Capítulo 14
- Pisa el acelerador I
- Pisa el acelerador II
- Pisa el acelerador III
- Pisa el acelerador IV
- Pisa el acelerador V
- Pisa el acelerador VI
- Pisa el acelerador VII
- Pisa el acelerador VIII
- Pisa el acelerador IX
- Pisa el acelerador X
- Pisa el acelerador XI
- Pisa el acelerador XII
- Pisa el acelerador XV
- Pisa el acelerador XVI
- Pisa el acelerador XVII
- Pisa el acelerador XVIII
Pisa el acelerador XVI
Amanece y me despierto, mi reloj biológico sigue su ritmo. Tal vez sea lo único de mi vida que no vaya acelerado.
Aún es pronto para iniciar mi actividad, acostumbro a levantarme siempre a la misma hora y dudo si leer un poco, pero no estoy de humor, enciendo la radio.
Pienso en dedicarme un poco a analizar mi vida y la cantidad de hechos recientes de los que debiera arrepentirme.
Pero no lo hago, tal vez sea por los años que he estado dirigiendo equipos humanos y la vida financiera de empresas.
El caso es que no me cuesta nada manipular las vidas de los que me interesan. Cada día que pasa me noto más egoísta y menos escrupuloso.
He repetido con varios chavales el lap dancing del puticlub, siempre con similares resultados.
De hecho son ellos los que me lo piden, con indirectas sobre lo suertudo que es el que me acompaña.
Si son tíos deseables, es decir jóvenes (+ de 16), guapos (un toque canalla se agradece), delgados, fuertes (no es imprescindible, pero sí que sean chulos).
Si tienen un pie grande mejor (prometen tener buena polla y tal vez alguna pisada).
Siempre al final me quedo con el slip y la toalla (supuestamente para tirar) y no suelen decir nada (se llevan un slip de diseño de las más famosas marcas).
En una ocasión un chaval me lo pidió, me dijo que se lo había regalado la novia y que podía tener problemas.
Lo corté diciéndole que a su novia no le gustaría volver a ver ese slip si supiera como lo había ensuciado. No insistió.
En todos los casos (excepto los dos que le envié a «A») la ceremonia es similar, cojo la toalla (la suya, la mía no me interesa) y la huelo, mientras le doy un tímido besito.
Luego me la froto por el ano, sintiendo la leche en mi esfínter. Una suave caricia (soy muy estrecho y pese a haber estado cuatro días con K sólo me penetró una vez).
(Hasta ahora fue el único, aunque estoy organizando una sesión muy especial, como os comentaré más adelante).
Mientras noto la húmeda y fresca leche en mi ardiente ojete, beso y lamo el slip. Un escalofrió recorre mi cuerpo, mi excitación va en aumento y con el slip en mi mano derecha me masturbo hasta que mi leche se confunde con la del imberbe de turno.
Muchas veces los slips tienen un encanto escatológico añadido, su prolongado uso les confiere un olor animal que me atrae. No me gusta el scat (K me ¿forzó? a practicarlo), pero el olor del sudor testicular despierta en mí sed de orina y semen, además de hambre de polla y huevos.
Mis suministros de orina son abundantes, me encanta beberla mientras veo fotos o vídeos del fabricante (mis adorables deportistas).
De todas formas echo en falta una relación sexual completa (lo de completa tiene coña sí tenemos en cuenta mis múltiples gustos).
He preparado para este fin de semana una sesión muy especial, voy a interpretar una película porno (Hardcore, SM). He escrito el guión y escogido a los actores.
La idea me la dio un comentario de «A» (un ciber-amigo de Castilla), me decía que las películas porno no le excitaban, por no desarrollar los preliminares e ir al grano sin trama argumental.
El director y cámara será un amigo mío (me conoce hace 36 años). Ha alquilado una casa rural a 350 Km de mi ciudad y se ha traído a los actores desde más de 600 Km.
Los actores son un moro marroquí y un mulato caribeño, muy atractivos, los he visto en una película amateur, follándose a un jovencito y me masturbé pensando en ser violado por esas obscuras y gigantescas vergas.
Son altos y delgados con unos cuerpos fibrados, se les ha dicho que no podrán ver, ni tener la grabación porque van a interpretar escenas de un largometraje que en principio no se distribuirá en España.
Sus papeles no son difíciles, entran a robar en una casa y descubren al propietario, un tripudo cuarentón, se abalanzan sobre él, lo reducen y atan. Cogen las cosas de valor pero al marcharse el dueño les dice un insulto racista.
Vuelven hacia él y después de golpearle, y humillarle deciden violarlo. Se creía de una raza superior, pues comprobará que es un esclavo.
El cuarentón blanco notará muy excitado que pese al daño e humillaciones al que lo someten, su polla no para de crecer.
Se les ha dado instrucciones muy precisas sobre todas las escenas y se grabará lo más continuo posible. Habrá dos cámaras fijas y una móvil.
Les haré tomar en la bebida la medicación que garantiza una erección duradera, quiero que tengan sus bellos falos muy tiesos.
Espero disfrutar mucho durante la grabación y por supuesto mucho más visionándola durante mis habituales ejercicios digitales (con los dedos de la mano, lo que los italianos llaman cinco contra uno, el calvo.