Nací en el año 1984 en un pueblo al norte de España, así que ya tengo 40 primaveras. Siempre he sabido que mi despertar sexual fue muy prematuro, quizás porque desarrollé pronto.
Recuerdo que había momentos en los que notaba calor y hormigueo entre mis piernas sin saber el porqué ni cómo relajarlo y todas esas sensaciones las tuve desde muy pequeña.
En el pueblo en el que me crié abundaban los chicos; éramos solo dos chicas y, aunque había varias edades, todos estábamos en grupo. La verdad es que en esa época no había más que los pasatiempos que nos inventábamos; hacíamos casetas con maderas y cartones que se encontraban.
Cuando llegaba el verano, estábamos casi todo el día en la calle, pero no dejaban salir a todos justo después de comer porque había que hacer la digestión.
En mi casa, se comía temprano. Como era de las primeras en subir a casa, para cuando el resto había terminado, todavía les quedaba una hora y media o dos para volver a bajar.
Una tarde de finales de junio, bajé al patio trasero; de camino al siguiente pueblo, había mucho campo. Encontré a uno de mis vecinos, Antonio. Él vivía dos casas más arriba que la mía, y tendría unos tres o cuatro años más que yo. Al acercarme a él, vi que estaba en la campa, mirando una revista y, al percatarse de mi presencia, cerró de golpe y la escondió sin darme tiempo a ver qué leía.
Esto me hizo sentir curiosidad y me dijo que se lo había dejado su hermano mayor, que si me lo enseñaba no podría decir nada y que sería nuestro secreto.
La verdad que me pareció bien el trato y nos apartamos a otra zona en la que no nos veía nadie. Nos sentamos entre unos árboles que estaban alejados y donde no pasaba mucha gente. Me enseñó la revista que se llamaba “PIRATE”. Debajo del título había una foto de una mujer rubia enseñando unas tetas enormes y con una botella de champán entre las piernas y lencería de color negro. Al ver la portada me dio algo de vergüenza, pero también me daba mucha curiosidad y quería ver las fotos que tenía.
Abrió la revista en una página donde una mujer besaba un pene grande; eso me dejó algo sorprendida porque al mirar esa imagen volví a notar ese calor y hormigueo en la entrepierna.
Estuvimos pasando las hojas y mirábamos las fotos. Me miró y me dijo: —Sácate las tetas para sobarlas mientras vemos la revista. Hice lo que me dijo y él empezó a sobarlas y agarrarlas fuerte, pero sin decir nada. Él me dijo que podíamos jugar a copiar nosotros lo que se veía en las fotos de la revista, que él no se lo contaría a nadie, y le dije que sí.
En primer lugar elegí yo y después le tocaría a él. Buscando entre las páginas vi una foto en la que la mujer estaba sin bragas, abierta de piernas y el hombre le tocaba la entrepierna. Se la enseñé y me dijo que sí que le gustaría hacer lo mismo que en esa foto, así que me bajé los pantalones y las braguitas enseñándole mi chochito y dejando que me lo acariciase y lo sobase. Con las tetas al aire y el coño ya mojado, metía dos de sus dedos dentro de mi coño y no paraba de moverlos, desnuda entre los árboles hasta que me fui entre gemidos.
Me puse supercachonda y tenía ganas de hacer de todo, pero ahora le tocaba elegir a él la foto que había que copiar. Escogió la foto de una mujer que pasaba la lengua por la punta de la polla enorme.
Cuando se la sacó del pantalón, tenía la pollita dura; me coloqué las braguitas sin subir los pantalones y después le di un beso en la puntita y se la cogí con la mano como hacía la mujer en la foto.
Él me dijo que moviese la mano arriba y abajo, que le diese besitos y metiera su polla en mi boca.
Otra vez notaba cómo me entraba el calor en la entrepierna, pero yo no sabía cómo lo tenía que hacer, así que no paraba de mover la mano hacia arriba y hacia abajo con su capullo dentro de mi boca y rozando mi lengua con su puntita.
Solíamos quedar para esos encuentros y, poco a poco, la cosa fue en aumento. Mientras veíamos las revistas de su hermano mayor, dejando accesible con el coño y las tetas al aire, chupándosela hasta que se corría en mi boca; después escupía.
Hasta que un día nos vio otro vecino más mayor, no nos dimos cuenta de que se acercaba y no sabíamos exactamente lo que llegó a ver, pero cuando me di cuenta de que Jose estaba mirando fijamente hacia nosotros, era tarde porque tenía la polla de Antonio en la boca. Mientras él miraba la revista, claramente me vio chupándole, pajeándole con la boca y metiendo la polla dentro de mi boca, y no apartó la mirada.
Nos pusimos muy nerviosos al darnos cuenta y salimos corriendo, pero él ya nos había pillado. Me entró mucho miedo porque pensé que se lo diría a la gente del pueblo, y sentía muchísima vergüenza.
Hacía mucho calor y estaba bajo la zona de los árboles, sola en la campa cuando, de repente, José me llamó dando un grito con mi nombre. Al girarme, me dijo: «Ven aquí un momento».
En cuanto lo vi, recordé la pillada que nos había hecho hacía unos días y no quería ir, pero él sonriendo, me dijo: —Ven un momento, anda.
Me acerqué muy tímida y avergonzada, pero él no dijo nada de lo que había visto, simplemente me dijo que mis padres habían ido a la ciudad y que esperase en su casa porque hacía mucho calor. Así que me fui con él hacia su casa.
Mientras íbamos a su casa, él no hablaba nada y yo también fui en silencio. Al entrar, me preguntó: —¿Qué me apetecía hacer? Estaba bastante cortada y no sabía qué decir; él me hizo un gesto para que lo acompañase y me llevó hasta el salón.
Tenía un salón grande con un sofá y una butaca; me dijo que me sentase a su lado para ver un poco la televisión y al rato me dijo: —¿Sabes que el otro día te vi?
A lo que conteste haciéndome la despistada con: – ¿Cuándo?
Me miró fijamente y me dijo que yo ya sabía cuándo; al instante empecé a ponerme colorada y muy nerviosa.
Continuo preguntándome: ¿te gusta hacer esas cosas?, ¿te gusta mamar pollas y ser su putita?
Yo no contestaba por la vergüenza que me daba que me hubiese visto un hombre mayor y cómo me hacía esas preguntas. Él insistió con las preguntas, diciéndome que no tuviese miedo, que ese sería nuestro secreto porque él sabía qué es lo que me gusta. Poco a poco levanté la mirada y le confesé que al principio veíamos revistas porno y que me daba mucha vergüenza hacerle pajas y chupárselas a Antonio, pero que notaba mucho calor en mi coño y me hacía muchas cosquillas.
Volvió a preguntar: —¿Así que te gusta hacer esas cosas? Jejeje, me parece que te gusta demasiado. No era capaz de mirarle a los ojos y cogió mi barbilla para mirarme a los ojos y continuó diciendo: —No pasa nada, acércate un poco más.
Mientras, metió la mano por dentro del pantalón del chándal y sacó una polla muy grande; me dijo que la cogiese con mi mano. — Esta te va a gustar más, solo tienes que hacerme caso.
Obedecí y se la agarré; él me dijo que con la mano fuese hacia arriba y hacia abajo mientras sujetaba mi barbilla y me miraba directamente a los ojos.
– Así lo haces muy bien, eres muy buena y muy obediente.
No paraba de repetirme que me portara bien con él y que siguiese así de bien. Sin quitarme la mirada, me dijo que ahora tenía que hacer lo mismo que cuando me pilló, que sacase mi lengua y que lamiese su polla, y él insistió diciéndome: —Tienes que chupar como lo haces cuando comes un helado de cucurucho y saborearla bien.
Con mi tímida lengua, lamí la puntita como él me dijo, como si fuese un caramelo o un helado.
Estuve un rato pajeándolo mientras él no apartaba su fija mirada de mí, sacando mis tetas y dejándolas al descubierto para sobarlas hasta que me dijo que metiera la puntita en la boca. De repente noté cómo la metía dentro de mi boca, que la tenía abierta del todo por el tamaño de su gran polla. Empezó a moverse y metía y sacaba su polla de mi boca de forma muy brusca, como si fuese a ahogarme con ella, follándomela hasta sentir como algo me inundaba la boca con chorros, mientras se le entrecortaba la voz. Me dio una arcada tremenda al notar la corrida en mi boca, y me dijo que no lo escupiese; quería que me la tragase y, aunque al principio me costó, finalmente lo hice.
Insistió mucho en que ese era nuestro secreto y que nadie podía saber lo que habíamos hecho, al mismo tiempo que me repetía que estaba muy contento conmigo y lo bien que me portaba con él.
Durante unos días no lo volví a ver y había muchos ratos en los que pensaba lo que había pasado y ese calor y hormigueo no se pasaba hasta que me masturbaba. Quería repetir y seguir haciendo cosas así porque me sentía muy bien con las cosas que me decía, las cosas que sentía en mi cuerpo.
Pasados unos días, después me volvió a llamar cuando vio que mis padres salían del pueblo. Así que fueron muchos días de verano en los que iba a su casa. En vez de revistas, él me ponía películas porno en VHS mientras me acariciaba el chochito y metía el dedo dentro de él. Cuando lo movía rápido, me gustaba mucho y se mojaba entera mi entrepierna. Me sentaba en el sofá o en su cama y lo lamía con su lengua o metía por mi coñito la lengua, hasta que sacaba su polla y se la chupaba y lamía, obedeciendo tal y como él me indicaba.
Cuando regresaba a mi casa, todos esos momentos volvían a mi cabeza y no podía parar de masturbarme pensando cómo me follaba la boca a saco hasta vaciar dentro de mi boca o en las tetas al desnudo.
Él continuaba jugando conmigo, me repetía que no se lo contaría a nadie y que sabía que se veía que disfrutaba y que me gustaba mucho y que tenía muchas ganas de hacer algo nuevo y muy diferente que me gustaría mucho y me haría gozar.
Me dijo que me recostara en sus rodillas, me bajó las bragas hasta las rodillas y notaba cómo separaba mis nalgas para mojar con aceite mi agujerito del culo; hacía semicírculos para mojarlo bien en aceite y poco a poco metía el dedo dentro del culo, pero por aquí dolía un poco y hacía lo mismo que cuando al principio el dedo me lo hacía en el chochito: lo metía suave y después lo metía y sacaba muy rápido.
Estuvo tiempo jugando con mi culito utilizando sus dedos y alguna verdura; este juego se prolongó durante días. A veces metía una zanahoria o un calabacín y lo aguantaba dentro del culo mientras le chupaba y lamía su polla.
Hasta que una tarde me dijo que ya era hora. Estuvo jugando con mi culito como en los encuentros anteriores y también había puesto porno; me ordenó — Quítate la ropa y haz como si te sentaras encima, pero inclinada hacia adelante. Empezó a restregar la punta de su polla entre mis nalgas, muy despacio mientras metía un dedo dentro del culito, y seguía pasando su capullo por la raja de mis nalgas. Empecé a notar que apretaba su polla contra mi culo y cómo abría mis nalgas.
Puso su capullo justo en el agujerito y noté una punzada enorme y mucho dolor. Grité de dolor y me dijo que me callase, que me iba a gustar mucho, que tenía que aguantar un poco. Me dolía mucho y parecía que me iba a romper metiendo su enorme capullo por mi virgen culo, y lo hizo muy despacito, pero no podía evitar llorar porque me dolía mucho.
Él no dejaba de decirme: —Calla y no grites, esto te va a gustar mucho y yo tengo muchas ganas de hacerlo. Era inevitable gritar, y no podía evitar el parar de llorar. Le pedí que por favor parase porque me dolía mucho, pero él me dijo que no pasaba nada, que era al principio.
Note cómo su polla me abría el culo, se me estaba abriendo entero y dolía una barbaridad mientras pasaba la parte gruesa del capullo abriendo camino dentro de mi culo, y más lloraba y sollozaba, pero él me tapaba la boca y me decía: —Tranquila, pequeña, que te va a gustar mucho, y da gusto jugar contigo y enseñarte.
Metió entero su capullo y parecía que me rompería entera. Esto no me estaba gustando tanto, no me podía mover, pero aguantaba porque me decía que lo hacía muy bien, que me estaba portando super bien y que me iba a compensar.
—No te preocupes, cariño, que ya está lo más grande. Aguanta y no grites…
Ese dolor tan agudo se fue haciendo menos intenso y notaba un calor extremo que me recorría. Muy despacio la empujaba hacia adentro y después la sacaba muy despacito. Al volver a notar cómo entraba otra vez el capullo, me daba otra punzada que me arrancaba las lágrimas, pero al empujar más, jadeaba entre lágrimas.
Hasta que la metió del todo, estando sentada con su polla dentro del culo, notándolo lleno por completo. Me dijo que me echase hacia adelante, sin sacar su polla y me llevó hacia la mesa del comedor dando pellizcos a mis pezones. Ahora su manera de hablarme era diferente: – Vas a ser mi putita y voy a reventarte el culo hasta llenártelo de leche.
Las tetas las tenía contra la mesa, dejando mi culo completamente a su merced, y me agarró de las muñecas, tirando de ellas para clavar su polla hasta adentro, moviéndose como loco, sacándola y metiéndola mientras me volvía loca a gritar. Me tapa la boca, me la mete hasta el fondo por el culo y me susurra: —¿Te gusta como te enculo, putita? Así es como hay que follarte…
La primera vez que me penetraban fue por el culo, y me lo follo muy duro hasta correrse dentro. Al principio no me gustó nada por lo doloroso que era, pero he de reconocer que después ese dolor punzante da mucho placer. Forzándolo y follándolo como un loco, me excitó muchísimo. Ese día no podía sentarme sin que me doliese el culo, pero me dijo que me había portado como una viciosa y que le había gustado mucho que me sentase así sobre él.
Ese día se despertó en mí una necesidad continua de sexo; ya sabía cómo se quitaba el calor y el hormigueo que sentía en mi entrepierna, solo me hacía falta que me enseñara cómo aprender más para satisfacer mis deseos y los de los hombres.
Fueron varios los encuentros en los que este antiguo vecino hizo que me fuese emputeciendo, satisfacer con mi cuerpo y mi sexo las necesidades de un hombre siendo muy servicial y obediente. No solo con él tuve todos los encuentros, ya que mi fuego ha ido siempre creciendo de una forma imparable.