Capítulo 1
Esto me lo contó un amigo al que llamaré Gallo y le sucedió hace tiempo atrás.
Gallo consiguió trabajo en un banco y después de un par de años había entablado una buena amistad con un compañero apodado el Cura porque había sido seminarista, carrera que luego abandonó por no tener vocación suficiente, esa era la historia oficial.
Al Cura le gustaba mucho salir en su auto a recorrer las afueras de la ciudad, ir al campo, al río, al dique o algún pueblo cercano. Con el tiempo invitó a Gallo como compañero de esos paseos y los fines de semana era común sus salidas.
Un atardecer estaban sentados en el auto, a la vera del rio, compartiendo unas cervezas y Gallo preguntó cual era la verdadera razón por la que había dejado los estudios sacerdotales, el Cura dudo unos instantes, después lanzó un suspiro y confesó que apenas ingresó al seminario descubrió que el lugar era un nido de lujuria.
Los curas buscaban a los aspirantes para tener sexo lo que era un secreto a voces en ese internado; el mismo había caído en las redes de uno de ellos llegando al punto de sentirse atraído por esa persona.
El punto es que se había enamorado pero su profesor era promiscuo ya que se acostaba con otros jovencitos además de él, una situación que no pudo soportar y decidió alejarse para siempre.
Gallo quedó sorprendido por su franqueza, un silencio incómodo había entre los dos además de notar que la historia lo había excitado teniendo una gran erección, el Cura que estaba sentado de costado en su asiento lo miró con timidez y estiró su mano para acariciar el bulto de Gallo que lo dejó hacer para después desprender el pantalón y liberar su verga que ya no aguantaba su prisión
El Cura se agachó y comenzó a chupársela y acariciar sus huevos, su lengua se deslizaba por todo el glande, tenía experiencia en el sexo oral. Gallo disfrutaba como nunca de esa buena mamada hasta que estuvo a punto de acabar, pero el Cura le pidió que no lo hiciera aún, se desnudó por completo, reclinó un poco el asiento de su compañero y se sentó sobre su falo.
No lo podía creer, el placer que daba ese culo caliente me volvía loco, sentía deseos de penetrarlo bien hasta el fondo.
El Cura se movía y gemía delicioso hasta que Gallo no pudo aguantar más y descargó toda su leche apretandolo con fuerza. Ambos resoplaban agitados, el cura se bajó del auto y apoyó sus brazos sobre el capó, Gallo se acercó por detrás y comenzó a pasar su verga sobre la raja hasta que tuvo una nueva erección, sin esfuerzo lo penetró de nuevo mientras el Cura se agachaba un poco más para sentirlo mejor.
En la oscuridad de la ribera no se veía un alma, solo ellos dos cogiendo, teniendo sexo y gozando como no lo habían hecho en mucho tiempo. El regreso fue en silencio, ambos concentrados en el camino, el Cura dejó a Gallo en su casa antes de la medianoche y se despidió hasta el lunes. Gallo solo deseaba una buena ducha pero antes se asomo a la habitación más pequeña y vio a su mujer y su hijo dormidos.
A fin de cuentas, Gallo era un hombre casado.