-«Esto no puede continuar» -«¿Lo dices tú? ¿Lo decís todos?»
Se rió, borracho, de sus miradas bajas, acobardadas.
-«Pues ya me contaréis qué vais a hacer en otoño»
Se burlaba una vez más de todos ellos. Hacía tiempo habían decidido darse cada uno el nombre de uno de los meses de las cuatro estaciones. Desde entonces se llamaban: Octubre, Enero, Mayo y Agosto. A Octubre siempre le había parecido ridículo el nombrecito, y sus tres compañeros y la división de las salidas a cargo de cada uno según la época del año.
-«Ya basta, no nos gustan tus ideas, tus métodos. Desde la primera vez rompiste las reglas» -«No escuché vuestras quejas con aquella chica. Tú hasta creo que se la metiste por el culo,¿no es así Enerito?» -«Fue un espantoso error» Levantó la vista. «Era la primera vez, estaba fuera de mí, pero yo puedo controlarme y tú estás loco, Octubre, estás loco» -«Y tú, Mayo primaveral, ¿acaso has olvidado la fiesta de disfraces? Esa fue una propuesta tuya» -«Se me fue de las manos, la idea era mía pero tú la echaste a perder» -«Jodidos cobardes. Hacéis lo que os digo porque deseáis hacerlo, nunca os obligué a seguirme» -«En esto estamos todos juntos, y lo sabes, pero no pareces recordarlo, te comportas como si fuéramos tus siervos. Aquí somos todos iguales. No eres el jefe. Y estamos hartos de que nos utilices» -«¿No dices nada, Agosto? A ti te correspondía preparar las actuaciones de verano. ¿No fuiste tú quién nos permitió colarnos en las camas de aquellas preciosas universitarias? Por cierto, ¿no estaban en tu propia casa, no les habías alquilado una habitación mientras asistían a aquellos cursos de español para extranjeros? Oye, ¿no eras tú uno de los que organizaban esos cursos, profesorcito?»
Agosto movió la cabeza lentamente, asintiendo. Poco antes había leído un relato en una página de Internet, hablaba de un tipo que se había aprovechado de una de las invitadas a su fiesta de cumpleaños. Le excitó su lectura y decidió llevarla a la práctica. Sobre el papel resultaba todo más sencillo, no pretendía más que lo que hizo su protagonista, disfrutar de los pies de una muchacha dormida, borracha.
-«Sí, yo organicé esa aventura, pero tú la llevaste, como siempre, demasiado lejos. Lo sabes perfectamente»
Agosto recordaba bien aquel asunto en su casa. Las escogió él mismo, como profesor organizador del curso recibía las peticiones de hospedaje. Cuando las tuvo delante preguntándole en un mal castellano si sabía de algún lugar donde pudieran pasar esa semana porque la casa que habían reservado no tenía ya sitio para ellas, no lo dudó.
-«Si no tenéis inconveniente, yo vivo en un piso amplio, con varias habitaciones, ya otras veces he recibido a alumnos que se encontraban en vuestra misma situación. Allí nadie os molestará, y además la Facultad está cerca. Pensadlo, y me lo decís si no encontráis nada mejor»
En seguida aceptaron el ofrecimiento. La preocupación desapareció de los rostros de ambas chicas, Helena y Sofía, francesas, veinte años, ojos claros, melenas cortas, largas piernas, pies muy blancos. Calculó su número de calzado: Helena usaba sandalias de color crudo (¿qué color era ese?) y debía de calzar un 37; Sofía (la timidísma Sophie) no mostraba sus pies, llevaba un zapato bajo, cerrado, un 39, y su blancura se deducía por la de sus brazos, sus piernas, sus tobillos, su rostro debajo de su continuo rubor.
-«Todo iba bien hasta que volviste a beber demasiado. Siempre pierdes el control, siempre lo jodes todo. Esa noche rechazamos tus pastillas, ¿recuerdas?, sólo tú habías tomado más de lo que podías aguantar»
Qué ingenuos le parecieron aquel día sus estúpidos compañeritos. Tan mayores y tan ingenuotes. Les propuso que se comieran unos éxtasis que un colega del trabajo le había facilitado:»Con esto esos piececitos que vamos a saborear esta noche os van a saber como nunca, serán ambrosía, Agosto, serán el néctar de los dioses».
Los rechazaron con una dignidad que le apestaba. ¿No los queréis por las buenas? Entonces se encargó de mezclar los ingredientes de la sangría.
-«Tipical espanis sangría, buena, muy digestiva» Entró de vuelta al salón. Ellos cuatro, las dos francesas y una docena más de alumnos. El curso había terminado, era la noche elegida, al día siguiente todos debían regresar a sus países de origen, no tardarían mucho en abandonar la fiesta de despedida. Helena y Sofía dormirían allí por última vez.
Todos bebieron de aquel estimulante brebaje. La falta de costumbre, la rotundidad de la mezcla, el «toque» de Octubre disolvieron en menos de una hora la reunión. Las francesas también se despedían, tenían sueño, se iban a la cama.
-«Felices sueños, mis franchutas, a dormir, a descansar esos cuerpecitos» Les gritaba entusiasmado mientras las recorría de arriba a abajo con los ojos y trataba de besarlas en la boca : «Tres veces, como en vuestro país, tres besitos» Se carcajeaba del pudor de Sofía, de la turbación de sus compañeros, del banquete que le esperaba. Las muchachas se retiraron con forzadas sonrisas. Los dejaron solos.
-«Cojonudo, ya era hora, llevo haciéndome pajas toda la puta semana soñando con este momento, estoy hasta los huevos de no poder tirame ese par de piernas. ¿Habéis visto los pies de Sofía cuando se ha descalzado para bailar? Dios, pienso lavárselos con mi saliva, vamos por ellas» -«Quieto, y cálmate un poco. Hay que esperar a que estén dormidas. Todos tenemos ganas de tener esos pies en la boca, pero hay que actuar con cautela. Establezcamos los turnos. Entraremos de dos en dos, los cuatro sería excesivo, se despertarían» -«Por eso no te preocupes, ya me he encargado de que caigan redondas. ¿Un poco más de sangría?»
Ni entonces se enteraron de la razón de su desmesura, pensaron que estaba demasiado cargada, achacaron al exceso de alcohol el exceso de excitación.
En la habitación más grande, junto al baño, Helena y Sofía se desnudaban con una torpeza que les producía risas apagadas por el temor de molestar a sus anfitriones.
Ellos nunca supieron que llevaban juntas desde los trece años, desde que descubrieron sus comunes aficiones sexuales. Ahora Sofía estaba desabrochando la blusa de su compañera de juegos, sin rubores, nunca ante su amiga, nunca cuando le sacaba las mangas mientras sus lenguas se mezclaban ya fuera de sus bocas, ávidas, mientras se recorrían la una a la otra los cuerpos desnudos con las manos ansiosas de explorarse. Nunca se habían sentido tan excitadas, nunca habían notado tan dulces cada uno de sus gestos. Esa sangría española, era buena para el sexo. Helena debajo de Sophie, las lenguas de ambas explorando la dulzura de sus coñitos húmedos, los labios succionando los clítoris ya erectos, jadeando entre risas, acariciándose las piernas. Ahora Sophie encima, abriendo las piernas de su amiga, levantándolas. Y entonces los pasos en el pasillo que conducía a su habitación, su nido seguro de amor hasta aquella noche de pesadilla. Cada una a su cama, se cubrieron los cuerpos desnudos con las sábanas, se fingieron dormidas, y se alarmaron al oír cómo rozaba en la alfombra la puerta al abrirse.
Octubre se había quedado fuera del primer turno, el anfitrión quería tenerlo vigilado.
-«De acuerdo, pero deprisita, que tengo ganas de divertirme, demostrar una vez más que sois el orgullo de los eyaculadores precoces».
Enero y Mayo ya estaban dentro de la habitación. No advirtieron nada extraño, los bultos, las chicas, dormían cada una en su cama. Las ropas de ambas estaban amontonadas en desorden, mezcladas.
-«Están desnudas» -«Cállate y date prisa, ese gilipollas es capaz de entrar y montar cualquier escándalo si tardamos demasiado. Hagámoslo de una vez»
Levantaron las sábanas con cuidado después de tirar suavemente de ellas para no despertarlas. Pero no habían contado con la oscuridad absoluta, querían ver sus pies, querían contemplar lo que iban a tener entre sus manos.
-«Enciende la luz del pasillo y abre un poco la puerta, Mayo, quiero una imagen que recordar» -«Estás loco, ¿y si se despiertan?»
Ellas no sabían, no entendían, pero decidieron seguir fingiendo.
-«No hemos esperado tanto para nada, quiero ver esos pies, abre la puerta» -«Me largo, esto es una mierda, nos conocen, se trataba de …»
Enero llevaba un rato acariciando las puntas de aquellos deditos inmóviles, y la tensión le hizo descargar sin llegar a haber visto nada. Se corrió sin apenas darse cuenta. No le gustó. Estaba extrañamente borracho.
-«Me voy a cagar en la puta que te parió, cobarde de mierda. No he esperado tanto para esta mierda»
La situación también empezaba a cambiar para Mayo, las pastillas hacían su efecto.
-«Te has corrido» Y le dio la risa. «Yo también, nada más levantar la sábana. Ese octubre es un hijo de puta. Ja. Además has dicho mierda dos veces, pierdes.»
La carcajada las hubiera despertado si no llevaran atentas desde el principio:
-«¿Qué pasa, qué hacéis, qué está pasando?»- Sofía había decidido hablar, y encendió la luz. -» A tomar por culo, se jodió el anonimato. Enero, enerito, estos pies tienen tetas»
Las carcajadas de Mayo llegaron hasta el salón.
-«Me gusta cuando sucede lo que debe suceder. Esto va a ser como estaba previsto» -gritaba Octubre mientras se largaba el resto largo del vaso hasta el fondo. «¡Maricón el último!»
Habían dejado de fingir. Todos habían dejado de hacerlo. Ahora ya estaban los cuatro en la habitación, los lobos de nuevo, la excitación ante la presa. Ellas estaban muy asustadas, se les veía en los ojos que temían atrozmente lo que aquellos hombres, que ya no las miraban casi ni como mujeres, fueran a hacerles.
-«Por favor, no nos hagáis daño, salir de la habitación y no diremos nada a nadie»
Pero no las oían, sus cabezas zumbaban, estaban sordos a cualquier tipo de ruegos.
-«¡Que empiece el espectáculo!. Yo quiero a ésta»-era Octubre, que ,como quien elige un cerdo para la matanza, se había lanzado hacia Sofía, le había arrancado la sábana que cubría su cuerpo desnudo, y , sin hacer ni el menor caso de los gritos y los pataleos de la muchacha, la tenía atenazada por los tobillos y le estaba lamiendo las plantas de los pies.
-«Estás sucia, franchutita, pero te voy a dejar muy limpia, ya lo verás. Y deja de una puta vez de patalear que no me dejas disfrutar a gusto de estos piececitos tan preciosos que tienes». La mordió con tanta furia, que la chica soltó un aullido de dolor. «Si no te estás quieta, del próximo bocado te arranco un dedo, mira este chiquitito de aquí, ¿lo arranco?». Y volvió a apretar furioso los dientes en torno a su dedo meñique.
-«Basta, por favor, me haces mucho daño, me estoy quieta, ya me estoy quieta, para, para, animal». – «No , ahora resulta que me ha gustado, voy a volverte loca de placer con mis dientes».Y como si de un león con una gacela recién tumbada se tratase, comenzó a darle dentelladas en los pies. Saltaba de uno al otro y le mordía hambriento los dedos, los talones, el empeine. Le dejó marcados los colmillos, y la blancura del principio se tornó roja, en algunos puntos los pies le sangraban. A tanto había llegado su locura.
Los otros tres se desentendieron de la furia de su compañero, y ya se estaban desnudando para disfrutar más cómodamente de la otra muchacha. Helena lloraba nerviosa observando alternativamente la tortura a que estaba siendo sometida su amiga, su amante, y las miradas de lascivia de los tres hombres que ya estaban a su lado y trataban con una aterradora calma de arrancarle la sábana a la que ella se aferraba en vano.
-«¿Crees que esa sabanita es un escudo, tontita?» Y de un fuerte tirón le quitaron su exigua protección y la dejaron completamente desnuda. Ahora era a ella a quien le tocaba gritar, suplicar, patalear intentando lo imposible, que Mayo y Enero dejaran de chuparle los dedos de los pies. La habían tumbado sobre la cama, le habían separado las piernas con fuerza y tenía cada uno un pie bien sujeto. Se los estaban recorriendo a conciencia, metían sus lenguas en cada rincón entre los deditos, se los introducían golosos en la boca, le lamían las plantas, le mordisqueaban los tobillos. Mientras tanto Agosto se estaba masturbando a la vez que trataba de meterse las manos de la chica en la boca : «Estas manitas de cerdita van a ser mi aperitivo» Entonces lo descubrió: «Pero a qué saben estos dos dedos , este sabor y este olor me resultan familiares. ¡A coño, joder, te huelen las manos a coño! ¿Te estabas metiendo los dedos en el coño cuando hemos entrado, delante de tu amiga? -«Anda ya, no me jodas, huéleselos tú, que yo tengo aún que recortar algunas uñitas de este delicioso bocado»- contestó mientras, en efecto, arrancaba pequeños pedazos de las uñas de uno de los pies de Sofía, que se tapaba los pechos con las manos y obedecía aterrorizada, ofreciendo sus piernas a la voluntad de su depredador.
Agosto pasó de una cama a otra. Apartó sin miramientos las manos de Sofía y antes de llevárselas a la boca, decidió encargarse un momento de los pechos que había liberado. «Bonitas tetas escondías. Vamos a ver a qué saben». Comenzó a lamérselas apretándolas con fuerza, le daba violentos masajes circulares hasta que le cogió los pezones entre sus dedos. «Abre la boca, que me la vas a chupar, es para que no te aburras». Ella seguía con los labios cerrados. Entonces le estiró de los pezones hasta que la chica gritó.
«Tú sólo entiendes el lenguaje de la fuerza, ¿verdad?» Y colocó su pene a la altura de la boca de la muchacha. «Chupa, e imagínate que no tienes dientes si es que quieres seguir conservándolos, chupa, chupa, chupa»- le gritó atronadoramente al oído. Ella comenzó a hacerlo con el rostro bañado en lágrimas. Poco a poco el hombre le fue introduciendo cada vez más dentro la polla hasta conseguir que le cupiese entera. Después la sacaba y de nuevo volvía a meterla. Entonces intervino Helena, que había decidido no mirar cómo aquellos dos hombres se masturbaban cada uno con uno de sus pies aún en las manos, y veía el horrible sufrimiento de su amiga: «Estate quieto, cerdo, ¿no ves que la estás ahogando?».
Agosto notó entonces que su pene estallaba y lo mantuvo un rato dentro de la garganta de su víctima, que agitaba espasmódicamente los brazos. Cuando lo sacó, todavía goteante, sujetó las manos de la chica y se las llevó a la nariz:
«Chúpame los restos o empiezo con tu amiguita la bocazas». Sofía se aplicó a succionar las últimas gotas de aquel glande que pendía sobre sus labios. Agosto le olisqueó entre los dedos y proclamó mientras mantenía su polla dentro aún de la boca de la muchacha: «¡Señores, estas dos amigas son novias! Acaben rápido que nos van a ofrecer un espectáculo gratuito de lesbianismo francés dentro de breves instantes».
Los otros tres explotaron casi al unísono, explotaron sus carcajadas y explotaron sus miembros regando los cuerpos de ambas. Octubre se corrió entre los lacerados pies de Sofía., Enero soltó una de las piernas de Helena y fue a colocarse delante de la cara de ella para correrse en su rostro; mientras tanto, Mayo se introdujo los dos pies de la muchacha en la boca y le ordenó:»Cógemela con las manos y agítamela, vamos, arriba y abajo, arriba y abajo, con fuerza y hasta que suelte la última gota, agita, agita, así, más rápido» Y regó el vientre de Helena con todo el inaudito chorro que le salió de dentro mientras mordía con furia los deditos de un pie y del otro.
«Cojonudo, esto ha estado cojonudo, ahora quiero probar a la otra» -«Veo que os ha gustado mi sangría, y su pequeño detallito, nunca os había visto tan bien dispuestos. Sigamos entonces, yo también tengo ganas de ver a qué sabe esa blanquita de ahí» -«Un momento, un momento» dijo Agosto deteniendo al hambriento Octubre que ya se lanzaba sobre Helena . «Un momento, tengo una feliz idea para que estas dos lesbianas nos muestren sus artes amatorias. Creo que os va a encantar: voy a buscar unas cuerdas, que se vayan lamiendo la una a la otra toda esa leche que tienen encima».