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Mi peor pesadilla, después de Afganistán

Mi peor pesadilla, después de Afganistán

Bueno, esta es mi historia.

Me llamo Satélite. Soy moreno, tanto de piel, como de color de pelo, el cual es lacio y un poco largo. Mis ojos son azules, como el mar me dicen. Mi cara es ovalada, nariz chata, y labios carnosos, muy carnosos. Nací en Afganistán, pero mi madre es australiana y mi padre mexicano por lo que he heredado rasgos de los dos. Toda la vida estuve viviendo allí, en Gazni, una pequeña ciudad que se encontraba en el centro de Afganistán. Pero diversos problemas, entre ellos la escasez de alimentos y la guerra, me obligaron a marcharme hasta aquí. Mi familia nunca tuvo problemas de dinero, todos trabajábamos. Mis hermanos pequeños Adrián de once años y Acin de siete, normalmente se dedicaban a la recogida de fruta, en las épocas que había, ha desactivar minas para luego venderlas por grandes cantidades de dinero o a las tareas del hogar, junto a mi madre. El caso es, que nos marchamos, para no volver jamás. Aquí, nos compramos una casa a muy buen precio. Vivíamos muy felices, hasta ahora. Resulta que todo era mas caro de lo que pensábamos. El comercio en Gazni era mucho más barato, pero aquí, te cobran hasta por respirar. El resultado fue que se nos acabó el dinero. Absolutamente todo el dinero. Mis padres buscaban trabajo en cosas básicas, como cajera, barrendero, camarero…no tenían estudios, de pequeños no se los pudieron permitir. Mis hermanos también buscaban, pero todos les decían que tenían que ser mayores de edad, lo cual yo no entendía, si yo llevaba trabajando desde los 7 años y jamás nadie me dijo nada, pero claro, es otro país, otra cultura, otra forma de vida…

-Menudo chasco, no hay nada, nada- repitía mi padre constantemente.

Yo, por mi parte, hacía lo que podía. Salía a la calle a preguntar pero siempre obtenía la misma respuesta. No eres mayor de edad. Uff harto me tenían ya. Mientras estaba preguntando en una tienda de ropa, un hombre se me acercó sigilosamente por detrás, y me hizo señas para que lo acompañara. Al salir de la tienda, me dijo que nos alejáramos un poco, y así lo hicimos. Yo estaba un poco confundido, ¿quién era ese tío? ¿me iba a dar trabajo?.

-Bueno chico- me dijo. Yo te quería ofrecer un trabajo.

-¿De qué?

– Umm…haber como te lo digo. Es un trabajo especial, muy especial. No lo puede hacer cualquiera. Pero se gana mucho dinero.

-¿Mucho?

-Si muchacho.

-¿Cuánto?

-Jeje, que preguntón saliste- sonrió. Pues depende, para empezar serían unos 40 euros. Pero yo diría que cuanta mas experiencia tengas, mas dinero ganarás y estaría dispuesto a darte 100 euros. Claro que, en un mes, podrías recaudar hasta 1.000 euros. ¿Sabes? Es mucho dinero.

-Guau si, la verdad es que si. Con ese dinero podría sacar a mi familia adelante. – dije, mientras mis ojos se iluminaban y mis labios dibujaban una gran sonrisa.

– Y entonces, ¿cuál es el trabajo misterioso?- le pregunté mientras me reía.

– De chapero, ya sabes, prostituto.

-¿Acostarme con gente por dinero?- El brillo de mis ojos se apagó y mi gran sonrisa se esfumó.

-Si, jeje, no te asustes, no es tan fuerte como parece. Piensa en el dinero que ganarás, en como sacaras a tu familia adelante y en como ellos te lo agradecerán.

-Es que yo…no sé…no me gusta. Me voy- me di la vuelta, me dispuse a marcharme pero él me agarro del brazo y me dijo:

-Venga chico, anímate. No te pasara nada. Yo no permitiría que te hicieran daño. Pero recuerda que este es el único trabajo que se te presentará. Ganarás muchísimo dinero. Escúchame. Jamás ganarías esto de camarero, dependiente…jamás. Tampoco debes menospreciar este trabajo, es como uno cualquiera, no tiene nada de malo te lo aseguro. Fíate de mí.

Su gran discurso había concluido, y ahora me tocaba responder a mi.

-Bueno vale, lo haré, me has convencido. Pero si no me gusta, lo dejaré ¿vale?- sonreí fingidamente.

– Está bien, pero te gustará. Solo una cosa, no les comentes nada de esto a tus padres. Es un secreto entre tú y yo. Ya se alegrarán cuando su hijo les lleve ese dinero a casa, jeje. Bueno vete, mañana nos vemos aquí, a la misma hora, vienes a mi apartamento y te explico todo. A ver si mañana ya puedes empezar. Adiós niño, cuídate.

Me dio dos besos en la mejilla, un gran abrazo, y se fue. Yo me quedé un poco asombrado, estaba en las nubes pero pronto bajé a la tierra. De camino a casa, le estuve dando vueltas al tema. No paraba de repetirme…

-Tranquilo, está bien, no estás haciendo nada malo, ganarás dinero, mucho dinero…

El sol se ocultó y la luna y las estrellas invadieron el cielo. Ya era de noche.

Mientras cenábamos, me di cuenta de la falta de dinero. Las cenas ya no eran tan magníficas como al principio, incluso, estábamos empezando a pasar hambre. Durante la cena mi madre nos comentó que había vendido la cama de Adrián para conseguir un par de euros, y que Acin debía compartir cama con él.

Después de cenar, subí a mi habitación y me puse el pijama. Me tumbé en la cama y sin quererlo, me quedé dormido.

-¡Levántate, levántate!

Mi cama empezó a moverse y cuando con dificultad abrí los ojos, vi a mis hermanos saltando sobre ella.

-¿Qué hacéis?- les pregunté aturdido.

-¡Tienes que levantarte ya! Dice mamá que es muy tarde y que tienes que salir a buscar trabajo en vez de quedarte aquí haciendo el vago, jaja.

-¿A si? ¿Y vosotros que?

– Nosotros no podemos trabajar, no tenemos la edad.- contestaron mientras me sacaban la lengua.

– Amm…ya, y yo tampoco.

-Aiss da igual. Mamá dice que salgas y punto pelota.

-Bueno, vale, vale, ¡no me peguéis!- les dije mientras me tiraba encima de ellos y les hacia cosquillas.

A continuación, bajé a desayunar. Me vestí y salí a buscar trabajo. Ya tenía trabajo, pero como les iba a decir a mis padres que iba a hacer eso, no lo permitirían. A pesar de todo, seguí buscando por si se me presentara algo mejor. Busqué y busqué, pero nada.

Llegadas las cinco de la tarde, regresé a mi casa. Había quedado con aquel hombre del cual todavía no sabía su nombre, a las seis. Entré en mi habitación y abrí el armario.

-¿Qué ropa es la adecuada?- me pregunté.

Al final opté por un polo azul celeste, una sudadera negra, ya que hacía algo de frío y unos pantalones pitillo vaqueros con unas deportivas blancas.

Llegué al mismo lugar en el que nos vimos la última vez. Él, todavía no estaba allí. Pasaron cinco minutos y lo vi venir a lo lejos. Me hizo señas para que fuera hasta allí.

-Hola- le dije

-Hola niño, vamos a mi piso y hablamos. Sígueme.

Todo era tan misterioso como emocionante, y estaba empezando a gustarme. Yo casi me lo estaba tomando como un juego, un juego de niños. Cuando llegamos, sacó las llaves del bolsillo y abrió la puerta. Me dijo que pasara yo primero. Al entrar, lo que más me llamó la atención, fueron las grandes dimensiones del edificio.

-Guauu, que grande es tu casa.

-Jeje, ¿te gusta?

-¡Si, mucho!

Pasa, y te lo explico todo. Entramos en el salón. Me dijo que si estaba cansado podía sentarme en el sofá y a sí lo hice. Estaba nervioso, me sudaban las manos, pero a la vez, estaba emocionado.

-Bueno, si quieres puedes empezar ya hoy, como tú lo veas.

-¡Vale! Y ¿Cuánto me pagarás?- a mi solo me interesaba el dinero.

-Pues mira, el cliente que te he conseguido está dispuesto a pagarte 50 euros. Está muy bien ¿no crees?

-Sí

-Entonces… ¿lo llamo y te vas con él?

-Vale

Cogió el teléfono y marcó un número. Llegaron a un acuerdo del cual casi yo no escuché nada. En 15 minutos estaría aquí. Sonó la puerta y el hombre se dispuso a abrir.

-Pasa, pasa- decía

Frente a mi se planto un hombre, bueno, casi un anciano diría yo. Era muy alto en comparación conmigo. Estaba un poco gordo. Tenía le pelo negro con unas canas discretas. La cara le brillaba, estaba sudando a borbotones. Se acercó a mi, y con un tono amable me dijo:

-Hola, ¿cómo estás, lindo?

-Ehh…bien,bien.

-Me alegro. Vamos a mi casa.

-¡Vale!

Me despedí del hombre del cuál ya sabía su nombre, Javier. Caminamos unos diez minutos hasta que llegamos a una casa. No era tan grande como la de Javier, pero aun así era preciosa. Tenía un pequeño jardín con muchas flores y un gran camino de piedras de colores que llegaban hasta la entrada. Me dijo que subiera a la habitación que se encontraba en el segundo pasillo a la derecha. En ella, me dijo que me quitara la ropa. Por un momento dudé, pero acabé accediendo. Me quedé en calzoncillos. Por un momento temí que me dijera que me los quitara pero no lo hizo. Él por su parte se quitó la camisa y se sentó en una silla. Yo estaba de pie, enfrente de él, sin saber que hacer.

-Baila.

-¿Qué?

-Baila para mi.

-Pero yo…esto…¿quieres que baile?

-Si lindo, mueve ese cuerpo hermoso que tienes.

-Está bien. A ver, ¿que quieres que baile?

-Lo que tu quieras, pero mueve ese culo.

Encendió el equipo de música y puso una canción bastante marchosa. A mi, sinceramente, me encanta bailar, aunque prefiero hacerlo en la intimidad, pero aquí estaban en juego 50 euros por lo que debía hacerlo. Empecé a levantar los brazos al ritmo de la música, a la vez que movía las caderas. Después me di la vuelta, puse los brazos estirados hacia delante y empecé a bajar a la vez que hacía círculos moviendo el culo. Miré un segundo hacia atrás y parecía que le estaba gustando ya que sobresalía un gran bulto de su pantalón. Él llevó su manos hasta allí y empezó a tocarse. Yo me di la vuelta y pensé, viejo asqueroso…aunque en el fondo, estaba disfrutando aunque había una parte de mi que me decía que todo eso estaba mal, que debía de parar. Me fui animando cada vez más y empecé a moverme con más agilidad.

-Oh si, dale duro a ese culo- me decía

Yo le sonreía. Al cabo de una hora más o menos, paró la música. Me dijo que le quitara los pantalones y me subiera encima de él, con los calzoncillos puestos.

-Muévete de arriba a bajo y gime, gime para mi, hermoso.

-Mmm…como quieras.

Me senté encima de él, puse mis manos en sus hombros y empecé a moverme. Cada vez lo hacía mas deprisa y fuerte. Noté que su pene estaba erecto. Lo miré con una sonrisa pícara y empecé a gemir. Ahora los movimientos que hacía eran de atrás para adelante, rozando mi cuerpo contra el suyo, muy peludo por cierto. Notaba su poya, su gran poya y yo gemía, mientras con mis manos me tocaba el pecho. Después fui subiendo mis manos hasta mi cabeza y empecé a tocarme el pelo, haciéndome suaves y relajantes masajes. Él se puso súper cachondo, puso sus manos en mis glúteos. Me los apretaba con fuerza y me daba pequeños azotes. También pasaba sus dedos por mis labios parecía que le gustaban mucho. Empezó a gemir hasta correrse. Yo lo miré asombrado a la vez que soltaba un último gemido.

-Madre mía, que gusto. Te daré los 50 euros encantado, jeje.

-¡Gracias! Hago lo que puedo- sonreí.

-Te diré una cosa. La gente si te viera, por este cuerpazo y esta cara pagaría mucho más, a si que aprovéchalo y ponte un buen precio, lindo.

-Umm…¿tú crees que soy lindo?

-No, eres precioso. Si pareces un ángel, y te lo digo enserio.

-Bueno gracias, pero no me eches tantas flores, jaja. Debería irme. Ya es tarde y tengo que regresar a mi casa.

-Como quieras. Toma tu merecido dinero, y a ver si nos vemos otro día y hacemos mas cositas, jejeje.

-Vale, me voy adiós.

Me vestí y salí de allí. Cuando llegué a casa le di a mi madre el dinero. Ella muy contenta me dijo como lo había conseguido. Yo, un poco nervioso, le dije que repartiendo papeles en un famoso restaurante. Dudó por un momento pero se lo acabó creyendo y me dio un fuerte abrazo. Me dijo que me fuera a dormir, que ya debía de estar cansado y sí, lo estaba. Saludé a mis hermanos y me fui a mi habitación. Antes de acostarme decidí poner un poco de música, quitarme la ropa, y empezar a bailar sensualmente. La verdad lo hacia muy bien, tengo buen ritmo y estaba dispuesto a aprovecharme de ello.

-Ojala me den dinero solamente por bailar, sería un placer- me decía a mi mismo.

Continué mirándome en el espejo a la vez que perdía la humildad que mis padres me habían otorgado. Sabía que tenía un buen cuerpo, pero no tenía ni idea, de el dinero que iba a ganar gracias a él…¿o a perderlo?

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