Tres años de mi vida en la cárcel
Hace seis meses, si alguien me hubiera dicho que sería una zorra con una presa, me habría reído en su cara, pero aquí estoy para contarles un poco sobre mi vida en el interior de la cárcel en la que estoy.
No soy más que el bolso de mi Ama… Con eso está todo dicho.
Verán, en la cárcel, a las presas no se les permite llevar móviles ni drogas, así que las presas dominantes utilizan a alguna pobre zorra, como yo, para que lo haga por ella.
‘¿Dónde guardo todas sus cosas?’… En mi coño, claro.
Llevo su móvil y una pitillera en el coño, y sus drogas en un condón en el culo.
En mi caso, la sigo a todas partes, avisándole cuando vibra su móvil para que me agache y lo saque de mi coño, lejos de los guardias, claro… Lo guarda en una bolsa impermeable… No le gusta que su móvil huela a mí.
Pero bueno, quizá sea mejor que explique cómo he acabado en este infierno… Nunca dejes que tu novio deje cosas robadas en tu apartamento y luego, a la mínima, se largue dejándote a merced de las consecuencias.
Tres años, eso es lo que me pusieron de condena por manipularme.
Te digo que hace seis meses estaba muy contenta de mí misma… Ser guapa me había dado casi todo lo que quería… Tenía el pelo largo y rubio, ojos azules, un buen par de tetas, pero nunca pensé que ser guapa se volvería en mi contra.
Justo después de salir del cacheo en la prisión, donde te desnudan completamente y, esposada, te hacen desfilar como a un animal, durante un par de horas, mientras te inspeccionan los dientes, el coño y el culo, por si acaso tienes algún objeto oculto.
A los guardias les gustaba hacerme poner en posturas humillantes una tras otra… Vi a un montón de mujeres pasar por este sistema en diez minutos, pero yo no… Querían verme bien el culo, las tetas y el coño.
Al final me dieron un mono, pero no pude ponérmelo porque no tenían tiempo, así que tuve que recorrer desnuda toda la prisión de mujeres… Creo que esa fue la última vez que me sentí fuerte… Ahora sólo soy una zorra patética, usada y maltratada por todo el mundo.
Me llevaron por el pasillo y se detuvieron frente a una celda… Me presentaron a mi nueva compañera… Hasta entonces no había tenido miedo… Pensaba, equivocadamente, que los guardias también estaban para evitar problemas entre reclusas, pero estar encerrada con una zorra malvada, sin nadie que te ayude, me dio un susto de muerte.
Mi compañera de celda era corpulenta, alta, con el pelo corto, los tatuajes le subían por el brazo y parecía una niña pequeña a la que le hubieran dado un dulce rico… De un empujón, entré en la celda, la puerta se cerró de golpe y nos quedamos solas.
Al principio se mostró amigable… Pensé que me había equivocado al juzgarla con tanta dureza, pero eso no duró mucho.
Me contó que había asesinado a su esposo, a su padre y a su tío con sus propias manos, que habían abusado sexualmente de ella durante años y que esperó hasta tener la fuerza suficiente para matarlos.
Dejó muy claro que era la líder en esta ala de la prisión y que yo me iba a convertir en su mascota.
No me dejó vestirme… Me dijo que me tumbara en el suelo y abriera las piernas.
Debo admitir que, mientras yacía allí, con el frío subiendo lentamente hasta los huesos, pensé en mi terrible situación y las lágrimas corrieron silenciosamente por mis mejillas.
Ella, mientras introducía su mano en mi coño seco, me decía cómo los años de abuso de compañeras de celda, la habían vuelto una pervertida… Y que le gustaba dominar a las mujeres y usarlas como esclavas.
Le encantaba ‘follarlas mentalmente’ hasta que no eran nada.
Yo pensé que esto no le iba a durar mucho tiempo conmigo… Me equivoqué totalmente.
Empezó a empujar y a estirarme el coño dolorosamente, hasta que pudo meter su mano entera… No tenía ni idea de por qué lo hacía… Debía esperar a que la sacase.
Fue entonces, cuando sacó su móvil y me lo explicó con todo detalle.
Las presas no pueden llevar teléfonos ni dinero, así que tiene bolsitas para que su perra lleven sus cosas… Por eso necesitaba estirarme el coño… Una pena, la verdad, porque podría ganar mucho dinero prostituyéndome con los guardias… Quizás lo hiciera pronto, mientras estuviera bien apretada.
Quizás incluso llegara a un acuerdo con los guardias, quienes pagarían una prima para sacarme de la cárcel, llevarme a un bar de prostitución y dividir las ganancias.
Mientras me lo repetía, me estaba follando duro… Empecé a gemir de dolor y podía sentir cómo se me hinchaba el coño.
Finalmente se detuvo, tras haber decidido que prostituirme sería la mejor idea.
Se levantó y me hizo limpiarle las manos con la boca… Por primera vez en mi vida, probé el flujo de mi vagina.
Me sentí totalmente humillada, pues me gustaban las manos callosas de aquella mujer… Hizo un alarde de meterme la mano en la boca y llegar hasta mi garganta… Intenté atragantarme, pero se mantuvo firme, llenándome la boca con el puño entero y con el otro en la nuca… Empecé a ver manchas negras y pensé que me moría.
Curiosamente, morir parecía una buena opción… Cualquier cosa sería mejor que lo que la vida me tenía reservado para los próximos tres años.
Justo cuando me sentía flotando, ella retiró el puño, y el aire me inundó los pulmones y sentí una tos ahogada que me desgarraba tanto que vomité.
– “¡¿Qué cojones haces?!… ¡Limpia eso, zorra sucia!”, me gritó.
Me hundió la cara en el pequeño charco de vómito, y me sujetó hasta que, con el estómago revuelto, empecé a lamer el ácido… No sé cómo lo logré, pero limpié el suelo sin vomitar más… Me dejó en el suelo un rato, mientras ella revolvía cosas en un pequeño armario.
– “Bueno, hablemos como vamos a seguir… Como puedes ver, soy fan de los tatuajes… Era tatuadora antes de matar a esos cabrones, y tú vas a ser mi obra de arte… Cada día te voy a hacer un tatuaje nuevo… ¿No dijiste que tienes tres años de condena?… Eso son tres veces 365, así que eso me acerca a los mil cien, más o menos… Así que, cariño, cuando salgas estarás completamente cubierta de mis tatuajes… Nunca podrás olvidar quién eres”… Con eso, se rió con una sonrisa de maldad de su propio chiste.
Así que, seis días después, ando por ahí con su teléfono y un fajo de billetes en el coño… No llevo ropa interior, porque necesita acceso fácil, y también significa que puede conseguir un dólar para que un guardia me toque las tetas.
Tengo tatuajes que dicen ‘puta’ justo encima de mi coño depilado… ‘usa este agujero’ con una flecha apuntando a mi ano… ‘muerde aquí’ alrededor de mi pezón izquierdo…’zorra’ alrededor de mi pezón derecho… ‘propiedad de Yoly’ en la parte baja de la espalda, para que cuando me prostituya, los que me follen sepan a quién pertenezco.
Aunque sobreviva tres años, nunca volveré a tener una vida normal.
Su influencia también llega hasta la doctora… Me esterilizaron y además me ponen una inyección para detener la regla… Quiere asegurarse de poder usarme siempre.
Soy una mujer rota… Como en el suelo de la celda, con las manos a la espalda, como un perro… A veces escupe en mi comida, a veces me deja restos, a veces orina dentro.
Estoy acostumbrada a que me golpee con su cinturón y tengo algunas marcas en el culo.
Dejó de hacerlo ayer porque quiere que me vea bien para una sesión de prostitución que ha organizado entre los guardias y ella… Aun así, le encanta tatuar… Cada noche pasa dolorosamente mientras me clava agujas en la piel mientras estoy atada a la litera.
Hace seis meses, era igual que tú, viviendo mi vida, sexy y atrevida… Ahora imagínate como estoy… ¡Es terrible!… y aún me quedan dos años y medio de esta terrible vida carcelaria.
F I N
Si alguna lectora desea comentarme lo que le pareció el relato, tendré mucho gusto en responderle y mantener posible amistad… Mi correo es: (yanine 35sum@hotmail.com)