se materializó en una enorme erección imposible de disimular. Su rostro cambió varias veces de color, tal era la vergüenza que le embargó. Ella continuó con una cierta frialdad: perdona si he sido indiscreta, le comentó. Al contrario; en algún momento tenía que salir a relucir, contestó él. Sí, me pones muy caliente, me es imposible evitarlo. Tu presencia para mi, es una delicia y un tormento. No dejes de estar conmigo por esta anécdota. Por supuesto que no, dijo ella; estoy casada y se lo que pasa en los hombres cuando se excitan. Así fue como se deshizo el poco hielo que aún había en su relación. En adelante, ambos se contaron algunas intimidades. Como solía masturbarse acordándose de ella…; que no era capaz de tener relaciones sexuales con otras mujeres, desde el momento que iniciaron una relación más profunda etc. Ella, en el fondo, se sentía bien, lo interpretaba como una especie de piropo, le halagaba enormemente saber que le ponía a cien, aunque no pasaran de ahí. Sin embargo sucedió.

Por cuestiones laborales, tuve que hacer un viaje de tres días al extranjero. Coincidió con un fin de semana. Fue el verano pasado. Tenemos una casita en otra provincia como segunda vivienda. Tiene un jardín muy reservado al que no es posible acceder ni ver su interior desde ningún sitio. (Bueno ni que decir tiene que yo conocía esta amistad de mi compañera. Es más, le conozco y sabía la relación que estaba surgiendo entre ellos. Sin embargo, jamás la censuré. Al contrario soy muy respetuoso con su libertad y decisiones).

Aprovechando mi ausencia, decidieron ir al pueblo y como ella no conduce, le propuso a él que la llevara. No lo dudó ni un segundo, varias horas al lado de la mujer que tanto le atraía era como un sueño erótico. Durante el viaje hablaron de todo y, como era de suponer, de temas sexuales. De cómo lo tenía ella, del tamaño de su pene en erección, de la cantidad de leche que eyaculaba en cada corrida, sobre todo si se masturbaba recordándola… Según me contó, en algún momento le puso una mano encima de su pierna y ella le correspondió rozando con la suya, como sin querer, por encima de sus genitales. Una charla, como para ir preparando un paso más en la escalada.

Ya en la casa, hacia tanto calor, que decidieron salir a tomar el sol al jardín. Tenemos unas esterillas para estas ocasiones. Ella se puso en topless. El en bañador. Ella se tumbó boca abajo y le pidió que le diese crema en la espalda. No tuvo que repetirlo. Inmediatamente se puso a darle con tanto suavidad y relajación que fue creando en ella un estado enervante. Se dejó hacer. Lo cierto es que no se pasó ni un milímetro. No obstante en algún momento debió de tocarle uno de los pechos, al dar crema por los brazos, ella ni se inmutó. El siguió mas atrevido y volvió a tocarle el pecho, aunque con más decisión. Notó que ella lo aceptaba bien e incluso percibió una respiración algo entrecortada. El estaba ya muy excitado. Su pene, bastante grande, estaba tan prominente que rozaba su espalda insistentemente al dar la crema. Ambos estaban sobreexcitados, ya no lo podían disimular. Siguió dándole crema por delante, los muslos, -el tanga era tan reducido que se le salían los pelos del coño-, lo cual le excitó más aún. Siguió adelante y se atrevió a introducir sus dedos entre los labios de sus genitales, estaba tan húmeda que la señal era inequívoca, se llevó los dedos a la boca y los chupó delante de ella. El jadeo de ambos era ya incontenible. Sin que él se percatase, le sacó la polla del bañador y empezó a masturbarle e inmediatamente se la llevó a la boca y le hizo una mamada que no olvidará jamás. Se corrió en su boca con tal presión, que fue inevitable tragarse la leche, -nunca lo hizo conmigo, no le gusta el sabor del esperma-. En esa ocasión se la tragó prácticamente toda, según me contó. A partir de ese momento follaron como cosacos sin parar hasta quedar exhaustos. Fue un festín de sexo y placer… Ella tuvo varios orgasmos, fue como nunca había soñado.

Así discurrió su primera aventura. Posteriormente ha debido tener algún que otro escarceo, aunque sin muchas profundidades. Creo que actualmente se ven poco debido, a que en una ocasión le llamó por teléfono y le dijo muy excitado que la quería. No quiso seguir con la historia, porque, a quien realmente quiere es a mi. Soy permisivo y tolerante y el otro es bastante celoso y exclusivista. Ella no está dispuesta a sacrificar su libertad e independencia. Sabe que, conmigo, puede disfrutar de la vida. Con aquel existían dudas razonables.

Me lo contó mientras hacíamos el amor. Conforme narraba los hechos, me excité más y más. Era como si tuviese un volcán entre las piernas. Nunca hicimos el amor más intensa y placenteramente. Creo que nos unió mucho más. Sostengo la teoría de que a los hombres nos gusta que nuestras mujeres sean deseadas por otros hombres, ello nos excita, por aquella ancestral huella de gozar de lo que otros no pueden.

Somos una pareja estable y disfrutamos bastante bien, aunque no descartamos tener alguna que otra relación extramatrimonial para contárnosla, por supuesto.

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