Hans

Yo estaba sola en la ciudad cuando conocí a Paco que estaba en la misma condición que yo. Salimos, nos gustamos y al poco tiempo, decidimos casarnos, Al año, más o menos de estarlo descubrimos, después de muchas pruebas, que no podíamos tener hijos por un defecto mío y para mitigarlo nos entregamos al sexo.

Cada fin de semana alquilábamos películas porno y luego poníamos en practica lo que habíamos visto, así fuimos conociendo todas las disciplinas. A mí me encantaba y estaba deseando siempre probar las cosas nuevas que mi marido decidiera hacer. En eso estábamos cuando un hecho cambio nuestras vidas.

Paco trabajaba en una empresa que se dedicaba al montaje de locales de ocio y por aquel entonces estaban acabando una discoteca de un pueblo cercano. Una noche mi marido me dijo que el próximo viernes por la noche estábamos invitados a la inauguración.

– Busca algo extremado que ponerte, que allí ira gente guapa – añadió y al ver que me quedaba pensando y sonreía, siguió – ¿ Quieres estrenar actual vestido?-

Se refería a uno que habíamos visto los dos en un escaparate. Era de gasa muy clara con estampados, bastante cortito, un gran escote redondo por delante y otro en forma de uve por la espalda. A mí me gusto, me lo probé y estando en el probador me dijo Paco:

– Te está estupendo, estás para follarte pero guárdalo para alguna fiesta en casa porque entre las tetas que tienes y lo apretado del culo, eres un peligro.

Pero aún y así decidimos que lo estrenara para ese día. El viernes, después de cenar en casa, me puse sólo unas braguitas tanga para que no me marcara señal en el culo, el vestido y unos zapatos de tacón que me hacían las piernas muy bonitas. Llegamos a la discoteca y Paco me fue presentando a los directivos de su empresa y a sus compañeros. La mayoría, después de saludarme, me daban un repaso de abajo a arriba, cosa que a mí me encantaba. Eso que valoraran mi cuerpo era una gozada y me sentía a gusto.

Estábamos con Paco en la barra cuando le pidieron si podía ir a ver un pequeño problema que se había presentado. Se marchó y yo me quedé allí, esperando que volviese y me dediqué a echar una mirada al ambiente. En ello estaba cuando vi un grupo de tres hombres casi enfrente de donde yo me encontraba. Estaban hablando pero uno de ellos, alto, atlético, bien parecido, me clavó su mirada. No era la típica mirada que ves que gustas, era una mirada que me molestaba. Parecía que estaba desnuda allí para sus ojos. Procure mirar para otro sitio pero él no disimulaba y seguía repasándome. Un calor sofocante me invadió.

En esto llegó Paco y nos pusimos a hablar. Cuando íbamos a una mesa a descansar alguien, por detrás, llamó a mi marido. Nos giramos y era el hombre de la mirada. Mi marido le estrechó la mano y me dijo:

– El señor Hans, es socio de la discoteca y colabora en otras empresas de la sociedad.

Le alargué la mano y me la estrechó con fuerza, atrayéndome hacia él y dándome dos besos en las mejillas. Parecía que su mano estaba enchufada en la corriente ya que una descarga me recorrió de arriba a abajo pasando por mi coño, que me empezó a picar. Hablamos de la discoteca y al poco se fue. Estuvimos aún un rato hasta que, ya tarde, decidimos irnos. En la puerta, nos paró Hans.

– ¿Ya os vais? – preguntó.

Mi marido le dijo que sí, y le alargó la mano como despedida pero vio a otra persona y se fue a despedir de ella dejándome con Hans. Yo también le alargué la mano, que él volvió a estrechar con fuerza y, de pronto, cogiéndome por la cintura, me acercó a él y medio dos besos. Me soltó y dejó caer su mano en mi culo, dándome un cachete y un apretón mientras decía:

– ¡Ya nos veremos!.

Todo fue tan rápido que no pude reaccionar, sólo sé que salí para ver si encontraba a Paco y me despejaba ya que el calor me abrasaba. Llegamos al coche y ya en el trayecto de vuelta, yo estaba bastante cachonda y le eché mano al paquete a mi marido mientras conducía.

– ¿Qué haces? – me dijo.

– ¡Que voy cachonda! – contesté – ¡Quisiera follar ahora mismo!.- ¿Y eso… qué o quién te ha puesto así? – preguntó y cuando se lo conté todo se echó a reír, añadiendo – Sí, es verdad, Hans tiene fama de conquistador. Se le dan bien las mujeres.

Mientras él hablaba, yo me había metido la mano en el coño y me estaba masturbando.

– ¡Paco, métemela! – le dije. Paró el coche en el parking de un bar que ya estaba cerrando. Salimos del auto, yo ya sin bragas, me apoyó contra el lateral del vehículo y hundió su polla en mi excitado coño. Levanté las piernas y las crucé en su cintura como queriendo que me penetrara más. Mi pensamiento voló y vi a Hans delante de mí. Me corrí como una loca a la vez que Paco, que estaba entusiasmado de mi fogosidad.

En los días posteriores aún pensaba en la figura de Hans aunque, poco a poco, me fui olvidando.

Un día estaba acabando de comer cuando sonó el teléfono. Lo cogí. Era Hans. Me quedé parada, helada, tanto que él preguntó si yo seguía allí. Quería saber si estaba mi marido para traerle unos planos y de paso charlar y tomar café. Le dije que no volvería hasta la tarde y eso pareció contrariarle. Entonces me dijo que, si no me importaba, me los dejaría a mí y al día siguiente hablaría con él. Le dije que de acuerdo y me dio el tiempo justo para recogerlo todo un poco cuando llamaron al portero electrónico. Era él. Le abrí y enseguida llamó a la puerta.

Al verle me sentí rara, nerviosa. Le invité a pasar. Me dio un par de besos y entró en el salón.

– Siéntate – le dije – Voy a buscar el café.

Volví enseguida con los dos platos y las tazas. Al agacharme para dejarlos en la mesita, noto su mirada clavada en mis tetas. Yo no había reparado que, para estar por casa, sólo llevaba puestas las bragas y una bata de botones, con amplio y cómodo escote al que aún le faltaba algún botón para abrochar, así como por abajo. Al inclinarme, se le ofrecían mis tetas casi al completo. Mi pulso tembló al dejar las tazas y él lo notó.

– Vamos, siéntate a mi lado – me dijo.

Así lo hice y vi como la bata se abría dejando desnudo medio muslo. Yo estaba con la taza y el plato en la mano cuando él ya se apuró todo el café. Puso su mano en mi muslo y apretando, comprobó su dureza.

– ¡Esto es jamón puro! – exclamó – He pensado mucho en ti estos días, valorando si venir o no.

Mientras decía esto, su experta mano había subido por mi bata y estaba desabrochando los botones. En un periquete separó la bata y vio mi cuerpo. Yo aún seguía teniendo la taza en la mano. No había movido ni un músculo. Parecía que estaba hipnotizada.

– Deja la taza y ponte de pie – me dijo.

Así lo hice. Se situó detrás de mí, me quitó la bata, que dejó caer al suelo y sus dos manos se fuero a mis tetas sopesándolas. Pellizcó mis pezones, que enseguida respondieron poniéndose tiesos, bajó por mi vientre, acarició los muslos y metiendo sus manos por las bragas, apretó mis nalgas. Yo estaba a cien pero no sé por qué motivo le dejaba hacer.

Su mano derecha, dentro de mi braga, corrió hacia adelante, pasó por mi peludo coño y sus dedos se metieron en mi encharcada raja.

– ¡Eso es! – exclamó – ¡Tal como lo pensaba, zorra, estás pidiendo una buena polla y la vas a tener!.

Me llevó un poco hacia adelante, me quitó las bragas, dobló mi espalda, apoyando mis manos en los brazos del sillón, abrió mis piernas y allí quedó ofrecido mi coño. De reojo vi cómo se quitaba los pantalones y los calzoncillos, apareciendo una buena polla, tiesa, que introdujo sin esfuerzo en mi coño. Yo, ya no pude más y exploté diciéndole:

– ¡Vamos, vamos, atraviésame… no puedo más!.

– ¡Cállate! – me cortó rápido – No te quiero oír, córrete si puedes pero aquí el que tiene que disfrutar soy yo, y lo voy a hacer.

Efectivamente, antes de que yo me corriese, él empezó a disparar su leche caliente en mi coño, jadeando y agarrado a mis tetas como un jinete a su yegua. Estuvo un rato en mi coño y cuando salió escurrió la polla en mi espalda y culo acabando de secarse con mi bata.

– Ve a lavarte – me dijo.

Cuando regresé ya estaba vestido y sentado de nuevo en el sofá.

– Ven aquí- me dijo.

Me senté a su lado, me miró fijamente y añadió:

– Quiero que me pertenezcas las veinticuatro horas del día cada día del año, quiero disponer de tu cuerpo a mi antojo, cuando y como quiera, y estoy dispuesto a pagarte bien por ello. Estarías en nómina en una de mis empresas y ganarías igual o más que tu marido. ¿Qué me dices?.

Yo no estaba para pensar y sin levantar la mirada, le dije: – No lo sé.

– Pues piénsalo rápido, mañana a esta misma hora volveré y necesito una respuesta. Eres la perra que llevo buscando hace mucho tiempo. Esta bata no la laves, quiero que la lleves puesta mañana cuando venga para que te vayas acostumbrando al olor de mi leche.

Cogió su maletín y se marchó dejándome allí sentada y petrificada. Tardé en reaccionar, me levanté y me fui a la ducha. Me puse un rato debajo del chorro de agua fría para ver si me despejaba las ideas pero me faltaba algo. El muy imbécil no me había dejado correr cuando su polla llenaba mi coño, así que me enchufé el mango de ducha hacia mi clítoris y luego me fui pasando el suave mango hasta que me corrí como una loca. Esto me calmó y me volvió a la realidad.

Cuando llegó Paco intenté ser natural, pero se ve que no lo conseguí. – ¿Qué te pasa?- me dijo – ¡ estás rara!.

– Ha venido Hans esta tarde – dije.

-¿Hans… y qué quería?.

-Tomar café.

-¿Tomar café o… follarte ?.

Bajé la mirada y contesté: – Las dos cosas. – ¡Eres una puta asquerosa! – exclamó gritando – ¡Aquella noche, con sólo tocarte el culo ya casi te hace correr y ahora le ha faltado tiempo para follarte!.

Le expliqué su oferta como pude y al oír eso del sueldo, se calmó un poco. La verdad es que no íbamos demasiado boyantes y una ayuda así se notaría.

– Es tu decisión aunque yo te diga que no – me dijo – Paso muchas horas al día fuera de casa y si quieres follar con quien te apetezca yo no me enterará así que eres tú la que debes decidir.

Se fue a dormir sin cenar. Yo le acompañé más tarde pero me costó conciliar el sueño. Al día siguiente se marchó y no hablamos más del asunto pero a medida que se acercaba la hora en que iba a venir Hans, mi cabeza le daba vueltas y más vueltas al tema. Yo no quería aceptar pero por otro lado no me veía con fuerzas para negarme, así que decidí probar y ver qué pasaba.

A la hora en punto llamaban a la puerta. Yo llevaba la misma bata del día anterior y las bragas. Abrí la puerta y entró directo al salón, se sentó y yo lo hice a su lado. Como el día anterior, mi muslo quedó a la vista y apoyando su mano en él, me dijo:

– ¿Y bien?.

– Acepto – le contesté mirándole a los ojos – pero el sueldo ha de ser tal como quedamos.

– No te preocupes putíta, dile a Paco que le pagaré bien su cornamenta. Ya sabía que aceptarías – dijo subiendo su mano por mi muslo y más arriba, hasta llegar a mis tetas – Desde el primer día que te vi supe que este cuerpazo necesitaba mucha caña y yo te la voy a dar – abrió su maletín y sacó una tarjeta. Mañana a las diez preséntate aquí – luego sacó un teléfono móvil y me lo dio – Lo has de llevar siempre contigo, en cada momento has de estar a mi disposición. A partir de ahora seré tu Amo y así quiero que lo reconozcas. ¿De acuerdo?. – Sí, mi Amo – dije ya en mi papel. – Está bien, ponte en pie – así lo hice, me quitó la bata y las bragas – Así te quiero siempre, desnuda, sin ropa interior a no ser que te ordene otra cosa. Ahora llévame a tu dormitorio – allí fuimos – Pon tu almohada en medio de la cama – la puse y él se arrodilló en la cama delante de la almohada – Sácame la polla y mastúrbame.

Le bajé los pantalones y los calzoncillos y vi ante mi una polla preciosa que el día anterior no había podido apreciar bien. Era bastante gordita pero eso sí, larga, con un capullo redondito precioso. Me dieron ganas de chuparla pero obedecí sus ordenes y empecé a masturbarle con una mano mientras que con la otra le masajeaba su bolsa testicular, Cuando se encontró a punto, me apartó y acabó él de masturbarse con el objetivo de llenar mi almohada con su leche. Fue variando la dirección hasta que toda quedó llena de semen.

Extiéndela bien – me dijo y, con la mano, así lo hice – Ahora chúpate la mano. Pasé la lengua por mi mano limpiándola.

– Ahora límpiame la polla con tu boca – ordenó de nuevo.

Pasé mi lengua varias veces y la introduje en mi boca, sacándola y chupándola.

– Está bien – me dijo – vuelve la almohada a su sitio y esta noche, cuando te acuestes, olerás a tu Amo.

Se vistió y se despidió hasta el día siguiente. Por la noche llegó mi marido y le dije que había aceptado la oferta de Hans. Me sonrió y sin decirme nada se fue a duchar. Estábamos ya en la cama esta noche, serían las doce, cuando sonó mi móvil. Paco se giró y me miró. Era Hans.

– ¿Hueles mi leche, zorra? – preguntó y al decirle yo que sí, añadió – Recuérdame que mañana te castigue. Sabes por qué, ¿verdad?.

– Sí, mi Amo.

– Así está mejor. Coge la almohada, pasa tu lengua por un sitio que huela a leche y humedécela bien.

Así lo hice, Paco, cuando, vio aquello, se levantó y se fue a otra habitación.

– Ya está, mi Amo

– Ahora moja tus dedos en lo que has humedecido y mastúrbate, quiero oír el chapoteo de tu coño con los restos de mi leche.

Le obedecí y me corrí con el teléfono junto al coño.

– Está bien. Mañana ponte un vestido bien provocativo para la entrevista – y colgó.

Fui al baño para lavarme y me crucé con Paco que volvía a la habitación.

Cariño – le dije – ¿Quieres que te haga una buena chupada?. – ¡Vete a tornar por el culo!- me contestó, pero sólo decir esto se giró y añadió – ¡Claro, eso es, vas a tomar una buena ración… ven aquí!.

Me llevó a la cama, me puso a cuatro patas, hundió mi cabeza en la almohada que había utilizado y lubricando su polla con los jugos de mi coño, me la clavó en el culo. Pero hacía días que no me enculaba y le costó.

– ¡ Vamos, puta! – me decía – ¡Abre el culo o te lo rajo!.

Me dolía bastante pero intenté colaborar al máximo y así consiguió chocar sus cojones con mis nalgas.

– ¡Bingo! – exclamó.

Me apretaba en los costados con las manos para coger distancia y me embestía. Así estuvo un buen rato hasta que explotó en mi culo llenándolo de leche caliente. Se salió, se lavó y se durmió, dejándome allí tirada. Yo ni me moví, me di media vuelta y me dormí.

Continuará…