La posesión
Capítulo I
Lo cierto es que pense que mi vida había acabado aquel fatídico día en que, mientras huía de la policía con una flamante moto recién robada, me estrelle contra aquel coche familiar salido de la nada.
Supuse, durante unas décimas de segundo, que mi fulgurante carrera de ladrón, violador y asesino terminaba en un amasijo de hierros chamuscados.
De hecho mi ultimo recuerdo de este mundo fue la cara pálida y asustada del mocoso que viajaba en el asiento de atrás, junto a la puerta donde impacte con mi cuerpo.
Mi despertar fue una increíble pesadilla, estaba paralítico, puesto que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, ni tan siquiera hablar, escuchando solo las voces que me llegaban del exterior.
Fue la mar de raro oír comentar al medico con alguien en la habitación que la policía había dejado un agente custodiando la planta una temporada por si me despertaba alguna vez del coma.
Pero aun mas raro fue cuando se me abrieron por fin los ojos y vi enfrente a un señor completamente desconocido para mi diciéndome sensiblerías, y llorando mientras apretaba mi mano.
Cuando se giro mi cabeza sola, sin que yo hubiera hecho nada, vi que al otro lado de la cama estaba una estupenda señora, rubia y muy pechugona, cojiendome la otra mano y sollozando sin parar.
Me extraño que al sentir sus húmedos besos por toda la cara no se me pusiera duro el cipote, pero lo achaque al golpe recibido.
Y entonces fue cuando oí mi voz calmándola.
Era una voz dulce y aflautada que salía de mi cuerpo, pero que yo no controlaba.
De repente, en medio de la confusión, apareció el medico que había oído antes, que provisto de un espejo se acerco a la cama.
Mi sobresalto fue enorme cuando vi de nuevo el rostro infantil, ahora parcialmente vendado, que había visto en el coche.
Poco a poco fui haciéndome a la idea de que, de alguna forma, mi espíritu, mi esencia, o lo que fuera se había quedado dentro del cuerpo del mocoso cuando tuvimos el desgraciado accidente.
Y para mi eso era mil veces peor que la muerte, o al menos eso pensaba entonces.
Fue el segundo día de estancia en el hospital, mientras el crío dormía, cosa que yo no podía hacer, cuando empece a notar mis nuevos poderes.
Llevaba un rato picándome el brazo cuando, en un gesto impulsivo me lo rasque. Me di cuenta de que había sido yo el que había hecho el gesto, y no el chaval, por lo que intente hacer otras cosas.
Era como si el chico dormido hubiera desconectado la maquina, y yo me pusiera a los mandos. Me costo muchos esfuerzos, pero pronto aprendí como podia mover sus manos, brazos y piernas como si fueran los míos propios mientras el crio dormia.
La pena es que cuando se despertaba el control volvía a ser suyo, y yo me volvía a convertir en un mero pasajero de su cabeza, compartiendo su vida insulsa e infantil.
Por suerte los medicamentos que le suministraban los medicos en el hospital le hacían dormir largo tiempo, por lo que pude practicar bastante con su cuerpo inconsciente.
En tan solo un par de días ya podía desenvolverme como si fuera el mismo, charlando incluso si era necesario, aunque esto ultimo me fatigaba bastante, dejandome muy agotado.
Los padres me vieron tan recuperado que dejaron que la hermanita mayor viniera a visitarme.
Esta, que era un jugoso bollicao pelirrojo, recién salido de la pubertad, tenia el aspecto dulce y angelical adecuado, y las curvas suficientes, como para convertirse en una de mis víctimas favoritas si entonces hubiera tenido mi propio cuerpo.
La mejor prueba la tenia en que mi ridículo aparatito infantil ni se inmuto a pesar de los efusivos abrazos y besos que me dio la tierna princesita.
Y que yo, como no, aproveche para restregarme a conciencia contra sus pétreos y prometedores meloncitos, mientras sentia como las lagrimas del crio brotaban.
A mi me daba igual, pues a traves de su fina camiseta incluso podia sentir como sus duros pezones se clavaban en el torso del niño.
Esa noche por fin se fue el padre del crio a dormir a casa, dejando que la espectacular mamita velara su sueño, para poder ir a trabajar al día siguiente.
Fue una pena que esta durmiera vestida sobre el amplio sofá, pues apenas me dejaba espacio para maniobrar.
Aun así pude comprobar que su sueño era asombrosamente pesado, pues mis manoseos no eran capaces de despertarla.
Su lento respirar me permitía palparla por encima de la ropa con confianza, alertándome si mis caricias la ponían mas nerviosa de lo que era aconsejable.
El generoso escote de su vestido me permitió sobarle las descomunales tetas a placer, comprobando que su firmeza y volumen eran algo fuera de serie, pues las diminutas manitas del mocoso apenas servian para amasar las zonas que yo anhelaba estrujar a conciencia.
Por eso decidi emplear mis arduos esfuerzos en sus gruesos y llamativos pezones.
Estos eran tan sensibles que con apenas unos manoseos y pellizquitos conseguí ponerlos tan rígidos que se notaban claramente incluso a través del sujetador y del vestido, ya que formaban unos puntiagudos conos de carne que ocupaban casi toda la palma de mis manitas.
Asi que estuve un par de horas jugando con ellos mientras besaba y mordisqueaba sus entreabiertos labios gordezuelos.
Luego me dedique a explorar el resto de su atractivo cuerpo.
La única pena es que su larga falda era tan rígida que no pude alcanzar su intimidad de ninguna manera, por mucho que lo intente, teniendo que conformarme con sobarle el trasero cuando se puso de lado en el sofá.
Por suerte con solo bajarle la cremallera posterior de la falda su amplia y generosa grupa quedo al alcance de mis incansables manitas durante el resto de la noche. Cosa que hice.
No descanse hasta explorar con los pequeños deditos del mocoso toda esa masa de carne blanca, deslizandolos por la oscura hendidura de sus medias lunas una y otra vez en unos vanos esfuerzos por alcanzar su conejo desde atrás.
Mi unico consuelo fue el sepultar la punta de uno de esos deditos dentro de su estrecho agujerito posterior.
Y, aunque entro con relativa facilidad, casi consigo al hacerlo que se despierte, por lo que tuve que desistir y volverme a la cama… no sin antes prometerme a mi mismo que la cosa no quedaria ahí.
El día antes de irme no quise desaprovechar la oportunidad, y cuando vino a visitarnos la enfermera mas joven y mas linda de la planta durante la siesta del mocoso le pedí que me ayudara a hacer pipí en el lavabo.
A ella no le importo ayudarme, aunque mi torpeza me obligara a agarrarme a uno de sus firmes y abultados melones cuando fingí resbalar, aferrándome a el con ambas manos en vista de su bondadosa ingenuidad.
Eso si, fue una pena que mi rabito infantil no supiera agradecer la suavidad de sus manos mientras lo sujetaba con mucho cuidado esperando, en vano, que saliera mi chorrito de orina.
Capítulo II
Cuando al chico le dieron el alta y volvió a casa con su familia empece a darme cuenta de las increíbles posibilidades que tenia. Durante sus horas de vigilia tenia que soportar su vida infantil, pero en cuanto se acostaba tenia un mundo increíble a mi alcance.
Lo primero que hice fue quitarme la espina que tenia con la madre. Para ello me basto con irrumpir en su dormitorio de madrugada y simular que tenia una pesadilla, para que me dejaran acostarme con ellos.
La madre, adormilada, me acurruco junto a ella, para que no despertáramos al padre que roncaba feliz a nuestro lado, y que tenia que trabajar al día siguiente.
Yo, bien acomodado entre sus enormes melones, solo tuve que esperar a oír su acompasada respiración para disfrutar de lo lindo de su cuerpo indefenso.
Como estabamos a finales de la primavera me basto con bajarle una de las finas tirantas del camisón para dejar uno de sus soberbios cantaros al aire.
Ni que decir tiene que esta vez lo use y disfrute a conciencia, amorrandome incluso al grueso pezón para degustarlo a placer en cuanto mis caricias lo endurecieron tanto como yo deseaba.
Estuve mas de una hora jugando con el adorable fresón, hasta que ella, sin despertarse, se puso boca arriba.
Su indecente postura, con las piernas bien separadas, despertó mis mas innobles sentidos, por lo que decidí arriesgarme del todo y me deslice hacia abajo.
Tenia la suerte de cara, pues la muy picarona dormía sin bragas.
Por lo tanto, cuando le subí el camisón hasta la cintura, pude vislumbrar gracias a la poca luz que entraba por la ventana, el espeso triángulo que cubría su intimidad.
Claro que no me conforme solo con mirar, y pase largo rato hurgando entre sus espesos rizos y la cálida entrada de la cueva, metiendo algun dedito dentro de vez en cuando.
Mis hábiles caricias dieron el resultado apetecido, por lo que termine chapoteando en sus calidos y espesos fluidos.
A esas alturas estaba tan excitado que termine por meter hasta tres deditos a la vez en su humedo y calido interior.
No pude explorar demasiado con ellos, por que me falto el canto de un pelo para que se despertara al sentir su brusca intromision.
Su nuevo giro hizo que durante el resto de la noche solo pudiera acceder a su enorme trasero, pero eso si, lo disfrute a conciencia.
Pues no contento con acariciar y saborear su suave piel de seda utilice sus propios fluidos, que aun empapaban mis pequeños dedos, para volver a explorar de nuevo su agujerito mas extrecho y prohibido.
Logrando, tras arduos y divertidos esfuerzos, meter uno de mis dedos hasta la raiz, donde lo tuve alojado durante mas de media hora, moviendolo continuamente a un lado y a otro hasta que me aburri y decidi dejarla en paz.
Fue la mar de divertido verla al otro día nerviosa y excitada por la casa, esperando impaciente que volviera su marido al hogar para apaciguar sus deseos insatisfechos.
Capítulo III
Pero era la inocente hermanita la que despertaba mis peores instintos de violador, pues su preciosa carita infantil unida a las prometedoras redondeces que tenia su cuerpecito la convierten en lo que considero una víctima ideal.
El cariño que sentia esta por el mocoso, sobre todo despues de lo que habia sucedido, hacian que la adorable e ingenua jovencita se desviviera por complacerlo en todo momento.
Dandome acceso a un mundo de posibilidades.
Así que durante las largas siestas del pequeño, aprovechaba la devoción que sentía por su hermanito para irrumpir en su cuarto y jugar con ella, en unas horas en que solía ir ataviada con unas cortas camisetitas, dejando sus castas braguitas juveniles a la vista.
Lo cierto es que su candidez y su pasión por los juegos me venían de perlas, pues podía sacar el máximo provecho de la excitante situación sin despertar sus recelos.
La tierna palomita aun no se había percatado de lo tentadores que eran sus enhiestos pechitos, bastante mas abultados de lo que era normal para una chiquilla de su edad, que apenas acababa de salir de la pubertad.
Por eso, cuando lograba dejar alguno a la vista la chica tardaba bastante rato en reparar en ello, sin molestarse la mitad de las veces en volverlo a ocultar bajo la ropa.
Dejando así que disfrutara de unas magnificas vistas de sus meloncitos, sobre todo de las de sus puntiagudos y enhiestos pezones rosados, que eran todo un primor.
Como ya supondran a lo largo de los dias entre peleillas y bromas la había manoseado a conciencia por todas partes, permitiéndome incluso el lujo de apartarle las braguitas en mas de una ocasión para contemplar de cerca y a placer el abundante vello anaranjado y rizado que adornaba sus rosados labios menores, o el pétreo culito que tanto me gustaba sobar.
No en vano llegue incluso a darle algunos pequeños mordisquitos en las peleas, provocando sus risas y falsas quejas, cuando no lo usaba de almohada para reposar entre juego y juego.
Era una pena que no pudiera hacer lo mismo con sus maravillosos pechitos, pero como le estaban aun creciendo los tenia todavia demasiado sensibles, por lo que no me dejaba recostarme demasiado rato sobre ellos, ni que los manoseara tanto como querria.
Pronto mis inocentes jueguecitos empezaron a volverse mucho mas pícaros, aprovechando mis enormes conocimientos de la anatomía femenina para doblegar su débil voluntad.
Así una tarde aproveche que estaba tumbada boca abajo sobre la alfombra de su cuarto ojeando una revista para instalar el campamento de mis soldaditos de plastico entre sus piernas separadas, desde donde tenia un acceso perfecto hasta sus braguitas juveniles.
Ella me dejo hacer en paz, riéndose feliz cada vez que mis soldaditos trepaban por sus piernas para luchar o saltaban desde lo alto de su petreo trasero a la base que habia montado entre sus piernas.
Pero pronto dejo de hacerlo, cuando uno de mis tanques de juguete empezó a golpear con su largo cañón en su intimidad, a través de sus finas braguitas blancas de algodon.
La sensación le resulto tan placentera a la jovencita que me dejo continuar, separando sus piernas al máximo y ocultado su rostro arrebolado entre sus brazos para que yo no me diera cuenta de lo bien que se lo estaba pasando con mis turbios manejos.
El juego se repitió durante varios días, aumentando cada vez mas la confianza con que mis soldaditos se escondían bajo sus lindas braguitas, entrando a menudo en su interior para usar el canal de su culito como sendero de paso, pues era su virginal intimidad la gruta selvatica que me servia de base… y que el tanque de plastico siempre terminaba por «destruir», a base de golpearlo incansablemente una y otra vez con su largo cañon de plastico, dejando encharcadas sus braguitas como muestra de su completa «rendicion», y del goce que la turbada chiquilla obtenia con ella.
Hasta que llego el día en que pude apartárselas desde un principio para poder hurgar a placer en su indefensa intimidad, metiendo mis manos y mis soldaditos por todas partes.
Ese fue el día en que lleve el juego hasta el final, metiendo y sacando el largo cañón sin descanso de su almejita hasta que por fin oi como gemía bajo su primer orgasmo.
Sin darle tregua, y sin sacar el largo cañon de su conejo le obligue a darse la vuelta, y tumbandola boca arriba segui masturbandola cada vez mas freneticamente hasta arrancarle un nuevo y largo orgasmo.
Al acabar la mire directamente a los ojos y le pregunte si le habia gustado «el juego». La pobrecilla, sudorosa y colorada como un tomate, solo atino a asentir con la cabeza. Luego le pregunte si queria volver a «jugar».
Esta vez se lo penso un poco mas, pero volvio a asentir, suspirando y cerrando los ojos para no ver lo que yo le iba a hacer.
Asi que me sente sobre su estomago, dandole la espalda, y volvi a introducir el largo cañon en su conejito, metiendolo y sacandolo cada vez con mayor velocidad y frenesi.
Esta vez, ademas, le pellizque el abultado clitoris con mi otra manita cuando se estaba corriendo, por lo que su orgasmo fue de lo mas salvaje y brutal.
Al acabar mi «faena» me levante y me marche, sin decirle nada, sin recoger mis juguetes y ni tan siquiera sacarle el chorreante cañon de dentro de la almejita, para que su vergüenza y humillacion fueran mayores aun.
Esa noche y los dos dias siguientes se los paso rehuyendo al pequeño, finjiendo tener que estudiar o hacer deberes para no jugar con el.
Hasta que al tercer dia fui testigo de su completa derrota cuando la princesita aparecio en el cuarto del mocoso, toda sofocada, y le pregunto con su dulce voz temblorosa que si no le apetecia jugar.
En cuanto el pequeño se durmio la siesta y yo obtuve el control me diriji al dormitorio de la victima dispuesto a convertirla en una muñequita viciosa.
Ella me esperaba con sus braguitas y camisetita habitual, en la cual se marcaban claramente sus ya rigidos pezones, señal elocuente de lo excitada que estaba la jovencita.
Solo tuve que indicarle las braguitas para que ella misma se las quitara, con su rostro enrojecido, y solo tuve que señalarle su propia camita para que se tumbara docilmente, con sus blancas piernas bien separadas, esperando ansiosa que yo empezara mis «juegos».
Esta vez no me conforme solo con meterle el cañon, pues me pase mas de dos horas hurgando a fondo en su almejita con mis pequeñas manitas, metiendo hasta tres dedos en su aconejo sin que la viciosa jovencita se quejara, ya que a esas alturas estaba tan agotada con los incontables orgasmos que le habia arrancado que ya todo le daba igual.
Y no se crean que hablo por hablar, pues hasta me permiti el lujo de meterle algun que otro dedito en su culito virginal sin que la ninfa hiciera otra cosa que murmurar y agitar debilmente las caderas ante mi continuo acoso.
Durante los dias siquientes me hacia mucha gracia verla perseguir al muchacho como una perrita en celo, teniendo que esperarse hasta que este se dormia para que yo pudiera ir a su dormitorio y alli destrozarla de placer.
Me dio mucha rabia no darme cuenta de en que momento la desvirgue, pero no me cupo la menor duda de que en alguno de esos juegos le habia desgarrado el himen sin que ninguno lo notaramos, pues su dilatado conejito cada vez acogia objetos mas grandes sin que la princesita se quejara y asi pronto pude meterle juguetes, velas y hasta hortalizas de tamaño mas que respetable… llegando al extremo de poderle introducir todo el puño del mocoso en una memorable tarde en la que logre que se desmayara del tremendo orgasmo que le provoque al hacerlo.
Supongo que por eso puse tanto empeño en desvirgarle el culito con rudeza, haciendo caso omiso de sus lloros y sus quejas cuando le metia algun pepino o zanahoria bruscamente mientras le hacia gozar con mi otra mano bien metida en su ya dilatado conejito.
Me daba cuenta de que cada vez disfrutaba mas torturandola mientras la hacia gozar, pero quiero suponer que el motivo no era otro que el no sentir nada encerrado en aquel odioso cuerpo infantil pues desconocia esta vena sadica en mi.
Capítulo IV
No he dejado de pensar en los motivos que me impulsaron a hacer lo que hice despues, pero es bien cierto que nadie es buen psicologo de si mismo. Supongo que queria que alguien disfrutara de ella ya que yo no podia hacerlo o algo asi.
El caso es que durante varias tardes me negue a darle placer, prometiendole una increible aventura para una noche proxima.
La jovencita, acostumbrada ya a doblegarse a mis deseos, solo podia decir que si cuando yo le susurraba al oido las promesas de una velada maravillosa.
La noche en cuestion, en cuanto me asegure de que los padres dormian profundamente, me dirigi a la habitacion de la ninfa, y le hice ponerse apresuradamente su camisa y faldita escolar. Me costo mas cogerla de la mano y sacarla a la calle que llevarla apresuradamente al sitio adecuado en las afueras de la ciudad.
La pobrecilla no sabia a que tipo de barrio la estaba llevando, ni lo que tenia en mente, supongo que por eso se limitaba a acelerar el paso para llegar cuanto antes.
No tardamos mucho en llegar a un sucio descampado rodeado de una alta valla de tablones, donde se suponia que algun dia iria una obra, pero que llevaba años paralizada, convirtiendose asi en uno de mis escondites favoritos cuando huia de la policia. Junto a uno de sus laterales, en una de las zonas peor iluminadas de la calle, estaba el viejo boquete entre maderas flojas que tan bien conocia.
Asi que me apresure a entrar dentro, antes de que la pobre victima recelara mas aun, haciendola esperar fuera unos segundos mientras sacaba de mi bolsillo las cuerdas que traia preparadas para tan memorable ocasión.
La casi total oscuridad era mi aliada, asi que cuando le dije que se introdujera por el orificio, para mi fue un juego de niños (nunca mejor usado ese topico) atarla junto con las tablas sueltas para dejarla bloqueada en el boquete y que no pudiera ni entrar ni salir.
Quizas no me he expresado bien, pero les ruego que hagan un esfuerzo y traten de imaginarse la escena tal como fue, conmigo escondido dentro del recinto vallado y con la jovencita aprisionada en el boquete de la valla, con su culito respingon en pompa mirando a la calle y con su torso y manitas atadas en el interior.
La pobre victima no sabia de que iba el juego, asi que se limitaba a pedirme una y otra vez que la soltara, hasta que me canse de oirla y le tapone la boca con un sucio trapo que encontre en el suelo.
Yo sabia el tipo de gentuza que transitaba por estas mugrientas calles, asi que me apresure a despojarla de su camisetita y sujetador para que me diera tiempo a divertirme un poco con sus pechitos antes de que comenzara mi fiesta privada.
Apenas habia empezado a pellizcarle los pezones endurecidos por el frio de la noche y los nervios cuando escuche el ruido de muchos pasos que se acercaba a nosotros.
Mirando a traves de uno de los multiples orificios de la valla pude ver a la escasa luz de una de las pocas farolas supervivientes del barrio como se acercaban hasta nosotros un grupo de moros.
Confieso que me dio algo de rabia pues, aunque no me considero especialmente racista, me supo mal que mi «regalo» lo fueran a disfrutar esa media docena de miserables. Y es que, como ya me esperaba, en cuanto llegaron a nuestra altura, se apresuraron a rodear a mi joven sacrificada, haciendo un circulo alrededor de ese culito tan tentador que les ponia en bandeja.
La oscuridad del descampado me permitia observarles de lejos con cierta comodidad, pero aunque no hubiera sido posible, el ver como la jovencita se atiesaba y comenzaba a tratar de revolverse en vano, hubiera sido mas que suficiente para saber que los tipos habian empezado a poner sus sucias manos sobre ella, despojandola facilmente de las castas braguitas blancas para constatar, extasiados, el tierno corderito que yo les habia puesto en el altar.
Y, claro, no fueron los unicos, pues pronto me apresure a torturar sus pechitos yo tambien.
Eso si, mientras lo hacia, le sujetaba la carita con una mano, pues queria mirarla continuamente a los ojos para no perderme el momento crucial… el momento en que se abrieron como platos al sentir la primera verga de verdad hundiendose por completo en sus entrañas.
Los siguientes minutos siempre los recordare como unos de los mas felices de mi vida, pues los continuos traqueteos de la valla eran musica celestial en mis oidos mientras los moros se turnaban uno detrás de otro para saciar sus bajos deseos… y los mios.
La jovencita, por otra parte, despues de su segundo orgasmo se quedo flacida como una muñeca, limitandose a llorar en silencio, sin reaccionar apenas a los continuos pellizcos y apretones que yo le dedicaba a sus tiernos pechitos.
Mirando ahora hacia el pasado me doy cuenta de que si no me hubiera obsesionado tanto con jugar con ella podria haber prestado mas atencion a los moros y entonces aquellos hijos de la gran madre que saltaron la valla vete a saber por donde no me habrian cogido desprevenido.
Nunca me he sentido tan torpe, impotente y desvalido como cuando aquel sucio y maloliente saco de huesos me domino con un solo brazo sin apenas esfuerzo.
Por lo visto, mientras algunos de los moros seguian disfrutando de mi regalo desde el otro lado de la valla estos otros habian decidido averiguar que pasaba en el interior.
No entendia su idioma, pero cuando vi que uno se sento frente a la jovencita y saco su largo chisme al aire supe que su boquita virginal pronto dejaria de serlo.
Ella estaba tan agotada que ni pudo gritar cuando le quitaron el trapo y le metieron la primera poya de su vida en la boca.
Yo ni siquiera pude disfrutar de ver como sucedia esto, pues el moro que me sujetaba empezo a despojarme de mis pantaloncitos cortos, teniendo que meterme en la boca el mismo sucio trapo que habia estado dentro de la boca de la jovencita en cuanto empeze a gritar y a insultarles.
Luche con todas mis fuerzas, inutilmente, porque cuando quise darme cuenta ya estaba arrodillado sobre la arena y el vicioso moro se abalanzaba sobre mi.
Disculpen si omito los detalles de mi primer y brutal sodomizacion, creo que bastara con que les diga que el dolor fue tan grande que «expulso» mi espiritu de dentro del chiquillo, haciendome volver a mi propio cuerpo. En un momento estaba gritando de dolor por como me ardian las entrañas y al siguiente estaba en la cama de un hospital viendo como un doctor revisaba los aparatos con ayuda de una enfermera, mientras un ceñudo policia me vigilaba desde una esquina de la habitacion.
De todo eso hace ya mas de una semana en la que me he dedicado a escribir a escondidas estos recuerdos para que no se me olviden desde mi cama del hospital de la prision. Mi abogado me ha dicho que en vista del tiempo que permaneci en coma es mas que probable que mi condena sea minima… mucho mas aun si obtengo la libertad por buen comportamiento.
Y creanme si les digo que pondre todo mi empeño en ello… pues en cuanto salga ardo en deseos de ir a saludar a una familia muy pero que muy especial para mi.