Capítulo 1: Hernán

Me llamo Hernán y tengo 36 años, estoy soltero, sin hijos y con una vida solitaria. Desde que era adolescente he sido consciente de que tengo un pene muy pequeño y a lo largo de mi vida me ha costado llegar a concretar con alguna chica y eso me provocó algo de frustración. Entiendo que mi tamaño pueda llamar la atención porque soy un chico alto (mido 1,85 aproximadamente), me gusta mucho hacer deporte y trato de llevar una vida sana, pero tengo un pene bastante pequeño en contraste con mi cuerpo. En momentos de erección puede llegar a 10 centímetros, pero cuando está flácido (en estado de reposo) a veces se achica hasta casi desaparecer. Puede medir unos 3 o 4 centímetros y se ve realmente minúsculo.

Vivo en Buenos Aires y trabajo en una oficina, allí tengo unas compañeras hermosas y entre ellas está mi amor platónico, ella es Virginia Ortelli.

Virginia Ortelli es la mujer de mis sueños: tiene una piel tan blanca y pura, un rostro impoluto con ojos saltones y expresivos cuyo color hace juego con su cabello marrón chocolate tan sedoso largo hasta un tanto por debajo de los hombros que le queda tan bien y más aún cuando algunas mechas caen sobre su frente; además de su metro ochenta de altura, esa cintura de avispa tan pequeña, una panza plana como una tabla y cuando la veo de atrás enloquezco.

Su apellido de origen italiano en realidad hace referencia a alguien que trabajó en una huerta, aunque aquí en Buenos Aires más bien pega y hace honor al orto maravilloso que tiene la flaca de 42 años (orto es un lunfardo argentino para describir a la parte posterior de una mujer, un sinónimo de culo por así decirlo, pero se lo usa para describir a un culo lindo, un culo que nos gusta, un culo perfecto).

Me resigné a que Virginia jamás se va a fijar en mí, ella es de otro mundo, además tiene una vida hecha, un lindo departamento, un auto cero kilómetro, dos perros caniches que son como sus hijos y un novio de 30 años que imagino la tiene bien atendida.

Un día sonó mi celular y para mi sorpresa fui incluido en un grupo de WhatsApp creado por ella, se trataba de un grupo reducido ya que los «no queridos» del trabajo quedaron fuera.

Ortelli creó un grupo que llevaba como nombre «Costa el finde», ya que hace años los allí incluidos veníamos planeando un viaje a la Costa Atlántica y nunca lo pudimos hacer realidad.

La idea era aprovechar un fin de semana largo y en esos días libres poder viajar, así que nos pareció una excelente idea y aunque todos no pudieron ir los que pudimos nos pusimos de acuerdo.

Un requisito puesto por Virginia fué solo nosotros, nada de novios, novias, parejas ni terceras personas, un viaje de amigos.

Y así fué, tres chicas y tres chicos nos pusimos de acuerdo y decidimos hacerlo. En cuanto al alojamiento una de ellas se ofreció a que paremos en la casa que sus padres poseían en el lugar.

Capítulo 2: El viaje.

En principio planteamos la idea de viajar en ómnibus pero Diego descartó el plan insistiendo para hacerlo en su vehículo. Y si bien éramos seis, Magui fué la única en viajar en colectivo ya que se nos adelantó para llegar y poner la casa en condiciones.

_No vamos a entrar… —murmuré fastidioso mientras me metía en el asiento trasero y comprobaba lo apretado del espacio. Era una locura viajar 5 personas comprimidas como en una lata de sardinas y me dieron la razón con mi plan inicial de viajar en ómnibus.

Entonces me dirigí a Liz.

_Por qué no venís atrás vos y dejás que Virginia viaje adelante? Sos más chica de cuerpo.

Al instante, Virginia Ortelli respondió indignada.

_Me estás llamando gorda?

—No, Virgi nada que ver. Pasa que tenés unas caderas muy anchas.

Y si, ella estaba bromeando porque sabía que tenía las caderas anchas y era consciente de que le sentaban muy bien en ese cuerpo voluptuoso.

Pero en realidad lo que mi diablito interior quiso decir es que Virginia Ortelli tenía un culo enorme, gordo e increíblemente perfecto. A decir verdad Ortelli me explotaba la cabeza con su cintura de avispa tan diminuta comparada con el enorme ojete que tenía.

La cuestión es que era imposible que entráramos cómodos cinco adultos amontonados en aquel Renault Kwind con el baúl al tope de equipajes.

Entonces a Ortelli se le ocurrió una idea algo maliciosa, como para vengarse de mí.

_Dejá, yo me siento encima tuyo_ anunció con total naturalidad.

_En serio?

_Sí, dale_ insistió sin darme margen a que lo pensara demasiado.

Y sin perder más tiempo, Virginia sentó su cuerpo con agilidad sobre mi regazo.

Sentí cómo su culo firme y carnoso cubierto por un pantalón de jean ajustado se acomodó directamente sobre mis piernas.

Tragué saliva. Inmóvil, podía percibir su perfume y el roce sutil de sus curvas con cada pequeño movimiento.

Pero lo que mas amaba era tener ese impresionante culo sobre mí.

No importaba cómo se sentara, cómo redistribuyera su peso porque el espacio era demasiado reducido, nuestros cuerpos estaban inevitablemente pegados y se avisoraba un viaje de varias horas.

Virginia podía sentir mi respiración detrás de ella. Apoyó las manos en sus propios muslos y se enderezó un poco, buscando una postura más estable. Luego sonrió. Sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, me estaba meneando su hermoso culo con cada movimiento del auto y tarde o temprano el simple contacto iba a provocar una reacción física. Lo sabía.

No podía verlo, pero podía imaginar su expresión. Los labios apretados, la mirada fija en cualquier punto aleatorio, intentando no reaccionar.

Ya en la autovía se acomodó de nuevo, arqueando apenas la espalda, como buscando sentir algo duro en el medio de sus nalgas.

Quizás sintió su consistencia. No estaba dura, pero tampoco blanda, es que simplemente yo la tenía mas pequeña que la de cualquier mortal. Se rio al darse cuenta y cuando el auto tomó una curva aprovechó el leve movimiento para resfregar el culo con más intensidad.

La situación le parecía una extraña mezcla de calentura y diversión, mientras tanto, seguía disfrutando de la presión firme de la verga apretándose entre sus nalgas. Se mordió el labio y respiró hondo.

La profundidad de esa zanja tampoco ayudaba mucho. Ya mi pene se enterraba por completo en ella y esas nalgas hacían presión, como si me estuviera cumpliendo mi fantasía de cogerla con la ropa puesta.

Y para peor no parecía tener ninguna intención de evitarlo.

Cada movimiento del auto la hacía reacomodarse, presionándose más, fingiendo buscar un poco de comodidad. Cada sacudida se convertía en un roce, una provocación para insertarse más y más.

En plena autovía miró a los demás y cada quien parecía estar estar en su mundo, con los auriculares puestos y otros durmiendo.

Y nosotros dos también estábamos en otro mundo. Yo por el solo hecho de sentir el peso de su cuerpo, el calor de su piel traspasando la tela del pantalón y la forma en que su culo encajaba justo sobre mí.

No podía evitarlo. No podía controlar cómo la verga se me endurecía más con cada sacudida del auto. Y ella lo sabía y la sentía.

_Bueno chicos en la próxima estación de combustible paramos_ Comentó nuestro chofer.

Virginia apoyó las manos en sus propios muslos, y con una lentitud deliberada, movió apenas su cadera. Una verdadera maldad de su parte. Me estaba volviendo loco.

El auto redujo la velocidad por el arribo a una zona urbana empujando nuestros cuerpos en una fricción deliciosa y la muy buscona removió más ese culo, aprovechando cada mínima sacudida del vehículo, exagerando el movimiento que esto le producía.

Le encantaba sentir que no se me podía desaparecer la erección por más que quisiera y se dió cuenta de que su cuerpo también respondió de forma natural. Ortelli producto de ese juego ya tenía la tanga mojada.

Diego seguía manejando, cada tanto intercambiando alguna palabra con nosotros totalmente ajeno a lo que estaba pasando a unos centímetros de él. Yo le respondía de manera entrecortada, con el cuerpo rígido e intentaba no moverme.

La tela del pantalón de ella no era suficiente para amortiguar el roce. Cada mínimo movimiento, cada ajuste de postura, cada bache que sacudía el rodado, lo hacía hundirse un poco más contra mí. Intenté pensar en cualquier otra cosa, pero mi mente volvía siempre al mismo punto.

Virginia, por su parte, estaba completamente relajada. Apoyó un codo en la ventanilla y dejó caer la cabeza con aire despreocupado mientras su pelo suelto flameaba sobre mi rostro, ya la incomodidad del viaje no le afectaba en absoluto.

Entonces sentí que la tensión llegaba a su punto máximo. Su perfume, su piel rozando la mía y ahora su cabello golpeando mi cara sumado a la intuición de que ella lo estaba disfrutando tanto como yo en un punto fué demasiado.

Un estremecimiento me recorrió el cuerpo entero y la sensación de liberación no se hizo esperar. Cerré los ojos y sentí la tensión acumulada explotar en mí.

Sentí la humedad expandirse. En efecto, había eyaculado. Por suerte ya estábamos próximos a la estación de combustible.

Virginia sintió el temblor debajo suyo, pero no sospechó lo que realmente había pasado, hasta que percibió que esa cosa dura se había ablandado. Y ahí se dió cuenta de lo que pasó en verdad. Yo había acabado.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro mientras ingresaba el auto al estacionamiento del shop.

Entonces Virginia abrió la puerta y salió, sacando primero una pierna haciendo que el peso de su cuerpo se concentrara al cien por ciento en su culo, hundiéndose por última vez en mi entrepierna.

La vergüenza me delataba, tenía pavor que todo el semen acumulado en mi ropa interior traspasara el pantalón y que alguien se diera cuenta. Salí del auto lo más rápido que pude y me dirigí desesperado al baño.

Al volver fui hacia el baúl del auto para guardar la mochila. Y oh casualidad estaba Virginia, inclinada acomodando sus cosas exhibiendo ese impresionante orto para que todo el mundo la mire. Me acerqué silencioso mientras ella se incorporaba.

_Todo bien? _ preguntó Virginia, haciéndose la tonta.

_Sí, todo bien. Y vos? No te resultó tan tedioso el viaje?._ Deslicé tanteando el terreno.

_Solo fue un poco incómodo por momentos. Pero me divertí mucho.

Me sentí aliviado por su respuesta. Me dió tranquilidad el hecho que Virginia haya decidido fingir que no pasó nada.

Capítulo 3: La playa nudista

Habiendo llegado a destino, y tras el paso del primer día juntos no sé muy bien cómo ni por qué, pero apareció en el grupo la idea de ir a una playa nudista.

Ninguno de nosotros habíamos ido nunca y aunque estábamos de acuerdo en que nos daba vergüenza pero también había algo que nos atraía un poco, como que nos picaba la curiosidad y en mi caso sentía un poco de morbo.

Nos animamos a ir a una que nos dieron de referencia y asistimos con mucho entusiasmo por tratarse de algo nuevo para todos.

Particularmente me sorprendió el ambiente, ya que era bastante menos sexual de lo que imaginaba en mi cabeza. Eso me ayudó a tener menos vergüenza a la hora de sacarnos la ropa ya que los cuerpos que se veían allí no eran precisamente de modelos.

Me puse por demás nervioso en ese momento de desnudarme delante de mis compañeros. Con los chicos me sentía más tranquilo pero tenía miedo de cómo reaccionarían las chicas.

Yo seguía teniendo bastante vergüenza de mi una parte de mi cuerpo en particular pero tampoco quería ser el único que no se quitara la ropa por completo. Recuerdo que fué Liz la que dio el primer paso quitándose toda la parte de arriba quedando tetas al aire. Liz era la chica más abierta del grupo, muy extrovertida y guarra. Menuda de cuerpo, baja de estatura, toda compacta pero de buenas curvas. Tenía unas tetas pequeñas pero bonitas y algo de celulitis en piernas y glúteos pero eso poco importaba.

Magui fue la siguiente en dejar sus pechos al aire. Era más tetona que Liz y nosotros los hombres notamos los beneficios de tanto sacrificio en el gimnasio. Una cola durita y parada y sus piernas bien marcadas por el entrenamiento. Eso sí, quedó cubierta en la parte inferior por su bikini, una muy ochentosa color turquesa y de tiro bajo que al rato se la sacó lentamente tanto que Diego, Andrés y yo nos quedamos embobados mirándola y yo particularmente me tenté con su hermoso culo y más con ese tatuaje que tenía estampado en la cadera.

La última en hacer lo propio fue Virginia, más grande en edad y en cuerpo que las otras dos. Ella es más alta que Liz y Magui y también de las tres la más linda y sin dudas con muy buenas curvas.

Virginia no dudó en bajarse el short de gabardina color blanco que traía y se sacó la remera y para sorpresa no traía ropa interior. Fue un sueño verla sin nada y por primera vez apreciamos su cuerpo así al natural.

Y por tener semejante figura Virginia Ortelli era súper segura con su cuerpo y no tuvo problema en desnudarse delante de todos tanto que nos dejó helados. Aunque los tres fantaseábamos con ella creo que ninguno imaginó lo tan hermosa que era desnuda, y a juzgar por la reacción de las chicas, también debía ser la primera vez que la veían como Dios la trajo al mundo, y los comentarios positivos y halagadores no tardaron en llegar.

A mí me dejó paralizado el momento en que se inclinó para bajarse el apretado short blanco y no pude evitar quedarme pasmado un momento observando ese espectáculo y la miraba con indiscutible lascivia.

Una vez pasado este momento de desnudez de Liz, Magui y Vir, que por cierto no debió durar más de 30 segundos pero en mi cabeza fue un mundo, se hacía evidente que ahora nos tocaba a los hombres desnudarnos.

El primer valiente fue Diego, que se quitó la malla sin muchas vueltas dejando a la vista un pene bastante grande para estar flácido, diría que de unos 13 centímetros tranquilamente.

Magui rompió el silencio incómodo con un «Ah bueno… Miralo vos a Riquelme» que hizo que todos estallemos de risa por la espontaneidad de su reacción.

Andrés fue el siguiente en quitarse la ropa, demoró un poco mi compañero y confidente ya que estaba con el pene parado, seguramente por el hecho de apreciar desnudas a sus tres compañeras de oficina eso le provocó tamaña e indisimulable erección.

Andrés se puso rojo de la vergüenza ya que las tres no paraban de reírse y de mirarlo justo ahí. Yo no quise posponer más el momento e hice lo propio, quitándome la malla sin darle mayor importancia. Las chicas esta vez no hicieron ningún comentario como habían hecho con los otros chicos, quizá por respeto o por miedo a hacerme sentir mal.

Una pija parada, la otra dormida y la tercera de llamativo tamaño. Mi pene comparado con los otros era el más pequeño acompañado de un matorral de abundante vello púbico.

No hubo comentarios al respecto y eso me alivió, y Virginia un tanto para romper el hielo y desviar la atención les dijo a Liz y Magui lo ideal que estaba para tirarse a tomar sol y que no le queden marcas.

Las chicas empezaron a ponerse bronceador dispuestas a aprovechar esa desnudez para lograr un color perfecto. Nosotros decidimos ir directo al agua a darnos un baño y jugar con una pelota. El mar estaba bastante calmo y el agua, aunque estaba un poco fría, la disfrutamos igual. La verdad es que esa playa había resultado mucho más tranquila que las que habíamos visitado los días anteriores.

Estuvimos un buen rato en el agua y mientras nos relajamos fue inevitable hablar de nuestras compañeras que nos habían sorprendido gratamente. Y si bien hablamos de Liz y Magui todos coincidimos en que estábamos calientes con el físico de Ortelli, la más linda de las tres.

Cuando decidimos salir del agua nos fuimos directo hacia las chicas. Eso sí: mi pene había achicado más de lo previsto. El agua del mar me jugó en contra. Me fijé en Diego y Andrés disimuladamente y me sorprendió lo que vi. La de Andrés también había mermado su tamaño respecto a lo que había visto antes, ya se le bajó la erección y ahora se veía un pene de tamaño normal. Ahora la de Diego se mantenía exactamente igual que antes de entrar al agua.

Cuando llegamos a las toallas las chicas no pudieron contener las risas y rompieron a hacer bromas

_ Ay, al parecer está muy fría el agua no? se me están quitando las ganas de meterme _ Dijo Magui entre risas.

_ Y si nos vamos de pesca ? Hernán tiene un gusanito para usar de carnada Añadió Liz roja de tanto reírse.

Virginia que hasta ese momento se había abstenido de decir nada sobre mi pene levantó la vista para hacer un comentario con la mejor intención del mundo.

_A mí me gusta, no veo nada malo en tener un pito chico…además no importa el tamaño, lo importante es saber usarlo.

Y lo hizo con la mejor intención pero solo consiguió las risas de todos.

_ Ahh no importa el tamaño? Pero tu novio tiene tremenda anaconda entre las piernas vos misma nos contaste _ Le respondió Magui con ironía.

_ Basta Magdalena, que importa eso!!_ le dijo ofendida y más roja de vergüenza que yo, que era el centro de los chistes en ese momento.

Virgi no dejaba de mirarla, pero no era para burlarse más bien era como que le dió ternura, curiosidad y hasta admiración y levantaba la vista para mirarme a los ojos de a ratos.

Yo miré a mi amor imposible y le guiñe un ojo agradeciendo que hubiera intentado sacar algo positivo de mí aunque no hubiera salido como ella imaginaba. Todos nos pusimos a tomar mate en la arena bajo el sol, pero el tema era recurrente y las chicas no paraban de comentar y llorar de la risa.

_Hernán te juro que nunca había visto ninguna como la tuya… Me da cosita…o será que a mí me gustan enormes?_ volvió a sacar tema Liz y se la miró a Diego.

_Yo tampoco había visto ninguna así, pero es bonita y supongo que cuando llega el momento de la acción debe cambiar o no Hernán?_ Añadió Virginia.

_ Bueno si, cuando está parada cambia _ le respondí titubeando.

_ Espero que sí amigo porque como eso no crezca mucho quien quiera coger con vos va a tener «tamaño problema»_ Dijo Diego y otra vez todos volvieron a reír, salvo Ortelli que estaba algo incómoda.

_ Bueno basta déjenlo en paz… No puedo creer que sean así de inmaduros _ les dijo al resto algo furiosa, juntó sus pertenencias, se puso la ropa y le pidió la llave de la casa a Magui.

No tardé un minuto y me fui detrás de ella, la alcancé y me puse a su lado pero Virginia no omitió palabra.

Capítulo 4: Virginia por Virginia

Tengo 42 años, soy una de esas personas que están obsesionadas por su trabajo y que viven las 24 horas del día pendientes del celular y como imaginarán con éste ritmo de vida estoy a mil todo el día.

Mi lugar en el mundo es mi departamento y amo estar con los amores de mi vida que son Rocco y Perseo, mis dos perros. Estoy de novia hace mucho con Tomás, un chico divino a quien amo pero no convivimos. Tenemos una relación cama afuera, nos vemos solo para «eso» y tal vez así es mejor.

Y a pesar de tenerlo a mi novio, de vez en cuando me apetece algo de diversión. El tema es que los hombres cada vez están más estúpidos o son casados o son histéricos o se quieren enrollar con algo que nada que ver. En mi caso soy así, si se da algo es amor de una noche y punto. Cero compromisos.

Días atrás organicé un viaje a la Costa Atlántica con mis compañeros de trabajo, un grupo hermoso de gente con la mejor de las vibras con los que convivo más horas del día que con mis perros.

El punto es que en ese viaje me enganché con uno de mis compañeros por algo muy peculiar . Tenía un pito de 8 centímetros. Sí… en serio!! Ocho centímetros!!. Aunque debo reconocer que la pasé bien, porque como siempre lo dije lo importante es saberla usar y además el chico en cuestión desarrolló otras habilidades para compensar lo que la vida le mezquinó y me dió la cogida de mi vida.

La mayoría de los hombres están obsesionados con el tamaño de su pene, como si nosotras le diéramos tanta importancia (párrafo aparte hago una aclaración, a nosotras si nos dan a elegir la preferimos grande, no seamos hipócritas, es más, a mi novio le dicen «Tronco» y al principio pensé que era por lo malo que es jugando al fútbol pero cuando lo hicimos por primera vez me dejó con los ojitos en blanco de tanto traqueteo y a pesar de que es un nene inmaduro de 30 años tal vez por esa virtud suya no lo puedo dejar).

Hay tipos que por tenerla pequeña ni se atreven a proponer un buen revolcón. Ese fué el caso de Hernán.

En el momento de un polvo hay otras cosas que también se valoran, como por ejemplo que no se le baje, que tenga aguante y en mi caso particular me importa que sepa usar los dedos y se valga de ellos y fundamental es el uso de la lengua. Si me la sabe chupar listo…orgasmo garantizado.

Con Hernán tengo una relación laboral hermosa, es un genio de la informática, una especie de hacker que me lo resuelve todo. Es un chico por demás dulce y me hace sentir especial con cada detalle, siempre me regala caramelos de menta y chocolate que sabe que son mis preferidos y algún otro dulce me pone en el escritorio cuando estoy un poco loca y crease o no son halagos que me pueden.

Al principio pensé que era muy tímido o un poco esquivo con las mujeres porque a diferencia de Diego Riquelme y Andrés Aguirre que son unos desubicados con nosotras él siempre mantiene una intachable conducta.

Hasta que ese día en la playa nudista comprendí que estaba acomplejado por algo: cuando se sacó la malla descubrí cual era el problema: tenía un pito muy pero muy pequeño desentonando con el resto de su cuerpo.

Quiero decir que Hernán es una mole, medirá un metro ochenta y algo de altura y un tanto siempre me gustó, pero de todas las pijas que vi en mis 42 años sin dudas ésta fue la más microscópica.

Y será por el hecho de estar haciendo algo diferente con mis compañeros de trabajo pero el tema es que desde que iniciamos el viaje tenía unas ganas locas de coger… Con cualquiera pero lo necesitaba.

Y si bien Dieguito tenía todos los números ya que me venía insistiendo hace tiempo, cuando se lo ví a mi chico la curiosidad pudo más. Y fué algo muy instintivo, más allá de esa voz interior reprimida que me decía Ojo Vir… las cosas pueden salir mal… no lo hagas. Igual lo hice.

Me enojé y mucho cuando todos no paraban de burlarse del pene de Hernán, tomé mis cosas y me lo llevé conmigo. Tomamos un taxi y sin decir ninguna palabra nos volvimos a la casa.

Cuando llegamos ya adentro me puse tonta y lloré del enojo, le pedí perdón por haberlo llevado a ese lugar donde sé que no la pasó nada bien, y más porque fue idea mía la de ir. A lo que Hernán me abrazó y secó mis lágrimas de un modo tan dulce y no me pude resistir. Di el primer paso y lo besé.

Y de los besos pasamos a algo más y sus manos descubrieron mi cuerpo por primera vez. Yo por mi parte metí mi mano dentro de su malla y no quería otra cosa más que tocarla. Hernán la tenía parada y tal vez mediría unos ocho centímetros en plena erección.

Mi mano curiosa descubrió que lo que le faltaba de longitud le sobraba de grosor, es decir, no era larga pero sí ancha.

El corazón de Hernán latía a mil, como si estuviese por tener relaciones sexuales por primera vez, lo pude sentir así tan palpable, a lo que con muchos besos lo relajé y le pedí que se saque todo.

Hernán se puso colorado de la vergüenza cuando se quedó desnudo frente a mí y para darle más confianza le pedí que me desnude él y pobrecito era por demás inexperto, cosa que me calentó más… Es como que conmigo estaba por tener su primera vez con una mujer.

Estaba tan nervioso que no reaccionaba. _ Y bueno Vir…tenes que hacerlo todo vos, me dijo mi voz interior y le puse las tetas en la cara mientras le preguntaba si mi par de melones le gustaban.

Cerré los ojos y mis aureolas rosadas rozaban su boca y mis pezones se iban endureciendo. Al menor descuido ya los tenía hiper duros, señal de que estaba muy caliente y ya no había marcha atrás.

_Me vuelve loca que me chupen las tetas sabés?…. Mmm si dale hacelo sin miedo Hernán _

Y las palabras mágicas funcionaron… Hernán reaccionó y por el empeño que ponía en succionar parecía que no había mamado de bebé, me puse tan hot con su lengua que lo agarré de su mano y se la llevé justo ahí, a mi concha que estaba completamente empapada. Logré que entrara en confianza y ahí sí que se soltó. Ya no sentía la vergüenza de antes y su pito se paró del todo y la sentí tan dura como una estaca pero también mojada, la chasquee con los dedos y lo primero que pensé es que había acabado precozmente, pero por suerte se trataba solo de líquidos preseminales. Largó mucho jugo con solo hacer una previa.

Lo único que recuerdo que le dije fué _ Dale, no puedo más_ me subí encima de la mesa, me abrí de piernas y dejé que haga de mí lo que quiera.

Metió su cabeza entre mis muslos y me dió la chupada de concha más inolvidable.

Con la lengua me la recorría entera introduciéndose en el interior y mis jugos me traicionaron, brotaban como si fuese una fuente natural y no me podía contener, ahora la que sentía un poco de vergüenza era yo pero eso es algo que me sucede cuando estoy realmente excitada.

_Mmm Ahi!!_ le supliqué marcando la zona en donde lo necesitaba. Y como si tuviera entre sus manos una delicada flor tomó suavemente mi clítoris entre los dedos y lo lamió con la punta de la lengua con suma maestría, como si me lo conociese de toda la vida.

Nunca en la vida alguien me tuvo tan caliente como lo hizo Hernán, estaba tan loca y feliz que agarre su pene y empecé a masturbarlo con desesperación, y hasta creo que con mis uñas en algún momento le dejé algunos arañazos sin querer.

Me senté sobre él dándole la espalda y explotando de deseo me los introduje por completo a esos ocho centímetros de pija. Entró más que fácil y pude sentir eso de «Chiquita pero Juguetona», era tal cual. Ni bien lo sentí en mi interior me hizo perder la cordura. Con semejante juego previo más ésto Hernán me estaba matando de placer, la sentía entrar y salir y en cada ida y venida me rozaba el clítoris que estaba más firme y duro que nunca, yo me lo tocaba y él por detrás untaba mis nalgas con mis propios jugos.

Sinceramente me lo estaba haciendo tan tremendo como hacía tiempo que no disfrutaba asi de tal modo.

Por suerte la casa estaba vacía y las casas linderas deshabilitadas porque empecé a gemir. No pude contenerme y tuve un orgasmo tan potente que me hizo temblar y poner los ojitos en blanco poseída por esa pija pequeña que logró en menos tiempo lo que aquella enorme de mi novio demoraba más.

Cambié de posición y me volví a poner sobre Hernán pero cara a cara. Con mis movimientos de caderas me sentí tan libre y feliz como cuando andaba a caballo en el campo de mis padres y el viento me daba en la cara.

Y otra vez lo inevitable: al introducir su miembro me rozaba y yo al subir y bajar con mis movimientos estaba más que loca clavando mis muslos en sus caderas deseando seguir y seguir.

Él estaba gimiendo de placer y aguantando, se notaba. No quería acabar. En verdad los dos deseábamos que ese momento tan intenso no termine .

Hernán hacía todos los esfuerzos para prolongar al máximo esa cogida y como lo estábamos pasando tan bien daba la sensación que el tiempo se había detenido, lógicamente todo tiene un principio y fin y en un momento se desbordó.

Rendidos por el cansancio creo que nos tiramos al sofá, mucho no lo recuerdo. La cosa es que tiempo después alguien golpeó la puerta y nos despertó. Eran los chicos que volvían de la playa y mucho no tuvimos que explicarles porque se dieron cuenta por el desorden y por vernos nerviosos y casi sin ropa que Hernán y yo estuvimos «juntos» por así decirlo.

Con los chicos hicimos las paces y Hernán se ganó el respeto de esos cuatro inmaduros burlones porque se había cogido a la Milf de la oficina.

En tanto ellos en la playa no perdieron el tiempo y formaron dos parejas: Liz y Diego y Magui con Andrés.

Y como era nuestra última noche en la Costa decidimos no salir y cada quien con sus parejas en sus habitaciones cogimos como nunca. Los gemidos en las habitaciones eran como una orquesta sinfónica y modestia aparte yo fui la más expresiva de todas jaja.

Al otro día los dos decidimos volver en ómnibus a nuestra rutinaria vida. Del incómodo auto de Diego no quisimos saber más nada e hicimos camino separado del resto.

Cómo si fuéramos novios, volvimos a puros abrazos y muchos besos en el micro de doble piso. Nos sentimos tan bien como dos estudiantes en un viaje de egresados.

Eso sí, antes de volver hicimos un juramento los seis de no decirles nada a nadie y así fué.

Al día siguiente cada uno siguió con su vida, y respetando aquel pacto nunca les pregunté a Liz y a Magui si continuaron sus «encuentros» con los chicos, pero yo sigo tan tentada con Hernán y las ganas me pueden y admiro su firmeza y madurez porque estando muy cerca de mí mantiene la conducta, es todo un caballero.

Y soy yo quien no se puede resistir y con un mensaje de texto con la típica «En tu casa o en la mía hoy?», le doy a entender que estoy súper caliente y cuando nadie nos ve me escabullo con mi amante menos pensado.

Jamás imaginé que terminaría así tan enganchada con Hernán, el chico más tímido de la oficina, el chico del pene pequeño.