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Casando a Zanahoria

Casando a Zanahoria

Ella había estado con nosotros durante dos semanas. Y aquel día iba a ser realmente especial, un día que mi adorable Zanahoria no podría nunca olvidar.

Después de aquel intenso e inolvidable primer día cuando, bajo los efectos de los diuréticos y de nuestras atenciones ella descubrió cuán placentero puede llegar a ser el someterse, ella había sufrido el entrenamiento más duro que mi abuelo y posteriormente papa habían sido capaces de desarrollar.

Durante dos semanas su sexo había estado oculto bajo el cinturón de castidad, cinturón que solo se le quitaba cuando se le permitía ir al baño acompañada de Sheena, su niñera.

Pero el resto de su cuerpo se encontraba de forma continuada bajo la atención Venus y de mis otros esclavos.

Era difícil encontrar un solo momento durante aquellas sesiones maratonianas en la que su boca no estuviese ocupada satisfaciendo a uno de mis esclavos, su cabeza enterrada entre sus piernas, sus manos esposadas a su espalda o rodeando sus cinturas.

Y eso que aprendía realmente rápido a utilizar su lengua como el más erótico de los placeres…

Sus únicos problemas aparecían cuando la polla de Alf le invadía la boca; aquella polla monstruosa…

Los primeros día ella era incapaz de aceptar más de la mitad, las mandíbulas desencajadas. Pero poco a poco consiguió adaptarse al invasor y cuando terminó aquel periodo de dos semanas era capaz de tragársela toda entera; ella no sabía que ni Marfil ni Yegua eran incapaces de hacerlo.

Sus adorables pechos de juguetones pezones también recibieron multitud de atenciones.

Continuamente recibían el abrazo de las pinzas, o estaban firmemente atados, o eran besados, o mordidos…

No le permití que me tocase durante aquel periodo, ella no era lo bastante buena para merecer un honor como aquel pero le permití que me acompañase cada tarde mientras trabajaba con mis papeles en mi despacho.

Ella estaba completamente desnuda a excepción del cinturón de castidad (su segunda piel) y el collar; tenía las manos encadenadas a las patas de mi escritorio; y en esas ocasiones le permitía que me hablase, que me dijese como se sentía, cuales eran sus temores y esperanzas.

Quería conocerla en profundidad y quería que ella confiase ciegamente en mí, sin reservas.

Y quedé más que satisfecho con ella. Era, sin ninguna duda, una de las mujeres más inteligentes que yo jamás hubiese conocido, una mujer inteligente con una más que desafortunada vida sentimental.

Buena oradora pero mejor oyente.

Y descubrí que me sería particularmente útil; sus estudios previos de Economía la convertían en algo más que un juguete sexual, pero para eso ya habrá tiempo en el futuro.

Marfil era la encargada de la forma física de mis esclavas, y era en verdad una entrenadora ciertamente exigente, tal vez sus años bajo la disciplina del equipo ruso de gimnasta habían hecho de ella una gran entrenador pero un poco cruel.

Zanahoria caía completamente rendida durante sus primeros días (y aquello todavía era peor para ella, ya que siendo novata lucía el cinturón de castidad); cada vez que caía rendida, incapaz de continuar, Alf le echaba agua fría hasta que se reincorporarse.

La forma física es algo esencial para un buen esclavo, en ocasiones tienen que aguantar sesiones que un cuerpo débil no podría nunca soportar.

Y además aquel ejercicio físico hacía que los cuerpos de mis esclavas estuviesen siempre tonificados lo que les hacía parecer aún más hermosos.

Dejemos de hablar de aquellas dos semanas; aquel día era suficientemente importante…

Cada uno de mis esclavos disponía de su propia habitación; dormían atados en cruz a la cama.

Pero Zanahoria, al no ser más que una novicia hasta aquel día, una novicia bajo los cuidados de Sheena, debía dormir bajo la cama de Sheena, sus manos encadenadas a una de las patas de la cama.

Durante aquellas dos semanas yo me ocupé de ir preparando su futura habitación. Instalé un par de librerías con los libros que yo había escrito y otras obras de mi gusto; ella era la única de mis esclavas a la que parecía gustarle leer…

La despertó Alf, quien, como cada mañana, la liberó de sus cadenas.

Ella tenía que despertar a Sheena, que dormía profundamente en aquella forzada posición.

Zanahoria empezó a manejar su exhausta lengua en el conejito de su canguro; mientras durase su noviciado ella tenía que despertar a mis esclavas de aquella manera. Una vez que hizo que Sheena se corriese, Alf liberó a Sheena. Y Zanahoria tuvo que repetir la actuación con Marfil y con Yegua.

El resto de mis esclavos eran conscientes de aquel iba a ser un día muy especial, todos ellos, incluso Alf, habían pasado por aquel día, una experiencia imposible de olvidar.

Pero Zanahoria no tenía ni idea de lo que iba a pasar.

Eso sí, descubrió temprano que aquel día no iba a ser como los demás…Yo no estaba en casa, aquello era parte del plan, pero había visto aquel día especial tantas veces que sé qué ocurrió (y posteriormente mis otros esclavos me lo comentaron).

Después de desayunar, Venus le ordenó a Zanahoria que la siguiese. Carrot obedeció sin rechistar y Venus le enseñó toda la mansión a excepción de su futura habitación.

Finalmente entraron en el más grande de los baños donde el resto de mis esclavos las esperaban…Tenían el baño preparado, agua caliente con sales aromáticas…

Y entonces Venus abrió el cinturón de castidad, y después de decirle a Zanahoria que fuese una niña buena, le ordenó que entrase en el agua.

Zanahoria obedeció y sintió la suave caricia del agua caliente contra su hermoso cuerpo…

Y pudo sentir también las manos de los otros esclavos acariciándole suavemente el cuerpo. Venus estaba allí de pie, contemplando el espectáculo y vigilando que ninguna mano se dirigiese a donde no debía.

Cuando salió del baño, mis esclavos secaron su cuerpo tiernamente.

Venus le vendó los ojos con un pañuelo de suave seda blanca; Zanahoria quedó sorprendida, sé que pensó que aquello estaba fuera de lugar, después de aquel adorable tratamiento el pañuelo tenía que significar algo malo. Pero ella no estaba en lo cierto.

Mis esclavos empezaron a vestirla de forma muy especial bajo la supervisión de Venus.

Yo estaba con Alf esperando a Zanahoria, Venus y a las otras. Venus conducía uno de mis coches, con la hermosa de ojos vendados a su lado y con Sheena, Yegua y Marfil en el asiento trasero.

Zanahoria era la más pura imagen de la inocencia y la belleza, vestida con aquel traje nupcial que, entre muchas otras, había llevado Penélope, mi propia madre (y una de las esclavas de papá). El pañuelo blanco, su pelo rojo y lo mejor de todo era que ella no sabía cómo iba vestida.

Y yo iba vestido como si me fuese a casar. Le besé en la mejilla pero ella no sabía quien la estaba besando, su cuerpo en alerta. Puse sus brazos alrededor de mi cuello, la cogí y la levanté, no sin ciertas dificultades.

Y entramos dentro de aquella casa con Zanahoria en mis brazos; nuestro séquito no esperaba en el interior. La dejé sobre la cama y le quité la venda; dejándole unos segundos para que se hiciese una imagen de la situación.

Reconoció aquella cama de inmediato, estaba en su antigua habitación, donde había vivido antes de admitirme a mí como su único Maestro y Señor.

Y allí estaban mis otros esclavos arrodillados, sus nalgas sobre sus talones y con la vista fija en el suelo. Venus llevaba su más hermoso traje de cuero negro, con su látigo preferido en la mano. Era la única que estaba de pie, pendiente de que todo estuviese en su sitio.

Compré aquel sitio el mismo día en que Zanahoria dijo “Sí, Maestro”; yo necesitaba una casa en la ciudad. Pero todavía se sorprendió más cuando se percató de cómo iba vestida. Se ruborizó, no sabía qué estaba pasando, los acontecimientos parecían sobrepasarla.

Le dije que se desvistiera mientras yo hacía lo propio, cuando yo ya estaba en calzoncillos (me había puesto los zapatos de nuevo) ella continuaba tan sorprendida que no había empezado a desnudarse; sus dedos incapaces de desabrochar aquel traje de blanco virginal.

Le ayudé con los botones, susurrándole palabras de amor al oído. Aquella era mi primera ceremonia de aquel estilo, un ritual que pondría fin a su periodo de novicia y que haría de ella mi auténtica esclava.

Se liberó de su vestido; quedándose vistiendo un sujetador blanco de encaje y su cinturón de castidad.

De su collar colgaba la llave del cinturón. Le besé la espalda mientras dirigía sus manos para abrirle el sujetador, cosa que hizo con facilidad. Sus pechos, libres, eran tan deliciosos…

-Zanahoria, quiero que me des la llave del cinturón de castidad; y quiero que lo hagas por tu propia voluntad…

Sus manos temblaban, eran plenamente consciente del significado de aquel acto…En el fondo era una de las mujeres más inteligentes que yo hubiese conocido.

Sus dedos nerviosos agarraron con fuerza la llave dorado, su corazón latía con fuerza. Echó un vistazo a la llave, bajó la cabeza y me la entregó.

-Zanahoria, siéntete orgullosa de este acto-y empecé a abrir el cinturón de castidad-Quiero que me digas que eres mía, en cuerpo, mente y alma-y abrí por completo aquel artefacto aunque sin quitarselo. -Soy tuya, mi cuerpo es tuyo, mi mente es tuya, mi alma es tuya, incluso mi corazón es tuyo-dijo -Zanahoria, deberías ser castigada; ¿a quién le estabas hablando? -Lo siento, Maestro-dijo y se arrodilló para besar mis zapatos-Maestro, soy tuya; mi cuerpo es tuyo, Maestro, mi mente es tuya, Maestro, mi alma es tuya ,Maestro, incluso mi corazón es tuyo, Maestro.

Le hice un gesto con mi mano, quería que se levantase y le ofrecí mi mano para que la besase, cosa que hizo poniendo toda su alma, como había besado mis zapatos unos minutos antes.

Me arrodillé delante de ella y le quité el cinturón; ella estaba desnuda a excepción del collar y de aquellas adorables bragas de seda blanca que Venus le había hecho lucir bajo el cinturón de castidad. Aquellas adorables bragas de seda blanca que estaban empapadas en sus jugos, los jugos de su hambriento conejito, desatendido durante casi dos semanas.

Le ordené que me quitase los zapatos, su cuerpo era algo tan excitante que debo admitir que yo también estaba muy nervioso, había contemplado aquella misma escena en multitud de ocasiones, pero ser uno de los participantes es algo para lo que nunca se está lo suficientemente preparado.

Me quitó también los calcetines…Y le ordené que me bajase los calzoncillos. Lo hizo llena de feliz excitación ante lo que iba a ocurrir. Mi pene estaba completamente erecto, impaciente por disfrutar de un fruto tan delicioso… Y Zanahoria tomó mi polla en sus manos, la hice parar, no era el momento para una mamada, al menos no en aquellos instantes.

Le dije que se echase en la cama, las piernas separadas y las caderas levantadas.

Me incliné sobre ella, con mi boca a la altura de sus bragas empapadas. Cogí la banda elástica de sus bragas con mis dientes y se las bajé con mi boca, acariciando tanto como pudo su adorablemente anillado nido…

Gemía con fuerza y movía sus caderas, haciendo que mi cara le acariciase el coño. Dos semanas de continua sobre excitación sin ocasión de liberarla la habían hecho perder el poco pudor que le pudiese quedar. Quería que la hiciese correrse; aquella iba a ser la última vez en que sus deseos contasen, a partir de aquel día sería mi voluntad la única que contase.

Paré de acariciarle la entrepierna, mi cara empapada en sus adorables jugos. Le besé la boca suavemente, reaccionó llena de pasión, lo quería todo y lo quería en aquellos instantes…

Le mordí tiernamente sus pezones, robándole un par de gemidos de placer. Y entonces le introduje con suavidad la polla dentro de su coño, aquel coño que era todo mío.

La follé de forma tranquila, amorosa, quería que aquella experiencia fuese inolvidable; habría innumerables ocasiones para hacerlo de formas más salvajes, suficientes ocasiones para hacer que ella disfrutase con aquella clase de actos…

Y ella parecía pasárselo realmente bien, moviendo sus caderas como si quisiera devorar todo mi cuerpo y no solamente mi pene.

Y mientras tanto yo hacía mis mayores esfuerzos para atender su juguetón clítoris mientras continuaba follándola. Se corrió como si no lo hubiese hecho nunca antes; quedé sorprendido de cuánto había podido resistir después de aquellas dos semanas…Le robé otro par de orgasmos antes de correrme.

Y mi boca tomó el lugar de mi pene en su anillado conejito, comiendo sus adorables jugos y proporcionándole más placer del que ella creía humanamente posible.

Me levanté e hice una señal a mis esclavos; era el siguiente capítulo del ritual.

Sheena fue la primera; se acercó a Zanahoria y hundió su rostro en su entrepierna y empezó a comérsela con su diestra lengua hasta que Zanahoria se corrió. Y cuando Sheena consiguió su objetivo era la ocasión de Yegua y más tarde la de Marfil.

Y entonces Venus salió de la habitación, tenía que preparar la sorpresa final para Zanahoria.

Alf fue el último en prestar sus servicios orales a mi nueva esclava; estoy seguro de que ella hubiese preferido su polla en lugar de su lengua…Tiempo al tiempo.

Cada uno de los compañeros de fatigas de Zanahoria le arrancaron un sonoro orgasmo; Zanahoria debió pensar que el paraíso debía ser algo así.

-Zanahoria, tengo una pequeña sorpresa solo para ti-le dije.

Y Venus volvió a la habitación con un muy especial invitado con los ojos vendados.

Mi Zanahoria le reconoció de inmediato y su expresión cambió de forma dramática. Nuestro invitado era su antiguo prometido, el que la había abandonado y tal vez la persona más odiosa en la faz de la tierra en la opinión de Zanahoria (habíamos hablado sobre él en alguna de nuestras tardes).

Venus le desabrochó la bragueta y le acarició la polla hasta que se le puso dura. No sé como mi hermanastra había convencido a aquel “gusano” (en palabras de Zanahoria). Era bastante probable que él no supiese con exactitud de qué iba todo aquello.

Le susurré a Zanahoria al oído que le hiciese una mamada. Me rogó con los ojos y le recordé que ella era mi esclava y que quería que me demostrase una obediencia ciega.

Se puso de rodillas humillada y empezó a acariciar con su lengua la polla de su ex-novio; aquella polla que pertenecía a un “egoísta” según sus palabras.

Yo le acariciaba el pelo cobrizo mientras ella le hacía una mamada, entregandole sus mejores esfuerzos; y ella le entregaba aquellos esfuerzos porque yo quería que lo hiciese así…Si, era mi auténtica esclava, una esclava de la que yo estaba muy orgulloso.

Con su más que bien preparada lengua Zanahoria hizo que él se corriera y le ordené, susurrante, que se lo tragase y que después le diese las gracias en voz alta…

-Gracias-dijo con voz temblorosa mientras Venus le quitaba la venda a él.

Y él vio a su ex-novia de rodillas, aquella boca que le había proporcionado tanto placer, aquella boca que había sido suya pero que ahora me pertenecía. Se quedó estupefacto; Venus le subió la cremallera y le dijo que se marchase.

Él no sabía que hacer así que obedeció y desapareció de nuestras vidas, y particularmente de la de Zanahoria. Nunca hemos vuelto a oír de él.

Besé a Zanahoria y le quité el collar, un collar de novicia; Venus me entregó otro collar, uno donde estaba escrito su nombre: Zanahoria

-Zanahoria, eres mi esclava; estoy orgulloso de que seas mi esclava. Quiero que estés orgullosa de ser mi esclava.

Y Zanahoria volvió a arrodillarse y dijo:

-Gracias Maestro, estoy orgullosa de ser tuya, Maestro.

Volvimos a casa, Zanahoria como mi auténtica esclava, no la novicia que había abandonado la mansión aquella especial mañana.

Vuela libre, mi mariposa; te echo de menos Por siempre en nuestras almas We will always love U, Monica

Continúa la serie << Entrenando a Zanahoria Disfrutando a Zanahoria >>

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