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Dominado por una mexicana I

Dominado por una mexicana

Yo soy español. Supongo que siempre hay un comienzo para el descubrimiento de la sumisión.

El mío fue el comenzar a navegar por la red.

Desde el momento en que enganche el ordenador a la línea telefónica, se abrió ante mí un nuevo mundo de conocimiento de mi sexualidad.

Visitando páginas de dominación femenina, y viendo la reacción de mi cuerpo ante ellas, supe que no podría pasar mucho tiempo, hasta llevar a cabo dichas fantasías.

El Irc se encargó del resto.

Me permitía desde el total anonimato embarcarme en un mundo que para mi resultaba ajeno.

En uno de los canales de sumisión y usando el nick de escabel (o pasapies), pude conocer a la que fue el objeto de mi admiración.

Su nombre era Alejandra, de lo poco que pude averiguar de ella, es que era una mujer dominante de mi edad 24 y que era de una población cercana a la capital mexicana.

Poco a poco nos fuimos conociendo, mejor dicho me fue conociendo, hasta que llegados a un determinado punto, ella me invitó a visitar su país y de esa forma comenzar nuestra relación “Real”.

Con el poco dinero que pude reunir me marché hacia México, nervioso por la situación que allí me aguardaba, las instrucciones eran precisas, llegado al aeropuerto debía buscar un coche blanco con una determinada matrícula, desnudarme y meterme en el maletero.

Me costó encontrar el coche en cuestión, pero al verlo mi corazón empezó a latir con más fuerza, puesto que sabía que se acercaba el momento decisivo.

Abrí el maletero y dentro había una bolsa de plástico negra, una especie de cadena y una nota aclaratoria.

La nota decía que debía depositar la ropa en la bolsa, ponerme la cadena y cerrar el maletero conmigo dentro.

Pronto me di cuenta que la cadena era algo especial, incluía esposas para tobillos y muñecas, y otra para el cuello con una argolla.

El conjunto cerrado impedía estar en postura erguida, debiendo mantenerse en cuatro patas.

Estuve meditando si hacerlo o volverme para atrás, pero supongo que mi deseo de conocerla era muy fuerte, así que rápidamente me desnudé, cerré todos los cierres y el maletero.

Yo sabía que al cerrar el cierre de mi cuello la suerte estaba echada.

El coche se puso en marcha, y recorrimos una larga distancia desde el aeropuerto, yo ya estaba muy cansado y bastante mareado.

Súbitamente el coche se paro, y la luz comenzó a llenar la oscuridad del maletero.

Entonces tuve la primera imagen de mi Diosa.

Una mujer de piel morena, bajita, de 1.55 cm. Iba vestida con una blusa blanca, una falda de piel negra, y unas botas hasta la rodilla de piel negra.

Llevaba unas preciosas medias de rejilla blancas.

Su nombre era: Ama Alejandra.

Enganchó una cadena de la argolla que salía de mi cuello, y a tirones me sacó violentamente del maletero cayendo en el suelo, al llevar las cadenas antes mencionadas.

Entonces comenzó a hablar: muy bien perro, al fin tu fantasía se hizo realidad, al fin eres un auténtico perrito.

Estas palabras me excitaron bastante, comenzó a tirar de la cadena y como consiguiente me obligó a seguirla a cuatro patas por todo el paraje.

Era un caserón señorial en medio del campo, rodeado de un bello paisaje, y sin ninguna casa alrededor, aquel paraje nos iba a permitir desarrollar nuestros juegos.

Finalmente mi Ama se paró y sentó en una silla de campo en la entrada de la casa, yo permanecí frente a ella de rodillas e instintivamente baje mi mirada hacia sus pies.

-¡¡Así me gusta esclavo!!, ahora vas a conocer todo lo que me preguntaste por el chat, y a lo que yo no te quise contestar.

Yo soy tu Ama Alejandra, y desde el momento que te metiste en el maletero de mi coche te has convertido en mi esclavo.

No sé si pensabas que esto era un juego, pero te equivocas, porque jamás te voy a dejar escapar.

El dispositivo que llevas nunca te permitirá ir en posición erguida, por lo cual siempre estarás en inferioridad de condiciones frente a mí, en ese momento me enseñó la llave, que con una cadena se la puso alrededor de su cuello, a la altura de sus grandes, redondeados y preciosos pezones morenos.

Mira esclavo, no se ni me importa tu situación anterior, pero esta va a ser la actual y definitiva, por lo tanto cuanto antes te acomodes a ella, será mejor para tu mísera existencia.

Por si soñabas con servir a una mujer tu sueño se ha cumplido.

Tu como hombre me servirás a mí, y a todas las mujeres que pasen por esta casa, incluyendo a las del servicio que también serán tus Amas.

Nunca saldrás de esta finca, así que por tu bien deberás aprender pronto a tratar a tus nueva Amas.

Las normas las iras conociendo poco a poco, pero por el momento de voy a adelantar las principales:

Nunca deberás mirar a los ojos de ninguna mujer.

No hablarás si no eres preguntado, y responderás Sí mi Ama.

Harás lo que se te ordene sin réplicas.

No se te permite gemir o suplicar.

Ante nosotras permanecerás de rodillas lamiéndonos los pies sin tocarnos con tus sucias manos.

No llevarás ropa excepto la ropa femenina para desarrollar tus labores.

¿Has comprendido esclavo?, Si Ama Alejandra.

Me volvió a mirar se desprendió de una de sus botas y me dijo: ¡¡ a mi parece que no!!. Instintivamente baje mi cabeza hasta su pie y lo comencé a lamer.

Me sentía confundido por una lado me sentía estafado, puesto que me encontraba preso y con mi libertad perdida de una manera real, pero por otro lado estaba increíblemente excitado con el suave tacto de sus finas medias blancas de encaje con mis labios.

¡¡ Se me olvidaba!!, y como he visto que comienzas a excitarte debo decirte que llevarás siempre un cinturón de castidad, que te retiraré únicamente como premio, o cuando te utilice para saciarme.

Aunque piensa que serán pocas veces, porque no mereces muchos premios, y por que no suelo hacer el amor con una basura como tu.

Date la vuelta que te lo voy a poner.

Ahora si que me sentía enojado y fuertemente humillado.

Eran una serie de tubos que se unían mediante candados y que impedían la posición de máximo esplendor de mi miembro.

Con lo excitado que estaba, me producía gran dolor.

Muy bien comenzaremos pronto con tu instrucción, y quiero que conozcas a una de tus profesoras.

¡Marga!, se señora.

Mira te presento a nuestro esclavo, este imbécil se me ofreció inocentemente por Internet, y yo he tenido que darle lo que necesitaba esclavitud definitiva, a partir de hoy será nuestro perrito, y tu colaborarás en su doma.

Tu esclavo, saluda a tu Ama como te he enseñado.

La mujer comenzó a reírse de mí.

Era una mujer mayor que pasaba de los 50, y vestía un traje clásico de criada, con falda, delantal, medias negras y zapatos de salón.

Con mi mirada fija en sus pies agaché la cabeza y comencé a lamer sus zapatos, pronto la mujer se descalzó uno de ellos, y me dediqué a lamerle el pie.

El zapato era bastante oloroso y las medias tenían un gusto rancio completamente asqueroso.

Allí me encontraba yo, un chico de clase media de carrera, lamiendo las medias de una mujer de 50 años, criada rural.

Estaba desnudo a cuatro patas y con este diabólico artefacto en mi miembro, me sentía completamente humillado.

La mujer comenzó a hablarme: bien esclavo, mi labor será que sepas servir bien a mi señora en tus labores, y voy a ser una maestra muy rígida.

Debo decirte que tus clases comenzarán desde este mismo momento. Tu ropa de trabajo, la única que se te está permitida se encuentra en la cocina.

Deberás esforzarte mucho para cumplir con todas tus obligaciones a cuatro patas como un perrito, pero pronto te acostumbrarás a desplazarte más rápido gateando y se te olvidará andar.

La llave para tus cadenas se encuentra también allí pero una vez te cambies te la vuelves a poner, te facilitará el entrenamiento.

Vamos ve a la cocina, ponte tu uniforme y te espero en el baño. No tardes.

Me dirigí hacia la cocina, lo que me resultó muy complicado. Pero pronto la localice, y encima de la mesa mi nueva ropa.

Me costó alcanzar lo que había encima de ella, puesto que las cadenas me obligaban.

Mi ropa se parecía a la que usaba mi nueva Ama Marga.

Un vestido negro con falda negra de vuelo, que era bastante más corta que la de ella, de tal forma que dejaba mi culo más expuesto.

También había un delantal, guantes blancos y una cofia.

El conjunto se remataba con la ropa interior, unas braguitas negras de encaje, un sujetador negro, unas medias finísimas de nylon con portaligas, también negras, y unos zapatos de salón con tacón como los de Ama Marga.

Cuando terminé de vestirme estaba muy excitado con mi apariencia femenina.

Sobre todo por la idea de que comenzaba mi adiestramiento.

Continúa la serie Dominado por una mexicana II: Sin voluntad >>

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