Capítulo 3
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EL ANUNCIO – CAPÍTULO 3
Siguieron avanzando por la avenida comercial, recorriendo la acera y llamando la atención tanto de hombres como mujeres que admiraban ese vestido rojo y sobre todo a la mujer que lo portaba con tanto estilo. Aquel vertiginoso escote mostraba un busto atrapante, como lo eran sus largas piernas ensalzadas con las sandalias de fino tacón.
- ¿Dónde me llevas ahora, Pablo? – preguntó ella ilusionada aferrada a su brazo.
- Primero vamos a tomarnos un coctel. Estoy sediento. ¿Te apetece?
- Claro.
- Bien, luego iremos a comprar la lencería.
Se encaminaron a un pequeño local, al que tuvieron que entrar con una tarjeta, sin duda se trataba de un lugar especial y privado, una especie de pequeño casino, en el que había mesas de ruleta, dados y “BlackJack” en el que se jugaban grandes sumas de dinero y donde casi todos eran hombres, algo que llamó la atención de Silvia que se dio cuenta de que era una especie de club privado en el que Pablo quería mostrarla, pues todos se fueron acercando a él, para interesarse por esa dama tan llamativa, pero él se limitó a sonreír y saludar educadamente y pedir una consumición al fondo de la barra.
- Todos me miran, Pablo. – dijo ella sin soltar su brazo.
- No es para menos… eres otra Silvia, ¿no crees?
- Por supuesto.
- ¿Y qué más sientes?
- Me siento rara, pero con un gusto interno.
- Y yo me siento orgulloso – afirmó esta vez sonriente.
Pablo estaba satisfecho por ese nuevo éxito y dichoso de que Silvia fuera su especial acompañante. Esa mujer le había transmitido algo que ninguna otra había conseguido hasta entonces. Ella irradiaba una magia increíble, hasta conseguir excitarle con una mirada y ponerle realmente nervioso, que ni se creía la suerte que tenía al tenerla a su lado. Silvia, al mismo tiempo, se sentía mucho más feliz de lo que ya estaba, sabiendo que ese hombre tan atractivo, tan recto, tenía además una ternura especial hacia ella, mostrándole además de su cariño, su enorme admiración. Nunca hasta entonces había recibido eso por parte de un hombre.
La conversación entre ambos se hizo fluida, allí sentados en dos taburetes, como si fueran realmente dos compañeros al salir del trabajo comentando las anécdotas del día. Se tomaron dos combinados especiales que ella se tomó como agua, pues se encontraba sedienta, aunque pronto le hicieron efecto y tuvo que volver a agarrarse de su brazo.
- ¿Y ahora? – dijo ella.
- Estás impaciente, ¿no?
- Si.
- Bueno, Silvia, no quieras descubrirlo todo el primer día. De momento vamos a por esa lencería. Es lo que te puedo adelantar, aunque habrá sorpresas.
- Entonces ¿Ahora vamos a una tienda de lencería? – preguntó ella.
- No, exactamente… va a ser también una lencería exclusiva, pero esta vez haré que nos la traigan.
Silvia volvió a sorprenderse de nuevo y Pablo entonces hizo una llamada, hablando con familiaridad con alguien que atendía amablemente a sus peticiones. Sin duda, le gustó que Pablo se manejase a esos niveles a los que ella, lógicamente nunca podría llegar por sí sola y aunque no podía escuchar al interlocutor, escuchaba atenta a Pablo:
- Necesito que esa empleada tuya, la nueva, venga a nuestro hotel. – afirmó Pablo en su llamada.
Silvia le escuchaba atentamente, mientras él le dedicaba alguna sonrisa y se perdía en ese largo escote sin nada debajo. Ella llegó a notar un bulto bajo el pantalón de Pablo, lo que le produjo un escalofrío y un palpitar en su entrepierna, orgullosa de haber excitado a un hombre tan experimentado como él.
- Sí, sí, exacto. Eso, eso, Ángela, la rubia. Perfecto. Ponlo todo a mi cuenta. – añadió él.
Silvia seguía escuchando sin entender muy bien, pero por lo que deducía de sus palabras, tenía alguna habitación de hotel reservada y no iban precisamente a una tienda, sino que iba a ser un pase privado en la suite de un hotel.
- Perfecto, tráeme las últimas colecciones, esas que estabais esperando. Las medidas son más o menos las de esa chica. Dentro de una hora. Perfecto. – fueron sus últimas palabras.
Tras presentar su tarjeta y pagar las consumiciones, abandonaron el local, llegando hasta la zona cercana al Bernabéu, en el que había un lujoso hotel, donde se presentaron ambos y el conserje los acompañó hasta la mejor suite con vistas a la Castellana. Silvia estaba encantada con esa nueva vida de lujo y exclusividad. Le parecía todo como un sueño.
Pablo sirvió dos copas de champagne, y tras sentarse en una butaca le indicó a Silvia que se sentada de costado sobre sus rodillas, mientras él acariciaba su redondo culo, que podía palpar sobre la fina tela del vestido.
- ¿Estoy cumpliendo las expectativas, don Pablo? – preguntó ella dando un sorbito a su copa e impaciente por saber la opinión de su nuevo jefe.
- Al cien por cien. – respondió orgulloso – creo que mucho más de lo que esperaba.
- ¿De verdad? – dijo ella ilusionada.
- No tengas ninguna duda, aparte de ser una mujer espectacular, tienes mucho que dar y no tienes reparos para hacerlo. No sé lo que tienes ahí dentro, Silvia, pero creo que es mucho. – añadió él dibujando el contorno de su pecho y luego la forma de sus labios.
Al cabo de un rato, llamaron a la puerta, y la propia Silvia se encargó de abrir, encontrándose con una impresionante rubia de unos 25 años, de cerca de 1,80 de altura y con unas impresionantes curvas que resaltaban sobre su vestido de lycra color beige. Ambas mujeres se miraron de arriba abajo sonriéndose mutuamente.
- Buenos días, soy Ángela. – se presentó la chica ante Silvia.
- Pasa, Ángela – le indicó Pablo desde su sillón.
Ángela empujó un pequeño carrito con varias prendas colgadas en perchas y se adentró en la suite.
- Don Pablo, ¿qué necesita de mis servicios? – dijo la chica una vez que se situó frente a él, que permanecía sentado observando a la rubia quien mantenía sus manos unidas tímidamente con sus dedos entrelazados.
- Mire, Ángela, la he hecho venir, porque tiene una talla muy parecida a Silvia. – dijo señalándola.
- Sí, creo que parecida. – respondió la joven.
La dependienta de lencería observó a la otra ataviada con aquel vestido rojo tan lujoso y afirmó tener más o menos la misma talla, salvo la altura pues la rubia era especialmente alta.
- Perfecto, pues intentaré no defraudarles. – añadió la joven sonriente.
- Vamos a adquirir seguramente todas las colecciones, Ángela, pero necesitaba su consejo, al tener un cuerpo tan parecido, creo que nos puede ayudar.
- Por supuesto, lo que necesite.
- ¿Qué le parece el cuerpo de Silvia? – preguntó él decidido esperando las reacciones de la otra.
La rubia echo un vistazo exhaustivo a la otra mujer que bebía de nuevo otro sorbo de champagne y esperaba su veredicto, intentando ocultar su sonrisa, pues veía las intenciones de su jefe.
- Tiene un cuerpo muy bonito. Es usted afortunado. – afirmó al fin.
- Gracias. ¿Y cómo le queda ese vestido?
- Como un guante, tiene buen gusto. Y ¿no lleva nada debajo?
- No, voy sin nada. – respondió sonriente Silvia.
Tras ver la reacción de la dependienta, Pablo prosiguió:
- Exacto, por eso necesito que la lencería esté a la altura, verá que sin ella el vestido luce muy bien, por eso es necesario que sea algo de calidad y que no marque en exceso las costuras en vestidos como ese, ni en otras prendas, pero, en fin, quiero variedad, ya me entiende.
- Por supuesto, don Pablo. Lo comprendo perfectamente y encontraremos exactamente lo que está buscando para poder satisfacerle.
Aquella frase iba cargada de expectación, algo que a Pablo le encantó y la rubia se mordió el labio empezando a sacar conjuntos, enseñándoselos a ambos, mientras los soltaba de las perchas y ofrecerlos para que los palparan, con esas finas telas de costuras muy bien camufladas que no quedarían visibles en muchas prendas de ropa. Los encajes elegantes, con transparencias e incrustaciones que eran una auténtica delicia, en una amplia colección de lencería exclusiva.
- Me gustaría enseñarle este precioso corseé de la colección “Maison” de raso de seda. – dijo la chica sacando esa pieza única.
- ¡Qué bonito! – dijo Silvia nada más verlo y era una pieza que solo había podido ver en revistas.
- Nos lo quedamos. ¿Qué más? – preguntó Pablo con seguridad.
A continuación, Ángela, sonriendo ante la buena comisión que se le avecinaba, sacó un precioso conjunto de la colección “Ballet Blanc” y terminó con otros conjuntos de la colección “Layla”.
- Pruébate el corsé, Silvia – ordenó Pablo.
Inmediatamente ella dejó la copa sobre la pequeña mesa y soltándose los tirantes del vestido, le dejó caer a sus pies, mostrando su hermosa desnudez.
- ¿Qué te parece, Ángela? – insistió él esta vez señalando el cuerpo desnudo de Silvia.
- Es muy bonita. Siempre ha tenido muy buen gusto para todo y ella parece una mujer muy especial. – lo dijo, pero no sólo como un halago gratuito, sino convencida de la belleza de la mujer que tenía delante.
- Y sabe cómo complacerme. – respondió orgulloso, extendiendo su mano y acariciando la cadera desnuda de Silvia.
- Tiene mucha suerte. – confirmó la joven.
- No lo dudes.
- Yo podría aprender. – dijo de pronto Ángela mirando tímidamente a los ojos de ese hombre.
Aquello fue toda una sorpresa y aunque Pablo iba con todas las cartas viendo la predisposición de Ángela, no se creía haberlo conseguido tan pronto. Se sintió victorioso, pues sabía que no era fácil convencer a una chica para determinadas cosas, pero viendo su predisposición, todos sus planes estaban saliendo rodados. Intentó disimular su entusiasmo.
- ¿Se está usted insinuando, Ángela? – volvió a preguntar manteniendo las distancias a pesar de notar la excitación palpitando en su miembro.
No hubo respuesta, porque en ese momento Silvia se había puesto el corsé que le sentaba espectacular y sus pezones se marcaban en él claramente. La rubia se acercó y sujetó los tirantes hacia arriba, haciendo que las tetas de Silvia se levantarán aún más.
- Tendremos que ajustarlo un poco, si les parece. – dijo de forma amable.
- Muy bien, pruébate otro, Silvia – volvió a sugerir Pablo cada vez más excitado.
Así, como estaba, Silvia se soltó el corsé, quedando desnuda de nuevo, para probarse un conjunto de sujetador triangular de seda negro con “Frastaglio” color marfil y una brasileña a juego y de la misma composición.
- Le sienta de maravilla. – dijo la dependienta, ajustando las pequeñas tiras del tanga en sus caderas.
Silvia se movía sensualmente frente a Pablo y a esa dependienta.
- Preciosa, estás preciosa con ese juego. – dijo Ángela que se acercó a Silvia y pasando la yema de su dedo por su pecho, rodeo todo el contorno del sujetador, notando el temblor de esta y al mismo tiempo el suyo propio.
Por un momento todo parecía indicar que Ángela venía preparada para cualquier atención personalizada, pero, además, parecía estar deseando entrar en ese juego.
Los labios de Silvia se abrieron al notar ese leve contacto de los finos dedos de la dependienta y sus pezones tomaron vida. Así se fue probando uno tras otro hasta que completó todas las prendas que la chica había traído en su carrito.
- ¿Y tú que llevas debajo del vestido? – preguntó Pablo de pronto a la rubia.
La chica se puso algo colorada y tras una pequeña duda dijo.
- Bueno, yo no puedo vestir esos conjuntos. – afirmó ella.
- ¿Te gustaría tener uno?
- Claro, don Pablo, pero yo…
- Pruébate el que más te guste.
- ¿En serio?
- Te lo regalo.
Como hiciera en el showroom de ropa, Pablo esperaba atento a la chica, sabiendo si sería capaz de complacerle, pero había una condición.
- Tendrás que probártelo aquí mismo. – dijo él con una sonrisa juguetona.
Luego, Ángela miró a Silvia que se terminó de quitar la última prenda, quedando desnuda, solo con sus zapatos de tacón y volvió a sentarse sobre el regazo de Pablo, sobre sus rodillas y ambos esperaron la reacción de la dependienta.
La chica, tras ciertas dudas, se puso frente al carrito de exposición, eligió un sujetador sin aros negro de encaje Leavers de la colección “Exotique” y una braguita talle medio negra de encaje Leavers de la misma marca.
- Ahora. queremos ver cómo te queda. – dijo él.
La rubia llena de dudas, pero viendo a Silvia desnuda sobre el cuerpo de Pablo, se fue despojando del vestido hasta que este cayó a sus pies. Bajo esa prenda, Ángela vestía una lencería muy bonita de color marfil, pero no del nivel de la propia corsetería que ella vendía.
- Sin miedo, Ángela. – le animó Pablo para que se desnudara.
El sostén se fue al suelo mostrando unas preciosas tetas que desafiaban la ley de la gravedad. Sus pezones totalmente duros y tiesos eran de un rojo intenso sobre unas rosadas aureolas de un pequeño tamaño haciendo que pareciese un pezón grande. Apetecía comérselos ahí mismo. Luego con un meneo muy grácil de caderas se deshizo de su tanga hasta quedar desnuda. Se sentía observada y eso le creaba cierto rubor, por lo que rápidamente se puso el nuevo conjunto de sostén y braguitas que le sentaba aún mejor. Estaba espectacular y con los tacones puestos, se veía todavía más atrayente. Las transparencias dejaban muy poco a la imaginación.
- No me equivocaba, Ángela, eres increíble. – dijo él admirando ese cuerpo desnudo.
- Gracias – soltó la chica tímidamente.
- Preciosa, ¿verdad Silvia?
- Sí, le queda de maravilla. – añadió ella mirando al hombre sobre el que descansaba su cuerpo.
- Díselo a ella. – ordenó Pablo a Silvia en un susurro.
Silvia entendió la sugerencia y se levantó del regazo de él, acercándose a la rubia para poner su boca cerca de su oreja y acariciando su pecho, dibujando el contorno del sujetador, le susurró, pero lo suficientemente alto para que el otro la oyese.
- ¡Estás preciosa, y me gustaría comerte entera!
- No desesperes igual antes de lo que piensas. ¿Verdad Ángela? – dijo él, al tiempo que la chica afirmaba bastante colorada.
Una vez que Pablo se levantó y rodeo el cuerpo de la chica que se lucía con esa timidez ante ellos, le dijo algo al oído que Silvia no alcanzó a escuchar.
- Vístase, Ángela, quédese con ese conjunto y póngalo todo a mi cuenta.
Ella volvió la cara confusa, al igual que Silvia que seguía desnuda a su lado, pero él se limitó a sonreír y añadiendo.
- Si necesitamos algo más, la llamaremos. Gracias por todo.
La chica se vistió algo confundida, pues había intuido que iba a tener un sexo loco con esa pareja y además estaba más que preparada, pero ese revés de su cliente le dejó descolocada y excitada al mismo tiempo. Entendiendo que el cliente siempre tiene que estar conforme y es el que manda y no quiso poner en juego una venta, aunque su calentura era visible, hasta en el brillo de sus ojos. Se limitó a despedirse con amabilidad.
- No se olviden de llamarme para lo que sea y a la hora que sea. Mi teléfono está en la tarjeta que les he dejado junto a las prendas. –
Cuando la chica desapareció por la puerta, Silvia se quedó algo desinflada y casi a punto de protestar, porque no hubieran iniciado el mismo juego que en el piso en donde adquirieron la ropa.
- ¿Qué tal, Silvia, no estás contenta?
- Pues la verdad es que si, pero yo pensé que…
- Pensabas que nos la íbamos a follar. – dijo él afirmando.
- Sí.
- Las cosas no son tan sencillas y debe estar preparada.
- Yo creo que lo estaba – repetía ella con sus pezones duros, pues se había quedado a nada de tener sexo con esa joven.
- Bueno, Silvia, de eso me encargo yo. Verás como la próxima vez estará totalmente preparada. Cada cosa a su tiempo. – afirmó rozando la barbilla de la chica.
Pablo rodeó el cuerpo desnudo de ella y con la punta de sus dedos jugaba a dibujar sus curvas, transmitiendo un leve roce en sus caderas, en sus hombros, en su culo o alrededor de sus dilatados pezones.
- Te veo confundida, es normal, Silvia, pero todo esto lleva una serie de fases, que no nos podemos saltar, en primer lugar, porque quiero una receptividad completa para todo. ¿Lo comprendes?
- Yo…
- No, tranquila, lo digo por la chica. Todo a su tiempo y, además, el factor sorpresa es importante en este estudio y ahí si me refiero a ti. Tu reacción también nos vale para el estudio, recuerda que tú eres el miembro sobre quien se realizara este estudio. Tu comportamiento y tus sensaciones son sumamente importantes.
Silvia sonreía, aunque sin entender cuál era el siguiente capítulo, habiendo tenido tan dispuesta a esa dependienta. La seguridad de Pablo y su forma de actuar le sorprendían constantemente, algo que le hacía más atrayente, pero si él lo decía tan convencido, sería cierto.
- ¿Y crees que yo estoy preparada?
- Absolutamente. Lo noté en cuanto crucé mis ojos con los tuyos, pero incluso has avanzado tan deprisa en todo lo que te propongo, que estoy asombrado.
Silvia sonrió, sabiendo que eso era cierto, a pesar de no haber hecho nunca la mínima locura, se sintió segura y receptiva a cualquier cosa. Estaba dispuesta a hacer lo que Pablo le pidiese y no sólo por el dinero.
- ¡Quiero que me folles! – dijo ella fuera de sí, con su cuerpo temblando de excitación e intentando atrapar con su boca la de él.
Pablo se retiró justo a tiempo y el besó quedó en el aire.
- Yo también quiero hacerlo contigo, preciosa, pero a su debido tiempo.
Los pies de ella temblaban en equilibrio de sus finos tacones, pero notaba abundante humedad en su sexo.
- Tranquila, lo disfrutarás y cuanto más lo deseemos ambos, mejor será aún, ¿no te parece?
- Sí, creo que sí. – respondió con los ojos vidriosos aunque no satisfecha del todo.
- Percibo que esa chica es especial, también lo noté desde que la conocí, por eso la prueba de hoy, aunque quiero estar completamente seguro de que pueda contar con ella para entrar en el equipo.
- ¿Va a contratarla?
- Dependerá de ella y de ti.
- Conmigo puedes contar, Pablo. Haré lo que me pidas y lo que hagas me parecerá bien.
Aquello lo dijo con pleno convencimiento y hasta se sorprendió al pronunciarlo y Pablo le dio un pequeño beso en los labios, para contarle su plan a continuación.
- Verás, le he dicho a la rubia que, si quería el conjunto más caro de la colección, se lo regalaba. Tendrá que presentarse en el restaurante de este hotel, esta noche, con la misma ropa que llevaba hoy, pero sin ropa interior, naturalmente.
Silvia le escuchaba atentamente, mientras Pablo no dejaba de girar a su alrededor y de vez en cuando rozaba levemente su piel. Luego él continuó hablando:
- No estaba muy seguro de que esa chica hubiera salido corriendo ahora mismo.
- Pablo, yo la vi muy predispuesta.
- No es lo que parezca, es lo que yo leo en sus ojos. Confía en mí.
- Entiendo, Pablo.
- Bien, si ella accede a venir sin ropa, después de haber estado con su novio, habiendo meditado todo, lo tendremos que valorar en el estudio, que el sexo también se puede hacer por interés, pero además por la intriga, Y mi objetivo es que ella lo haga, pero por mucho más que ese conjunto de lencería o por su precio. ¿me comprendes?
- Perfectamente. – dijo sonriente ella, pues esa misma intriga le movía a ella para dar todos los pasos que él le iba indicando.
- Veremos hasta donde es capaz de llegar esa chica para conseguir ese conjunto, que son más de 500€. Creo que eso ya le hará decidirse, pero incluso que vaya más allá, empujada por descubrir algo nuevo.
- Yo también estaría dispuesta a hacer todo el estudio, gratis.
- Lo sé, Silvia, lo sé, pero creo que merecerás esa recompensa extra, además de tu disfrute personal, ese es el objetivo.
Pablo acarició suavemente el culo de ella, logrando que emitiese un pequeño suspiro, pues estaba ardiendo. Luego él siguió explicando.
- En esta segunda tarea, mi idea, es saber qué le ha empujado más a Ángela. Necesitamos saber si seremos capaces de dominarla y ver hasta donde es capaz de llegar. Yo creo que estará dispuesta a todo por el conjunto. ¿Tú qué crees?
- Conmigo lo has conseguido. – afirmó Silvia sonriente.
- Tú eres especial. – dijo acariciando su mejilla con el dorso de una mano y el comienzo de su pubis con la otra.
En ese momento llamaron a la puerta y ella se sobresaltó, pero él sonrió mirando su reloj, como si esperara esa llamada.
- Señor, traigo su pedido. – se oyó la voz del joven botones al otro lado.
- Abre la puerta, Silvia. – ordenó
- Pero, ¿así? – señaló su cuerpo desnudo.
- Claro. ¿Algún problema?
- No. Ninguno. – Afirmó sonriente ante esa nueva locura e intentando complacer al máximo a Pablo y con paso firme se encaminó a la puerta.
El chico joven que apareció al otro lado estuvo a punto de caerse de espaldas, pues el cuerpo escultural de Silvia se le ofreció justo delante, estaba totalmente desnuda y ataviada con esas sandalias de tacón que realzaban sus interminables piernas y alzaban su culo, por no hablar de sus enormes tetas a pocos centímetros de su estupefacta cara.
- Perdón. – dijo él dubitativo, sin saber a qué punto mirar de ese prefecto cuerpo, observando alucinado y entregándole una bolsa a ella. – esto lo ha traído el mensajero como habían pedido – añadió con la voz temblorosa y los ojos como platos.
- Gracias joven. Disculpe, ¿Cuál era su nombre? – preguntó Pablo saliendo para ponerse junto a Silvia.
- Esto… yo… me llamo Oliver. – respondió el muchacho aturdido, cambiando hacia la cara de Pablo y alternadamente al cuerpo desnudo de ella que le miraba sonriente.
- Perfecto, Oliver, – añadió Pablo estrechando la mano temblorosa del chico.
Ese botones intentaba no mirar el cuerpo desnudo que tenía delante, pero era casi imposible que sus ojos recorriesen cada curva, esos duros pezones y un sexo totalmente rasurado.
- Oliver, ¿puedo hacerle dos preguntas? -dijo Pablo viendo al chico entusiasmado ante esa bella diosa.
- Sí, señor…
- ¿Es usted virgen?
El chico dudó unos segundos y luego pensó si la propuesta llevaba consigo follarse a esa mujer tan increíble.
- Con sinceridad, Oliver, no se avergüence.
- Sí, señor. – respondió al fin dubitativo el chico.
- Bien y la segunda, ¿Podríamos contar con sus servicios para un trabajo especial y de forma discreta si se presentara la oportunidad?
Por un momento, el chico se quedó algo decepcionado, al igual que Silvia que estaba más que deseosa de desvirgar al chico, pero confiaba en el buen hacer de su jefe.
- Por supuesto, señor. Estoy a su servicio, cuando me necesite
- Bien, le llamaremos. – añadió Pablo, entregándole un billete verde doblado que el chico guardó en su bolsillo para inmediatamente sentir como la puerta se cerraba en sus narices.
Silvia estaba impactada, seguramente no tanto como ese botones, pero si aturdida por haber dado ese nuevo paso y abrir la puerta desnuda y más cachonda todavía al cerrarla que cuando la abrió.
- ¿Qué te ha parecido? – preguntó Pablo mientras revisaba dentro de la bolsa el pedido que ese joven les había traído.
- Pobrecillo. Le hemos dado un susto de muerte. – dijo ella.
- Si, y una paja que se va hacer en nada en tu honor. Me encantan esos jóvenes tímidos, son los mejores para estos experimentos.
- Bueno, quizás yo sea algo mayor para él… podría ser su madre.
- ¿Bromeas, Silvia? Tú no sabes lo que les gustan a los jóvenes las MILFS bonitas cómo tú.
Pablo llevó la bolsa que había traído el joven botones y la puso sobre la mesa principal de la suite.
Silvia miraba cada cosa que Pablo iba sacando de esa bolsa sin entender muy bien de qué iba todo aquello y le preguntó intrigada.
- ¿Qué es todo esto?
- Bueno, vamos a preparar la habitación para este nuevo experimento. Yo creo que podemos avanzar por ahí.
Lo primero que Pablo le mostró fue una cuerda y ella miraba sin entender.
- Con esto podríamos atar a Ángela, en el caso de que venga predispuesta a nuestro juego.
Silvia sonrió tocando el suave roce de esa cuerda y luego señaló un pequeño huevo.
- Esto es un huevo vibrador. Este se maneja desde el móvil por una app, y hace más fácil su control.
Silvia lo cogió en su mano ya que nunca había visto nada parecido, cuando Pablo le dio a la máxima potencia.
- ¡Jodeeeer, menuda fuerza! Esto te destroza en pocos minutos. – dijo ella notando esa fuerte vibración.
- De eso se trata. – respondió riendo – ya tendrás oportunidad de probarlo a su debido tiempo.
Luego fue sacando un arnés, vendas, antifaces, consoladores y varias cosas que él mismo iba seleccionando para cada uno de sus experimentos.
- ¿Y cómo tienes pensado…? – preguntó intrigada Silvia.
- Una vez que Ángela venga al hotel y le hagamos alguna prueba de aptitud en el bar, subiremos y atamos unas cuerdas a cada pata de la cama, para así formar una perfecta cruz y que ella permanezca inmóvil.
- ¡Guau!
- Primero haré que me chupe la polla a la vez que tú y empezarás a comerle la boca. Poco a poco la desnudaremos y la ataremos a la cama. Nos dedicaremos a acariciarla hasta que nos ruegue que la follemos. Entonces tú con el arnés la follaras el culo y yo me encargaré de su coño. Pero todo esto sin prisas. Recuerda que estamos experimentando.
- De acuerdo Pablo y creo que gozaremos los tres.
Una vez planeado todo, quince minutos antes de las nueve Silvia volvió a colocarse su vestido rojo y ambos bajaron al bar del hotel. Se pidieron un combinado, ante la atenta mirada lasciva del camarero a ese escote y se sentaron en una de las mesas rodeadas de sillones. Se colocaron frente a la puerta y esperaron.
- ¿Crees que vendrá? – preguntó Silvia impaciente.
- Estoy seguro de ello. – afirmó él, sacando una pastilla amarilla de su bolsillo y tragándola, dándole un trago a su cóctel.
- ¿Viagra? – preguntó ella con su cabeza ladeada – pensé que eran azules.
- No, jajaja, no es “viagra”, es aún mejor, además de mantenerla más dura de lo normal, logra retrasar el orgasmo y cuando sale, ya me entiendes… – respondió él ante la atónita mirada de ella.
CONTINUARÁ…
Javier & Sylke