(Antes de empezar, esto es una historia real, por lo que, como siempre pasa cada vez que alguien cuenta alguna experiencia, habrá gente que se lo creerá y otra gente que no. Os lo dejo a vuestra libre interpretación. He evitado contar datos personales y he cambiado los lugares de las ciudades para mantener nuestra privacidad).

Llevábamos ya unos meses hablando, nos conocimos por Internet y a los pocos días de hablar por Gmail decidimos darnos las redes sociales para mayor comodidad. Hablábamos todos los días y casi a todas horas. Luego como es obvio cada uno quería conocer más al otro y pasamos a las llamadas y después a las videollamadas para vernos la cara.

La historia que os voy a contar es la de la primera vez que nos vimos. Más o menos al llevar dos meses hablando ya queríamos conocernos en persona, por lo que empezamos a buscar una fecha para poder ir a su ciudad, debido a que tengo coche puedo moverme con más facilidad que ella. Estuvimos buscando una fecha hasta que por fin pudimos cuadrar horarios de trabajo y todo. Lo malo de tener una relación a distancia es que claro, no puedes ir cuando tú quieras.

El día de antes ya nos pusimos a cuadrar todo, compré una habitación de hotel por horas para tener la intimidad que yo quería y así poder hablar y usar a mi gatita como yo quisiese (gatita es como llamo a Sam, empezó como una broma pero al final se quedó como forma de llamarla, ella responde ante ese nombre siempre que la llamo).

— ¿Estás preparada para mañana? — Le dije en la noche.

— Estoy nerviosa

— Bueno eso es normal. Dime qué debes llevar.

— Llevaré el tanga rojo que me aprieta y la falda verde que le gusta.

— Muy bien gatita, ¿y tus juguetes?

— También, las cuerdas, las pinzas, un cinturón, la regla y el labial.

— Eso es, ahora vamos a dormir para que mañana estés descansada. Buenas noches gatita.

— Buenas noches Amo.

Al día siguiente me desperté temprano y me monté en el coche para ir hacia allí, son 4 horas de distancia. Al llegar la vi de pie frente al lugar donde habíamos quedado y sin decir nada se montó en mi coche. Estaba nerviosa, es muy vergonzosa y no podía casi mirarme a la cara, le entraba la risa si lo hacía. Nos dimos dos besos y arranqué el coche en dirección a un centro comercial para dar antes una vuelta y hacer tiempo a que llegase la hora de la reserva del hotel. La verdad es que pensé que la conversación al principio sería más incómoda por ser la primera vez que nos veíamos en persona, pero nada que ver, estábamos súper agusto hablando mientras dábamos una vuelta.

— ¿Has traído los juguetes?

— Sí Amo, están en la mochila.

— Muy bien. — Le dije, ella se puso nerviosa en cuanto saqué el tema.

— Ya va a ser la hora casi, vamos al coche, ¿vale?

— Vale, Amo.

Nos montamos en el coche y antes de arrancar, fui más directo que antes y puse mis manos entre sus piernas para separarlas, intentó resistirse, pero cedió. Estábamos en un parking subterráneo alejados de los demás coches.

— No te resistas gatita. — Le dije aún con las manos en sus piernas.

— Perdón, estoy nerviosa.

— ¿Quieres que pare?

— No, siga.

— JAJAJAJJA muy bien, ahora voy a inspeccionarte, ¿vale? Voy a comprobar que llevas el tanga.

— COOOMO, si lo llevo.

— Bueno, pero hay que comprobar si mi gatita es una gatita buena o mala.

Sam no sabía donde meterse en ese momento, no se movió, pero la mirada estaba fuera, intentando aguantar. Fui subiendo más y más la mano por su muslo hasta encontrarme con la tela del tanga, completamente empapada, presioné su entrepierna hasta arrancarle un leve gemido y puse rumbo al hotel.

Llegamos al hotel, nos dieron la tarjeta y subí las escaleras hasta llegar a la habitación mientras Sam me seguía. Entramos y la ordené que se sentase en la cama y pusiera sus manos en la espalda, obedeció sin rechistar, más tarde me enteré de que ya estaba muy dentro del juego y no pensaba como Sam, sino como la sumisa que llevaba dentro. Le quité la camiseta y la dejé en sujetador antes de atarle sus manos a la espalda para que no pudiese cubrirse.

Me arrodillé delante de ella y separé sus piernas, ahora teniendo una completa visión de ese tanga que me encanta tanto. Llevé un tobillo a la pata de la cama y lo até.

— ¿Qué hace? — Me preguntó.

— Atarte para que no puedas moverte.

— Pero…

— Calla.

— Perdón, Amo.

Continué con mi misión de inmovilizarla mientras la desnudaba. Le bajé la falda y le quité el tanga. Hice que se tumbara sobre el colchón para que así no pudiese ver lo que hacía. Acerqué dos dedos a su vagina y los introduje en ella, estaba chorreando, pero por vergüenza se lo calló.

— Uy uy, pero si alguien está chorreando jajajaja. — Dije mientras pasaba los dedos que acababa de sacar por su cara.

— Un poco.

— ¿Un poco? Llevas así mucho jajaja.

— Desde que me inspeccionó en el coche.

— Está bien, está bien. Dime, qué quieres hacer.

— Lo que usted ordene Amo.

— ¿Seguro? O sea que si decido quitarte el sujetador…

— Hágalo. — Me puse encima de ella y se lo quité.

— Mmmm ya tienes los pezones un poco duros, a ver qué tal saben.

— Pero… — Dijo.

No le dio tiempo a decir nada más, una buena forma de callar a mi sumisa es meterle dos dedos en su vagina. Llevé mi boca al pezón mientras seguía tocándola, no podía hacer nada más que gemir y mover una pierna. Estuve durante un buen rato así hasta que me cansé, jugaba con el ritmo para que ella no llegase a correrse. Cuando veía que se movía mucho, le ponía una pinza en cada pezón. Odia las pinzas, es un castigo que odia debido al dolor que le produce cuando se las tiene que quitar.

Le excitaba que estuviese tocando sus tetas mientras sus manos estaban en la espalda, sentirse expuesta e indefensa, que le toque su vagina, meta los dedos mientras le pregunto que es y a quién pertenece.

— ¿Has desayunado? — Le pregunté.

— No, ¿por?

— Bueno, para darte de desayunar gatita.

Se quedó callada mientras veía cómo me quitaba la ropa y sacaba mi polla. Desaté su tobillo y sus manos de la espalda, agarré su pelo y guié su boca a mi entrepierna, se tragó mi miembro nerviosa al principio por si me hacía daño, pero al ver que me encontraba agusto siguió guiada por mi ritmo, al principio lento, después rápido, durante un rato. Le salían hilos de saliva por la comisura de los labios.

Solté su pelo y me dediqué a jugar con sus pezones a la vez que ella seguía con la mamada. Esos pezones ya han sido usados de mil formas distintas, por mi o por ella misma ante mi orden, los ha estirado, retorcido, atado, pellizcado, chupado e incluso mordido, y eso es lo que hice durante un buen rato. De vez en cuando le sacaba algún que otro quejido de molestia o dolor, pero en ningún momento paró hasta que no recibió otra orden.

— Amo, ¿puedo preguntar algo? — Tiene la orden de que en momentos de sexo, ella debe pedir permiso antes de hablar.

— Dime.

— Me da vergüenza pero… ¿Puedo sentirle dentro?

Me sorprendió la pregunta sinceramente, Sam es la típica que por vergüenza a pedir o decir algo se lo calla, prefiere callarse antes que ponerse roja. Le pregunté si tanto lo quería y estaba deseándolo. Ordené que se pusiera a cuatro patas y de un salto se colocó en posición, me puse el condón (esto no es una película y si no quieres problemas mejor ponerse protección) y acaricié su culo, volviendo a llevar mis manos a la vagina, la cual seguía completamente mojada y caliente pidiendo polla.

Subí a la cama, me coloqué detrás de ella y le pregunté de quién era. En cuanto contestó: “Soy suya Amo” se la clavé arrancando un gemido de la garganta, agarré sus caderas y comencé a moverme adelante y atrás, sacándola casi por completo y volviendo a empujarla en cuanto contestaba mi pregunta. Una debilidad que tiene también es cuando pongo una vocecita a la vez que le digo gatita, no sé muy bien cómo explicar esa voz ni lo que realmente le transmite porque ni ella misma lo sabe jajajja, pero todo junto en el momento exacto le provoca una excitación que impide que le salgan las palabras.

Cambiamos de posición y en el momento que me iba a correr me salí de ella, no tenía en mis planes acabar dentro. Miré la hora y ya nos quedaba muy poco tiempo por lo que nos fuimos a la ducha. No era muy grande pero nos dio para entrar los dos, me lavé un poco mientras ella se arrodillaba y me hacía otra mamada hasta correrme, en cuanto sentí la corrida, la agarré del pelo y tirando de ella le hice mostrar sus nalgas, ahí es donde me corrí. Después dejé que ella se lavase para adecentarse un poco.

— ¿Qué tal? — Le pregunté al salir del hotel.

— Waaaa increíble, al principio tuve miedo.

— ¿Miedo?

— Sí, de que en realidad no sé, usted me secuestrase o algo. Tenga en cuenta que a través de la pantalla podemos aparentar algo y luego ser lo contrario.

— Tienes razón, pero la parte buena es que no soy un asesino en serie jajajaja.

— No no, ha salido bien jajaja.

Mientras nos reíamos y charlábamos la llevé al sitio donde tenía que dejarla para que luego ella se fuese a su casa. Seguimos hablando por Instagram justo después de dejarla, yo busqué un sitio donde comer ya que me dio hambre y no iba a retomar el viaje de vuelta con las tripas sonando.

Llegué a mi casa después de otras 4 horas de viaje, estaba cansado de todo y ojalá haberme podido quedar al menos un día entero, pero hay más responsabilidades como el trabajo al que no puedo faltar jajaja. Pero bueno, mejor ir un poco y poder disfrutar a mi gatita que no poder ir en ningún momento, ¿no? Fue un día increíble y por muy cansado o mucha gasolina que tuve que echar no me arrepiento de nada.

FIN.

(Para cualquier cosa podéis escribirnos al correo this2is4roy@gmail.com. Todo correo escrito con educación y respeto se contestará).