Siempre hemos vivido en el campo y, debido a que somos una gran familia con mucha historia, tenemos muchas reuniones familiares de lo más… engorrosas. Sólo en las familias grandes y poderosas como la mía -sí, como las de los famosos, ya sabéis las que os digo- una abuela puede tener tanto poder como la nuestra. Hay que tener propiedad y derechos para ser una matriarca de ese nivel. Cumplir sus órdenes puede suponer una diferencia millonaria, y, si decide castigar a alguien… Bueno, no hay límites. Tiene poder para hacer casi lo que quiera a una persona normal y corriente, sin que tenga consecuencias.

Soy Alba Vicente de Duque y Santana, nieta de Gloria Santana Villegas y hermana de Elena y Diana, y tengo 22 años. Me casé ya hace dos años y eso, en familias como la mía, te da una posición mejor.

Aquel día, nuestra hermana mayor, Elena, de 24, ha vuelto de su luna de miel. Mi nuevo cuñado no dejaba de agasajarla, como si aún siguieran de viaje de novios: la avergonzaba fácilmente delante de todos haciendo comentarios impertinentes sobre su hermosa apariencia, la adoraba en público y de forma ruidosa.

“¿No estás orgullosa de tu marido?”, le pinchaba la madre de él, poco discreta y no muy hábil en su intento de controlar la conducta de Elena, que le garantizaba una cotizadísima posición cercana a nosotros.

“¡Sí, es muy guapo y muy atento… dejadme en paz!” responde agobiada mi hermana. La verdad es que le agobian los tocamientos románticos de su marido “en público”, o lo que considera ella “público”: toda su familia. Es extremadamente recatada y tímida. Y tampoco lleva bien los comentarios impertinentes que acostumbra a hacer mi familia sobre él. Nunca les ha gustado demasiado. En ese aspecto, a mí me salió mejor. Ioane, mi marido, les entró por el ojo desde el principio. Sobre todo a mi abuela.

Pues eso, que estaba muy dulce y muy pesado. Además, en esa reunión (que duran fácilmente cuatro días) estaba bebiendo mucho, y Elena ya tenía el gesto de disgusto instalado desde hacía horas.

Elena, mi hermana, es mayor que yo, como os he dicho. Después de graduarse en la universidad se casó con Nacho, que ya sabéis que es pesado, pero también es un tipo guapo y exitoso. Habían estado saliendo juntos una década, desde los quince añitos. La pareja es, por tanto, el centro de atención de la familia para lo bueno y para lo malo. Nacho está bebiendo cada vez más.

Por cierto… Esta familia, aparte de ser poderosa, alberga un gran número de pervertidos, acostumbrados a dar rienda a su creatividad. Ya os iré contando más cosas.

Yo estoy en una esquina ignorando a mis familiares en lo posible, pero el jaleo de sus gritos y sus preguntas insidiosas me obligan a prestar atención. Acostumbro a ser discreta con ellos y me encanta pasar desapercibida, pero esta vez estaban cometiendo demasiadas indiscreciones.

Elena se desarrolló muy pronto y deprisa, como a los 12 años, sorprendiendo a todos con su nuevo atractivo. Al haber crecido juntas, en la pre adolescencia comencé a dedicarle mis pajas a ella, a mi propia hermana. Yo soy un volcán, internamente, desde que soy capaz de recordar. Un día dejé que el calentón me gobernara y robé una de sus bracas para pajearme; pero Gloria, la abuela, me pilló en pleno acto. Debió decidir el momento de sorprenderme, porque entró a la habitación de forma sorpresiva, y ya sabía de quién eran las braguitas. Entre que me faltaba picardía y que ella era una presencia intimidante, pues no supe engañarle.

Además de pillarme, me hizo cumplir un castigo restrictivo de mis salidas a la calle. Como en La casa de Bernarda Alba, no dábamos un paso sin que ella lo sintiera. Y, desde entonces, su mirada escudriñaba constantemente mis interacciones con mi hermana. De hecho, en su forma de hablarme habían, a menudo, indirectas de advertencia. Yo sentía que no quería que me olvidase de mi falta, y en mi adolescencia me resultaba terriblemente injusto e irritante. Ya han pasado un montón de años de aquel incidente, quizá once o doce. Ahora entiendo, en parte, cómo su mente controladora gestiona las faltas y cómo las usa para gobernar su entorno. Y aprendo de ella.

Y, por cierto, en ese momento ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí, en esta reunión maldita. He venido por cumplir nada más, pero mejor me largo a casa. ¡Qué pérdida de tiempo! Es el segundo día y empiezo a excusarme, despidiéndose uno por uno de todos, cosa que dura siempre un par de horas.

Cuando estaba a punto de marcharme, Gloria entró a la sala:

“Alba, ¿puedo robarte algo de tu valioso tiempo?” me pregunta con la sorna de tres viejas. La verdad es que estoy nerviosa, ya había decidido pirarme y no tenía ganas de prestar atención a más asuntos familiares. “¿Qué, he hecho algo malo?” le respondo, impaciente por irme y nerviosa por saber su respuesta. “Eso es lo que quiero averiguar” dice muy segura de sí. Estamos en un gran salón, todos sentados en la mesa de banquetes que prepara el servicio, nuestra familia y los familiares más cercanos del marido de nuestra hermana. Me acojono, y todos pueden notarlo. No es una demostración de autoridad pública poco habitual, así que tampoco es una afrenta, pero sí produce miradas y sonrisas amables de conmiseración conmigo, porque la jefaza me va a hacer un “tercer grado”.

Obviamente, nadie sabe lo que está pasando. Nuestra familia está llena de pervertidos, pero es extremadamente conservadora en las formas, y a veces parecen sacados de otro siglo. Y a ella nadie le lleva la contraria nunca. Lo que yo no sabía es que mi vida y mi posición estaban a punto de tener un cambio drástico.

Entré a su “despacho”, como llamábamos sus hijos y nietos al pequeño saloncito que tenía sólo para ella. “Acércate” me dijo, señalando el sillón libre más próximo a ella, sin forzar mucho su delicada voz.

“¿Que me siente?” pensé, pero no dije nada mientras me sentaba en el sofá dubitativa. “Quería irme yaya, vamos al grano porfa.” le pedí.

  • Elena acaba de regresar de su viaje de novios, supongo que ya lo sabes. – Me dijo con parsimonia, ignorando mi petición mientras me observaba sentarme y daba un sorbo a su café con leche.
  • No me digas. Estaba súper convencida de que la reunión era para aumentar las lindes del terreno a nuestro favor. – la abuela es suficientemente poderosa para que el sarcasmo no le afecte. – ¿Qué tengo yo que ver con eso?
  • Haré que se divorcie de él de inmediato – rió.
  • ¿Perdón?? Yaya… – hice una pausa, reevaluando; no parecía que fuese a abroncarme; más bien estaba compartiendo conmigo un plan. – Ya te dije que eres Belceabú, pero… ¿no crees que te estás pasando?
  • No es ninguna exageración! No admitiré en esta familia a un pichafloja al que no se le empina en su noche de bodas.

Mis ojos se abrieron de par en par. Me quedé pensando. Era alto, guapo y parecía tenerlo todo. Parecía como en una peli en las que al prota le sale todo bien, salvo que era demasiado adorable y adorador… Y ahora ese pequeño detalle. No esperaba que la abuela Gloria me llamase para comentar que mi cuñado era impotente. “Elena intentó justificarlo diciendo que estaba nervioso” siguió malmetiendo, “pero no me queda mucho tiempo en este mundo, ¡y no me iré sin ver llegar una nueva generación a esta familia!” proclamó orgullosa. “O sea, que la llamó para examinar su noche de bodas” – pensé.

  • Abuela, que hay pastillas. – Dije, intentando hacer ver que defendía a mi hermana.
  • Es un hilo. – Respondió con calma, levantando el dedo índice y mirándome – Si no lo quitas, no sabes hasta dónde se deshilachan las cosas.
  • Y Elena, ¿lo aceptó?
  • No. Se puso a llorar desesperadamente diciendo que haría cualquier cosa por quedarse con él. – dijo, sonriendo y con un tono dulce, en una expresión que parecía más condescendiente que maliciosa.
  • Era de esperar, yaya… Ser divorciada en esta familia es aterrador, y además le quiere. – aclaré con ello que entendía el fondo del asunto.
  • Por eso llegué a un acuerdo con ella. Si se queda embarazada, permitiré que conserve al flacucho. – sentenció.
  • Pues pastillas y adelante. – respondí, encogiéndose de hombros.
  • Ay hija, no… Esos genes aquí no se quedan.
  • ¿Entonces?
  • Ahí entras tú, cariño.
  • ¿Yo? – Dije, sorprendida. Parecía que podía convertirse en una bronca por sorpresa con un extraño prolegómeno. Me quedé esperando, prudente y preparada. Ella sonrió y, muy despacho, dejó los brazos caer en el sillón y continuó hablando, intensificando su mirada y hablando con intensidad.
  • Has tenido una obsesión con Elena desde que eras niña.

Se me quedó mirando, esperando mi reacción. Intenté que mi expresión no cambiase y mantuve mi sorpresa expectante para dejarla continuar. Se tomó su tiempo.

  • ¿No es así? Le robaste su ropa interior y eso.
  • Abuela, que era una niña intensa y hace mucho. No me lo recuerdes otra vez… ¿Qué voy a hacer yo?
  • Ay hija – dijo, llevando su mano a mi brazo y acariciándolo – Te conozco más de lo que crees. Te conozco desde antes de que nacieras. – Dijo, con un acento intenso en al “antes” – Te he visto nacer y aprender a hablar y jugar, crecer y casarte. Y además te he visto con atención. No me sorprende nada de lo que haces con Ioane.
  • Lo que hago con mi marido. – Dije, intentando que no sonase a protesta, sino sólo a búsqueda de confirmación. Ambas sabemos a qué se refiere. Si ha dicho eso, no se refiere a juegos online, ni a cómo marinamos el pollo. Está claro de qué habla, y si lo dice lo sabe. No quiero que se sienta insultada. Intento calcular si realmente lo sabe todo o sólo lo que hemos hecho en ocasiones en ésta casa. No dudo de su capacidad para espiar mucho más allá. Pero sólo con lo que puede saber que ha ocurrido aquí, tiene una colección de perversiones extensa.
  • Sí, querida… Eres como yo. Por eso digo que te conozco desde antes de nacer.
  • Ok, abuela.
  • Bueno, gracias por entenderme y no insultarme negándolo. Sabes de qué hablo, y creo que sois perfectos para ayudarme a resolver esto.
  • Eso sí voy a necesitar que me lo expliques un poco mejor, yaya. – digo, con una sonrisa dulce y amplia que se me escapa sin poderlo evitar. Me siento extrañamente comprendida. Ella me acaricia la cara, entendiendo la sonrisa.
  • Pequeña, Dios está atento sólo fuera de la finca. Si hay alguien de mi familia, dentro de las paredes me encargo yo. Y sé que has sido discreta. Eres como yo, y sé que vas a poder ser la heredera del bastón en ésta familia. – Vaya sorpresa. Este nivel sí que no me lo esperaba. No había dejado de sentirme agradecida, y me estaba diciendo algo muy, muy importante. Pensaba que sería mi hermano, o alguna de mis primas. Había candidatos aparentemente más centrados en el trabajo, que me parecían mejores. En ese momento pensé “¿De verdad estoy escondiendo cosas que no hacía falta esconder? No, aprecia la discreción. No sé si dice que esas cosas son las que le hacen darme el bastón, o… Bueno, escuchemos”.
  • Vas a hacer algo muy parecido a lo que hicísteis con Marta, la sirvienta.

Sí, estaba hablando de “esas cosas”. Mis perversiones con mi marido. Nuestra mayor afición.

  • Cuando vi eso – Prosiguió – me divertí mucho. Hace mucho tiempo hice lo mismo con tu abuelo Andrés. Él era mandón conmigo, pero yo era mandona con las cocineras, con las sirvientas y hasta con tu chacha Lola – se refería a mi tía abuela, Dolores -… que sus hijos son tus tíos tíos. O sea, de la semilla de tu abuelo Andrés. O sea, Míos, que ella siempre ha sabido que en ellos mandaba yo.

¿En serio ha dicho que lo vio?, me dije… ¿Nos vio con cámaras o detrás de un agujero en un cuadro como en las pelis? Y espera… ¿”Tíos tíos” ha dicho??. La sorpresa me ocupaba todo el cerebro, y ella, obviamente, sabía lo que estaba pasando por mi cabeza. Mi expresión de sorpresa debía ser palpabla.

  • Jeje, sí nena… Vas a hacer con tu hermana Elena como yo con la Lola. Y, por lo que vi, ya sabes hacerlo. – Sentenció. Joder con la vieja.
  • Yaya, eso… ¿Con tu bendición?
  • ¡Ja! No hija – su risa se volvió más abierta y maléfica, casi una carcajada. – Es una orden. Tienes que ganarte el bastón que te ofrezco.
  • Ok, abuela. – Dije que sí, porque lo ordenaba. Pero aunque lo hubiera perdido, hubiese mojado las bragas igual sólo de pensar lo que iba a pasar. Si lo hubiese sugerido, lo hubiese deseado.

Me gusta dominar a las mujeres y ser sometida por los hombres. Me casé con Ioane, en buena medida, por parecerme un buen compañero y amo-instrumento de mi perversión. Le encantaba verme domar zorras, y más aún cuando las usaba como si fuesen una extensión de mí. A la sirvienta, Marta, la visité en su cuarto por la noche con un poco de lambrusco, y tuve una animada conversación con ella. Cuando la vi cómoda, le planté un beso en los morros, y le dije:

  • Ahora voy a decir algo que no es una broma, Marta. Va a venir mi marido en unos minutos. Cuando venga, estaré de pie, dando el culo a la puerta. Tú estarás arrodillada comiéndome el coño, con las manos a la espalda. Me apartaré y mantendrás la boca abierta para que te folle la boca. ¿Estamos?

En fin, eso… Ella, como yo tenía bien claro, obedeció en todo. Y después, la fiesta se prolongó bastante más y tuvimos una noche intensa usándola como un juguete y haciendo algo que me divierte mucho… Humillar perras que aún no saben que lo son. Siento un placer físico cuando veo a Ioane hincar su rabo gordo en esas putas, además, que obedecen porque soy quien soy. Muchas lo disfrutan, pero todas obedecen y se comportan como muñecas hinchables para mantener incluso la posición de servicio en mi familia, que da mucho poder fuera.

Y ahora resulta que estaba dándole un espectáculo de autoridad sucesoria a la vieja de los cojones. “Si la había entendido bien”, aún dudaba para mis adentros. Aunque no parecía haber mucho espacio para la duda. Ya había dicho que sí a la propuesta de la abuela Gloria, como ella, imagino, esperaba.

  • Por supuesto que quiero, abuela. Con tu permiso, no se opondrá. Ya verás qué panza le va a hacer. ¿Cómo quieres que se lo diga? ¿La convenzo o la obligo?
  • Ya se lo dije, hija. No dudaba de que cumplirías con tu obligación con gusto. Ya le dije que tú y tu marido os encargaríais. Esta noche te quedas, y la esperáis en el dormitorio grande del piso alto. Y la quiero embarazada cuando antes.
  • Ok, abuela. – Respondí. Joder con la vieja, ni siquiera había dudado de que haría lo que me pedía. Ni de si quería o no.
  • No, nada de “sí, abuela”. No quiero que te entretengas ni que lo prolongues más días para tener más alborozo. Puedes hacer lo que quieras con ella, y que te haga lo que tú ordenes, como la sirvienta. Hasta que no tenga un hijo, sabe que no puede desobedecer ninguna orden tuya. Se lo dejé bien claro, y ya he visto cómo lo hacías con la sirviente. No te preocupes, que Después de que tenga el bebé te dejaré seguir divirtiéndote con ella, pronto podréis preñarla de nuevo y ella tiene que aprender a cumplir todas tus órdenes sin rechistar para cuando yo no esté. Pero el embarazo también lo quiero cuanto antes.

Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo. Y me invade una sensación de poder que no hubiera imaginado un rato antes.

A las doce, como un reloj, Elena llamaba a la puerta. Ioane estaba sentado en el sillón frente a la cama, con el móvil, haciéndose el despistado. Fui a abrirle.

  • Hola hermanita, ¿cómo puedo ayudarte? – Dije, con sorna. Se notaba que Elena sabía a lo que venía. Casualmente, llevaba un vestidito corto y de una pieza, muy parecido al que yo misma me había puesto. Ella sí llevaba ropa interior, no obstante. Pero venía mentalizada y cómoda. Buen primer paso.
  • Ya… Ya lo sabes. – Respondió, mirándome y después observando la propia cama, perfectamente hecha… Pero trufada con unos cuantos juguetitos que me había preparado. Un pollón para dos, dos pollones de látex más que había hecho con el molde de Ioane, un lush, una fusta y unas bolas chinas. Y junto a ese percal, un sillón en el que mi marido esperaba tranquilamente.
  • Pues sí, cariño. Ya oíste a la vieja. Ya sabes a qué has venido. Vamos a divertirnos juntas.
  • ¿Estás segura de que quieres hacerlo así? Es bastante extraño. – Dijo, en un intento por adquirir algo de control.
  • ¡Extrañas son las ganas que te tengo! – Dije – He tenido fantasías contigo desde hace mucho, querida, y no vas a oír quejas por mi parte. Jajaja, hasta te he dedicado más pajas que a mi actriz porno favorita.
  • Por favor, no hables de eso… Lo sé, o me lo imaginaba, pero no hagas las cosas más raras de lo que ya son. – protestó.
  • Jejeje, que no se te olvide que soy tu último recurso para salvar tu matrimonio. ¿Qué es eso de sentirse “incómoda” conmigo? – Yo estaba disfrutando enormemente de mi bastón de mando delegado-interino.
  • Tienes razón, parezco mamá protestándole a la abuela. Te escucho. No hablaré más sin pensar. – dijo Elena, que era inteligente. Estaba intimidada, pero parecía haber tenido tiempo para aclararse.
  • No quieres divorciarte de tu precioso Nacho, ¿verdad? Y accediste a hacer esto, ¿no? – Apreté, guiando la conversación.
  • No tuve elección. Es la única manera de convencerla de que nos deje estar juntos. – Mintió.
  • Ya. No quieres “ser” una divorciada. Y vienes porque eres una puta, hermana. ¿Y qué dice nuestro SIMP-ático amigo al respecto? Ja!
  • Que bruta eres, por Dios… No le he dicho nada aún. Quiero tomarme mi tiempo para sentarnos y decírselo tranquilamente. Y no soy… – Se detuvo – Bueno, sí soy una puta, pero ya conoces a la abuela.
  • Sí, parece que la conozco mejor de lo que pensaba – respondí. – El caso es que la abuela quiere un nieto a cambio de dejarte seguir casada.
  • … – Miró a la cama y a Ioane. – ¿Ya?
  • Sácate la ropa y sacude el culo, que mi marido tiene los huevos y la polla listos. – Dije.
  • Pero…
  • Que te calles y te quites la ropa. Luego charlamos.
  •  …Espera, yo… Vale, está bien. – cedió.

Le hice un gesto invitándola a dirigirse a la cama. Comenzó a desvestirse con las manos ligeramente dubitativas, y se sentó en la cama con la mirada fija en un punto.

  • No mires mucho, al menos – intenta consolarse.
  • ¡Mirar dice! – Era el momento de dejar las cosas claras. Me acerqué a su cara y llevé una mano a su pecho, provocándole un ligero sobresalto. – Nena, sé que la abuela te ordenó que me hicieses caso en todo. Y todo es todo. Voy a mirar, voy a lamer y te voy a usar como quiera. Y encima vas a disfrutar como una perra. ¡No puedo creer que al flacucho no se le levantara! ¡Menuda mercancía cargas! – Dije, bajándole el vestido y dejando sus dos grandes melones más a la vista. – ¡Abajo esto! – y se las saqué directamente por encima del sujetador.

Elena estaba de vicio a mis ojos, que, admito, son bastante masculinos para apreciar la belleza de una mujer. No me importan tanto ni las estrías, ni la celulitis, ni el vello corporal como a ellas. Ella tenía las proporciones de una diosa y las imperfecciones de una mujer plena. Semidesnuda parecía estar posando sin querer para ser la musa de su amado.

  • Por favor, baja la voz. Me voy a morir de vergüenza. Y no es que no se le levante… se puso algo duro al principio, pero cuando fue a meterla se puso flácida otra vez. Siempre ha sido así.
  • Espera, entonces ¿no habéis tenido sexo en tantos años?
  • Claro que sí… eh… esto… no.
  • No, Elena… ¿Me estás diciendo?… ¿No has follado con tu marido nunca?
  • No, hermana, no. Nunca.
  • Pero no eres virgen.
  • No eres virgen – Repetí.
  • ¡Jajajaja!! No puede ser! Ahora lo comprobaremos, pero esto es el premio gordo. Entonces, ¿mi marido te pervertirá y tu virginidad será mía? Muahahaha! –reí malévolamente. – Le saqué el vestido completamente – Quítatelo todo. – Ordené. – Tendrás que obedecer en todo lo que digamos. A ver, ponte de rodillas.

Mi poder sobre ella crecía por momentos. Estaba experimentando sólo un sorbo de todo el poder que ostentaba la abuela en la familia, y me estaba empezando a enganchar. El equipo que formamos mi marido y yo es tan sólido que mandarlo follársela es convertir su virginidad en mía, pues yo soy quien lo ha ordenad. Hasta la vieja sabe cómo de compenetrados estamos.

  • ¿Por qué tengo que hacer eso? ¿No podemos ir a la cama y hacerlo normal? Esto no está bien… – protestó.
  • Tienes que ponerte en tu lugar, así que ponte de rodillas. Sólo yo puedo salvar tu matrimonio, así que obedece.
  • De acuerdo, lo haré. Pero por favor, no grites. Lo haré. – dijo tímidamente.
  • Hermanita, sabes que me gusta oir las cosas. No me convences. Empieza otra vez.
  • Por favor, no me hagas decir cosas raras.
  • También es importante para ponernos cachondos a los dos antes de pasar a la acción. Puede que no tengas experiencia, pero relájate. Me encargaré de entrenarte muy bien, hermana. – dije.
  • ¿Llamo a la abuela? Desnúdate.

Obedeció. Sus curvas aparecieron enseguida, con su piel, pálida como la mía, al descubierto. Buenas tetas y buen culo, espectacular. Íbamos a hacer botar esas montañas.

  • Que buena estás, hermanita. Dije, sobándole las tetas. De rodillas he dicho. Y pídeme que te folle el coño con los dedos. – le ordené.
  • Eres muy mala… Me-Me-Mete tu… ¿Meterías tus deditos en mi coño virgen, hermana? – respondió, creativamente.
  • Mmm, me gusta. – Dije, metiéndole los dedos en la boca y arrodillándose frente a ella para meter mis dedos en su conejo – Sabes que no soy mala contigo, pero quiero algo más. Di “lléname con el semen que tu marido guarda en los huevos”.
  • Glob – Sonó cuando mis dedos desocuparon su boca – Pues… por favor, lléname con todo el semen que tu marido guarda en los huevos. – Dijo obediente.
  • Jajaja. Excelente. Ahora dilo fuerte, con sentimiento. – Ioane, ven.

Y mi marido, que había permanecido sentado, se acercó lentamente. Se hizo una pausa donde mi hermana miró al infinito como en su foto de la comunión.

  • Puede que yo sea el problema. Con Nacho me esforcé mucho para ponerle duro, pero nada parecía contentarle – dijo.
  • No sé qué hizo para no ponerse duro con semejante escultura como tú. Observa a mi marido y verás cómo reacciona un hombre de verdad a zorras como tú. Te vamos a sacar de las manos de perdedor de Nacho para poder violarte y usarte como nuestro juguete particular.

Ioane se acercó, atento a mis señales, bajándose ligeramente el pantalón de deporte y sacando sus huevos y su polla sobre él. Sabía por mi lenguaje cuando quería sacar la carne. Elena se dio cuenta y clavó su mirada de nuevo en mí, con los ojos muy abiertos.

  • Mmm, esa manera de mirarme me hace querer violarte aún más. Sabes que lo digo así porque aquí ahora mando yo. – La cogí del pelo – bésame, que a partir de ahora te usaré como si no hubiera un mañana así que recordarás este beso toda la vida.
  • ¿No es suficiente con dormir con tu marido una noche? – Dijo.
  • ¿Para satisfacernos? Ja! – Respondí – . Por supuesto que no. Quiero el paquete completo. Tus labios son muy sensuales. Pídemelo!
  • Está bien… quiero que me uses, que me uséis… por favor, déjame besarte.
  •  …No está mal, casi me convences. Acércate, ya que tanto lo pides. – susurré, victoriosa y viendo cómo Ioane se sacaba los veinte centímetros de troncazo y empezaba a masturbarse.

La agarro del pelo le meto la lengua en la boca, sin más miramientos. Le introduzco la lengua sujetándole la cabeza para clavársela como la iban a clavar por la boca con un rabo en muy poco tiempo.

Me abalancé, babeando, sobre los desprotegidos pechos de mi presa, aprovechándome de cierto grado de sorpresa para disfrutar sus reacciones. Agarré ambas tetas con fuerza, empujándola contra el lateral de la cama. Repartí las babas que me generaban la chupadas y la ansiedad por un bocado tan apetecible, ofreciéndole por momentos besos a sus pezones, para después lamerlos o morderlos. Primero les pasaba la punta de la lengua juguetona y después los mordisqueaba. Unos más leves y otros más fuertes. Ella no era capaz de no mirar y disfrutaba viendo cómo su mirada se cruzaba con la mía.

  • Ufff, que tetas de zorra, hermana – dije – Ahora chupa, que te vas a hartar de usar la boca – Y le atraje la cabeza hacia las mías – ¡Chupa!

Y lo hizo con esmero, intentando imitarme. Le dirigía la cabeza y le llevaba una teta a la boca, después la otra. Cuando sacaba su lengua y succionaba, me aseguraba de mantenerle la cabeza agarrada. Lamía y lamía, y su mano, obediente, ya se había posado en mi coño, acariciándolo con cierta torpeza. Mientras me comía las tetas, abrí la boca hacia la polla de Ioane, que la acercó para recibir una chupada de inauguración de la noche. Liberé la polla de mi boca y la cabeza de Elena de mi agarre por un momento, lo que mi hermanita pareció entender como un receso.

  •  ¿Contenta? – Me dijo, con los morros un tanto enrojecidos por la comida de tetas.
  • Jejeje, no. – Aclaré – Ahora di: “Puedes usarme para hacerte sentir bien en cualquier parte, en cualquier momento y con quien tú quieras”.
  • S-sí, Alba. Puedes usarme para hacerte sentir bien en cualquier lugar y en cualquier momento, con quien tú quieras.
  • Uffff… qué puta delicia oirte… ufffff… – bufé – Zorras como tú han nacido para satisfacer caprichos ufff… y te encanta, jodida zorra… vas a comerte los huevos de Ioane para calentar la leche que te va a hacer panzona.

Le di un morreo mientras atraía a Ioane. “Ni se te ocurra quejarte”, aclaré. Y agarré los huevos de mi marido, acercándole la cabeza a mi hermana, cogida por la nuca. “Saca la lengua puta” le aclaré, y ella, obediente, abrió la boca. Al acercarla, empezó a lamer y a succionar. “Chupar parece que sí se le da bien”, pensé. Conseguí meterle los dos cojonazos de Ioane y aún sacaba la lengua para rodearlos. Las babas le seguían cayendo y yo, mientras, había llevado mi mano de sus cojones ya atendidos a su polla. Mientras, Elena me mira, con la boca llena de huevos, sacándolos para lamerlos y volviéndolos a meter. “Se le ha puesto cara de asustada, pero zorra asustada”, pienso.

  • Te gusta duro, ¿verdad, zorrilla? – Me burlé. – Traga rabo y gánate la leche en el coño. – Le agarré la polla a Ioane, que observaba complacido y tranquilamente inmóvil, con las manos sobre nuestras cabezas por momentos, y dejándome performar. Volví a coger a Elena del pelo y la dirigí hacia el rabo. Ioane acompañó mi mano con la suya sobre su cabeza y me miró. La empujé poco a poco, pero no hubo resistencia. La tranca de Ioane entró con fuerza pero fácil hasta su garganta, cuando noté el tope, y ella no se había quejado –
  • Gggggooggggogggogogo glop glop – Sonaba mientras llevaba su cabeza atrás y alante, mirando a Ioane para comprobar su reacción – glop glop glop gggggoogogogogogggg
  • Vaaaaya! – Dije, encantada – Te estamos violando muy fácil la boca, puta usable, se nota que sabes comer pollas bien. ¡Dímelo!
  • Glop! Aahh sí, sí me gusta
  • Jajajaja! Dime que te gusta la polla que te va a violar y a embarazar – apreté
  • Sí!! Glop! Glop! Ogogoggggggogogo… – Sonó al volver a empujarla a tragar, por sorpresa a medio responder – La liberé de la presión y la miré, y siguió diciendo – Sí! Me gusta la polla que me va a violar, hermana, me gustan los huevos… GLGOGOGLGOGOGLOGLOGLOGLOGLO – Volvió a sonar, cuando Ioane empezó a follarle la boca con velocidad, embrutecido por la escena.

En cuanto el verraco dejó la oportunidad, la levanté y la moví hacia la cama. La empujé hacia ella y la tendí, mientras Ioane se acababa de quitar la ropa, y yo me saqué el vestido por la cabeza de inmediato, quedando completamente desnuda. Me encaramé sobre ella y volví a besarla. Llevé su mano a mi coño, mientras notaba sus pezones en los míos, y me retiré levemente; empecé a balancear mis tetas sobre las suyas. Me mira a los ojos y puedo sentir el miedo en su mirada cuando siente el leve movimiento del colchón al recibir el peso de Ioane. No quita sus ojos de los míos. Lo que ignora es que su miedo sólo me envalentona y me motiva para abusar más de ella.

Le palmeo el coño con la mano, y paso a frotarlo mientras me pego más a ella y le chupo la boca.

  • Te van a violar, hermanita. Vas a tener polla por fin, hasta hartarte. – Le digo, pegada a su cara.

Acto seguido, me incorporo, y me muevo con las rodillas hasta poner mi coño sobre la cara de mi hermana. No la miro, y aún no desciendo mi rajita sobre ella, pero acaricio su cabeza mientra miro a Ioane. Él me mira, se acerca y me besa. Me acaricia la cara y habla por primera vez.

  • Eres una zorra increíble. – Me dice, con lujuria y con amor al mismo tiempo.

Se tumba de costado y apoya su cabeza sobre su manos, sonriente. Cuando levanta la rodilla para apoyar la pierna por detrás y se lleva la mano a la polla, me quedo mirándola y mi boca se sigue haciendo agua al ver su rabo, aún brillante por las babas, rodeado por su propia mano. Bajo ligeramente mi coño y Elena lo alcanza con la lengua, dándole un lametón de abajo a arriba y moviendo sus labios y su lengua de inmediato sobre él. Comienzo a mover mi coño pendularmente, mientras ella lame y lleva sus manos a mi culo y mi espalda.

Ioane se acerca a nosotras y se dedica un rato a sobar mi culo y las tetas de mi hermana. Necesito un poco de polla, así que retiro mi coño de la hábil boca de Elena y me quedo de rodillas junto a ella, mientas Ioane se tumba, al otro lado de nuestra presa. Me muevo sobre el vientre de mi hermana para alcanzar la polla de mi marido y la engullo mientras él acaba de tumbarse. Veo cómo su mano se dirige al coño de Elena, le empuja un muslo y le toca el coño, por fuera primero, y después con el dedo corazón de la mano derecha, con la palma hacia arriba y el dedo bien tieso, como si se tratase de la varilla de un medidor de aceite. A Ioane le gusta el empirismo. “Pero mira qué mojada estás” dice.

  • Imposible… ahh – responde rápidamente Elena, con la voz entrecortada y mis tetas pegando a las suyas y su vientre mientras sigo chupando el capullo de Ioane como un polo. Ioane insiste, y ella mantiene que no es posible, que no hemos hecho nada aún. Todos sabemos que le moja la expectativa de ser follada y rellenada por un macho.
  • ¿Estás segura de que eres virgen? Porque parece que te gusta que te traten mal, zorra – empieza Ioane a provocar. – Y tienes buena boca de mamona, como tu hermanita… Aaahhh – Dice, sujetando mi cabeza para hincármela más. Al notar su capullo en mi garganta, empujándome, cojo la mano de Elena y la llevo a mi coño, desde atrás. – Joder, qué boca… – Recibo el halago y un nuevo empujón con mi lengua llegando a sus huevos.

Ioane me la saca, entre comentarios sobre lo duro que lo pone saber que hoy tiene puta nueva. Elena a estas alturas parece bastante asustada del rabo de Ío. Al menos, todo lo asustada que su excitación le permite. Puedo ver su vagina contraerse mientras le mira la polla. Está cachonda pero aún no quiere reconocerlo, y verla respirar con excitación frente a nosotros nos pone aún más cachondos. Me echo inclinada sobre ella, lamiéndole la boca y azotándole las tetas, plas, plas, plas…

  • ¿Ya has olvidado tu posición? Chupas muy bien, hermanita, pero tienes que darme gusto en el oído también… ¡Ruega! Di que quieres que tu cuñado te viole y te quite la virginidad por el conejo.
  • Quiero… – Le mira mientras él se acerca, y me mira, pegada a su cara – Quiero que mi cuñado… Me viole… aaahhh – gime mientras mi mano vuelve a su coño y mis dedos entran.
  • Bien, bien, mi putita… Parece que la abuela sabía también lo necesitada que estabas… Aquí, con mi boquita bien cerca… Te van a violar la boca… Y lo voy a ver… ahhh… – Me alcancé con la mano, palpando, una de las pollas realistas con huevos y empecé frotármela con mi coño encharcado. Después, se la froté a ella. Ioane empezaba a ejecutar mi orden y subía su rabo, acercándolo a la boca de Elena, que miraba la polla de juguete que yo estaba usando para masturbarnos alternativamente, y también la polla de carne palpitante y babeante que se acercaba a nuestras caras.

Solté la polla y busqué la doble en la cama. La alcancé y la llevé entre mis piernas, introduciéndome un buen trozo en mi coño, de una, lo justo para que se sostuviese, y llevé el otro extremo entre sus piernas, frotando la punta en su raja, que hacía un sonido de chapoteo evidente. Ioane acabó de traer su rabo a nuestra altura y volteó la cara de Elena para colocarla en mejor posición. Yo sabía que iba a empalarla completa, y vi su capullo entrar en la boca ya abierta de mi hermana, con su lengua bien extendida para recibirla. Le di un lametón en el cuello mientras veía aquella barra de carne introducirse completa, a escasos centímetros, en su boca. Llegó casi hasta el tronco. Vi cómo su cuello se adaptaba para alojarla, y cómo él se reposicionaba para hincarla más, moviendo la cabeza de Elena levemente hacia atrás y clavándola con un bramido de placer.

  • Puta casada, cómo tragas… – Dije, hincándole el juguete para que se notase bien llena. – ¡Fóllala más!

Ioane se apoyó para empezar un metesaca frenético, follando la cabeza de mi hermana “GlOPGLOPGLGLOPGLOPGLOGLOPGLOPGLOPG” durante unos segundos, hasta que se la sacó y empezó a azotarle la cara. Le colocó el tronco sobre sus labios y atrajo mi cabeza para que engullese su glande y tenerla en dos bocas. Elena lamía obediente mientras yo recibía el capullo en mi boca, glop, glop.

Ioane se separó con una sonrisa y nos contempló por un momento. Eso me puso coqueta y le dejé unos segundos para admirar la estampa. Mi hermana despatarrada y penetrada por una polla negra doble que, en su otro extremo, estaba en mi coño. Yo, tumbada casi sobre ella, lamiendo la cara de mi hermana y babeándola aún más. Me acerqué a la oreja de mi hermana.

  • Si quieres ese rabo entre tus piernas, tienes que tener una cosa clara, hermanita… – Vi sus ojos, muy abiertos, moverse a un lado para clavarse en los míos – … Eres un juguete, eres un consolador humano para nosotros… Serás como una muñeca hinchable, y harás todo lo que te pidamos. ¿Lo tienes claro?
  • Sí. – Respondió de inmediato, con una claridad diametralmente opuesta a su voz vacilante anterior. – Lo hago por… Por mi marido… – lo que provocó una carcajada de mi marido.
  • Pídelo. Pide la leche en tu coño… Pídelo bien, putita… – Le dije, separándome para clavarme más el juguete en el coño, y sacándolo del suyo. – Convence a mi marido, que tenga ganas de preñarte.

Elena me miró, y miró el juguete que ya no estaba dentro de ella. Miró a Ioane, que se retiraba hacia atrás, con su rabo apuntando al techo, sentándose sobre sus talones y mirándola. La mano izquierda de Elena se movía involuntariamente hacia mí y la polla de juguete, y la mano derecha se movía en dirección a Ioane.

  • Sí… Sí por favor… Préñame… Llena mi vagina… Lléname el coño con tus grandiosos huevos… Clávame la polla… Viólame por favor.
  • Ja! – Me entró la risa – Torpe pero bien puta, eso está mejor… Esfuérzate más!

Elena llevó su mano a la polla de Ioane, abrazó el capullo y empezó a pajearlo. Me miró y le miró.

  • Por favor… Te lo suplico… Viólame… Úsame como una puta, como tú quieras. Dame por culo, viólame la boca, pégame… Pero te lo suplico, clávame la polla, reviéntame el coño y lléname el útero de leche. Viólame… Viólame… – Me miró – Hermana, por favor… Dame leche, violadme… Folladme como queráis, usadme…

Ioane le separó las piernas de un empujón y se quedó mirándola, apuntándole. Ella lo miró, y me miró.

  • Por favor – Me suplicó Elena. Yo aceleré la follada que me estaba pegando, cada vez más excitada por su despliegue de palabras, y miré a Ioane, sonriendo con luz verde.

Ío puso las manos a ambos lados de Elena y empezó a penetrarla. Sus entrañas empiezan lentamente a separarse a medida que Ioane entra. Oleadas de placer recorren sus cuerpos desde sus entrepiernas. Ella emite un quejido, con un gesto de dolor, pero él no se detiene, y veo cómo le entierra la polla casi completa, con la cabeza de mi hermana echándose hacia atrás y mirándome, desencajada. Noto la pulsación. Se está corriendo. Puedo ver cómo un poco de líquido salta en la base de la polla de Ío, aún no completamente dentro.

  • OOUUUUUHHHHH!!! – Ruge mi hermana.
  • ¿Te estás corriendo con la polla de otro hombre, golfa? – le dice Ioane
  • AAAAhhh… N… nn-nao… no – Miente, mientras los latigados del orgasmo aún la recorren hasta los dedos de los pies.
  • Las zorras como tú sólo responden a pollazos – dice Ío clavándole la polla un poco más, presionando a buen seguro el final de su coño y ensanchándola por dentro – Y si mienten se quedan sin polla… ¿Te corres con el rabo de tu cuñado a escondidas de tu marido? – Empujó más, provocando el bramido de Elena – ¿Vienes a que te violen para quitarte la virginidad? Menuda zorra desesperada. – Aaaahhhh… Ahora empieza a llegar dentro… Así se abre una puta como tú… Normal que no folles con tu marido… Las putas como tú no hacen el amor… – La sacó un buen trozo y se lanzó, machacándola hasta el fondo y empezando a bombear, chop, chop, chop, aumentando el ritmo. –
  • A las putas como ella las violan porque es lo que piden con su cuerpo a gritos – Intervine, ya completamente tumbada a su lado, clavándome más el pollón negro y golpeándome las tetas con el otro extremo.

Ioane vio mi movimiento y apoyó una mano en el hombro de Elena. La clavó y gruñó, empujando más, hasta que noté que la había enterrado entera. Cuando la terminó de ensanchar para poder clavarla empezó a bombear, una y otra vez, chop, chop, chop, chop, sacándola casi completa y lanzándose con violencia hasta volver a clavarla hasta el mismo sitio.

  • AAAHHH!!! Dios, sí!! Me vas a reventar!! – Gritó Elena mientras se corría de nuevo.
  • Uffff… uffffff…. Pedazo de zorraaaa… ufffff… qué apretado lo tienes… ufffff… ¿te gusta que te castiguen así, verdad, guarra?… grita, puta golfa… grita…
  • Aagghhhhhh… Aaajjjaaaaaa… Ssiiiiii… Párteme en dos — le gritaba… — Soy una perra cualquiera… Soy una puta perraaaaaa… Dame leecheeee… Vacíame tus huevos… Préñameeee…
  • Toma zorrraaaaahahhhh…

Y Ioane empezó claramente a correrse. Noté cómo su culo se clavaba, ya con el capullo enterrado en el fondo del coño de Elena, varias veces. Los gritos de Elena cambiaron. Estaba cachonda como una perra, pero al notar el semen quemarla por dentro explotó en un orgasmo que congestionó su cara, desencajando sus ojos, que me miraban con sorpresa, abiertos como jamás los había visto. Estaba sintiendo el semen inundándola y vi cómo una eyaculación copiosa saltaba de su coño salpicándolos a ambos y mojando el edredón bajo su culo. Seguía corriéndose, y Ioane siguió bombeando, vaciando los huevos mientras continuaba clavándola, y ella descubría un nuevo tipo de orgasmo.

Un fuerte sentido de orgullo y afán de dominación nos gobiernan a Ioane y a mí. Elena ha experimentado un orgasmo de verdad y esta noche no ha hecho más que empezar.

Continuará.