Capítulo 1

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  • Mi ginecóloga I

Soy una chica de 25 años y 1,61 de estatura, pelo largo y algo rizado de color azabache al igual que mis grandes ojos, no tengo mucho pecho pero si una cinturita muy femenina y 90 centímetros de culito, lo que hace que muchos hombres se den la vuelta para mirármelo, soy delgadita y muy coqueta, me gusta siempre estar atractiva e incluso llamativa no pocas veces.

Tengo novio formal con el que estoy muy a gusto, solemos fantasear sin tapujos y no en pocas ocasiones charlamos sobre la posibilidad de formar tríos con otra mujer u otro hombre, concretamente a mi me atrae mucho la idea de ser acariciada por alguna de mi mismo sexo, incluso a veces durante las relaciones con mi novio cierro los ojos e imagino que es otra mujer la que usa su lengua o sus manos para tocarme.

A mi novio no sólo no le importa, sino que disfruta de ello, es muy liberal y nada celoso y yo soy parecida.

Una mañana de hace apenas dos meses, tenía hora para una visita rutinaria con una ginecóloga a la que sólo había ido dos veces anteriormente.

Hacía poquito tiempo que había cambiado a mi anterior ginecóloga por ésta, más joven, porque una buena amiga me la había recomendado con buen motivo, ya que era mejor el trato, más agradable y discreto. Siempre he preferido ginecólogos mujeres en vez de hombres por una simple cuestión de sentirme cómoda.

Mi nueva ginecóloga es una chica de treinta y pocos años, de corta melena rubita oscura, ojitos marrones y bastante alta, 1,70 más o menos, tiene una boquita con el labio superior en forma de corazón que me recuerda los labios de mi novio, es delgada aunque menos que yo y más pechugona; en la consulta suele llevar el pelo recogido en una coletita y gafas que le dan un aire de secretaria morbosa.

Tiene una voz suave y susurrante que te da confianza y siempre gasta una amable sonrisa en la cara, lo que hace que te relajes en su presencia, una mujer que da la apariencia de que podría ser una excelente amiga.

Como las otras dos veces me saludó sonriente y tras decirle yo que sólo era una visita rutinaria me dijo que me desvistiera en una pequeña salita contigua y me pusiera una de las batitas blancas reservadas para las “clientes”.

Como después de la visita había quedado con mi novio me había vestido bastante provocativa y llevaba unas medias hasta casi el final del muslo, le pregunté si hacía falta que me las quitara, para lo cual se las enseñé subiéndome la falda hasta que pudiera ella ver las medias, me miró durante largos segundos y sin quitar sus ojos de mi muslo me dijo:

– No hará falta Selene – me llamó por mi nombre, algo que era habitual en ella para dar confianza en las consultas.

Mientras me desvestía con la puerta del cuartito abierta, ya que me da igual que otra mujer me vea desnuda, me dijo que mis medias eran muy bonitas, que quería comprarse unas parecidas. Le comenté dónde las había comprado yo y su precio y empezamos a hablar de lencería.

Salí ya ataviada sólo con la batita y las medias color verde oscuro que hacía juego con el resto de mi lencería, que ya no llevaba puesta, claro.

La doctora me volvió a mirar de arriba a abajo terminado ese repaso visual a todo mi cuerpo con una sonrisa mirándome a los ojos, yo le contesté con otra sonrisa aunque no pude evitar ruborizarme y acabar desviando la mirada.

Es algo que me pasa a menudo cuando noto que una mujer se fija en mí, pero sólo si a esa mujer la considero atractiva y digna de ocupar mis pensamientos cuando fantaseo con mi chico, como en este caso ocurría.

Me tumbé en la camilla levanté mis piernas y las separé adecuadamente, me sentía turbada, porque cuando me excito se me nota enseguida y no quería que ella se diera cuenta de que esa mirada felina que me había echado había provocado cierto calor dentro de mi que me hacía pensar en otras cosas para intentar rebajarlo. Ella se acercó a un cajón para sacar unos guantes de plástico, mientras me comentaba que adoraba ponerse lencería sexy pero que a la consulta no la llevaba porque tampoco le era cómodo, yo le comenté que no solía ponerme tan sexy, pero que ese día mi novio y yo teníamos planeado que fuera un día especial y que por eso llevaba ese conjunto que además estrenaba ese mismo día.

– ¿Ah, estás de estreno?, pues si todo es del mismo color es precioso el conjunto – aquel comentario me sonó a un intento de su parte de que hubiera complicidad entre ambas, algo que ella siempre hacía para que la consulta fuera bien y su paciente estuviera relajada, algo que a mi me gustaba, solía hablar mientras te exploraba, pero el comentario siguiente ya me pareció peligrosamente excitante:

– Seguro que estás preciosa con ello y que tu novio no podrá resistirse.

No supe que decir, pero ella semi-metiendo una mano por dentro de mis medias me preguntó si la cara interior del final de mis medias eran adherentes como suelen serlo algunas de estas medias, le contesté que si, y ella comentó que eran preciosas y que me quedaban muy sexys.

Luego me preguntó si me importaba que usara un líquido especial para la exploración, algo inocuo pero que facilitaba la introducción en mi vagina, a mi me pareció inusual pero le dije que sí.

Cogió un tubito de una sustancia indeterminada para mi y empezó a extenderlo con una lentitud exagerada por toda la zona externa de mi sexo, yo no entendía porque tenía que lubricar los labios de mi vagina y sobre todo no entendía porque lo hacía con aquella deliciosa suavidad, levanté la cabeza para fijarme bien y usaba ambas manos, parecía deleitarse y sus ojos iban de mi coñito a mis piernas, mis muslos, las medias. Iba acariciándome en círculos cada vez más amplios.

-Tranquila Selene – pensaba yo – controla la respiración y no pasará nada – soy muy sensible, como toda mujer, si me tocan sabiamente esa zona, y me daba miedo excitarme y gemir, algo que no se evitar si disfruto, y su forma de tocarme era mejor y más sensual de lo que ningún hombre había hecho nunca conmigo. Noté como me había embadurnado enterita, y un calor interior que hacía que empezara a sentirme mojada por mis propios flujos y no sólo por aquella sustancia, además sentía como mi clítoris se endurecía, igual que mis pezones, y la vergüenza que me invadía al pensar que ella pudiera darse cuenta hacía más excitante y morbosa la situación. Me mordí mi labio inferior. no percibí que ella me vio y me preguntó:

– ¿Estás bien Selene? ¿Ocurre algo? – Me ruboricé como una colegiala.

– No no, estoy bien – fue lo único que supe decir presa de la excitación y la timidez.

– Quizás te molesta el guante de goma, ay muchas mujeres a las que les pasa y prefieren que lo haga con las manos desnudas. ¿Qué prefieres tú, Selene? – me preguntó, y claro yo no supe que decirle.

Se quitó un guante, dejando la otra mano vestida aún en goma y me acarició toda mi zona genital primero con la mano desnuda y luego con la mano enfundada en el guante, mirándome con un puntito de picardía o eso me pareció a mi, me volvió a preguntar:

– ¿Qué prefieres, Selene?¿Te molesta la goma?.

Al acariciarme había posado sin disimulo pero con suavidad cada una de las palmas de sus manos y las había movido en un amplio y lento círculo haciendo que mis labios vaginales se desplazaran con su manita y dos yemas de sus dedos atraparon ambas veces mi clítoris ya descaradamente erecto lo que hizo que yo no pudiera impedir abrir mi boca para inspirar una bocanada de aire, algo de lo que ella se percibió de sobra:

– ¿Todo bien? – volvió a preguntar.

Esos pensamientos de estar a su disposición, lejos de tranquilizarme avivaron mi líbido y noté que mi sexo empezaba a lubricar mucho más de lo que es normal en una visita rutinaria a tu ginecóloga.

– Bueno me quito los guantes mejor. ¿De acuerdo? – prosiguió ella con naturalidad.

– Quizás seas alérgica a la goma de los guantes y no lo sepas, ya me ha pasado, así que por precaución, lo haremos al natural, ¿Te parece?.

Dije que sí con la cabeza y me recosté del todo esperando que la vergonzosa situación terminara por si misma, que aquello pasara cuanto antes, todavía quedaba lo peor (¿peor o …mejor?) que la exploración vaginal, sentirla dentro de mi, recordaba cuántas veces había jugado con mi novio a que él era mi ginecólogo y usaba sus dedos para excitarme.

Ufff, me he puesto tan cachonda recordándolo que ahora mismito necesito aliviarme chic@s, así que acabaré de contároslo en otro relatito, así también se hace más fácil leerlo.

Mi ginecóloga I.