Abigail
Abigail tenía 18 años, cabello rubio, ojos azules y muy hermosa. Era popular entre las mujeres y perseguida por los hombres. Cuando finalizó la escuela secundaria se fue de viaje, con un grupo de amigas, alrededor de Europa, antes de comenzar la Escuela de Arte. Esperaba obtener buenos resultados en su carrera pero su profesor favorito, John Dickenson, se había ido el año anterior. Le gustaba realmente él aunque era bastante mayor. Recordó cuando trató de flirtear con él. John le sonrió y le dio unos coscorrones en la cabeza. Cuando pensó lo que había hecho comprendió que podía haberlo metido en problemas, pero de todas maneras lo disfrutó. Era mucho más lindo que muchos de los viejos verdes y también de las viejas verdes que había tenido como profesores. La mayoría de éstos la habían desnudado con sus ojos desde que tenía 12 años. Quizás buscaría al Sr. Dickenson.
Pero ahora la escuela había terminado y la vida era divertida. La consigna era salir, beber y ocasionalmente coger. Ella particularmente no disfrutaba en la cama y raramente tenía un orgasmo, pero estaba segura que había alguna razón. Las pocas sensaciones que había experimentado hasta ahora, estaba segura que mejorarían. Sabía todo sobre la masturbación y a veces se preguntó si esa era la razón de sus desengaños sexuales. Su mamá le había dicho que el sexo era desagradable y Abigail pensó que quizás tuviese razón. Pero su madre no había conocido a un hombre desde el divorcio, hace ya 5 años. Al papá le habían sido negados sus derechos y Abigail no le veía desde entonces. ¿Las advertencias de mamá la habían vuelto frígida? ¿Intimidaba ella a sus compañeros?. Pero estos pensamientos eran pasajeros y se olvidaron rápidamente en los placeres de Aegean. Nadando, tomando sol y entonces, un glorioso día, haciendo el amor en la playa. Hans era el mejor que había conocido, pensó hasta que cayó exhausta en un profundo sueño.
Comenzó a tener algunas pesadillas y algunos ruidos comenzaron a incomodarla. Lentamente se despertó. Quiso volverse hacia Hans y…¿qué pasaba?…no podía. Se asustó y abrió los ojos. Nada. Estaba más oscuro que en la profundidad de la noche. Y no se sentía el ruido del mar. Movió sus brazos. Nada. Ella pudo sentir lo que la retenía. Sus muñecas estaban atadas a cada lado de su cabeza. Quiso levantar la cabeza y sintió un collar que la retenía. Pudo sentir el aire en sus muslos desnudos y luego las bandas metálicas que aseguraban sus tobillos. Estaba firmemente sujetada, incapaz de moverse, más que alguna flexión de sus músculos. Estaba, comprendió, en la posición ideal para ser violada. Aterrorizada, pasó la lengua por sus labios resecos y gimió.
Entonces Abigail gritó. Una mano apretó uno de sus muslos. «¿Quién eres?. ¿Qué quieres?», gimió. La única respuesta que recibió fue el silencio. «Por favor», lloriqueó, «¿Qué quieres de mí?. No tengo dinero». La mano acarició su muslo acercándose peligrosamente a su entrepierna para luego jugar con un pecho, retorciendo suavemente y tirando del pezón. «Por favor», gimió. «Por favor, no». Cesaron los movimientos. «Gracias», susurró. «Gracias». Su alivio resultó efímero. La mano estaba sobre su muslo nuevamente. Insistentemente, deslizó un dedo hasta el borde de sus labios vaginales. «Por favor», Abigail sollozó, «por favor». Entonces el dedo corrió a lo largo de su abertura. Se deslizaba atrás y adelante. «Por favor. Por favor», lloriqueaba como un cachorro castigado. Ella estaba aterrada, sabía que su cuerpo estaba respondiendo. Lo odiaba, pero el erótico dedo que la estimulaba suavemente, la calentó. Podía sentir que estaba poniéndose húmeda y, ¡Oh No!, estaba abriéndose a ese dedo. Se introdujo sin resistencia dentro de ella. Recibió un shock que recorrió todo su cuerpo cuando tocó su clítoris. Tensó su cuerpo y comprendió, con desesperación, que había empujado sus caderas. El dedo penetró más profundamente. Ella tiró hacia atrás, pero el dedo siguió. «Por favor, no», repitió su ruego. La mano apretó la zona más sensible, entonces, suavemente, muy suavemente, trabajó la zona hasta que ella comenzó a dejar de ofrecer resistencia. Sus caderas estaban fuera de su control. Las empujó hacia ellos, mientras rogaba que se detuviese. Se preguntó si su cuerpo o su mente estaban haciendo lo correcto. Podía sentir subir el calor. Sabía que estaba a punto de explotar, de acabar. Sus pezones le dolían, su vientre estaba en llamas. Entonces, sin previo aviso, los dedos se retiraron. Abigail suspiró, mezcla de alivio y desilusión. Al instante, una sensación la estremeció. Una lengua estaba sobre su clítoris, ella podía sentir las mejillas sin afeitar que raspaban contra la piel sensible de su entrepierna. Él estaba chupando su clítoris, que estallaba hinchado entre sus labios, con la punta de su lengua daba suaves golpecitos contra él. Ella sentía sus dientes, que la pellizcaban suavemente. Y entonces, desesperadamente, tuvo el mejor orgasmo de su corta vida.
Una eternidad más tarde, exhausta y saciada, Abigail seguía sintiendo el olor de su excitación. Estaba horrorizada y profundamente avergonzada. Su cuerpo había sido tocado como un instrumento musical. Esa lengua había utilizado su clítoris como a un violín. Recordó, con excitación, esa pasión que la invadió, que transformó a una mujer moderna e inteligente en un animal que se retorcía y gemía. Quienquiera que él fuese, la había usado a su antojo y ella lo había odiado… y lo había amado. Confundida y asustada sólo pensaba en qué podía sucederle.
Flotaba entre sueños poco profundos. Cada despertar, el recuerdo de su vergüenza y de su placer. Entonces, había manos en su ingle nuevamente. ¿Eran las mismas?. Para su horror, ella sabía que nunca lo averiguaría. Habría cientos de hombres mirándola. Mirando sus espasmos en éxtasis. Mirando sus ruegos por vergüenza. Mirando sus firmes pezones puntiagudos y sus pesados pechos. Viendo la atracción de sus caderas hacia esos odiosos dedos excitantes. ¿Qué estaba sucediendo? Ella podía sentir algo, pero ¿qué era?. En ese momento sintió algo frío y duro. ¿Qué estaban haciendo con ella?. Movió sus caderas y sintió algo arenoso sobre las mismas. Fue cuando sintió algo caliente untando su ingle. Era suave, aliviador, más bien placentero. Y luego sintió un raspado. De repente lo entendió: estaba siendo afeitada. Rogó, prometió, amenazó, pero la navaja de afeitar continuaba su trabajo. La sintió deslizarse por sus axilas, por la unión entre su vientre y sus muslos, por su vagina y, al fin, por su ano. Los dedos corrían sobre ella. Podía sentir qué lisa y suave había quedado su piel rasurada. Entonces, fue lamida. Todas sus partes privadas sintieron la deslizante lengua. Volvía la navaja y luego la lengua. Eventualmente, parecía tratarse de la misma persona, pero, para su sorpresa, las mejillas eran suaves.
Las bandas que sostenían sus tobillos fueron quitadas. No pudo hacer nada cuando sus piernas fueron levantadas, abiertas y llevados sus muslos hacia sus pezones. Notó que sus pezones estaban muy duros. Luego, algo fue sujetado a sus labios vaginales. Sintió una presión insistente sobre cada lado. No le dolió pero sintió la sangre corriendo a través de su cuerpo. Notó que tiraban a lo ancho… Abigail quedó expuesta como un animal de laboratorio esperando al diseccionista. No había nada que pudiera hacer. Darse cuenta de su completa vulnerabilidad provocó en ella una lluvia de lágrimas. Gimió y lloró. Algo doloroso comenzó a penetrarla. Trató de evitarlo pero estaba bien sujetada. De pronto, imprevistamente, su vagina se relajó y sintió alivio cuando quedó vacía. Dentro de su desesperación, trato de razonar y comprendió que un cateter le había sido insertado. Luego, a pesar de sus gemidos, algo le fue insertado en el ano. Abigail, que nunca había sido invadida por atrás, no podía estimar el tamaño de lo que la estaba penetrando, pero lo sentía grande. Se desesperó. ¿Qué cosa peor podían hacerle? Chilló cuando notó que un líquido invadía sus intestinos. Lo sentía burbujear dentro suyo, dilatando su estómago cada vez más. Trató desesperadamente de expulsar lo que le habían insertado en el ano. Hizo fuerzas como cuando se tiene el peor estreñimiento, pero el adminículo estaba bien asegurado. Era horrible. Pero luego fue peor. De repente, imprevistamente, se lo quitaron y, para su desesperación y vergüenza, se cagó. Podía sentir las explosiones en su interior y olió los resultados. Su ano fue lavado con una esponja humedecida en agua caliente y secado con una toalla suave. Podía sentir como le ponían talco en la zona. Gritó cuando le volvieron a poner algo en su ano. Lo sentía grande. Su ano se dilató dolorosamente. Por más que luchó, gimió y rogó, no pudo librarse de ello. Lo que la penetraba por atrás la desesperó.
Sintió un pinchazo en su brazo y una aguja le fue insertada. Le adhirieron algo rígido al brazo con cinta adhesiva. Su boca estaba abierta y sujetada por algo rígido y metálico y se dio cuenta que estaban limpiando sus dientes. Tragó para no ahogarse. Sintió un tubo que ingresaba en su garganta. Ahora no podía hablar. Permaneció inmóvil, sabiéndose indefensa. Tenía extrañas sensaciones en su estómago. No sentía dolor, pero notaba que se dilataba y se dilataba. Momentos antes de que se tornara insufrible, se detuvo. Sintió dedos recorriendo su vientre probando la tirantez de su piel.
Sus piernas fueron movidas para dejar libres los pechos. Sintió dedos jugando con sus pezones hasta endurecerlos. Entonces tuvo una extraña sensación; una presión suave, no dolorosa, más bien como si alguien estuviese chupándoselos continuamente. Los dedos retornaron a su concha, corrieron a lo largo de sus ensanchados labios. Comprendió qué obscena debería parecer. Gimió. Estaba siendo masturbada nuevamente. Ahora estaba segura que el que la tocaba era una persona diferente, menos amable, más apurada. Los dedos apretaban y tiraban. Era doloroso, pero volvió a sentir las mismas sensaciones en su vientre. Entonces, con un desesperado gemido, ella acabó. Casi instantaneamente sintió que su vagina ardía. Un chillido agonizante salió de su garganta amordazada. Se retorció y empujó sus caderas hacia adelante. Era terriblemente doloroso. Una mano empujó su ingle, sosteniéndola firmemente y entonces, cuando sobrevino otro insoportable espasmo de blanca agonía, se desmayó.
Lentamente, fue recuperando la conciencia. Recordaba todo, pero ahora no sentía dolor. Sintió los dedos trabajar en su concha. Podía sentir el pinchazo de una aguja y un hilo que pasaba por su agujero, pero no dolor. La otra persona se detuvo. Sus pies retornaron a su posición inicial. Abigail se preguntaba que habían estado haciendo con ella. Lentamente, muy lentamente, el dolor retornó a su pubis, pero eran unas puntadas, no ese desgarrador dolor que antes había sentido. ¿Qué habían hecho?. Abigail entró en pánico. Ellos podían haber hecho cualquier cosa. Quizás había sido estirilizada. Se desesperó y trato de luchar contra lo que la mantenía inmovilizada. Entonces, una suave voz femenina comenzó a hablarle: «Abigail es una esclava, Abigail es una esclava» , repetía insistentemente. «Abigail ama al Amo, Abigail pertenece al Amo, Abigail rinde culto al Amo. Hay un solo Amo, Abigail no es nada. Abigail no es digna del Amo. Abigail quiere que el Amo la use. La voluntad de Abigail no es nada, Abigail no es nada. Abigail quiere que el Amo la tome. Abigail quiere que el Amo la coja. Abigail quiere que el Amo la humille. Abigail quiere la pija del Amo en su garganta. Abigail ruega besar los huevos del Amo «. Una y otra vez la voz repetía con insistencia. Abigail quería gritar «Yo no soy una esclava. Soy libre».
Pero comenzó a preguntarse: «¿Quién será el Amo?, ¿Cómo será?, ¿Será amable?, ¿Me amará?, ¿Lo amaré?. Mientras tanto la voz continuaba taladrando su cabeza: «Abigail quiere tener bebes con el Amo, Abigail quiere que el Amo le llene la barriga, Por favor, Amo, cógela toda a Abigail, Por favor, Amo, permite a Abigail lamer tus pelotas, chupar tu pija. Abigail quiere que el Amo llene su vientre, Abigail quiere quedar embarazada. Por favor, Amo, esclaviza a Abigail, Abigail le pide al Amo que chupe su leche». Ella sentía que le chupaban insistentemente sus tetas. ¿Sería el Amo?. Abigail pensó cómo sería cuando el Amo la tomara. «¿Sería gentil «. La haría acabar».
Ella no tenía idea del tiempo. De vez en cuando sentía como bombeaban dentro de ella. Siempre su estómago terminaba terriblemente hinchado. Le quitaban el tapón e involuntariamente ella se cagaba. A veces, la superficie donde ella se encontraba, vibraba y aliviaba el dolor que sentía en la espalda. Y todo el tiempo, despierta y dormida, escuchaba: «Abigail ruega que el Amo la use. Abigail es la mascota del Amo, su yegua de cría, su vaca lechera. Abigail es indigna de los hijos del Amo. Otra esclava debería reemplazar a Abigail. Abigail ruega darle al Amo bebes esclavos. Abigail es un animal. Abigail ruega ser aceptada en la perrera del Amo. Abigail es una pequeña perra dispuesta a ser cogida por un perro». Ella pensaba constantemente en su Amo. ¿Quién era? ¿Cómo se apoderó de Abigail?. Lentamente, inconscientemente, se volvió una esclava. Deseaba sentir al Amo, darse entera a él.
Entonces, un día, hubo un cambio. Sintió que liberaban sus tobillos por un pequeño instante, para luego volverlos a sujetar. Podía sentir pedales bajo las plantas de sus pies. Sus pies se movían. Sintió como si estuviese andando en bicicleta hacia atrás. Notó alambres que se adherían a su piel, en la parte interna de sus muslos y bajo sus pechos. Continúo pedaleando algún tiempo, era agradable ejercitar sus piernas. Pero sintió el cansancio y se detuvo. Un dolor recorrió desde sus muslos hacia su pecho. Abrió la boca buscando aire. Trató de gritar. Entonces unas manos hicieron pedalear nuevamente a sus pies. Comprendió. Paraba de pedalear y la agonía resurgía. Y la voz continuaba: «Abigail quiere que sus muslos se endurezcan. Abigail quiere envolver al Amo con sus muslos. Abigail quiere ser cogida por el Amo. Por favor, Amo, coge a Abigail.». Sin darse cuenta, ella estaba repitiendo las palabras.
Cuando la bicicleta se detuvo, Abigail vaciló esperando el dolor. Pero nada sucedió. Sus pies fueron retornados a su posición original. Sus manos fueron liberadas y ajustadas a una barra que se encontraba sobre ella. «Abigail quiere que sus brazos sean fuertes. Abigail quiere al Amo en sus brazos. Abigail suplica abrazar al Amo. Abigail ama a su Amo». Ella notó que quedaba colgada de sus brazos e intentó hacer fuerza con los mismos para empujar su cuerpo hacia arriba, lo que le provocaba un profundo dolor. «Abigail quiere ser fuerte para el Amo. Abigail quiere ser una esclava saludable.» . Día tras día, ella se esforzaba. El peso en los pedales hacía el ejercicio cada vez más pesado. «Abigail estará fuerte para el Amo. Abigail será una esclava perfecta.» Entonces, un día, sintió que retiraban el tubo de su garganta. «Abigail quiere ser perfecta para el Amo». En ese momento, otra voz femenina comenzó a hablar: «Hay agua a tu izquierda», dijo, «y jugo de frutas a tu derecha». «Abigail quiere chupársela al Amo», la voz recitó. Ella giró su cabeza hacia la izquierda. Algo rozó su mejilla. Su cuello no estaba tan herméticamente sujetado. Sacó su lengua. Había una bombilla plástica con una gota de agua en la punta. Ella la lamió. «Chúpala» , dijo la voz. Abigail cerró su boca sobre la bombilla y sintió que algo grueso entraba a su boca. Se dio cuenta lo que estaba haciendo. Ella nunca se la había chupado a un hombre y ahora ella estaba mamando ese aparato artificial. Luego, ella sintió que algo estaban haciendo con su concha. Le estaban introduciendo un consolador. «Si quieres hacer pis, » , dijo la voz, «tendrás que empujarlo». La voz comenzó nuevamente: «Abigail quiere estar fuerte para el Amo. Abigail quiere estar firme para el Amo. Abigail quiere complacer al Amo. El Amo es Todo, Abigail no es nada.» . Gradualmente, el efecto de su dieta líquida comenzó a hacer efecto. Su vejiga estaba llena. Trató de orinar, pero nada. Era doloroso. Recordó el consolador. No era muy grande. Las manos que estuvieron todo este tiempo metiéndose en su concha eran mas grandes. Ella trató desesperadamente de empujar con su vientre y sintió una diminuta descarga de presión. Una y otra vez siguió esforzándose. Estaba exhausta. Sabía que podía lograrlo si trabajaba realmente duro, pero no podía sostener la presión. Borbotón por borbotón, ella descargó su vejiga. «Abigail quiere estar fuerte para el Amo. Abigail quiere la pija del Amo en su firme y pequeña concha.». Día tras día, ella ejercitaba. Incluso en algunas ocasiones ella intentaba orinar mientras seguía pedaleando con un peso cada vez mayor. Inconscientemente, repetía lo que la voz decía.
Un día, ella despertó y se encontró libre. Podía sentir su cuerpo. Notó que sus ojos no estaban cubiertos, pero aún veía todo negro. ¿Estaría encandilada?. La voz seguía sonando una y otra vez. Abigail repetía lo que oía. «Abigail es una esclava, Abigail ama a su Amo.». Entonces, de a poco, todo comenzó a iluminarse. Sus ojos le dolían y tuvo que cerrarlos varias veces. Pero, poco a poco, comenzó a ver. La habitación donde se encontraba estaba cubierta de espejos. Ella estaba sobre una cama, en el medio de la sala. Sobre uno de los lados había una bicicleta fija y sobre el otro lado una máquina de ejercicios con pesas. En una de las esquinas, un baño. Cuidadosamente, se incorporó y bajó sus pies hacia el piso. Miró hacia la pared espejada que se encontraba delante suyo. «Dios.» , fue su primer comentario. Sus manos fueron directamente hacia sus pechos. Bajo la vista para observarlos directamente. Sus pezones eran grandes como dos fresas maduras. «Abigail quiere que el Amo los chupe» , ella repitió. «Abigail quiere que el Amo tome de su leche». Miró su ingle. Estaba completamente depilada y su vagina parecía la de las pequeñas niñas. Abrió sus labios vaginales. Su clítoris no estaba y en su lugar había una perla bañada en oro. Y sus labios interiores habían sido cortados. Una cicatriz blanca y delgada era la única evidencia de su existencia. Se paró y se examinó a sí misma. Estaba más maciza de lo que se recordaba y su piel un poco más pálida. Su estómago, de tanto ejercicio, estaba suavemente formado. No estaba gorda, pero sí más suave, más femenina. «Abigail quiere ser perfecta para el Amo» . Vio, colgando de la pared, dos consoladores de plástico. Corrió hacia ellos, se arrodilló y los chupó. Quiso orinar y corrió hacia el inodoro. ¡Nada! «Abigail quiere estar linda y firme para el Amo». Frenéticamente miró a su alrededor. Sobre un estante había un cilindro plástico delgado, no más ancho que un dedo. Lo tomó, se lo introdujo y recitó «Abigail quiere estar linda y firme para el Amo». Orinó. Entonces, cuando volvió a mirarse en el espejo, vio un brillo, era algo de metal metido en su culo. «Abigail ruega que su Amo use su culo para su placer». Se lo sacó. Sus ojos miraron fija y asombradamente que grande era. ¿Cómo podía ser que no había gritado de dolor?. «Abigail quiere que el Amo disfrute con su culo». Ella volvió a introducírselo.
Permaneció en esa habitación por una eternidad. La comida aparecía por un hueco en la pared. De vez en cuando una de las máquinas zumbaba y ella ejercitaba. Recitando: «Abigail quiere estar limpia para el Amo», caminaba hacia la ducha y se higienizaba. Sin darse cuenta, hacía todo lo que la insistente voz decía. De pronto se oyó a sí misma, diciendo: «Abigail quiere ser entrenada por el Amo. Por favor, Amo, dale entrenamiento a Abigail. Abigail quiere estar perfecta para el Amo.». Su súplica creció en intensidad. Su voz imploró. Lloró. Ella quería ser entrenada. Rogó. Luego, cuando despertó, había dos libros en la habitación y varias guías de entrenamiento. Había un maniquí masculino de tamaño natural, con testículos y pene casi reales. También había dos maniquíes más, hombre y mujer, cogiendo sobre una cama. Ella abrió el libro. «El libro de posiciones de Abigail para que una esclava satisfaga a su Amo». Página tras página había ilustraciones de posiciones sexuales. El otro libro era «Cómo Abigail debe chupársela al Amo». Ese día, se sentó y leyó. Cada tanto, ella tomaba el libro y se arrodillaba entre los muslos del maniquí erecto. «Abigail quiere lamer las pelotas del Amo», decía y procedía a hacerlo. Ella había leído cuidadosamente lo que tenía que hacer. Comenzó a besar las plantas de los pies y continuó besando las partes interiores de las piernas. «Abigail quiere hacerlo bien y despacio para el Amo». Lentamente, oh, tan lentamente, ella recorría desesperadamente las piernas de plástico hasta alcanzar las duras pelotas del maniquí. Cada tanto, extendía su lengua y golpeaba con la punta las bolas del muñeco. «Abigail quiere chupar las bolas del Amo», y siempre: «Abigail es una esclava. Abigail no es nada. Abigail solo existe para satisfacer al Amo. Abigail quiere lamer el culo del Amo. Abigail quiere limpiar con su lengua el culo del Amo». Ella lloraba con alivio, cuando «Abigail quiere lamer la pija del Amo», salía de su boca y luego con alegría «Abigail quiere chupársela al Amo. Abigail quiere chupársela al Amo.» , más fuerte, más fuerte, más fuerte, y la pija del maniquí entraba a su boca. «Abigail quiere tragarla toda. Abigail es honrada por el Amo al darle su pija.». Se desesperaba por poner flácida la pija del maniquí.
Día tras día, semana tras semana, Abigail entrenaba. Aprendió todas las posiciones sexuales. Aprendió a adorar al Amo aunque él se estuviese montando a otra esclava. Soñaba con él. Sólo quería verlo. Comía su alimento con más ganas, porque le parecía cada vez más rico. «Abigail quiere ser suave para el Amo. Abigail es la pequeña mujerzuela del Amo. Abigail pertenece al Amo.». Un día, notó que no estaba intentándolo lo suficiente. Sin embargo, por mucho que lo intentaba, ella chupaba demasiado rápido. Cada vez que ella recitaba «Abigail quiere besar los muslos del Amo» , besaba las bolas plásticas. «Abigail es mala. Abigail no ama al Amo», se autocastigaba. Una mañana, miró al erecto muñeco y comprendió que podía montarlo. Su constante estado de excitación sexual, y el hecho de no acabar, la tenía muy frustrada. Montó al maniquí y mientras con una mano abría sus labios, se hundió hacia él. El dolor fue increíble. Su concha estaba tan irritada que parecía una brasa ardiente. Parecía no terminar nunca. Rodó y se retorció gritando todo el tiempo. Lentamente, muy pero muy lentamente, el dolor fue menguando. «Abigail es mala. Abigail es una puta. Abigail es una mujerzuela. Abigail cogería con cualquier cosa.». Y ella comprendió cuánto necesitaba ser castigada. «Abigail le pide al Amo que la castigue. Por favor, Amo, domine con látigo la maldad de Abigail.». Estaba llorando con contrición. Quizás el Amo no la querría. No podía controlar su pensamiento. Cuando despertó había un gran tablero de madera en la habitación. Había argollas para su cuello y manos, una para su cintura y también para sus tobillos. Recitando «Por favor, castígame Amo» , se colocó en posición y las argollas se cerraron. En la pared espejada, ella podía ver la parte de atrás del tablero y entonces, ante su horrorizada sorpresa, un bastón con un látigo apareció sostenido por un guante de cuero. «¿Será el Amo?», pensó. La vara acarició su piel, haciéndola temblar de miedo y excitación. Y entonces observó cuando la vara subía y le daba el latigazo. Vio una delgada línea roja aparecer sobre su piel y gritó. El dolor era increíble. Sus nalgas temblaron y ella se esforzó en controlarse y mantenerlas quietas. «Abigail te agradece, Amo. Abigail quiere que el Amo castigue su culo». Doce veces el terrible bastón rebanó su piel y doce veces ella rogó por más. Después de esto, entrenó más duro, pero aún rogaba por castigo. Sabía que eso la hacía mejor, más dócil, más la esclava perfecta. Y también sabía que a menos que fuera perfecta, nunca podría ver al Amo. Lloró pensando que nunca podría ver a su Amo, que nunca podría sentirlo, que nunca podría entregarse a él. Sabía que pertenecía a él, pero quería ser absoluta, incondicional.
Más tarde, ella despertó en la oscuridad. En un principio se asustó, pero cuando levantó las manos hacia su cabeza notó que le habían colocado una capucha. No comprendía el motivo pero estaba excitada. Sabía que algo nuevo y excitante estaba por suceder. Recorrió su cuerpo con las manos. Sus grandes pezones estaban duros. Su concha estaba anticipadamente húmeda. ¿Vendría su Amo? ¿Podría volver a acabar? No sabía si podría ser posible sin su clítoris. Quizás cualquier experimento haya sido hecho con su cuerpo mientras ella estuvo dormida. Sintió que unas manos enfundadas en cuero ponían de pie. Tenía un collar alrededor de su cuello y se sintió en la gloria. Temblaba con excitación. Caminó a lo largo de pasillos alfombrados. Luego entró a una habitación cálida. Sus pies se hundieron sobre una alfombra espesa. Permaneció de pie y en silencio, mientras sus muñecas eran atadas a su espalda y era obligada a arrodillarse. Cuando metieron su cabeza dentro de una sabana, ella reventó de alegría. ¡Estaba por lamer a su Amo! Se refregó sobre las sábanas de seda hasta lastimar sus pezones endurecidos. ¡Su Amo no estaba allí! Todo olía a lino limpio. Esa espera, de rodillas, pareció durar una eternidad. Retrocedió cuando una mano tocó su cola. La estaba acariciando. Notó que la mano tenía anillos, pero era una mano dura, masculina. Tomó y apretó una nalga. Ella abrió sus piernas provocativamente. Le dio una suave bofetada y se detuvo. Mientras esperaba, pudo darse cuenta que la persona seguía en el cuarto y luego notó movimientos sobre la cama. ¡Su Amo estaba en el cuarto! Pudo sentir sus pezones como rocas y su concha palpitando. Sintió el peso de las piernas del hombre a cada lado de su cuerpo y entonces, sin demora, se hundió en su masculinidad. Gimiendo excitadamente con placer, ella sacó su lengua y lamió un testículo duro. Un latigazo le dio de lleno en su cola. Chilló de dolor ¿Por qué el Amo era tan cruel con ella?. Ella sólo quería complacerlo. Sacó su lengua nuevamente y otra vez recibió el latigazo. Lloró. Estaba fallándole a su Amo. Él nunca la querría ver nuevamente. Entonces recordó su entrenamiento: «Abigail quiere lamer los pies del Amo. Abigail quiere besar las piernas del Amo.». Se tiró a los pies de la cama y comenzó a llenar de besos las plantas de los pies. Lentamente, muy lentamente, besó sus tobillos y luego sus rodillas. Era mucho más excitante que hacerlo con el maniquí; podía olerlo, saborearlo y pronto, pero no demasiado rápido, estaría besando su pija. Sería perfecta para su Amo. Centímetro a centímetro fue recorriendo sus muslos, besándolo y lamiéndolo. Entonces, por fin, alcanzó su objetivo. Besó, lamió y chupó. Su Amo se movió ligeramente. ¿Qué querría? «Abigail quiere lamer el culo de su Amo. Abigail quiere meter su lengua en el amo del Amo.». Inmediatamente, su entrenada lengua, dio un golpecito en la abertura de las nalgas y entonces, llena de placer, la empujó violentamente dentro del orificio anal. Lamió la parte inferior de los testículos, sintiendo el gusto de sus huevos. Lamió su pene. Su lengua rodeó la cabeza de su pija. «Abigail quiere chuparle la pija al Amo. Abigail quiere chuparle la pija al Amo». Lloraba de placer. Y entonces, repentinamente, él se fue.
Abigail lloró y lloró, siempre de rodillas, mientras seguía sintiendo el olor de su Amo sobre el colchón ahora vacío. ¿En qué se había equivocado? Ella fue llevada a su habitación y sollozando continuamente, cayó en un profundo sueño.
Pareció que hubiese transcurrido una eternidad antes de que fuera llevada nuevamente a la cama del Amo. Esta vez ella recordó y se arrodilló, su cabeza al borde mismo del colchón. Estaba segura que lo haría perfecto, pero nuevamente sería decepcionada. Cuando se arrodilló ante la cama se dio cuenta que su Amo ya estaba allí y, para su sorpresa, con un par de mujeres. Abigail se ahogó en sus lágrimas. No comprendía porqué tenía que tener más de una esclava. Por supuesto, él no la querría, pensó. Esas mujeres deberían ser mucho mejores que ella. Comenzó su tarea con las piernas del amo, sintiendo unas suaves manos que las estaban acariciando, imaginó los labios de las mujeres siendo besados y sus pechos mimados. Cuando Abigail comenzó a lamer su pija, se dio cuenta que otra mujer ya la tenía en su boca. ¡Cómo hubiese deseado ser esa mujer!. Luego, ellos se dieron vuelta y ella poco a poco se fue incorporando. ¡Oh! Su Amo se estaba cogiendo a una de las muchachas. Las manos de Abigail fueron desatadas. La mujer tomó al Amo firmemente de sus caderas y comenzó a meterle la lengua en su culo, sacándola y poniéndola continuamente. Abigail sentía la excitación de la mujer. ¡Cuánto daría por estar en su lugar!. Ella quería que el Amo la cogiera. Quería que hiciera con ella lo que quisiera. La muchacha lamió y besó con los labios apretados alrededor del orificio anal de su Amo e introdujo su lengua dentro de él. Sintió que él se estremecía. Su Amo estaba acabando. ¡Cómo le hubiera gustado que acabara dentro de ella!. «¡Abigail ruega que el Amo la coja. Abigail ruega que el Amo la coja!». Luego él apartó a la desconocida esclava y agarró del pelo a Abigail llevando los labios de ella hacia sus caderas. Abigail estaba deslumbrada. Por primera vez ella sintió su pija en su boca. Sin demasiada dureza, ella lamió y chupó. Ella se sintió en el cielo cuando la pija se endureció y le fue permitido continuar. «Abigail quiere que el Amo acabe en su garganta»., rogó. Pero él no lo hizo. La otra mujer se llevó el beneficio de su erección y luego ella terminó de lamer la pija de su Amo con su lengua.
Ella pudo sentir un gusto algo diferente pero no supo qué. Era el mismo olor de excitación sexual. Cuando él la apartó para limpiarse, ella entendió. Cuando lamió y chupó la pija de su Amo, lo que ella saboreó fue el flujo vaginal de la otra esclava.
La siguiente vez que Abigail fue sacada de su espejada habitación, no fue llevada al dormitorio. En cambió se encontró arrodillada sobre una alfombra. Encandilada y sorda, se dio cuenta que había otras personas en la habitación, pero no tenía idea que estaba pasando. Le pareció haber estado allí durante horas. No se atrevió a moverse. «Abigail quiere ser perfecta para el Amo.», murmuraba. Entonces sintió una vibración. Percibió que llegaba su Amo. Su cabeza se inclinó hacia adelante. Él estaba usando algo. Lo sentía con sus labios. Era un vestido. Lentamente, muy lentamente, comenzó a murmurar «Abigail quiere chupar al Amo. Por favor, Amo, permite que Abigail te chupe.». Y entonces, para su total placer, su mejilla acarició su pija. «Abigail quiere lamer las bolas de su Amo.». Lamió y chupó dando pequeños gemidos de placer. Y para su deleite, la autorizó a chuparla propiamente. Sus pechos se inflaron, su concha se calentó. Sintió la pija entera en su boca, sus testículos acariciando su barbilla. Entonces pudo saborear algunas pequeñas gotitas de semen. ¿Sería posible? ¿Su Amo la honraría, dándole ese placer? Las manos de él la tomaban de su pelo y le empujaban la cabeza hacia adelante para que la pija entrara totalmente en su boca. Ella lloró: Él estaba acabando. ¡Él estaba acabando!. Retrocedió y Abigail sintió las últimas gotas de su eyaculación sobre su lengua. Ella envolvió con su boca toda su verga, sintiendo su textura. Delicadamente, precisamente, como le fue enseñado, hizo exactamente lo que más deseaba, lamió toda la zona para limpiarla.
Muchas veces, después, le fue permitido hacer acabar a su Amo. Practicaba en su habitación, pensando constantemente en él. Se veía a sí misma, veía como se había convertido en una esclava hermosa, perfecta, femenina. Su collar dorado, su largo pelo rubio, su piel blanca y sus formas perfectas. Estaba orgullosa de sus pechos, firmes pero suaves y cubiertos por aquellos pezones grandes, de color rosa coral. ¡Cuánto le gustaba chupársela al Amo! Amaba su pequeña abertura, casi virginal, como la de una niña, su cola desnuda, su estómago bien formado. El Amo le había hecho un cuerpo perfecto. Sólo tenía que terminar de convertir su mente y su alma…. y sería totalmente perfecta. Un día, al despertar, notó que tenía argollas doradas en sus pezones y en su nariz. La argolla de oro calzada sobre su cuello le daba un aspecto salvaje y muy erótico. Parecía uno de esos exóticos animales domésticos. Estaba en lo cierto. «Yo soy su mascota». Sentía un pequeño dolor en su lengua. Cuando la sacó, vio cinco aros dorados. Son maravillosos, pensó. Cuánto placer le daría a su Amo cuando ella lo lamiera. Saltó por la habitación, como una chiquilla, cantando: «Abigail ama a su amo. Abigail ama a su Amo». A pesar del dolor, pasó el día practicando cómo lamer a su Amo. Unos días después, despertó con un dolor en su pecho derecho. Se miró en el espejo. «Esclava Abigail» estaba tatuado en un tipo de letra muy decorativo. Le agradaba haber sido marcada como propiedad del Amo. «Abigail es una esclava. Abigail es una esclava». Y entonces, por primera vez, ella entendió el significado del tatuaje. «Y Abigail ama ser una esclava», pensó. Era verdad. Amaba ser una esclava. No tener voluntad. Teniendo un sólo propósito en la vida: Servir al Amo con su cuerpo. «NO» , pensó en voz alta, «No es MI cuerpo, es SU cuerpo. Yo no soy nadie sin él». Se sentó un momento para seguir pensando. Una oleada de alegría barrió sus pensamientos. Entonces, Abigail se postró sobre el piso. «Amo. Soy tuya. Todo lo que soy, todo lo que pienso te pertenece a ti solamente. Por favor, úsame como quieras. Quiero ser perfecta para ti. La esclava perfecta». Y derramó lagrimas de felicidad. Continuó recitando su amor y devoción, su vocación para servir, su indignidad y su necesidad de ser castigada. «Nunca seré suficientemente buena para ti, Amo. Por favor, hazme perfecta. Saca la maldad de mí, con tu látigo». Al día siguiente se colocó sola en la tablero de castigo. Contrajo su culo, anticipándose al dolor. «Por favor, Amo, saca la maldad de mí». Entonces el tablero comenzó a moverse. Lentamente y suavemente, se enderezó y arqueó su espalda. Estaba sujetada con seguridad. La pared comenzó a abrirse. No vio nada en la oscuridad. La mano enguantada se acercó sosteniendo el látigo. Éste tenía cinco cuerdas de aproximadamente cincuenta centímetros de longitud. La mano lo levantó y Abigail gritó. Comprendió que sus pechos iban a recibir el latigazo. No lo podía creer hasta que sintió el golpe del látigo en su piel. Sus pechos saltaron y cinco líneas rojas aparecieron sobre ellos. Un instante y nuevamente el golpe. Gritó, pero rogó por más. Cuando el tablero quedó frente al espejo, ella vio como su cuerpo estaba marcado desde los hombros hasta su concha por una gran cantidad de ribetes rojos. Suspiró con alivio cuando el castigo cesó y la dejaron liberarse. Se arrodilló y masajeando sus tetas torturadas, agradeció a su Amo. «Abigail será buena. Abigail será la esclava más puta y más perfecta.».
Unas pocas semanas después, cuando las marcas habían desaparecido, su deseo se hizo realidad. Despertó encontrándose con los codos atados a su espalda y vendada. La venda no estaba fuertemente atada y podía ver un poco de luz a través de ella. Se sintió excitada. Algo importante iba a suceder. Después de una eternidad de ansiosa espera, ella fue llevada. Conocía el camino al dormitorio y se sintió plenamente feliz cuando se dio cuenta donde estaba. Permaneció de pie, temblando, esperando por lo que iba a suceder. Entonces, manos femeninas la llevaron hacia la cama. Se sorprendió cuando, en vez de hacerla arrodillar, la hicieron subir a la cama. Las manos tomaron sus tobillos y los ataron a lo ancho y a lo alto. Sintió que colocaban almohadones bajo sus caderas. Trató de mantenerse inmóvil. Estaba por suceder. «Abigail quiere ser cogida. Por favor, coge a Abigail», cantó. «Por favor, lléname Amo. Úsame. Llena mi útero. Toma placer de mí». Comenzó a respirar excitadamente. Sus pechos se inflaron y sus pezones dolieron. Su concha comenzó a gotear. Entonces sintió movimiento en la cama. «Por favor, coge a Abigail. Por favor, coge a tu esclava, Amo». Cuando sintió los dedos del Amo abriendo su vagina para introducirse dentro de ella, gimió de placer. «Oh, sí, Amo. Oh, sí. Abigail es tuya, Amo. Tu mujerzuela más puta.». Y luego gritó de alegría. Su verga estaba entrando en ella. Y estaba empujando. Era grande. Estaba rasgándola. Ella gritó de dolor y empujó sus caderas hacia él, moviéndose acompasadamente. Lentamente, muy lentamente, él la cogió. Abigail sintió que la excitación subía. Sus cuerpos estaban pegados. Y entonces, por primera vez desde aquella última terrible ocasión, ella acabó y acabó… y acabó. Lágrimas de felicidad bajaron por sus mejillas cuando su Amo le quitó la venda. «Oh, Amo. Gracias. Gracias», gimío a su Papá. «Cállate y sigue cojiendo, esclava», él dijo sonriendo. Y así lo hizo.
Epílogo
Fue un par de años más tarde, cuando Abigail ayudó a entrenar a su pequeña hermana Emma, cuando descubrió todo lo que le había sido hecho a ella. Se apenó por Emma cuando la vio por primera vez, atada, con los ojos vendados y auriculares sobre sus oídos. Pero se sentía feliz por lo que le iba a ocurrir. En unos pocos meses, estaría trabajando como esclava del Amo. Y que feliz sería cuando Papá se apropiara de ella. Quizás, pensó, no me pondré tan celosa cuando él la tome. Abigail odiaba cuando, como normalmente sucedía, algunas otras esclavas eran seleccionadas para su cama. Miró el cuerpo desnudo de su hermana. Era muy hermosa, pero sus pechos, quizás, demasiado pequeños. Miró sus propios pechos, hinchados y su barriga prominente. Lamentaba que no fuese hijo del Amo, pero no se preocupó, por otra parte, sobre quien podría ser el desconocido donante de esperma. Y el estómago de Emma era tan chato como el de un muchacho. Pero sus muslos eran lindos y serían mucho mejor después de la dieta especial y después que los ejercicios hicieran su efecto.
Abigail suspiró cuando el Amo llevó a Emma al orgasmo. Se preguntó si ella hubiese acabado antes. Emma tenía sólo 17 años y, aunque no era virgen (o al menos no tenía himen), no podría haber cogido con tantos hombres. Miró la cara escarlata de Emma con vergüenza y horror, cuando ella se arqueó entre orgasmos. Era tarea de Abigail prepararla para su nueva vida. Primero rasuró su vello púbico. Se aseguró de no dejar ningún rizo sin rasurar, chequeando con la lengua, su órgano más sensitivo. Luego colocó los clips en los labios vaginales de la muchacha, estirándolos con cordones que ensancharon y dejaron perfectamente abierta la vagina. Se dio cuenta que vulnerable lucía su hermana. Encajar el catéter fue más fácil de lo esperado y hacerle la enema fue muy simple. Se sorprendió de la cantidad de líquido jabonoso que debía introducirle. ¿Podría recibir tanto?. Cuidadosamente colocó el cubo y presionó la bomba. Pobre Emma. Lanzó una poderosa flatulencia y arrojó una inmensa cantidad de suciedad explosivamente. Por último, Abigail limpió a su hermana.
Ajustó el goteo con dificultad, antes de inyectar la aguja sobre el brazo de Emma. Utilizando unos sujetadores, mantuvo su boca abierta. Habiendo limpiado sus delicados dientes, introdujo el tubo de alimento en la garganta de Emma. Fue extremadamente cuidadosa de no sobrepasar su tráquea. Ajustó la cantidad de alimento que debía suministrarle. Era desagradable. Una mezcla de crema, huevos crudos y grasa. Era extremadamente alto en calorías y minerales. Cuando el estómago de Emma se endureció, Abigail lo probó. Sintió el estómago bajo la piel. Luego se volvió hacia los pezones de Emma. Limpió cuidadosamente cada uno de ellos antes de colocar las ampollas al vacío. La diferencia de presión no era mucha, pero suficiente para mantenerlos erguidos y duros.
Comenzó a masturbar el clítoris de su hermana. Nunca había hecho esto antes porque todas las esclavas del Amo habían sido circuncidadas. Apretó y presionó el firme y pequeño brote, mirando fascinada los frenéticos movimientos de la muchacha. Emma ardía en pasión y Abigail aplicó el bisturí. Con un terrible grito, el diminuto órgano sensitivo fue extraído. Cauterizó la herida. Emma permaneció inmóvil. El Amo le inyectó un anestésico y Abigail rebanó el labio vaginal interior. Cosió cuidadosamente la herida antes de poner un diminuto anillo sobre la cicatriz que se formó donde había estado el clítoris. Luego, se sentó en la habitación de control decidiendo sobre los mensajes que Emma debía recibir.
Abigail la visitaba cuatro veces por día. Alimentaba a su hermana, cambiaba la bolsa del catéter y evacuaba sus intestinos. El alimento endurecía sus músculos. Gradualmente fue poniendo tapones más grandes en la concha de la muchacha. Fue colocando más presión en las ampollas al vacío que colocaba sobre los pezones. Recordó encender la almohadilla vibradora que prevendría las llagas. Debía comenzar a ejercitar a la muchacha. Entonces, una mañana, activó la diminuta válvula que controlaba su vagina. Desde ahora Emma ejercitaría sus músculos vaginales o estallaría. Abigail estaba feliz cuando Emma vio por primera vez su ya transformado cuerpo. Como le había sucedido a ella misma, Emma se sorprendió al ver sus pezones y Abigail sonrió cuando comprobó como se endurecían rápidamente. Siguió siendo la responsable del entrenamiento de su hermana aunque se ausentó un par de días para dar a luz. Amó a las gemelas negras que nacieron de su vientre, pero más amaba a su Amo, especialmente cuando Él chupaba sus pechos. Vio como Emma lo lamía la primera vez, notando que cometía el mismo error al hacerlo apurada. Abigail la reprendió con latigazos bajo las nalgas indefensas de su hermana. Emma debía ser una esclava perfecta. Cuando le tocó fustigar sus jóvenes y firmes pechos, Abigail fue implacable.
Algunas semanas después, Abigail estaba en la cama del Amo con Anne, y Emma estaba a los pies de la misma. Se apenó por su hermana cuando el Amo sacó su erecto miembro de su boca pero se deleitó cuando la eligió a ella, a Abigail, para hacerle el amor. Después de haber dado a luz, Abigail había entrenado continuamente a Emma con distintos consoladores. Veía como ella, de rodillas, esperaba en el harem. Recordó cuando ella estuvo por primera vez, compartiendo la habitación con otras personas. Miró a su alrededor a todas las demás esclavas, felices, riéndose. Todas eran hermosas. Todas eran jóvenes. Y todas amaban al Amo. Quedó extasiada viendo como Emma le hacía un fellatio al Amo. Se notaba que la chica estaba muy concentrada. Y observó su deleite cuando él acabó en su garganta.
Abigail corrió a contarle al Amo cuando Emma hizo su sumisión. Le mostró la cinta de video que había grabado. Emma arrodillada, brazos extendidos, rogándole a su dueño que la tomara, obviamente, sin saber que la estaban filmando. Para que él la usara como quisiera. Abigail observó cuando la muchacha entró en un sueño profundo y luego se sentó a mirar como Julie tatuaba su pecho. Julie estaba cada vez más experimentada y en pocos minutos grabó «Esclava Emma» sobre el seno de la muchacha. Finalmente Abigail preparó a su hermana para la sumisión final. La condujo a través de los corredores y la dejó sobre la cama del Amo. Ató los tobillos de la muchacha a cada lado de la cama y levantó sus caderas. Abigail esperó arrodillada, con las piernas abiertas y cruzadas y la mirada baja, la llegada de su Amo. Estaba celosa de su hermana. Entonces Él entró. Dio unos cariñosos golpecitos sobre la cabeza de Abigail antes de sentarse al lado de Emma. Abigail no se atrevía a mirar, pero escuchaba los gemidos de Emma. Hirviendo de celos y frustración, escuchó el grito de la muchacha cuando fue penetrada.
Abigail descubrió mas tarde que era la primera vez que Emma hacía el amor. Se sentía muy orgullosa que su Amo haya tomado como esclavas a sus pequeñas hijas. «Pero» , pensó Abigail cuando estaba en la cama con las criaturas, «ella no podrá darle al Amo una teta con leche para chupar». Mientras tanto, Emma ya estaba pidiéndole al Amo que la marcara con hierro como al resto de las esclavas.