Capítulo 10

Gertrudis, el ama de llaves de D. Venancio era una viuda de unos 39 años, todavía de muy buen ver, con una silueta muy apetecible y unas curvas que, a pesar de su recatado vestuario, permitían intuir el pedazo de hembra que había debajo. Su marido había servido en el ejercito bajo el mando de D. Venancio y éste, una vez fallecido el soldado, había decidido tomar a su esposa como criada para ayudarla con su manutención dado que la pensión que le había quedado era muy exigua. Gertrudis se encargaba de la casa y de la limpieza, así como de la comida del Instituto masculino del Pilar que dirigía D. Venancio. Del mismo modo se ocupaba de Margarita, la única hija de D. Venancio, cuya madre había fallecido al dar a luz a la niña.

El régimen de la casa era de ley marcial, con una férrea disciplina basada en la formación militar de D. Venancio. Gertrudis, conocedora de las pocas posibilidades de una viuda en esos tiempos, aceptó desde el primer momento el ofrecimiento del militar y poco a poco se había acostumbrado al modo de vida severo que marcaba su señor. De hecho ella era la encargada de mantener la disciplina con Margarita, ejerciendo un papel de madre sustituta.

Pero no era sólo el de madre el papel de sustituta que ejercía Gertrudis, puesto que, desde las primeras semanas de su llegada a la casa de D. Venancio, éste ya la había tomado como sustituta de las meretrices que le daban consuelo de manera habitual y, aprovechándose de su posición de dominio y prestigio social, había tomado a la muchacha de manera sexual en múltiples ocasiones. Al principio las sesiones eran algo mas parecido a una violación forzada, pero con el paso del tiempo Gertrudis empezó a encontrar satisfacción en dichos encuentros e incluso había nacido una cierta relación de dependencia y cariño de ella hacia él.

Aquella tarde Margarita había salido a dar un paseo, D. Fulgencio tampoco estaba y los muchachos ya habían terminado las clases, así que D. Venancio vio la oportunidad de darle un revolcón a la muchacha. Ni corto ni perezoso subió a su cuarto y se puso el uniforme de la legión que, con el grado de capitán, había ocupado durante la guerra civil. A pesar del tiempo transcurrido todavía le servía gracias a los arreglos que año a año le iban haciendo para asistir con el a diferentes actos y homenajes. El siempre se lo ponía para los encuentros sexuales con Gertrudis, era su fetiche y su secreto. Cuando la viuda lo vio bajar con sus botas relucientes por la escalera supo que debía interpretar su papel.

¡Oh mi capitán, que bien que ya esté en casa! Y rápidamente se arrodilló a los pies de la escalera…mientras el bajaba los escalones mientras golpeaba sus botas con una fusta de cuero de las empleadas para azuzar a los caballos e impregnando la estancia del olor a tabaco que emanaba de la extraordinaria pipa de madera tallada a mano que traía en su boca.

¡Mi joven muchacha, da gracias al cielo que soy un hombre bondadoso y te he cogido bajo mi protección, sino no se lo que sería de ti! La muchacha interpretaba el papel de una joven Republicana y partisana, que había sido capturada por el bando nacional pero a la que el capitán le había perdonado la vida a cambio de servirlo como criada (salvo por lo de republicana y partisana la historia no se alejaba mucho de la realidad).

Si, si señor y rápidamente le besaba la mano a los pies de la escalera mientras él le devolvía el gesto acariciándole la cabeza como si de una perrita se tratara. Del mismo modo comienza a dar una vuelta en redondo sobre la joven arrodillada mientras con la fusta le toquetea los pechos por encima de la blusa y, metiendo ligeramente la fusta bajo la falda, se la levanta lo suficiente para comprobar si lleva ropa interior. Lo que descubre al levantar la falda provoca un terrible enfado en el militar ¡cuantas veces te he dicho que no debes llevar bragas en mi casa! Y empujándola hace que se ponga a cuatro partas mientras descarga una batería de golpes de fusta sobre el culo de la criada protegido por la falda ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS…

Aún con la protección de la tela, Gertrudis siente cada impacto como un fuerte pinchazo en las nalgas, al que acompaña una sensación de ardor y picazón, pero sabe que no puede hacer nada, están en medio de la interpretación y si se detiene el enfado de D. Venancio será muy grande y tendrá consecuencias peores.

Sin más el militar la agarra del cabello y tirando de el la arrastra a cuatro patas hasta la cocina, que esta presidida por una gran mesa de madera, donde se corta la fruta y hortalizas, donde se amasa, y donde se preparan los alimentos para la casa y el colegio. Sin miramientos tira del pelo hacia arriba obligando a la pobre joven a incorporarse y una vez de pie la empuja contra la mesa, haciendo que caiga boca arriba. Dejando la fusta a un lado, le agarra la falda y se la levanta tapándole el pecho, agarra las bragas blancas de algodón y tirando de ellas se las arranca. Coge cada una de las piernas de la muchacha por los tobillos y se las separa todo lo que puede, lo que provoca un fuerte dolor en las ingles…observa con lascivia su coño, su abundante vello púbico ¡estas revolucionarias son peores que animales! Y soltando una de las piernas, lo que le permite a la criada relajar un poco la tensión de las ingles, el capitán se saca la verga del pantalón con la ayuda de una mano, la sitúa en la entrada del coño y, agarrando nuevamente el tobillo y volviendo a estirar la pierna de la muchacha la embiste con toda la energía de la que es capaz

¡DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS! Grita Gertrudis

¡Pero no decís que sois ateas pedazo de putas! ¡en cuanto os dan una buena ración de polla nacional enseguida os volvéis creyentes, ja,ja,ja,ja…! Se burlaba el militar.

Las embestidas eran tan violentas que la mesa de madera se movía al compas de las mismas y los jadeos de los dos se confundían con el estruendo de cazos y otros utensilios que estaban encima de la mesa e iban cayendo…

Gertrudis sufría pero también gozaba con la escena, la verga de D. Venancio no era muy larga, pero si lo suficientemente gorda para sentir cada embestida en los labios, el clítoris y el interior de la vagina…con su difunto esposo nunca habían variado del clásico misionero y estas escenas que realizaba con su empleador, aunque le habían costado mucho al principio, ahora le resultaban de lo más excitante y placentero…

Toma puta toma…

Toma…

Toma…

Agggg…

Toma…

Toma polla guarra…

Toma…

Las embestidas se suceden una y otra vez hasta que el hombre ya no puede mas y sacando la verga del coño se descarga sobre su vello púbico ¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!

Gertrudis respira agitada, el le suelta las piernas y ella recupera la sensación de dolor que había olvidado con las embestidas…jadea, suspira y resopla…¡Jesús que manera de montarme! Piensa para sus adentros…Mientras el viejo director se sienta en una de las sillas y con un paño de cocina se limpia los restos de semen de la verga y la devuelve al interior de sus pantalones… mientras continúa respirando agitado…

Como buen y piadoso cristiano y ferviente católico D. Venancio sabe que debe purgar los pecados, así que le dice a la criada que le de la fusta…ella se mueve torpemente encima de la mesa, apalpando los laterales buscando la fusta que el señor había dejado a su lado sobre la mesa. Pronto se da cuenta que la fusta ha seguido el mismo camino que la mayor parte de los objetos que había sobre la mesa y que ahora yacen desperdigados por el suelo. A duras penas se incorpora y se baja de la mesa, se sube las bragas y estas se empapan del semen que tiene por toda la mata del vello púbico. Aprovecha las propias bragas para limpiarse la entrepierna y el vello púbico y se las quita definitivamente. Se agacha debajo de la mesa y a cuatro patas recorre el suelo de la cocina hasta que se encuentra con la fusta que había ido a parar debajo de la cocina de leña. La recoge y todavía en esa posición, a cuatro patas, se la entrega a su señor.

El le hace una seña golpeándose las piernas para que ella se doble sobre las mismas. Gertrudis lo hace e instintivamente se levanta la falda dejando sus posaderas desnudas a la vista. D. Venancio eleva la fusta y le anuncia que le va a dar unos azotes porque con su actitud lasciva y pecaminosa, le ha incitado a tener sexo con ella y esos azotes la redimirán y  le servirán para purgar sus pecados del vicio de la carne. Ella asiente resignada

ZAS, uno gracias mi Capitán

Ayyyy, ZAS, dos gracias mi Capitán, este ha marcado ligeramente la pierna

ZAS, tres gracias mi Capitán

ZAS, cuatro gracias mi Capitán, el color de las nalgas es ya claramente rojizo

ZAS, cinco gracias mi Capitán

Ayyyy, ayyy, ay,.. este ha golpeado completamente en las piernas…ZAS, seis gracias mi Capitán

ZAS, siete gracias mi Capitán

ZAS, ocho gracias mi Capitán, lagrimas brotan de la cara del ama de llaves…

ZAS, nueve gracias mi Capitán

ZAS, diez gracias mi Capitán…

El castigo ha finalizado. ¡Gertrudis recoja esto! Esa es la señal convenida, cuando el la llama por su nombre es que la escena ha concluido y ella vuelve a ser el ama de llaves viuda.

Ella se levanta dolorida por el castigo pero excitada, espera a que él abandone la cocina y se vaya a cambiar a su cuarto. Una vez se ha asegurado que el está en su dormitorio ella llena un cazo con agua muy fría y lo mete en la nevera. Acto seguido coge una de las zanahorias más gordas de las que tiene en la despensa y con una habilidad pasmosa la comienza a pelar, al tiempo que la va tallando, dándole forma de falo. No le falta detalle, le dedica sus buenos minutos a la operación preocupándose de no tallarla en exceso para evitar que se parta. Una vez lista abre la nevera y deposita el falo vegetal en el cazo con agua y lo deja en la nevera por espacio de cinco minutos.

Pasados esos cinco minutos lo saca del frigorífico y envuelta en un paño para que no gotee se dirige a su cuarto, cierra la puerta con llave y se tumba en su cama. Desenvuelve el falo vegetal y se lo aproxima a la entrepierna…Ufffffffff el frio húmedo hace que se estremezca, el solo roce del falo provoca un espasmo en su espalda…en nada ya está completamente excitada,…

Aprovechando la suavidad del elemento y la temperatura fría…cada pasada por los labios vaginales o el clítoris son respondidos por jadeos y suspiros, haciendo que su deseo aumente hasta límites insospechados…cuando por fin lo introduce dentro, el frio logra contraer ligeramente los capilares de su coño, tremendamente dilatado por las embestidas del militar, y poco a poco, al contraerse, ella va notando la dureza de la hortaliza y, cerrando con fuerza las piernas, la abraza cual boa constrictor y comienza una serie de movimientos de presión y roce contra la zanahoria que le provocan un orgasmo intensísimo en unos minutos

¡Jesús, María y José! Exclama mientras una serie de convulsiones y espasmos hacen que vaya aflojando la entrepierna hasta que el maravilloso falo naranja, ligeramente machacado, va resbalando hasta salir completamente del exhausto cuerpo del ama de llaves…

Tras permitirse unos minutos para reponerse y recobrar el aliento, el ama de llaves se arregló el uniforme y se dispuso a bajar para recoger el desastre de la cocina y ponerse a preparar la cena, pero cuando ya bajaba salió de su cuarto D. Venancio, vestido con traje, sombrero, su bastón y su pipa. ¿Va a salir el señor?

Si Gertrudis, voy al liceo a leer la prensa y charlar con algunos compañeros de armas, volveré para la cena y, en un gesto cómplice y nada habitual en él , le golpeó suavemente con el bastón en el culo de la viuda que lo interpretó como una señal de satisfacción por la escena practicada esa tarde…

El ama de llaves cerró la puerta y se dirigió a la cocina, viendo el desastre se dobló para comenzar a recoger todos los utensilios que la efervescencia del  encuentro sexual habían lanzado a las cuatro esquinas de la estancia…estaba tan absorta en la labor que no se percató de la llegada de Fulgencio, el maestro, que se quedó observando su magnífico culo que estiraba la tela de su falda en esa posición remarcando más si cabe su redondez, y permitiendo intuir por debajo de la tela los bordes de sus bragas nuevas, limpias y recién puestas…

Viendo la cantidad de objetos tirados, la reciente salida de la casa de D. Venancio y un sospechosa zanahoria pelada con una característica forma fálica sobre un paño encima de la mesa, Fulgencio no tuvo dudas que la criada había tenido sexo con el director, así que no dudó en tomar el también un merecido premio.

Asió a Gertrudis por las caderas y, está, gritando por el susto de lo inesperado, giró la cabeza viendo al maestro agarrándola con mirada libidinosa…

¡pero qué se cree que está haciendo? Gritó intentando incorporarse…

Fulgencio no se lo permitió echándole la mano a la nuca, le apretó el cuello, haciéndole daño e impidiendo que la mujer se pudiese mover libremente. La acercó a la mesa de manera que sus ojos se topasen con la zanahoria ¿usted dirá que es esto Gertrudis? Una zanahoria con forma fálica, un olor a tabaco de pipa mezclado con los aromas propios de hembras en celo, objetos tirados por doquier…¿sigo?

La mujer se sintió totalmente atrapada y no calibró opciones de huida, sintió que ella había hecho algo sucio, cuando en realidad lo había hecho por y para su señor y Fulgencio no era nadie para poder hacerle nada ni para reprocharle…pero en ese instante sintió miedo, no fue capaz de reaccionar y aceptó sumisa su destino…¿Qué quiere Fulgencio?

¡Quiero mi parte del pastel! Y acto seguido la empujó sobre la mesa boca abajo, aplastando su cara y sus dos turgentes pechos contra la mesa de madera maciza, el culo en pompa porque a duras penas llegaba al suelo con los pies dado que Gertrudis no era muy alta. Así con el cuello apretado por la mano de Fulgencio, inmovilizada, sintió como le separaban las piernas con el golpeo de los pies de él, con la otra mano y de un fuerte tirón le rasgaban las bragas, quedando desnuda por debajo de la falda, con el culo en pompa. ¡No te muevas! Le espetó el maestro con rotundidad.

La viuda no se atrevió a moverse cuando él la soltó, inmóvil en la misma posición que él la había dejado solo miraba como el hombre se acercaba a la encimera al lado de la cocina y cogía un vaso con aceite, lo vio regresar con el vaso en la mano, preguntándose que iba a hacer, pero no tardó en saberlo. Fulgencio sodomita empedernido, vertió un poco de aceite en el ojete de la mujer y le introdujo un dedo en el ano para lubricarlo bien…

¡noooo, por ahí noooo por Dios, nooo! Gertrudis era una ferviente católica y para ella eso era pecado contra natura, pero a Fulgencio poco le importaba las quejas de la desdichada. Con suma habilidad introdujo los dedos dilatando el ano de la mujer en una danza de mete y saca que fue una auténtica tortura para el ama de llaves…pero, tras un buen rato, los dedos pararon… y cuando ella ya pensaba que llegaba a su fin, el cipote del maestro que, excitado por la situación, estaba duro como una barra de hierro taladró el culo de la criada haciendo que gritara como si la estuvieran desollando AAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Las enculadas de Fulgencio no tuvieron nada de placenteras, el tampoco se preocupó de que Gertrudis estuviera cómoda o disfrutara, era tan egoísta que se procuraba su único placer independientemente de como se sintiera la otra parte…pronto al dolor inicial se unió un picor, fruto de la mezcla del aceite con la sangre provocada por un pequeño desgarro anal fruto de la sodomización del maestro que no tardo mucho en vaciar su semen en el culo de la mujer, sacando la polla al terminar y dejándola allí tirada encima de la mesa…

Puffffff que buen culo tienes jodida…me has apretado la polla bien…me la has dejado bien exprimida…

Dicho esto se marchó a su cuarto y la viuda quedó boca abajo, desnuda de cintura para abajo, llorando desconsoladamente, con el culo dolorido y sintiendo un picor cada vez que por su orificio anal salían los restos de semen, sangre, aceite y heces…se sintió mas violada que nunca y prometió vengarse del cabrón de Fulgencio…

 

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