Consultora sexual

Cumplidos los treinta, decidí sentar cabeza.

Me dedico a lo que más me gusta y mejor hago, consejera sexual.

Es increíble la cantidad de gente con problemas en ese rubro.

No tengo título habilitante pero sí una gran experiencia adquirida desde que, a los quince años, perdí la virtud.

El negocio anda bien.

La mayoría de los clientes son mujeres. Los tipos, casi siempre, vienen con otras intenciones y sólo atiendo a los que me gustan.

Ese día, hace casi un año, era de los tranquilos.

Aburrida iba a salir a dar un paseo cuando sonó el timbre.

Era una mujer cuarentona de aspecto común que mejoraría bastante si se preocupara por el.

— ¿Licenciada Gamba? Soy la señorita Peláez.

— Mucho gusto.

En el consultorio le ofrecí un cigarrillo y le pregunté que problema tenía.

— Mi sobrino…lo criamos mi madre y yo. Sus padres tuvieron un accidente cuando era un bebe. Ahora tiene 22 años, es normal en todo, pero no tiene relaciones femeninas.

— Será muy discreto.

— Lo pensé, pero no. Sale conmigo, no lo llaman chicas y no tiene el teléfono de ninguna compañera de estudios en su agenda.

Lo peor era que cuando se le acercaba una mujer, buscaba la excusa para alejarse. Ella temía que fuera homosexual.

— Necesito verlo, estar a solas con él para hacer el diagnóstico.

— No va a querer venir, ¿cómo podemos hacer?

Convinimos en que esa noche iría a su casa fingiendo ser una vieja amiga, reencontrada casualmente.

El abre la puerta. El pibe es un despelote, tímidamente le da la mano y la hace pasar.

Homo no es, ellos no me miran así. Estar a solas con el fue totalmente imposible, donde iba la tía, él iba detrás de ella.

Terminan de cenar.

— Bueno, me retiro así ustedes pueden tranquilas. Señorita Gamba, fue un gusto conocerla.

La mujer estaba descorazonada. Yo también. era la primera vez que no conseguía seducir a un tipo con mi sola presencia física.

— No se preocupe, ¿Ud. a que hora se va al trabajo?

— A las ocho.

Al día siguiente a las ocho y cuarto toqué el timbre. Pregunté por la tía.

— Se fue a trabajar y no vuelve hasta las siete.

— ¿Puedo pasar y charlamos un poco?

— No… no puedo… tengo que salir al mediodía.

— Hay tiempo, falta mucho.

Gamba empuja la puerta y entra. Cuando se va a sentar en un sillón ve que hay una cámara fotográfica.

Eureka. Aficionado a la fotografía. Conviví con uno, son monotemáticos y creen que el mundo gira alrededor de un objetivo. Ya sabía que tenía que decir y hacer para vencer totalmente su resistencia.

— ¿Hacés fotografía?

— Sí.

— Me encanta la fotografía.

— ¿En serio? ¿Queres ver lo que hago?

Pronunciado el ‘abrete sésamo’ todo cambió. Al rato estábamos hablando hasta por los codos

Le muestra el equipo, el laboratorio, fotos y un pequeño estudio.

Distendido el clima era el momento de actuar. Debía levar la conversación al tema sexual. Como al descuido dije…

— ¿Sabés cual es el sueño de mi vida? Tener un retrato desnuda.

— ¿En serio?

— Si, pero me da vergüenza posar ante un desconocido ¿vos no me lo harías?

— Nunca hice desnudos.

— Lo harías muy bien, tenes buena técnica y sabes trabajar la luz muy sutilmente.

Trataba de alabarle el ego y llevarlo al terreno que me convenía.

— Podemos intentarlo, ¿Qué te parece?

En el estudio mientras el prepara el equipo, ella se va desnudando. Listos ambos comienzan a trabajar.

Trabajaba con seguridad profesional, me veía como un objeto y no parecía perturbado por mi desnudez. Luego de tres o cuatro tomas comencé a actuar.

Comienza a bailar y a hacer poses provocativas acariciándose las tetas y el sexo.

Noté que iba perdiendo aplomo. La erección de la pija se le hacía indisimulable.

— Tengo que ir a buscar película.

Sale rápidamente. Ella cuenta hasta diez y lo sigue. Esta en el baño, pajeandosé. Cuando la ve se detiene sorprendido.

— Disculpame, no se lo que me pasó.

— La culpa fué mía -dije.

Comienza a besarlo suavemente mientras continua haciéndole la paja. En un momento intenta que la penetre.

— No… no….

Seguí acariciándolo, intenté que hiciera lo mismo conmigo. Guié su mano pero no supo que hacer, me dediqué a él, después de pajearlo un rato, me puse la verga en la boca y comencé una suave mamada a la que le fuí acrecentando el ritmo hasta que lo hice acabar, nunca había visto a un tipo acabar en esa forma y en esa cantidad. Volvió a pedirme disculpas.»

— No sos el primero y espero que no seas el último que se hace una paja por mí. ¿Por qué no quisiste metermela?

— Me dá miedo.

Me contó que de chico chico la abuela lo asustaba y amenazaba con castigos, pestes y fuegos eternos si caía en la tentación de la carne. Tal era el miedo y la culpa que nunca intentó cogerse a una mujer. En sus calenturas recurría a la bolsa de hielo y cuando la cosa era desesperante, a la paja.

— Entonces me siento halagada.

— ¿Porqué?

— Por que no elegiste la bolsa de hielo.

Hablamos mucho, con paciencia logré calmar su temor.

Dado el primer paso, intentó ponerse al día, lo consiguió con gran placer de mi parte, en todo sentido, tanto profesional como personal.

Nos echamos unos soberanos polvos, disfrute de una verga realmente grande y hermosa, como hacía tiempo no veía una, el gozó como loco y tenía buenas noticias para la tía.

Al llegar ella se extrañó al encontrame allì.»

— Y… ¿consiguió algo?

— Bastante. Es totalmente normal. Sólo un trauma infantil de fácil superación. Lo controlaré hasta que esté totalmente recuperado, si es necesario, 2 o 3 veces por semana.

— ¿Me va ha costar mucho el tratamiento?

— Quedesé tranquila, sólo la consulta. Los controles son sin cargo, corren por cuenta de la empresa.

El tratamiento se extendió hasta el día de hoy en sesiones de 3 o cuatro polvos, los avances son sorprendentes, el otro día me hizo el culo y le encantó (a mi también les aclaro). Creo que durará bastante tiempo. Aunque sinceramente, ya perdí interés en el aspecto científico del caso, sólo me guía la tremenda calentura que me produce este muchacho.

Ayer estuvo la Sta. Peláez

— Estoy maravillada, mi sobrino es otra persona… Dígame Licenciada, ¿no tiene algún colega para recomendarme?

Le dí la tarjeta de un amigo al que bautice Dr. Aslan, por los buenos resultados que consigue con las veteranas, poronga de 25 cm mediante.