El teléfono

Una llamada telefónica puede significar muchas cosas.

Puede traer noticias buenas o noticias malas.

Lo que es difícil de imaginar, es que pueda proporcionarte el placer sexual más inimaginable del mundo.

Todo empezó un calurosa noche de verano.

Después de cenar como todos los días, en familia, tanto mis dos hijos como mi esposa, decidieron retirarse a ver la televisión a sus respectivas habitaciones, quedando yo en alcanzar a mi mujer en un rato más, tiempo que pasaría leyendo un interesante libro en la sala.

Verdaderamente interesado en la lectura, habiendo transcurrido aproximadamente unas dos horas de que mi esposa se había retirado, como entre nubes, debido a mi concentración, escuché el repiqueteo del teléfono.

Si bien al principio ni siquiera lo había yo escuchado, por la hora que marcaba mi reloj al reaccionar, las 12.00 de la noche, me preocupó fuera una llamada con alguna mala noticia.

Mi dirigía hacia la mesa de la sala, donde se encuentra un aparato telefónico, pero antes de llegar cesaron los timbrazos, lo que me hizo pensar en dos posibles situaciones: una, que la persona que había llamado, cansada de esperar le contestaran había colgado o dos, mi esposa, ante la insistencia de los timbrazos, se había despertado y tomado la llamada.

Esperé por un instante, considerando que si se trataba de algo malo, mi mujer me avisaría de inmediato, pero no oí su llamado por lo que reanudé mi actividad de lectura, convencido de que mi primera hipótesis era la correcta.

Como a las 2.00 de la mañana, el sueño empezó a vencerme, por lo que me dirigí hacia mi habitación.

Esperaba encontrar a mi esposa profundamente dormida, ya que la penumbra en la habitación solo me permitía ver su cuerpo bajo las sábanas.

Tras hacer todas las actividades previas comunes, me metí también bajo las sábanas, sintiendo de inmediato sobre mi cuerpo, el de mi mujer completamente desnudo y sobre mi boca la de ella, metiendo su lengua mientras me pedía que la cogiera.

Se montó velozmente sobre mi verga, que obviamente respondió de inmediato a la suplicante vagina, que poco a poco fue ensartándose en ella.

Le preguntaba porque estaba tan caliente, pero ella se limitaba a mover sus espléndidas caderas frenéticamente hasta que después de alcanzar varios orgasmos, recibió mi leche en su empapada raja.

Si efectivamente llamó poderosamente mi atención su actitud, le creí totalmente cuando me argumentó que se encontraba en su etapa de ovulación, fase en que la mujer es tremendamente ganosa de sexo.

El día siguiente pasó sin mayores cuestiones.

Todo con la rutina de siempre.

La escuela, el trabajo, la comida, el trabajo y la cena familiar.

De lo acontecido el día anterior ni una sola palabra.

Yo ni me acordaba y parecía ser que ella tampoco.

Lo raro empezó al terminar la cena.

Como todos los viernes, los niños propusieron ver una película aprovechando el fin de semana.

Yo acepté, pero mi esposa, cosa rara, argumentó gran cansancio y prefirió irse a acostar de una vez.

Ella subió a nuestra habitación, y mis hijos y yo, disfrutamos de la película sin mayor contratiempo.

Mucho más tarde, nos preparábamos para irnos a acostar, cuando de pronto el timbre del teléfono rompió el silencio de la noche.

Exactamente a la misma hora del día anterior.

Rápidamente levanté el auricular que tenía yo muy cerca y al escuchar mi voz, quien estaba al otro lado de la línea colgó de inmediato.

Sin embargo, estaba yo seguro que había escuchado algo que parecía una respiración muy agitada.

Subí rápidamente a mi cuarto y pregunté en tono molesto a mi esposa, quien hacía esas llamadas tan misteriosas.

Negando saber de que le hablaba, pude notar en su voz, que los nervios hacían presa de ella, pero también pude notar, a través de la delgada tela de la camiseta que usa normalmente para dormir, sus pezones perfectamente abultados y aumentados de tamaño.

Tendiéndola violentamente sobre la cama, metí una mano por debajo de la corta camiseta.

Descubrí que no llevaba el pequeño calzón de hilo dental que siempre usa, por lo que verdaderamente furioso, coloque la mano la mano sobre su vagina y metí uno de los dedos, sintiendo como se perdía en el interior sin ninguna dificultad.

La sentí terriblemente empapada y encontré con gran facilidad su clítoris engrandecido, señal inequívoca de que se estaba proporcionando una gran dedeada cuando entré al cuarto.

Me convencí entonces, de que mientras hablaba con alguien por teléfono, mi mujer se masturbaba como loca.

Por eso, el día anterior, se encontraba tan caliente y cogió como desesperada.

Retirando la mano, pregunté una y mil veces, quien era quien hablaba por teléfono, pregunté si me engañaba con alguien, le grité que era una puta, en fin, todo lo que mi terrible enojo de macho engañado me hizo decirle.

Ella, llorando, me repetía una y otra vez que no sabía quién llamaba.

Yo estaba tan encabronado que no ponía atención a lo que me decía, hasta que de pronto creí entender lo que quería decirme.

Tranquilizándome bastante, le pedí me explicara ampliamente para que yo pudiera comprender.

Ella me platicó, que hacía tres noches, mientras yo había ido a jugar dominó como todas las semanas, había recibido una misteriosa llamada telefónica.

Que sin identificarse, el sujeto al habla le dijo sabía que estaba sola.

Que si colgaba iría a violarla, por lo que decidió escuchar al tipo, quien tras decirle que la conocía perfectamente y se masturbaba todos los días pensando en ella, le pidió se desnudara.

Ella no lo hizo, pero dijo al sujeto que le había obedecido.

El entonces le ordenó, empezará a tocarse los pezones, imaginando que eran mordidos por el.

Que sintiera su lengua rodearle los suculentos pezones y los labios aprisionarlos una y otra vez.

Mi esposa me aceptó que sin quererlo empezó a sentir que la excitación iba en aumento por o que inconscientemente empezó a imaginar lo que oía por el auricular, por lo que empezó a hacer lo que el tipo le decía.

–Que sientes?—le preguntó………….—-Me gusta—contestó ella al sentir que sus pezones se endurecían respondiendo a sus lascivas caricias.

—Mete un dedo a tu boca e imagina que es mi gran verga —- le ordenó.

Mi esposa obedeció, sintiendo realmente, según me decía ella, el sabor característico del miembro masculino, por lo que empezó a meter y sacar los dedos de la boca, poniéndose verdaderamente caliente.

Sentía que la vagina le palpitaba, y sus jugos iban mojándola intensamente.

No aguanto más y empezó entonces a frotarse con el dedo medio el clítoris.

–Quieres saber como es la verga que tienes en la boca?—Le preguntaron.

–Ssssiiiii— jadeó ella. —Es grande, venosa, con la cabeza hinchada y gotea leche que busca donde alojarse—¿La quieres?—le dijo el individuo.

Mi esposa, me contaba que en ese momento ella no podía hablar más, dice que el placer que sentía era intenso y tan real, que únicamente sentía el fuerte palpitar de su corazón y su jadeo al frotarse fuertemente el clítoris que se levantaba buscando la fricción tan placentera.

Que el tipo le dijo toda una sinfonía de mamarle la verga, mientras ella se masturbaba una y otra vez, hasta que el individuo seguramente se auto produjo una deslechada monumental, pues empezó prácticamente a gritar antes de colgarle la bocina.

En fin que cuando terminó de platicarme todo lo que aquel individuo le decía cada vez que la llamaba, estaba tan caliente que suplicó me la cogiera.

Y yo estaba también tan excitado, de solo oirla, que ni tardo ni perezoso le di gusto.

La noche del sábado, se podía sentir la tensión en el ambiente.

Conforme el reloj fue acercándose a la hora de la llamada nocturna, una sensación de excitación me empezó, y el nerviosismo en mi esposa se fue haciendo evidente.

Al retirarse los niños, le pedí subiéramos a la habitación a esperar la llamada, pero la tomaría con el altavoz del teléfono puesto, para que yo pudiera oír lo que le decían y al mismo tiempo ver lo que ella hacía.

En punto de las 12.00 de la noche, el esperado telefonazo llegó.

Ansiosamente mi esposa puso el altavoz al tiempo que se tendía en la cama lista a hacer todo lo que le pidieran.

Una voz sumamente ronca y jadeosa se dejó oír: —Hola mi puta—–¿Lista?—

—Si—Contestó mi mujer.

—Hoy te voy a meter la verga por todos lados, perra—-decía al teléfono con voz pastosa.

—Sssiii, mi rey, lo que digas—contestó mi esposa visiblemente excitada, acariciándose la vagina con la palma de la mano, la cual podía yo ver claramente se iba mojando rápidamente.

—Siente mi verga entrar en tu rajada, siéntela, ¿la sientes?—preguntaba.

Mi esposa me tendió una mano, en franca invitación a que yo le metiera mi instrumento que para entonces estaba ya bastante erecto.

Colocándome entre sus dos piernas, puse la inflamada cabeza en la húmeda rajada y de un solo empujón se la deje ir completa hasta sentir chocar mis huevos sobre los pelos de ella, quien emitió un largo gemido de placer.

—Si que sientes mi verga, puta—decía el individuo, sin imaginar que yo haría lo que iba describiendo.

—Imagínate que mientras meto y saco mi verga de tu vagina, te meto un dedo por el culo—seguía diciendo, mientras yo metía y sacaba la verga de mi esposa, y un dedo empezó a entrar y salir en su orificio anal.

Mi esposa ya no le contestaba, se limitaba a moverse frenéticamente, a venirse una y otra vez, mientras jadeaba, gemía y bramaba loca de placer.

—Mmmaaasss, dame mmaass—decía mi mujer, sin duda refiriéndose a que los dos hombres siguiéramos en nuestra labor. El, indicando la cogida por teléfono y yo haciéndolo físicamente.

—Para el culo, te lo voy a romper—le ordenó a mi mujer, la cual ni tarda ni perezosa, se zafó de mi verga a punto de chorrearse y me dejó disfrutar del orificio trasero que se encontraba ya dilatado por la acción de mis dedos, por lo que ensartarla con mi fierro fue más fácil que de costumbre.

–Aaaaaaahhhhhhhh—- se oyó al teléfono,—ya hiciste me deslechara, pinche puta—al tiempo que colgaban violentamente.

Mi esposa, creo ni cuenta se dio que había colgado su diario acompañante alámbrico, porque siguió moviendo frenéticamente su precioso culo al tiempo que se propinaba tremenda dedeada, que hizo se viniera en cadena, mientras yo me derramaba copiosamente en su culo.

Rápidamente saqué de el culo mi verga que soltaba verdaderos chorros de leche y se la metí en la boca que golosa la recibió pasando la lengua por todo lo largo y tragándose lo que todavía salía de mi tolete.

Acabamos totalmente sudados, cansados y satisfechos. Dormimos abrazados toda la noche.

Fue una experiencia tan placentera, que esperamos con ansias que aquel tipo vuelva a llamar para hacerle a mi mujer todo lo que , según el, mi mujer solo imagina.

La última llamada, dejó instrucciones que mi esposa tuviera lista un vela.

Seguramente pretenderá que se la clave, pues según el, mi esposa solo se masturba como loca oyéndolo.

Si supiera…