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El dentista de mis sueños

Nunca me he considerado heterosexual… quizá en alguna etapa de mi vida fui bisexual, pero como he expresado en otros de mis relatos, mis grandes experiencias sexuales han sido con otros hombres y las disfruto.

Al comer un guisado de carne con hueso, una de mis piezas dentales se fracturó y tuve qué ir donde el dentista, Orlando, un hombre joven y atractivo que me recomendaron como muy eficiente.

La impresión que aquel muchacho me causó fue tremenda; era un hombre como los que me gustan: alto, fornido, súmamente velludo, con algo de barriga y piernas gruesas, un bigote recortado con mucha clase y unos ojos bellísimos. Todo un monumento a la lujuria.

Me hizo colocar en el sillón para revisar mi dentadura y yo no retiraba la mirada de sus expresivos ojos negros.

Tomó una placa de mi maxilar inferior y me pidió volver a la tarde siguiente, no sin antes retirar la porción dañada de la pieza dental.

A la tarde siguiente, acudí a la consulta a la hora indicada.

El trabajo se realizó con el profesionalismo de quien está convencido de su vocación de servicio Yo tomé mi posición en el sillón que ahora tenía una inclinación casi horizontal y eso me pareció extraño; incluso pensé que sería incómodo.

Luego de trabajar en mi boca, Orlando se paraba y se sentaba de tal forma que su entrepierna quedaba casi en mis ojos y yo que soy extremadamente sensible a esas visiones sentí un frío intenso que como un relámpago envió un mensaje a mi cerebro y a mi libido y casi estiro la mano para tocarlo.

Afortunadamente pude controlarme y me recriminé mi falta de tacto y serenidad.

Sin embargo, Orlando no pensaba como yo, porque sin previo aviso, abrió el cierre de su pantalón, sacó su gruesa y cabezona verga ya erecta y la meneó frente a mis ojos. Cínicamente me dijo:

“Sé que te gusta…. lo he notado por la forma en que me miras. Yo no soy de trapo, me calientan las miradas bragueteras… esta tranca será tuya y te aseguro que me encantaría sentir tus labios acariciándola, pero no estás en condiciones”. “Hoy quizá sólo puedas tocarla y si te animas, sentirla en tu trasero, pero ya veremos la oportunidad de que me des una mamada que nos haga subir al cielo”.

No tuve fuerza ni valor para negarme. Estiré mi mano, él me ayudó a incorporarme y pronto estuve meneando aquel garrote de carne dura que se antojaba delicioso….. abrí del todo su pantalón y sopesé una bolsa enorme que contenía dos huevos peludos hermosos…. ¡Qué calentura tan tremenda!. Mi saliva se adelgazaba notablemente, se me estaba haciendo “agua la boca”.

En ese preciso instante sonó el teléfono, Orlando contestó, era una emergencia en su casa y dio por terminada la sesión.

Me dijo que volviera al día siguiente para pulir el diente colocado y salí del consultorio. Cuando tomé un taxi para ir a mi casa, mi cabeza todavía volaba por lo sucedido; sentía una mezcla de sentimientos, no entendía como podía yo ser tan fácil presa de la verga de un oso tan atractivo.

Ya en casa, más tranquilo y pensando en lo ocurrido me masturbé como un loco. La leche me bañó el pubis, el estómago y el pecho, salió tanta que me sentí cansado y sucio.

Como acordé, el siguiente día, viernes, llegué a la consulta confuso y según yo molesto porque ya no sabía si iba a ver al odontólogo en plan profesional o a un cabrón que había despertado mi calentura.

Orlando abrió la puerta, se veía más atractivo, estaba recién bañado, olía a colonia fina, sus ojos parecían más brillantes y entonces, todas mis intenciones se fueron por tierra, su sonrisa amplia y sus ojos morenos me pararon en seco, sin decir nada me señaló el sillón de los sacrificios, me recosté y a su pregunta de cómo sentía mi diente, le indiqué que me molestaba una puntita de la obturación que rozaba mi labio inferior, tocó con sus dedos y me dijo que no había nada, yo insistí en la molestia que sentía y él tomó mis labios, los abrió y acercó su boca, tocando con su caliente lengua el área que yo le había señalado. Ese fue el detonante.

Mi verga se endureció al instante y Orlando seguía con su exploración lingual.

Yo saqué mi lengua y la rocé con la suya mientras mis manos tocaban su bulto. Sentí una reata bien parada, separó su lengua, pero mi mano seguía aferrada a su tranca; él tomó su instrumental y limó parte del área que me aquejaba, me ordenó enjuagar mi boca y dijo que ya estaba listo.

Se levantó haciendo a un lado mi mano y dejó aparecer su masculinidad en todo su esplendor, la tomé hipnotizado y me la llevé a la boca, empecé a mamarla, mientras su mano tocaba la mía por encima del pantalón, debo haberlo hecho muy bien pues al cabo de unos segundos un chorro de caliente y espesa leche inundó mi boca me la sequé y él la tomó terminando de masturbarse sobre mi cara dejándomela toda mojada de su néctar; me levanté rápido y lo que tenía en la boca la eché en la escupidera.

Me dijo que hice lo correcto y enseguida me preparó un vaso con una sustancia astringente, agua tibia y un antibiótico local. Luego con una toalla me limpió la cara, y como que no había pasado nada me dijo que me invitaba a tomar una copa en su casa, por favor se puntual, a las diez de esta noche. Así terminó esta sesión.

Yo salí peor que el día anterior, le había mamado la verga a mi dentista, había tragado algo de su semen sentía la cara medio reseca y lo peor….yo no había tenido ni voz ni voto, él tomaba las decisiones y a mí, me había gustado.. Iba a ser difícil dejar de ver a ese hombre que me estaba conquistando con pequeñas dosis de lujuria.

Llegué a mi casa y sentado en un sillón pasaron las horas yo tenía sólo en mi mente la hermosa verga y en mi boca su sabor. El ruido del teléfono me sacó del trance. Era una llamada equivocada.

Mi mente no tenía otra cosa que la cita con mi dentista, imaginaba a Orlando llenando mi boca y ésta saboreando con anticipación su verga. Que idiota, me dije, no sé siquiera si este tipo desee continuar la relación más allá de esta noche y yo haciendo planes.

Parecía un adolescente calenturiento. Cabe decir que todavía era yo joven, pero no tanto como para pensar que estaba surgiendo un romance duradero.

Cuando reparé en la hora, faltaban escasos minutos para las nueve y media, la cita era a las ocho, entonces, entré al baño y recuerdo que mientras el agua caía de la ducha yo seguía con mi mente llena de imágenes fogosas y mi verga estaba dura en todo su esplendor.

Enjaboné y tallé todo mi cuerpo con un esmero especial, igual hice al secarme y utilizar mis afeites: desodorante, colonia, loción, talco, iba según yo hecho un maniquí.

Elegí mi mejor ropa casual y me peiné con todo cuidado.

Cuando llegué lo vi saliendo de su casa acompañado de un hombre mayor. Él me saludo efusivamente y me presentó a su papá. El señor me observó a fondo y me dijo: “Le encargó a este muchacho, algo trama porque ha hecho hasta lo imposible porque yo me despida”.

Estreché sus manos, reí por el comentario del señor y ambos lo despedimos hasta verlo subir a un taxi. Entramos a la casa y en menos de 10 minutos estábamos sentados en la sala con una copa en la mano conversando de los más animados de esto y lo otro sin llegar al tema del sexo…

Al levantarse a servirme la enésima copa, rocé su trasero con mi mano y volteándose me regaló una tierna sonrisa, regresó y me entregó una copa se arrodilló ante mí y sin palabras bajó mi cierre extrajo mi verga de su encierro y se dedicó a atormentarme oliéndola por mucho rato, hasta que por fin, su boca empezó a darme lametones en toda su extensión para luego mamármela de una manera tan rica que me mandó al cielo con los primeros chupetones.

Lo hacía tan bien, que solo pasaron como 15 segundos y le llené la boca de leche que el saboreaba y tragaba, lamía sus propios dedos y hasta un trocito de mi pantalón en donde había un goterón también lo lamió.

Sin decirme nada se sentó a mi lado tomó su vaso y continuamos con la insulsa conversación sobre la pesca que habíamos interrumpido. Parecía que no había pasado nada, yo no atinaba a decir palabra sólo miraba sus labios aún mojados de semen que se movían al hablar de una manera sensual y su sonrisa amplia que me volvía loco. terminamos la copa que teníamos y entonces me dijo que era mi turno de servir.

Me levanté y sentí su mano acariciar mi trasero de una manera sutil, llené los vasos y regresé.

Orlando había sacado su verga y la meneaba enfático, tenía el glande muy hinchado rojo casi llegando a morado y sus líquidos preseminales mojaban toda la cabeza de esa verga que yo veía sin animarme a hacer nada y sin poder adem´s, porque llevaba los dos vasos.

Él estiró la mano libre para tomar su vaso, yo coloqué el mío en una mesa lateral y sin pensarlo me arrodillé ante su rica verga y la tomé con mi boca la empecé a deslizar hasta la garganta mientras mi lengua se enroscaba en el glande saboreando su primeras gotas de leche.

Cuando me separé para tomar aire, él aprovechó para bajar hasta los tobillos su pantalón junto con sus, que no eran calzoncillos era una tanga femenina de encaje negro, levantó sus piernas dejándome ver su lindo y rosado ano sin pelos que me hacía pucheritos invitándome a lamerlo, lo hice lamiendo desde su escroto ahora afeitado, sin pelos, hasta llegar a su ano; su olor era embriagador me dediqué por completo a su agujero, mi lengua se perdía en él y Orlando seguía levantado las piernas, me urgió a meter mis dedos en su culo y él soltó un gemido sordo.

Más adelante, cuando mi boca llegó a apoderarse de su verga sentí las contracciones anales seguidas de un potente chorro de leche que se estrelló en mi garganta traté de tragarlo toda pero era mucha la cantidad que se escapaba por mis labios su sabor era delicioso y busqué con mi lengua lo que había caído sobre su pubis y seguí lamiendo sin sacar mis tres dedos de su orificio.

Sentí que sus manos empujaban mi cabeza y me tumbé en el sillón. Orlando se levantó, se quitó los zapatos el pantalón y subió la tanga que se le perdió entre las nalgas y subió las escaleras.

Me dolía la garganta y ardía un poco también así que apuré el vaso tratando de pasar el salado sabor que permanecía en mi boca.

Oí unos tacones golpeando el suelo regresé la mirada buscando de donde provenían y era el mismo Orlando, traía un liguero color negro con medias de igual color y una mini tanga por la cual escapaba su verga erecta de nuevo.

Un sostén también negro que contrastaba con su piel cubierta de pelos ofrecían un espectáculo grotesco; los labios pintados de un color casi morado, bellamente maquillado, unos tacones de vértigo, me quedé como de piedra viéndolo venir hacia mí con su amplia y seductora sonrisa, si no hubiera sido por la verga que erecta apuntaba al cielo yo hubiera jurado que se trataba de una rara especie de hembra peluda.

Llegó a mi y sin decir una palabra me empezó a quitar la camisa, el pantalón, me dejó desnudo y ante mi pasividad, me jaló por la verga y contoneando sus nalgas me llevó escaleras arriba hasta llegar a una habitación en donde había una enorme cama, me entregó un tubo de lubricante, se puso en cuatro patas sobre la cama dejando su culo en pompa y moviéndolo como una verdadera puta.

Mi verga estaba casi al borde del orgasmo por la hermosa visión de ese trasero, tiré de los cordoncitos de la tanga y ahora si podía admirar ese culo, qué culo.

Acerqué mi lengua y lamí, lamí con verdadera pasión mientras mis manos acariciaban sus redondas nalgas tocaba sus huevos duros y contraídos, le masturbaba frenéticamente, tomé el lubricante y me lo puse en la verga, otro poco con mi dedo introduje en su ano y sin más clavé mi verga que fue devorada por su ardiente recto, que delicia sus paredes internas se ajustaban a mi pene como un guante y sentía como me apretaba su esfínter, mis huevos se estrellaron con los suyos y regué abundante semen en sus intestinos.

Sentí de pronto la necesidad urgente de bombear su culo; me empecé a mover adentro afuera, adentro afuera y luego de algunas embestidas volví a sentir otro orgasmo dándole a Orlando otra ración de leche, mis piernas ya no me sostenían así que salí de él.

Su ano dilatado seguía abierto y mi dentista gimió placenteramente.

Escuché el timbre del teléfono y entonces…. ¡Desperté!. Pendejo de mí, me había dormido mientras pensaba en la cita con Orlando.

Eran las dos de la madrugada y él estaba al teléfono, se percibía ebrio y me reclamaba mi falta de seriedad por no acudir a la cita.

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