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Marilyn Manson

Marilyn Manson

Hacía ya tiempo que me atraía sexualmente. En realidad, me daba tanto morbo que cuando veía alguna foto suya o escuchaba alguna canción me estremecía entera. Pero, por descontado, me parecía del todo inalcanzable. ¿Y por qué no lo iba a pensar? Él era Marilyn Manson, y yo sólo una fan loca por tirármelo. Siempre me han encantado los chicos malos, duros, algo crueles. Y él encarnaba mi tipo de hombre a la perfección. Me daba igual que mis amigas dijeran que era asqueroso, satánico, retorcido, macabro, a mí sólo conseguía excitarme mucho más. En clase me imaginaba su tórax, lleno de cortes (se raja en los conciertos), sus labios pintados de negros, su piel blanca, sus ojos, uno azul tierno y otro marrón profundo y me mareaba de excitación. Pero jamás pasó de ser una fantasía.

Por eso, cuando mis amigos (una mezcla de heavys y punks) me propusieron ir al concierto de Kiss, no me lo pensé mucho. No es que no me gustara el grupo, pero pasaba de quedarme en casa un viernes noche. Así que allí nos plantamos. Mis amigos enseguida se fueron a bailar, y yo, aburrida, me apoyé en una columna, mirando el personal. Una voz en mi oído me sobresaltó.

– ¿Sabías que aquí no pegas?- era cierto. Yo no era heavy, ni punk, ni nada de eso. Me gustaba vestir bien y arreglarme. Aquella noche yo llevaba un apretado vestido de cuero gris, corto y escotado, con botas negras altas, sin excesivo tacón. Para la ocasión me habían prestado un collar de pequeños pinchos de plata, que lucía en mi cuello, orgullosa. Me giré, encontrándome con un rostro blanco que me miraba, devorándome con los ojos.

– ¿Quién eres?- su cara me sonaba vagamente, pero no sabía de qué. Él chico me miró. Su brazo se deslizó por mi estrecha cintura.

– – – Soy Twiggy.- ¿Qué clase de nombre era aquel? Me reí y él se dio cuenta.- ¿Qué te hace tanta gracia?- yo quedé pensativa.

– – – Te llamas como uno de Marilyn Manson.- le comenté al oído. Vi que Twiggy bajaba la cabeza; ahora reía él.

– – – ¿Y quién crees que soy?- casi se me cae la cerveza. Con ojos muy abiertos, lo observé detenidamente. Y no tuve ninguna duda. Era Twiggy, uno de los fundadores del grupo. Un impulso eléctrico recorrió mi espalda. ¿Estaría él allí? – – – Ya decía que me sonabas mucho.- tome un sorbo de mi bebida. Notaba su mirada en mi escote.- Me encantan vuestras canciones… y vosotros.- Twiggy sonrió. – – – ¿En serio? Hay pocas chicas seguidoras nuestras…

– – – No es verdad.- repliqué.

– – – Quiero decir chicas guapas.- me piropeó. Logré no sonrojarme. Por algo me dicen que soy una chica dura, ¿no? Miré a mi alrededor, buscando a Marilyn. Lo deseaba. No es que Twiggy no me gustara; su compañía era agradable. Pero yo lo quería a él. Sólo a Marilyn Manson.

– – – Voy a buscar algo para beber.- yo asentí. Twiggy se alejó, mientras su cabello ondulaba.

– – Mis manos temblaban. En un par de minutos, Twiggy volvió.- Vamos a un sitio más tranquilo. Me gustaría presentarte a alguien.

– – Caminamos a través de gente enloquecida al ritmo de Kiss. Twiggy me llevó a una especie de reservado oscuro. ¿Intentaría algo Twiggy conmigo allí? – – – ¿No tienes miedo?- preguntó, con una mano en mi hombro. Yo estaba muy tranquila. Si no conseguía a Marilyn, Twiggy no era mal partido.

– – – Nunca.- contesté, segura de mi misma. Miré a los sofás y me di cuenta de que allí había alguien. La sombra se levantó y pude ver que era muy alto. Su cabello negro y lacio. El corazón me empezó a galopar.

– – – Marilyn, esta es la chica de la que te he hablado.- Twiggy se giró. Yo lo miré, expectante.

– – – Erika, este es el reverendo Marilyn Manson.- ¿cómo sabía mi nombre? Pero eso no me importaba ahora. Marilyn me miraba, esperando algo. Yo no quería parecer una niña buena, así que deslicé mi mano por su nuca, y acerqué mi cara a la suya. Lo miré un momento a los ojos. Él esperaba. Decidida, puse mis labios en los suyos, pintados de negro. Marilyn los entreabrió, deslizando su lengua en mi boca. Yo alucinaba. Sus manos se posaron en mi cintura. Nos separamos y vi en sus ojos el deseo diabólico de tenerme. Yo, por mi parte, estaba excitada. ¿He dicho excitada? ¡Estaba muy mojada! Él era mi fantasía, ¿cómo no iba a estarlo? Marilyn me sonrió, se dirigió a Twiggy. – – – Déjanos solos.- Twiggy, que estaba un poco asombrado después del morreo, suplicó con los ojos a Marilyn que quería quedarse. La severa mirada del reverendo le hizo desistir. Sin despedirse, se fue, cerrando la puerta a sus espaldas. Marilyn se acercó más a mí.- ¿De dónde has salido? Eres preciosa.

– – Ya no pude más. Me colgué de su cuello, morreándole con fuerza. Creía que él pensaría que estaba loca, pero, en vez de eso, me abrazó, devolviéndome el beso. Nuestras lenguas jugaron lascivamente. No fue un beso dulce. Fue el beso más caliente que jamás he dado. Sus manos ya recorrían mi estomago, mis pechos, mis muslos, rozando mi entrepierna. Yo creía morir. Me giró, y lentamente empezó a bajar la cremallera de mi vestido, besándome la espalda. Yo llevaba un pequeño conjunto de ropa interior negro, con un tanga. Se levantó, y me volvió a girar. Yo estaba en tanga y sujetador, con mis botas negras. Tan deseosa estaba de él, que la camiseta que llevaba, se la desgarré, descubriéndole el tórax, lleno de marcas de cortes. Aquello, en vez de darme asco, me dio más morbo, y se los empecé a lamer, uno por uno. Yo ya notaba la excitación que crecía en sus pantalones. Un bulto enorme, me dije. De repente, me apartó, y se sentó en el sofá. – – – Quiero verte.- me dijo. – – Yo, lejos de sentirme ridícula, hice galas de mis dotes como bailarina. Notaba como me recorría con la mirada. Mis caderas se movían al ritmo frenético de Kiss, al igual que mis piernas. Pronto perdí el control. Eran movimientos secos, cortantes, mientras me tocaba entera. No podía más. Marilyn flipaba con mis movimientos.- No sabes lo buena que estás así.- me dijo. Sonreí y me tiré encima suyo. – – Como pude, le quité los pantalones y los calzoncillos. Estaba a mil por hora, y yo notaba mi sexo mojado, como nunca lo había estado. El minúsculo tanga negro no podía disimular mis jugos. Le empecé a acaricia su polla. Era grande, tal vez de 25 cm. Soltó un gemido al notar el contacto de mis manos. Le acariciaba con sabiduría, apretando los huevos, recorriéndole la polla. Deseaba metérmela en la boca. Pero no me dejó. Me tumbó con brusquedad en el sofá, abriéndome las piernas. Sacó de sus pantalones una navaja pequeña. No me asusté. El brillo del metal sólo me hizo desearlo más. Puso la hoja de acero entre mis pechos, apretando un poco mi piel, sin cortarme. Fue bajando hasta mi ombligo, rodeándolo. Sabía que si apretaba un poco más, me cortaría. Lo hacía con maestría. Al llegar a mi tanga, lo rajó, y me lo sacó. No me importó en absoluto. Estaba sometida a su influjo. Con fuerza, me levantó del trasero, y hundió su boca en mi coño. Sólo de sentir su lengua gemí. Gemí alto, muy alto. Me recorría entera, desde el clítoris, que lo succionaba con una violencia enloquecedora, hasta mi pequeño agujero, metiéndome la lengua. Sus dedos, expertos, me acariciaban el trasero, la espalda. – – Entonces hizo algo que jamás me habían echo. Me mordió suavemente mi clítoris. Ya no aguanté más y me corrí en un orgasmo prologando, intenso. Perdí el mundo de vista. Se lo tragó todo. Levantó su cara de mí, sonriendo. Se sentó y yo encima de él, deslizando su polla, completamente erecta, dentro de mí. Su tamaño me hizo gritar de nuevo.

– – – Vamos, cabálgame, vamos, vamos…- me susurró. El chasquido de su voz me hizo moverme al ritmo de Kiss. Arriba y abajo, rotundo, parando, sacándola casi toda, tirándome encima. Marilyn solo resoplaba profundamente, y me empujaba contra él, besándome el cuello, casi mordiéndolo. Mis uñas se clavaron en su espalda.

– – – Fóllame más, Marilyn, más…- gritaba yo, fuera de mí misma. – No pares… Uhmmm, no, no pares, sigue, ohmm.- gemía él. Arqueé mi espalda hacia atrás, doblándome. Notaba en su cara que ya no podría aguantar mucho más y se corrió dentro de mí.

– – Al sentir su liquido en mí, acabé también, gritando. Marilyn me puso un dedo en mi boca, para evitar que nos oyera alguien. Lo chupé con ganas. Pero… su polla aun estaba tiesa. La saqué de mí y me arrodillé. De un golpe, me la tragué entera. Nuevo gemido por su parte. ¡Disfrute como una loca! Mientras le acariciaba los huevos, le daba largos lengüetazos en todo su tronco, deteniéndome en el glande, succionando con mis labios, apretando con una mano la piel. Cuando noté que se contraía, le chupé los huevos, mientras que con las manos le hacía una paja. Se corrió en un orgasmo intenso, cogiéndome del cabello. Me tragué toda su leche, que, por cierto, sabía bastante bien. Me senté en la mesa, completamente desnuda (sólo con mis botas), mirándolo. Ambos sudábamos mucho. Entonces se percató de mi collar de pinchos. Se sentó junto a mí y me lo quitó. Quise protestar pero me tapo la boca con la suya. Nos volvimos a fundir en una saga de morreos muy lujuriosos. Cogiéndome de los hombros, me estiró en la mesa, y con el collar, empezó a acariciar mi sexo de nuevo. El roce del frío metal contra mis partes más íntimas me hizo estremecer. Con un pincho me tocaba el clítoris, y con otros me los metía en la vagina. Con otros, empezó a acariciarme el ano, adentrando otro. Empecé a derramar jugos de nuevo. – – Mientras, yo lo miraba, y viéndolo tan dedicado a mi cuerpo, me hizo sentir especial. Sabía lo que él quería, y yo también lo deseaba. Le arranqué collar, tirándolo al sofá. Marilyn se sorprendió. Sin decir nada, me puse a cuatro patas. – – – Vamos, métemela por el culo.- enseguida obedeció, poniéndose de rodillas junto a mí. Me lo lamió un poco, y después me la metió poco a poco. Yo estaba bastante excitada pero aun así me dolió. Con paciencia, mi esfínter se dilató, y Marilyn me la metió hasta el fondo. El dolor se convirtió en un placer extraño, casi irreal. Me empezó bombear cada vez más rápido… más rápido. Yo apretaba con mis manos la mesa mientras las suyas pellizcaban mis pezones. Estuvimos casi cinco minutos con el movimiento, cuando lo oí gritar y volvió a correr dentro de mí… Yo ya había tenido unos cuantos orgasmos y estaba literalmente agotada, exhausta, casi perdí el conocimiento, pero acabé con él en otro orgasmo.

– – Después, nos separamos, sudando a mares, y nos sentamos en el sofá. Se inclinó sobre sus pantalones sacando un paquete de cigarrillos, ofreciéndome uno. Lo cogí con gusto.

– – – Eres increíble.- aduló Marilyn. Yo sonreí, dando una larga calada a mi pitillo.- Nunca lo había hecho con una tía que solo llevara unas botas.- decidí contárselo todo. – – – Tú eras mi fantasía, ¿sabías? Soñaba con follarte hacía mucho tiempo.

– – ¿Yo?

– – Sí, tu.

– – ¿Y te he decepcionado?

– – No, al contrario, mejor que en mis sueños.- Marilyn sonrió encantadamente.- Dame tu e-mail, tu móvil o algo.

– – No sólo le di eso, también mi dirección. Más tarde, recuperadas las fuerzas, volvimos a follar más veces. Cuando acabamos, nos dimos cuenta que habían pasado tres horas. Me vestí (sin tanga), nos besamos unos minutos, y me fui, estando muy excitada aún. Marilyn me prometió que, cuando volviera a mi ciudad, se pasaría por mi apartamento. Me encontré con mis amigos, que me esperaban hacía media hora, preocupados.

– – – ¿Dónde estabas?- me preguntó uno.- ¿Sabías que tu querido Marilyn Manson estaba hoy aquí? ¿Lo has visto?

– – – No.- contesté, disimulando mi sonrisa. ¡Lo había visto mejor que nadie! – – – Erika.- me comentó otro.- ¿Y tu collar?

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