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Hotel Berlín

Hotel Berlín

Aunque ya casi me había acostumbrado a sus viajes, su última ausencia se me estaba haciendo muy larga.

Tenía unos días libres y decidí ir a Berlín a sorprenderle y la verdad, aún dudo quién de los dos terminó mas sorprendido.

Creo que soy liberal en cuanto a mi sexualidad, me gusta compartir y experimentar cosas nuevas, pero lo vivido esa noche en su hotel, aunque excitante, no deja de sorprenderme.

Soy consciente de que dentro de cada persona se esconde un lado homosexual, pero jamás había dado rienda suelta al mío como aquella noche, sin prejuicios y dejándome llevar por cuantas sensaciones me invadían.

Llegué a Berlín a última hora de la tarde y me fuí directa a su hotel.

Aún no había llegado por lo que el efecto sorpresa estaba asegurado.

En recepción pedí la llave que me dieron sin reticencia y solicité que cuando él llegara no le advirtieran de mi presencia.

Me recreé en la bañera casi una hora tomando un buen baño relajante, con sales y mucha espuma.

Suavicé mi piel con una buena crema hidratante cuyo olor en mi piel seguro le encantaría.

Unas gotas de perfume discreto pero bien situadas tras los lóbulos de mis orejas, en mi escote, muñecas, sobre mi pubis, en mis corvas y en mis tobillos.

Quería excitarle envolviéndolo en mi fragancia, esa mezcla procedente de mi propio olor corporal y mi perfume…

Me vestí para la ocasión con un dos piezas sugerente, nada sofisticado.

Color elegido, el gris perla. Una mezcla de lycra y seda brocada estampada con unas delicadas flores.

Corpiño de tirantes finos, ceñido a las formas de mis pechos y mi cintura y unas braguitas haciendo juego, de esas altas de pierna y por debajo de mi ombligo…

Le esperé tumbada en la cama y mientras llegaba me deleité observándome a mí misma… mis brazos delgados, mis manos delicadas de dedos largos y finos, mi escote, la tersura de mis pechos redondos, morenos por el sol, proporcionados en tamaño y la aureola de mis pezones bien dibujada.

La curva de mi cintura, la oquedad de mi ombligo y el contorno de mis caderas formando un conjunto cuasi perfecto.

Mis piernas largas, mis rodillas algo huesudas.

Mis muslos firmes, mis corvas suaves, mis pantorrillas, mis tobillos finos y mis pies cuidados, uñas recortadas y pintadas de color guinda.

Bajé un poco mis bragas y observé mi pubis de bello rizado, recortado, mis ingles depiladas.

Toqué los labios de mi sexo rasurados, tan suaves que incitaban a ser besados y tan agradables al tacto que empecé a acariciarlos.

El olor de mi perfume se extendía por toda la habitación y me embriagaba.

Dejé de acariciarme sorprendida por el ruido de la puerta que se abrió.

Era él, pude oír su voz y su risa. Parecía hablar con alguien y le oí adentrarse en la habitación por el pasillo.

Traía en un brazo su chaqueta bien colocada y con el otro rodeaba por la cintura a una rubia desconocida, al menos para mí, porque ellos parecían tratarse con familiaridad, mientras le sonreía y la adentraba en el cuarto susurrándole cosas al oído.

Ella reía y lo manoseaba intentando quitarle la corbata y desabrochar su camisa.

Ambos se quedaron sorprendidos al verme allí, pero lejos de montar una escena ñoña de celos y ante mi asombro, él la colocó de espaldas a mí y mirándome con provocación empezó a abrazarla y a desnudarla.

Ella le seguía el juego y accedía a sus peticiones dejándose manosear, volviéndose para mirarme descarada, lasciva y lujuriosa.

Yo conocía sus gustos y no había elegido en ella precisamente su inteligencia. Parecía sacaba de un burdel, eso si, de uno con clase, con cierto caché, él no metería en su cama a una puta cualquiera.

Tumbada en la cama y ante aquel espectáculo, volví a acariciarme.

Abría y cerraba mis piernas presionando mi sexo entre mis muslos, tocaba mis pechos y humedecía mis labios pasando mi lengua por ellos, mordiéndolos con mis dientes.

Por encima de mis bragas empecé a masturbarme lentamente mientras ella le desnudaba.

Le quitó la corbata sin deshacer el nudo y la camisa botón a botón, besando el pecho que iba dejando al descubierto.

Metía una de sus piernas entre las suyas, magreando su entrepierna y sus muslos. Su pantalón había empezado a abultarse a la altura de su sexo.

No sé si le excitaban más las caricias de ella o el verme a mí en la cama tumbada, tocándome para él.

Casi desnudos los dos, ella se colocó a su espalda, acariciando su culo y besando su espalda. Él me llamó y alargando uno de sus brazos me tendió su mano que agarré con las mías.

Me aproximó a él y comiéndome la boca colocó mis manos en su verga por encima de los pantalones.

La sentí dura, le bajé la bragueta y no pude evitar meter mis manos dentro de ella y acariciar su falo que me emplazaba.

Aquello le excitaba, su piel se erizó, sus abdominales se tensaron y sus tetillas se endurecieron, respondiendo con mordiscos en mi cuello y mis pechos por encima del corpiño mientras sus manos apretaban mis nalgas y me atraían hacia él.

Ella por detrás y yo delante de él, le envolvimos con nuestros brazos y nuestras piernas que se entrecruzaron.

Entre las dos le desnudamos por completo y le llevamos hasta la cama situándole como espectador de nuestras caricias.

Ella estaba desnuda, solo se había dejado puestas las medias con liga de color negro y yo, aún llevaba las bragas.

Tenía un cuerpo delgado, pechos pequeños y el rubio bello de su pubis casi se perdía en su piel lechosa.

Permanecimos las dos de pie, y nos dejamos llevar por las caricias que nuestras manos deslizaban en nuestros cuerpos.

Sacó de su bolso un artilugio y haciéndolo vibrar lo paseaba por su cuerpo y el mío. Tomó uno de mis senos y lo aproximó a su boca para besarlo.

Chupaba el pezón y el otro lo pellizcaba con sus dedos.

Yo metía mis manos entre sus piernas, acariciando sus muslos y rozando su virginal coñito que había empezado a mojarse.

Nos tocábamos y manoseábamos alternando las caricias de nuestras manos con las de su juguete, una a la otra y ante su atenta mirada.

Él permanecía recostado en la cama, boca arriba, con las piernas abiertas, una de ellas encogida y la otra estirada sobre el colchón, mirándonos mientras no dejaba de tocar su polla ya muy excitada.

La acariciaba de arriba a abajo, presionándola entre sus manos suavemente, masturbándose sin prisas, deleitándose en su punta que rozaba con el dedo pulgar de su mano, muy, muy excitado…

Me dirigí a la cama y a gatas trepé hasta su sexo que me pedía le comiera poniéndome a cuatro patas sobre él, ella se situó bajo el mío, tumbada sobre la cama, y con su lengua me lo iba lamiendo y acariciando mi culo con sus manos.

El placer me llevaba a desear su polla que coloqué entre mis labios besándola. La acariciaba de arriba a abajo, pasando mi lengua por su punta rosada.

La mojé con mi propia saliva que extiende a lengüetazos. Él se acariciaba el pecho con una mano y con la otra, apoyada en mi cabeza, dirigía mis movimientos, presionando mi cabeza, marcando el ritmo de la felación….

Me excitaba tener su verga erecta en mi boca y me excitaba la manera en que ella, metida entre mis piernas recorría con su lengua mi vagina húmeda, moviéndola a lo largo de la extensión de mi sexo en todas direcciones y en redondo alrededor de mi clítoris que ya estaba hinchado.

Separaba mis nalgas y recorría la raja de mi culo con sus dedos que paseaba desde mi ano hasta mi pubis, acariciando los labios de mi coño que rebosaban de placer.

Ella abandonó mi entrepierna dirigiéndose a él, poniéndole su sexo en la cara.

El jugaba con la lengua y sus dedos en su delicado y casi angelical coñito mientras las dos nos dedicábamos por completo a su satisfacción y placer.

La casi desesperación que le envolvía le llevaba a comerle el sexo con ansia, a mover su lengua deprisa en todas direcciones y a saborear sus labios vaginales, mordisqueándolos, succionando su clítoris hasta hacerla gritar.

La agarraba por las nalgas y se las separaba para recorrer la raja de su culo con su lengua juguetona, le metía los dedos alternativamente en su ano y en su vagina, metiéndolos y sacándolos dándole palmaditas en las nalgas.

Se incorporó en la cama poniéndola a ella en pompas, abrió su sexo y la penetró metiendo y sacando su polla olímpica.

Volví a acariciarme viendo como ellos se follaban, pensando que a mí también me iba a poseer así. Ella se corrió enseguida, cosa que pareció decepcionarle a él.

Se aproximó a mí y besándome se puso encima mía, presionando sobre mi vientre su pene.

Estaba hinchado, duro, mojado, casi estallado. Lo rozaba y restregaba por mi pubis, presionaba su punta desnuda y resbaladiza en mi clítoris presionándolo con fuerza.

Me mordía los lóbulos de las orejas, exhalaba su aliento caliente en mi cuello, me estremecía casi doblándome en la cama, me hacía gritar y eso le ponía… me acercaba su sexo a la boca, provocándome chuparlo y me lo retiraba sin dejármelo a penas saborear.

Ese juego de querer y no querer nos tenía desquiciados, desesperados…

Me pidió que le dejara jugar con su verga en mi culo.

Gustosa me puse de espaldas y agarrándome por la cintura aproximó la punta de su polla dejando escapar unas gotas de semen con las que lubricó la raja de mi culo extendiéndolas con su propia verga sujeta entre sus manos, presionando su base y agarrando sus testículos.

Sentí como mi esfínter se dilataba y metía la punta en él, despacio, poco a poco, y después, toda la inmensidad de su virilidad con movimientos lentos pero profundos.

Le oía murmurar y decirme entre gemidos lo bien que lo sentía y lo que estaba disfrutando. Sentí una presión enorme en mis intestinos y el dolor me producía placer.

Le dije que iba a correrme y dejándose caer sobre mi espalda y acercándose a mi oído me suplicó que aguantara, que no lo hiciera aún…

Nuestros gemidos habían vuelto a excitarla y se masturbaba mientras nos observaba sentada en un sillón, con las piernas abiertas, apretando el vibrador entre sus pechos, metiéndolo después en su vagina, moviéndolo dentro de ella, sacándolo y volviéndolo a meter mientras nos observaba follarnos de aquella manera hasta correrse….

Casi al borde del más sagrado orgasmo, sacó su verga de mi culo, me dió la vuelta y tumbándome en la cama boca arriba tomó una de mis piernas que levantó sobre su brazo, dejando reposar mi tobillo a la altura de su hombro, y con enorme brío y de una sola embestida su polla me atravesó.

La metía y la sacaba resbalando en mi humedad, follándome una y otra vez, sacudiéndome hasta llevarme al orgasmo… mmmmmmm… mi cuerpo se estremeció, sus músculos se tensaron y mis gritos y los espasmos incontrolados de mi vagina que oprimían su sexo le hicieron correrse e inundarme de su semen que sentí en mis entrañas caliente y ardoroso…

diossssssssssss, gritaba resoplando….

Sudando, permanecimos un rato inmóviles, con su polla aún dentro de mí, sintiendo las últimas contracciones y temblores de nuestros cuerpos.

Ella se vistió y acercándose a la cama, me dió un pico en los labios y se despidió de él besando su polla hasta la próxima vez que volviera a Hotel Berlín.

– Dónde has aprendido esa cosas? – me preguntó sonriendo…

– Aún me quedan muchas por aprender – le contesté…

– Si? quieres que te enseñe un par de ellas mientras nos duchamos?… y agarrándome de las manos, me llevó con él al baño y me metió en la ducha…

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