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El hijo del arquitecto

El hijo del arquitecto

Al estar muy cerca las fechas decembrinas en que puedo contar con algunos días libres, he decidido empezar a planear las mejoras que deseo hacer en mi casa.

Con esa finalidad decidí aprovechar el sábado para visitar a un arquitecto que hace tiempo me había ofrecido un super paquete de remodelación que conviene a mis necesidades y además me resulta a buen precio.

El arquitecto en cuestión es un hombrón de 52 años, alto, moreno, muy velludo y de cabello ensortijado, boca grande, nariz recta, ancha espalda y piernas largas, usa un bigote que invita a besarlo, un poco por este perfil decidí acercarme a tratar mi asunto.

Hablamos del tema, me hizo un presupuesto que mucho me agradó, pero me hizo saber que como estaba por salir de la ciudad a una convención de cuatro días, iba a mandarme esa misma tarde a su hijo Eleazar para que conociera los pormenores del trabajo que pienso hacer.

Estuve de acuerdo, fui a mi casa y preparé algunos detalles mientras esperaba la visita del hijo del arquitecto.

Aproveché para darme un reconfortante baño de tina, usé mi loción favorita y me puse un short, la tarde estaba cálida. No bien alcancé a medio vestirme cuando sonó la campanilla de la puerta.

Me dirigí a abrir y el cromo que tenía enfrente era un mozo de unos 28 años, alto, como su padre, muy moreno, también peludo y con una sonrisa contagiarte, al reír, su boca mostraba dos bien formadas hileras de blanquísimos dientes, su bigote era espeso, grande, largo y rizado de las puntas.

Su vestuario era informal: una camiseta sin mangas, mostrando unos sobacos peludísimo, su olor era embriagante, traía un pantalón de algodón muy flojo y zapatos tennis.

Lo invité a pasar y le ofrecí una cerveza.

Me dijo que aceptaba, que cuando estaba en plan de trabajo no acostumbraba a aceptar cervezas, pero que el calor así lo exigía y además, que él confiaba en que yo no iba a decirle a su padre que bebió mientras revisaba el lugar donde iba a hacerse el trabajo y, al decirlo, me guiñó un ojo de la manera más coqueta que alguien lo había hecho desde hace muchos años.

Mi excitación no tardó en hacerse notar al abultarse la parte delantera de mi short.

Eleazar pareció no darse cuenta del impacto que me causaba su personalidad y me pidió que le indicara los sitios a remodelar.

Primero fuimos al patio y le señalé el lugar donde me interesaba instalar la lavandería y el calentador de agua.

Luego fuimos a la cocina para que tomara nota de las necesidades a fin de colocar material vitrificado sobre los muros, él tomaba medidas y debía tomar diferentes posiciones, momentos que yo disfruté viendo su elasticidad y de rato en rato la iniciación del canal que separaba sus dos abultadas nalgas, al inclinarse, el resorte del pantalón bajaba y mostraba el elástico de una tanga y lo que ya he descrito, yo seguía empalmándome y sintiendo el cielo al imaginar que algo pudiera darse con ese joven tan atractivo.

Posteriormente, nos dirigimos al dormitorio, le expliqué la necesidad de instalar unos plafones y después cómo deseaba que quedara terminado el vestidor, cuyas puertas ya tienen espejos biselados.

Finalmente, le mostré el baño para que tomara medidas y se diera idea de lo que deseo hacer en ese lugar.

Este fue el momento cumbre. Eleazar me dijo que las dos cervezas que le había ofrecido le habían provocado muchos deseos de orinar, pero que no había visto el baño.

Acto seguido, sin aviso, bajó el resorte de su pantalón y saltó como impulsada la verga más rica que he visto en los últimos meses: un falo moreno, cabezón, quizá cercano a los veinte centímetros, muy gordo, cuya base descansaba sobre una acolchada pelambre oscura y rizada, esto acabó de excitarme.

Mientras Eleazar orinaba me preguntó si yo no tenía deseos de hacerlo y le contesté que sí, entonces me invitó a hacerlo juntos y aunque él ya había terminado, masajeaba su verga y miraba la mía.

Me dijo que si yo entendía por qué los dos estábamos excitados y le contesté que quizá había química o coincidencia de deseos.

Me dijo que eso mismo pensaba, ambos guardamos nuestras armas y regresamos al dormitorio. Allí le pedí que me esperara mientras traía la tercer cerveza.

Regresé y él posaba frente al espejo del tocador y veía su trasero, vestido todavía en una de las puertas del vestidor que estaba enseguida.

Al darle la cerveza, colocó la lata sobre el tocador, me pidió que hiciera lo mismo y entonces nos fundimos en un beso muy caliente, envueltas las dos lenguas en fuego, nos succionamos tremendamente.

Nos desnudamos rápidamente, como si se tratase de una competencia en la que el ganador sería el que menos tiempo tardase en quedar desnudo.

El empezó a hacer caricias circulares en mi pecho y abdomen, movimientos que poco a poco fueron aumentando su intensidad y descendiendo por mi abdomen hasta llegar a mí entre pierna, hizo una breve pausa para comprobar nuevamente que mi verga estaba al límite de dureza y eso sirvió para acabar de encenderme; poco a poco, sin prisa fue rodeando mi verga con su mano, empezó un super masaje, de arriba abajo y mientras palpaba mi reata con toda confianza, seguía prendido a mi boca, luego besaba ardientemente mi cuello, con la otra mano masajeaba mis tetillas ya erectas y enredaba sus dedos largos en los vellos que cubren mi pecho, uffffff. Fue una iniciación deliciosa.

Momentos más tarde, dejó de existir la tierra firme, Eleazar bajó hasta mi verga y empezó a succionarla, a rodear con su lengua mi glande luego de haber bajado el prepucio delicadamente.

Chupó y lubricó con sus saliva mi garrote y acto seguido me pidió que me recostara de espaldas a la cama, lubricó su culo con su propia saliva y con el líquido preseminal que despedía su propia verga y entonces fue cuando se colocó sobre mi tranca.

De una sola sentada se comió por el culo mi verga gruesa y cabezona, subía y bajaba frenéticamente, sudaba, jadeaba, daba grititos de placer, mientras yo sentía que estaba en el cielo.

Se levantó, tomó toallas húmedas, limpió mi verga y enseguida volvió a mamarme, esto me puso a mil y me hizo soltar chorros y chorros de mecos calientes, succionó hasta la ultima gota lamiendo todo mi pene y testículos para no desperdiciar nada de mi semen.

Ya que termino su tan placentera tarea quedó recostado a mi lado y con su mano cubriendo la totalidad de mi pene.

Yo tuve que hacer un movimiento ya que me había dejado exhausto con tan excelente mamada y fue cuando intencionalmente puse mi mano sobre su gran verga que aun se encontraba erecta y no se movió nada, yo con movimientos cautelosos fui palpando el gran tamaño que tenia.

Solo unos minutos dure así porque de pronto, se movió, se acomodó para quedar con su cabeza sobre mis rodillas para acercar poco a poco su pene hasta mi boca, la cual que encontraba totalmente abierta para tomar aire ya que con tanta excitación me había dejado sin él, fue ahí cuando me vi cara a cara con un pene de descomunal tamaño, en ese momento yo calculé 22 cm, logre apreciar el delicioso aroma a macho que desprendía.

Aproveche que el ya se encontraba jugando nuevamente con su lengua en la punta de mi pene, para yo sacar la punta de mi lengua y catar el sabor de sus líquidos que ya se encontraban cubriendo todo su falo.

Me encantó seguir con esa tarea y con movimientos muy lentos toqué con mis labios la gran cabeza de un solo ojo que ya exigía que la succionara con mi boca, poco a poca fui abriendo la boca para permitir la entrada hasta mi garganta.

Eleazar aprovechó mis movimientos para nuevamente tragar mi pene y succionarlo, yo ya no podía más, estaba cargadísimo de leche, como si no hubiese soltado nada momentos antes así que arriesgué mi última fuerza y me dediqué con ahínco a mamar su verga con la intención de que termináramos los dos a la vez nos encontrábamos en un perfecto 69 solo se alcanzaban a oír los gemidos de placer que los dos lanzábamos, hasta que él en un fuerte suspiro llenó mi boca con toda su leche; parecía que tenia meses que no descargaba tan delicioso néctar que de inmediato lleno mi boca, tuve que sacarme su pene para poder tragar tanto el caudal de leche que arrojó para continuar succionando y no dejar que cayera ni una sola gota en la cama.

Eso basto para que yo inmediatamente soltara mas churretazos de leche en su garganta la cual él recibió como un niño al regalarle caramelos.

Al dejarme limpio el pene y los testículos el giró para quedar cara a cara y propinarme un gran beso en la boca.

Yo sentí como su lengua recorría el interior de mi boca como buscando mezclar mi semen con los restos del suyo. Fue un beso prolongado que duró hasta que los dos nos quedamos completamente dormidos.

Al despertar, me di cuenta que ya Eleazar no estaba, sólo una nota suya que decía:

“Me parece que el trabajo que realizaremos será muy intenso y por ello, si usted me permite, tendré qué visitarle frecuentemente después de las ocho de la noche, una vez que los albañiles hayan avanzado y yo deba venir a supervisar su trabajo. Si considera necesario puede hablarme a mi teléfono celular. Yo acudiré enseguida. Está anotado al reverso de esta tarjeta”

Todavía no me repongo de la sorpresa, creo que la remodelación me traerá motivos para un rico esparcimiento navideño.

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