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Viviana, mi ayudante erótica I

Viviana, mi ayudante erótica

Soy Luis, con mis 42 años tenia por ya terminada mi vida sexual.

Estoy casado con Mary, 42 años, con la que llevo casi 20 años de matrimonio, el cual ha presentado altos y bajos como la mayoría, pero lo que vino a cambiar todo el “status quo” fue Viviana, nuestra ayudante.

Usualmente mi relación con Vivi había sido la que corresponde entre patrón y ayudante.

Hasta aquel día que por primera vez la vi con ojos de hombre.

Si, porque hasta ese momento no había reparado que era una mujer realmente hermosa.

Me acuerdo claramente de aquella mañana, al momento de abrirle la puerta y darle los “Buenos Días”, fijándome por primera vez en la hermosa mujer que estaba parada en la puerta, apreciando sus lindos ojos y, como nunca, perdiéndome en su escote hasta distinguir el nacimiento de sus deliciosos senos y después gozando de sus pequeñas pero muy bien proporcionadas nalgas, que con un coqueto meneo se alejaban de mí, apreciándola como mujer por primera vez.

Ese solo echo me abrió los ojos a la belleza de mujer que tenia tan cerca de mí, y a la que no había prestado atención alguna.

Desde ese momento empecé a fijarme en ella, aunque con disimulo y le fui captando detalles que me hicieron plantearme las siguientes suposiciones:

  1. Está orgullosa de sus senos y culo.
  2. Le gusta usar lencería erótica (brassier de media copa, bikinis hilo dental, etc).
  3. Se depila el coño.
  4. Es activa sexualmente.
  5. Le fascina chupar vergas.
  6. Le fascina el sexo anal.
  7. Aceptará ser mi “ayudante cariñosa”.

Con esto en la cabeza me propuse iniciar un acercamiento más personal, para lo que procedí a aumentar mi momentos de conversación con ella.

Me impresionó por su claridad y simpleza de pensamiento, rayando con lo inmoral.

Esto lo comprobé a unos días después, cuando la cercanía de la Navidad me dio la oportunidad de iniciar el ataque.

Ese día estábamos solos en casa, inicio la conversación hablando de cosas triviales, y la dirijo a los regalos de Navidad, aquí es cuando le digo:

– Vivi, me gustaría regalarte algo personal para esta navidad.

– ¿Personal?, ¿Cómo qué, Don Lucho? – conservando la distancia

– Había pensado en algún perfume o joya, pero me gustaría que me ayudes a elegir.

– ¿Perfume?, mejor no, porque mi hermana hace uso y abuso de mis cosas y se lo acaba rápido. Joyas no me gustan por lo peligroso que puede ser usarlas por la calle.

– Bueno, entonces ¿podría ser lencería? – digo yo temiendo una negativa.

– ¿Lencería?, ¡Sí! ¿porqué no? – mirándome a los ojos picaramente.

– Entonces, tú eres…. 36B de brasier y ….. médium de bikini. – calculando mal adrede.

– ¡No!, te pasaste por poco. Yo uso 34B de sostén y small de bikini – ya con más confianza me empieza a tutear

– ¡¿Small?! ¿Pero que talla de pantalón usas?

– 30

– ¡30!, claro, tienes razón, eres small. ¿Te gusta algún modelo en especial de brasier?

– Los de media copa, de encaje, de tul transparente o de cualquiera, con tal que no cubra demasiado. (Primera suposición: casi confirmada)

– En lo que es truza, ¿qué modelo prefieres? – digo esto con el corazón acelerado.

– Todos y cualquiera, con tal que sean bien pequeños, no me gustan los calzonzazos.

– ¿Usas hilo dental? – digo temiendo una respuesta destemplada.

– Sí, siempre. Ahora tengo uno puesto. Son mis preferidos. (Primera y Segunda suposición: totalmente confirmadas)

– ¿Qué color de lencería prefieres? – digo tratando de conservar la calma y no tartamudear.

– Rojo o negro.

– ¡Mira que coincidencia!, también son mis colores favoritos. Va a ser un gusto buscarte algo lindo de lucir.

Sin más que averiguar por el momento y para no ponerla nerviosa, la dejo sola y me retiro con mis cerebro al rojo y tratando de ocultar mi erecto pene.

Al día siguiente conseguí un brassier 34B de media copa negro, un hilo dental talla médium rojo y otro small negro.

En un momento que estamos solos se los muestro y le pido que se los pruebe para confirmar sus tallas, para no equivocar la compra de su regalo.

Si titubear los toma de mi mano y entra al baño y se los prueba, sale al poco rato nuevamente vestida, con el hilo rojo en la mano.

– El brasier me queda perfecto – mientras modela sus hermosos senos enfundados en la prenda – pero este me queda muy alto, – mientras me alcanza el rojo – pero el negrito me está bien.

– Bien, esa era la idea, comprobar tus tallas. Ahora déjame buscar algo especial para ti. Aunque creo que mejor seria que me des tus medidas corporales, para conseguir la talla perfecta.

– No las sé, pero podrías tomarlas tu mismo. ¿No?

– Bueno, déjame que consiga una cinta de medir – digo mientras voy al costurero de mi esposa y retorno.

– Aquí lo tengo, empecemos – haciendo un esfuerzo controlo mi tembloroso pulso y empiezo por lo más hermoso.

Busto; ajusto la cinta sobre sus senos, los acaricio con la yema de mis dedos con disimulo, sin que ella se queje, los siento duros al tacto, cálidos e invitadores: 90 centímetros.

Cintura; mis dedos recorren su contorno, jugueteando con la cinta pero deslizándose muy suavemente sobre su delicada piel: 70 centímetros.

Caderas; acaricio con mis dedos sus preciosas nalgas y por abarcarlas con mis brazos acerco mi nariz a su pubis percibiendo su delicioso aroma de mujer: 92 centímetros.

– Perfecto, con estas medidas no creo llegar a fallar en la compra – digo a la vez que me pongo de pie y trato de ocultar mi erección.

– Pero estos ¿puedo dejármelos puesto? -dice mientras se señala coquetamente sus senos y culo.

– Claro, pero no te olvides que “si té queda bien y te gusta, es tuyo”. Si no cumple uno o ambos me lo devuelves y buscaré otro más adecuado.

Ella regresa a sus tareas y me quedo allí parado mirando como se le marca el hilo dental bajo su delgado pantalón, se nota claramente, es un delicioso espectáculo y es gratuito. Mi erección está alcanzando niveles record.

Esa noche mi esposa “paga los platos rotos”, y no se queja.

Pasan los días y encuentro un hermoso conjunto de dos piezas (polito y bikini hilo dental) de tul licrado rojo, lo compro en sus tallas y lo hago envolver para regalo.

El día antes de Navidad se lo entrego cautelosamente y le pido que lo estrene al día siguiente.

Llega Navidad y ella llega como todos los días, pero lo ajustado de su polera y pantalón corto me permite notar que debajo lleva puesto mi regalo.

Lo confirmaría más tarde, cuando en un momento que nos quedamos solos en casa, me lleva de la mano al baño y quitándose su mandil de trabajo y ropa, modela su hermoso cuerpo enfundado primorosamente en el conjunto rojo.

Estoy sorprendido por lo desinhibida que ha resultado Vivi, muestra su cuerpo vestido con las diminutas prendas que le he regalado, lo tenue del material trasluce sus redondeados senos, coronados por sus erectos pezones rodeados de una rosada aureola, el pequeño hilo dental se pierde entre sus desnudas nalgas, cubriendo lo mínimo de su pubis delicadamente depilado a la brasileña (Tercera especulación: confirmada)

Me armo de valor y procurando conservar la calma, le comento que temía que no le quedase bien el hilo dental.

– ¿Porqué lo dices? – me pregunta sorprendida.

– Es que si no tienes tus vellos púbicos bien recortados, estos podrían sobresalir por los costados del hilo y se verían realmente antiestéticos.

– Eso no podría pasar, por que yo conservo mis pelitos como los ves, lo hago desde que aparecieron cuando tenia doce años, siempre los he mantenidos depilados de esta forma.

– ¿Qué usas para depilarte? ¿Cera?

– ¡No! Lo hago con pinza, uno por uno.

– ¡Dios!, ¿Eso no duele?

– ¡No! Con el tiempo te acostumbras, además tienes que saberlo hacer. Todo tiene que ser de la manera correcta.

Me dice esto mientras se despoja del hilo dental y sus manos recorren su pubis, coloca una pierna sobre la tapa del WC y me muestra su entrepierna desprovista totalmente de vellos, hasta sus labios mayores totalmente desnudos, me deja mirar cuanto quiera y me banqueteo como quiero.

Me armo de valor y sin quitar los ojos de su desnudo pubis le digo:

– ¡Me gustaria probar tu clítoris! ¿Me dejas?

– ¡Cuánto te has demorado!, ¡Por favor, hazlo!

No espero más y sumerjo mis labios en su invitadora entrepierna, probando su delicioso sabor y olor, me mareo con lo intenso y agradable que resulta ser.

Pero no retiro mi boca, ella me sujeta por los cabellos, dirigiéndome a donde ella quiere.

Su clítoris está erecto y resulta imposible pasarlo por alto, me entretengo con él, lo beso y succiono delicadamente, lo coloco entre mis labios y procedo a hacerle una paja con ellos, esto la lleva rápidamente a su orgasmo que la hace temblar de pies a cabeza, sus jugos me resbalan por la boca, mojando todo mi cuello y pecho.

Se da vuelta y separando con sus manos sus nalgas, me deja ver su ano, fruncido pero palpitante, entiendo lo que desea y procedo a besarlo y hacerle el amor anal con la lengua, llevándola a su segundo y mejor orgasmo.

Me pongo de pie y ella dirige su mano a mi entrepierna, de la que con hábiles movimientos libera mi dura verga, a la que sin mucho preámbulo se dedica a besar y sorber completamente, es una experta en la “garganta profunda”, lo que me demuestra al introducir mis 22 centímetros de verga, hasta lo más profundo de su garganta, una vez conseguido esto su lengua masajea mi pene hasta que no puedo aguantar más y eyaculo en su boca, ella no pierde ni una sola gota de semen y traga todos y cada uno de mis chorros de esperma, se entretiene en dejarla limpia y con mucha delicadeza la guarda en el pantalón y se levanta dándome un beso húmedo, de paso que comparte algo de mi semen que le queda en la boca.

Se pone a jugar con mi oreja y me susurra:

– Hay que hacer algo con esos vellos púbicos, no me gustan nada. Pero más adelante…… !Ah¡, me olvidaba, mañana a las 8.00 AM, te espero en la habitación 301 del Princess Hotel, tengo que darte tu regalo de Navidad.

– Ahí estaré – afirmo suponiendo a lo que se refiere, aprovecho la situación y le doy un muy ligero beso en sus labios carnosos.

Mientras digo esto me responde el beso y sale del baño, dejandome fatigado por su accionar e intrigado por lo que me ha dicho al final.

¡Qué mujer que me ha resultado Viviana!, totalmente sincera y abierta. Conservo la calma y no olvido donde estamos, por lo que no intento nada más.


No sé como logro mantener la calma todo lo que resta del día, a duras penas logro conciliar el sueño y me despierto muy temprano, no deseo llegar tarde a mi encuentro con Vivi.

Cuando dan las 8.00 AM me encuentro tocando suave, pero nerviosamente la puerta 301, abren inmediatamente y en el vano de la puerta está Vivi vestida solamente con unos pequeños aretes de perlas, y con una copa de champaña en la mano que me estira hacia mi, la recibo a la vez que ella me toma de la otra mano y me hace pasar, cerrando la puerta tras de nosotros.

Esa mañana de Navidad, comprobé lo ciertas que eran las cuatro últimas de mis suposiciones.

Ahora tengo sexo a tope todos los días, como quiera y donde quiera, además que mi afición por la lencería erótica, el sexo anal y oral está más que satisfecha por mi ardiente ayudante.

Ella ha dejado en claro que lo hace por su gusto personal, por lo que no espera retribución alguna de mi parte.

Mi esposa no se puede quejar, pues ella tiene la tranquilidad que tanto me pedía.

Es que ella a resultado ser de las mujeres que no necesitan sexo para sentirse amadas.

Además Vivi se encarga de adecuar mi alimentación diaria a la exigencia, recurriendo a sus conocimientos de dietética.

Después de todo creo que la cuestión va yendo por muy buen camino.

Por ahora es cuanto tengo que contarles.

Adiós.

Continúa la serie Viviana, mi ayudante erótica II: Habla ella >>

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