Capítulo 3

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Después de la experiencia con mis compadres, mi lujuria siguió creciendo sin poder encontrar más satisfacción que el Chat y las páginas porno de Internet con las cuales me masturbaba yo sola.

Mi esposo me atendía poco, pues hasta la fecha mantiene relaciones con mi comadre y varias veces repetimos las reuniones matutinas en mi casa, aunque después comenzaron a verse a solas en un hotel cercano.

Néstor me explicaba que ella prefería estar sola con él y que le seguía encantando ser enculada. Yo acepté sumisamente la decisión y me refugié en la masturbación durante un tiempo.

En el Chat conocí a un amigo que me insistió mucho en encontrarnos y una mañana en lugar de quedarme a masturbarme frente a la computadora, decidí buscarlo donde me había citado.

Había sido tan cachonda la relación cibernética, que decidí vestirme como él me lo pidió, de vestidito corto, zapatillas y bien pintadita.

Pero el encuentro fue desastroso, el tipo me había mandado una foto que no era la suya pensando que me iba a impresionar, pero a la mera hora no lo reconocí pues era viejo, gordo y pelón y cuando me abordó, yo pensé que era alguien que me estaba asediando.

Por fin lo reconocí y pues como iba dispuesta a todo, nos fuimos a un bar, pero habíamos perdido tanto tiempo en encontrarnos, que llegó la hora en que tenía que regresar a mi casa, pero él se puso violento, comenzó a manosearme y me quiso llevar a la fuerza al hotel y terminamos armando un escándalo terrible en la calle. Finalmente accedí, llamé a mi mamá para que recogiera a mi niña en la escuela y a Néstor le dije que iba a comer con mi hermana.

En el hotel el tipo prácticamente me violó, no me dio chance de nada, se me subió, me la metió a fuerza, incluso sin la lubricación natural del pene, lo que me dolió terriblemente y se vino casi de inmediato dentro de mí.

El pendejo me resultó con eyaculación precoz e impotente y todavía cuando se la quise levantar, se me quedó dormido. Ahí lo deje y salí huyendo del hotel, pensando en que hubiera sido mejor quedarme en mi casa a masturbarme con el Internet. De esto nunca le dije nada a Néstor y volví a hacer el intento.

Esa vez todo iba bien hasta que me encontré con el cyber-amigo. Resultó ser un burócrata electricista que desde que me vio no podía creer que fuera cierto, no quería que nadie me viera, me comenzó a celar desde el primer momento y resultó que me llevó a un hotel de piojito, pestilente y creo que hasta con ratas y cucarachas; el baño estaba horrible, pero ni modo, me aguanté.

Con él practiqué por primera vez algo que nunca había hecho y que ahora es uno de mis mejores numeritos sexuales: ponerle el condón con la boca.

Me encantó la experiencia, además de que me gustó mucho la forma de su verga, pues aunque era de tamaño normal, estaba gorda y muy cabezona, además de que sus huevos además de grandes, pesaban más de lo normal, era un gusto agarrárselos con la mano y apretárselos, y más aún, chupárselos.

El problema con él fue que no era muy experimentado, yo tenía que ponerle las manos donde quería que me tocara, casi lo acomodaba como yo quería tenerlo y se puso tan tenso que no se pudo venir nunca y obviamente me puse de mal humor y lo despedí sin ganas cuando me dejó llorando de caliente en el hotelucho ese.

Mi lascivia sin embargo iba creciendo. En las noches Néstor me dejaba mamarle la verga mientras veía televisión y yo terminaba masturbándome frenéticamente.

Todo el día me la pasaba pensando en la verga y masturbándome y comprendí que necesitaba algo más. Entonces decidí buscar trabajo y se lo propuse a Néstor, pero no le importó mucho y me dijo que sí, que estaba bien. En esos días, una de sus pláticas favoritas era sobre el culo de Paty, mi comadre, que se la seguía cogiendo a placer.

Lo primero que hice fue poner un anuncio para buscar sirvienta. A los dos días llegó Juanita, una jovencita indígena estudiante de Secundaria que me pareció simpática, muy solicita y además muy hacendosa. A pesar de no tener ni quince años, estaba ya muy desarrolladita y su arreglo personal era bastante aceptable.

De inmediato la contraté y la instalé en una recamarita que ocupábamos de estudio. Cuando en la noche se la presenté a Néstor ni siquiera la miró. En ese momento no podía imaginarme lo que iba a significar para nosotros esa jovencita que originalmente la necesitaba para cuidarme a mi niña por las tardes.

Al día siguiente salí a buscar trabajo, acudí a la oficina de uno de mis maestros de la Escuela de Derecho, un viejito rabo verde que tenía un despacho y quien siempre me chuleaba y me tiraba los perros, no dejaba de decirme piropos y me trataba muy bien.

No me costó conseguir el puesto de auxiliar con un sueldo bastante aceptable. Este otro hecho también, sin saberlo, cambió en cierta forma mi vida sexual.

Mi primer día de trabajo fue difícil y excitante. Difícil porque yo manejaba poco la computadora y excitante porque me arreglé lo mejor que pude y mi jefe me presentó a mis compañeros de trabajo: Dos abogados titulados, cuatro practicantes, un contador, un intendente y la secretaría. Todos me recibieron muy bien y obviamente no me quitaban la vista de encima, a excepción de la secretaria, una joven como de mi edad, morena y muy guapa que la sentí un poco celosa.

Cuando llegué a la casa, Juanita ya había recogido a mi hija y estaba jugando con ella y yo me puse a hacer la comida; luego llegó Néstor, me saludo en la cocina y fuimos juntos al cuarto de la niña. Juanita con su uniforme de Secundaria estaba tirada en la alfombra jugando con la niña y le dio a Néstor el espectáculo de sus piernas y sus pantaletitas rosas.

Toda la tarde, Néstor no dejó de observarla, era evidente que las piernas de Juanita con sus calcetas hasta la rodilla eran una atracción muy fuerte para él y más aún cuando al sentarse en los sillones le observaba perfectamente su calzón.

Regresamos al trabajo y en la noche, Juanita nos recibió en faldita corta y blusita ombliguera holgada que dejaban ver sus senos y el brasier cuando levantaba las manos y se estiraba.

En un momento, Néstor se relamió los labios y me guiñó un ojo. Más noche, después de mamársela y recibir mi dotación de semen, mientras me los pasaba, Néstor me comentó que Juanita estaba muy buena.

El trabajo me ayudó mucho en esos días pues me desarrollé rápidamente, comencé a llevar el manejo prácticamente de toda la oficina y salvo algunos detalles con Elvira, la secretaria, me integré rápidamente al equipo de trabajo.

Mi jefe comenzó a asediarme dándome regalitos, invitándome copitas en su privado y prácticamente me ordenó que nunca fuera en pantalón al trabajo.

Mis compañeros no se quedaban atrás, la mayoría eran casados, solamente dos tenían menos de treinta años, dos tenían casi cincuenta y el intendente, un viejito muy libidinoso tiene como 60 años. Curiosamente el asedio nos fue uniendo cada vez más a Elvira y a mí.

En la casa las cosas marchaban bien pues mi hija estaba bien cuidada por Juanita que a veces jugaba con ella como si fuera su muñeca y todo el tiempo le daba a Néstor el espectáculo de sus piernas pues era bastante confiada y descuidada en ese sentido y yo nunca le hice ninguna observación, al contrario, le sugería subirle más la bastilla a sus falditas y vestidos y yo le compraba faldas un poquito entalladas para beneficio de mi marido.

En las noches, él se mostraba muy solícito con ella ayudándole a revisar sus tareas, explicándoles cosas y hasta le enseñó a usar la computadora. Varias veces, cuando me ponía a mamarle la verga, ya la tenía parada y babosita, señal de que se había excitado con la «chacha».

A pesar de que me daban un poco de celos porque me sentía desplazada y sabía que él se seguía cogiéndose a mi comadre y calentándose con Juanita; además de que sin decírmelo, intuía que andaba con alguien de su oficina, que luego supe se llama Marta, yo se la mamaba como a él le gusta y cuando no estaba tan cansado, me montaba en el para disfrutar su verga en una deliciosa cogida.

Pero las mañanas eran mías, antes de irme a trabajar seguí jugando un poco en Internet y calientita me arreglaba para llamar la atención de mis compañeros de trabajo y porque no decirlo, de los taxistas, de los pasajeros de los microbuses y transeúntes que me veían y me decían y prometían mil cosas. Enseñar las piernas y resaltar mis senos y culo se me hizo una obsesión.

Aprendí de Juanita el asumir un desparpajo natural para calentar a los hombres. Elvira y yo pasamos de una actitud de competencia a una complicidad expresa para mantener calientes a los hombres de la oficina y comenzamos a confiarnos los sucesos que se daban con cada uno.

Descubrimos que nuestro jefe nos traía ganas a las dos, que el intendente nos espiaba en el baño por un agujerito que había hecho en la bodega de al lado, que el contador ponía espejitos en el piso de su oficina para vernos los calzones y que a mi escritorio le habían quitado la tapa de enfrente para verme las piernas.

Yo comencé a enseñarle a Elvira las páginas de Internet que visitaba, le abrí un correo electrónico y la enseñé a chatear. Descubrimos que éramos igual de putas calientes, morbosas y libidinosas.

Por esos días llegó a trabajar con unos vecinos jubilados, una jovencita paisana de Juanita que se llama Ana, una chica muy delgadita pero bien formadita y con muy bonito cuerpo, adicta también a las minifaldas. Juanita nos pidió de favor hospedarla unos días en la casa mientras encontraba donde vivir pues los viejitos no tenían espacio para ella.

Néstor se negó al principio pues vio amenazada la intimidad que ya tenía con Juanita, pero al conocerla, aceptó de inmediato pues Anita resultó una coqueta empedernida. A los pocos días, tenía a las chavitas embelesadas con el Internet y aprovechaba cualquier pretexto para tocarlas y cachondearlas, y no era para menos, estaban muy jovencitas.

Nuestras vidas transcurrían en un ambiente de trabajo, agradable pero a la vez cachondo, pero yo me sentía incompleta, necesitaba a Jean o a quien me ayudara a olvidarlo y necesitaba lo que se dice, macho.

Comencé a buscar la forma de desahogar mi lascivia y pensaba en mi jefe y en algunos de mis compañeros de trabajo, pero sentía peligroso el hecho de que pudiera enturbiarse mi situación laboral que era cada vez mejor.

Mis experiencias con hombres a través del Internet no habían sido buenas y con mi compadre había sido igual. Mientras tanto Néstor la estaba pasando bien y por su parte me tenía un poco relegada.

Llegó un sábado y me quedé sola en la casa pues Ana y Juanita se fueron a su pueblo y Néstor salió como siempre a cogerse a mi comadre o a su amante. Por la tarde, mi mamá llegó a visitarme y se quedó dormida con mi hija después de comer y yo me metí a Internet.

Entré a un foro de sexo y vi un anuncio que me llamó la atención, decía: «Damos satisfacción a mujeres insatisfechas», me dio un poco de risa pero entré a ver el mensaje y se trataba de dos hombres maduros, maestros según el mensaje, que ofrecían sexo a mujeres casadas, viudas, etc. Vi sus fotos y aunque no eran nada del otro mundo, decidí mandarles un mensaje: «Díganme las condiciones: ¿dónde, cuándo y cómo?», y agregué una foto que me había tomado mi esposo en una fiesta. Seguí viendo otros mensajes y luego entré al Chat a que me cachondearan, y me masturbé con mi consolador casero. Salí de Internet y me metí a bañar. Sin saberlo, esa semana iba a ser de lujuria y depravación para mi satisfacción.

En la noche, mientras se la mamaba a mi esposo, me hizo una confesión y una propuesta. Marta, su amante de la oficina que era una Licenciada en Comunicación y socia de la empresa, se había enterado de que él era casado, le había hecho un tango y él había salvado la situación explicándole nuestras aficiones sexuales y le había propuesto hacer un trío para conocernos y manifestar mi complacencia con su relación.

Me sorprendí un poco y hasta me la saqué de la boca y terminé de masturbarlo apuradamente con la mano, ni me comí como siempre sus mocos.

Tardó en caerme el veinte, se trataba de conocer a la amante de mi esposo, de la cual no me había hablado, en un hotel haciendo un trío. Me dio más explicaciones y decidí aceptarlo. La cita era el domingo en un hotel del centro a las cinco de la tarde.

Ese domingo me desperté muy inquieta, estaba caliente y mientras mi marido y mi hija dormían, volví a entrar a Internet y tenía un mensaje de respuesta de los maestros.

Me citaban el jueves por la tarde en un bar del centro de la ciudad y me dieron un teléfono para confirmar; anoté los datos y salí. Me bañé, lavé los trastes del día anterior, preparé y serví el desayuno y desperté a mi familia. Nos dio el mediodía. Me extrañó que Néstor viera el fútbol sin llamarme para que se la mamara y a las tres de la tarde, llegó mi mamá para cuidar a mi hija.

A las cuatro, estábamos listos para salir y entonces llegaron Anita y Juanita de su pueblo, como estaba mi mamá me pidieron permiso para ir al cine, pero se me ocurrió algo mejor; les recomendé que mejor vieran las películas que tenía en mi recámara y les advertí que se encerraran para que no entrara mi mami. Les dejé las mejores películas pornográficas que a mí me gustaban.

Néstor y yo salimos a recoger a Marta que resultó ser una mujer alta, bastante frondosa y con una personalidad increíble. Nos saludamos fríamente y me barrió con la mirada de arriba abajo. Yo estaba un poco sacada de onda, Néstor le llegaba abajo del hombro pues él mide 1:60, incluso yo soy dos centímetros más alta que él. Bueno, llegamos al hotel y hasta la mujer que nos llevó al cuarto las toallas y todo, nos veía como con sorna.

Néstor muy dueño de la situación prendió la televisión, puso el canal porno y se metió a bañar. Yo tomé la iniciativa y le propuse a Marta pedir algo de tomar, me dijo que yo propusiera, pero lo que yo decía lo rechazaba, así que molesta, pedí whisky para ella y tequila para nosotros. El silencio volvió a durar hasta que llegaron las botellas y el pinche Néstor seguía haciéndose pendejo en el baño.

Brindamos y con aire inquisitorio, comenzó Marta a cuestionarme: que cuánto teníamos de casados, que qué edad tenía la niña, que por qué esto, que por qué el otro, hasta que enfadada, reverertí la situación y comencé a cuestionarla. La situación estaba tensa, al grado que yo sentía estar empapada en agua helada y estuve a punto de irme a la chingada.

Por fin salió mi marido y Marta se metió al baño, nosotros discutimos y a punto de salirme del cuarto, salió Marta desnuda y me dijo que el baño estaba listo. La verdad me dio curiosidad la situación, no me imaginaba a mi chiquito esposo cogerse a esa mujerzota y aunque Collete también era más alta que él, no había comparación. Me fijé en su cuerpo y la verdad, para su edad, 36 años, era casi perfecto, sin celulitis en las nalgas, ni llantitas y con unos senos firmes y grandes, además de nalgona y unas piernas largas y muy bien formadas. Me dieron muchos celos, pero me aguanté, el juego era el juego y tenía que jugarlo.

Mientras me duchaba, Marta entró y me pidió disculpas, estaba bebiendo muy rápido y lo primero que pensé es que estaba borracha, pero de pronto sentí sus manos lavando mi espalda, por la situación quise abrir rápidamente los ojos pero me entró jabón y tardé en reponerme mientras ella ya me estaba lavando la vagina. Me quedé quietecita y esperé a que terminara mientras me sacaba el jabón de los ojos. Me dio la toalla y me cedió el paso para salir primero del baño. Mojada aún me acosté en la cama sin saber que hacer. Néstor me dijo casi espantado:

Marta me acaba de decir que es bisexual y que le gustas-

Desconcertada sentí las manos de ella en mis muslos y luego sus lamidas en mi vagina. Yo le busqué la verga a mi esposo y me dejé llevar. Aunque la situación no era totalmente nueva, me gustó. Ese día aprendí que la mayoría de los hombres no saben mamar la panocha y que las mujeres somos más sensibles para darnos placer.

Néstor como siempre me agarró de las orejas y me bombeaba su verga en mi boca, mientras Marta me chupaba riquísimo la panocha y el ano. Luego él me la sacó y se fue a acomodar atrás de Marta, la penetró como a él le gusta, por el culo y ella acentuó sus caricias. Me mamaba los senos y buscaba mi boca. Sentí un beso diferente excitante y volví a vivir la sensación de venirme una y otra vez hasta perder la cuenta, especialmente cuando Néstor me la metió en el culo y Marta me chupaba la panocha, y al revés.

Extasiada y jadeante, me sentí cansada y les pedí que me dejaran tomar un trago y entonces Marta me dijo que ahora le tocaba a ella. Yo veía que tomaba a Néstor como muñequito, se la mamaba tan bien que él hacía mil caras de satisfacción, que nunca le había visto; lo montaba y lo disfrutaba que hasta entonces entendí porque él ya no me daba lo que antes me daba. Me di cuenta que ellos ya tenían un rito que terminaba con la eyaculación de Néstor en su cara y ella untándoselo como crema facial.

Nos reunimos en la salita del cuarto, Marta con la cara brillosa del semen de mi esposo y él, incrédulo de la situación. Brindamos, tomamos, nos acabamos la bebida y tomamos más, especialmente yo. Comencé a perder el sentido, recuerdo a Marta lamiéndome la panocha y a Néstor en su lugar preferido, cogiendo culos de mujeres, luego una eyaculación en mi cara y la lengua de Marta lamiéndome y besándome en la boca, una penetración de mi esposo en mi culo y nuevamente la lengua de Marta en mis nalgas.

Luego me perdí hasta que desperté sentada en el sillón y ellos abrazados en la cama. Estaba amaneciendo. Me vestí, tomé la botella de tequila, pedí un taxi y me fui a la casa. Mi mamá ya tenía lista a la niña para llevarla a la escuela y Juanita les estaba dando de desayunar. Me bañé rápidamente pero seguí bebiendo porque estaba crudísima y desconcertada, me arreglé y me fui a trabajar.

El día fue terrible, llegando a la oficina me di cuenta que era media hora más temprano, que no me había puesto brasier y que había confundido el vestido que me iba a poner ese día con otro parecido que había usado con Jean que estaba muy escotado y era más corto.

Mi sed era terrible y el agua y el café me daban asco. Me metí al baño porque tenía el estómago revuelto y mientras me arreglaba, escuché ruidos en la bodega: Don Panchito el intendente me estaba seguramente espiando. En la peda que tenía, decidí desvestirme y darle un buen espectáculo al viejito. Cuando salí del baño, lo llamé y tenía una mancha enorme junto a la bragueta del pantalón. Le confié a Elvira lo de mi cruda y me ayudó yendo a comprar cervezas que me servia en envases de refresco.

Por mi vestidito, no pase desapercibida para nadie, más aún porque ese día Elvira llevó un trajecito de pantaloncito aguado y saco. Ese día mi jefe me tiró el rollo de que quería andar conmigo y me besó, me acarició los senos, las piernas y las nalgas y en mi estado de embriaguez, pues no le opuse mucha resistencia. Para el mediodía, además de pedísima, estaba muy caliente y se me ocurrió confirmar la cita con los maestros de Internet.

Elvira me llevó a mi casa. Néstor no llegó a comer porque como llegó tarde al trabajo tuvo que quedarse a recuperar el retardo. Mandé a Juanita a comprar cervezas y después de comer, la niña se durmió y llegó Anita. Ellas me comenzaron a comentar muy animadas lo que habían visto en las películas, estaban excitadas y muy inquietas. Les di cerveza y nos metimos a mi recámara a ver los videos. Juanita era la más inocente, pero Anita ya se animaba con las poses, el tamaño y la mamada de verga. Esa tarde les enseñé a masturbarse, les pedí que me imitaran, nos subimos la falda, nos bajamos la pantaleta y les enseñé como darnos dedito rico nosotras mismas hasta provocarnos un orgasmo. Anita ya sabía hacerlo pero no había nunca terminado, pero para Juanita, fue su estreno.

Me volví a bañar para bajarme la borrachera; volvía al trabajo, y de regreso, me quedé dormida en el taxi. Cuando desperté un tipo me estaba fajando y sentí sus dedos en mi conchita. Estaba muy oscuro y no puse resistencia, me cogió como quiso, pero como muchos, no me la pudo meter por atrás y se la mamé hasta que se vino en mi cara. Luego me preguntó que donde trabajaba y no me creyó que en una oficina, pensaba que era puta. Me regresó a la casa, eran como las ocho de la noche, Juanita estaba jugando con mi hija y yo me quedé bien dormida. Sentí a Néstor cuando llegó y en la mañana todavía tenía semen fresco en la cara, no se si se la mamé o se masturbó sobre mi cara. Ya era martes.

Me despertó el teléfono, me resonó como campana en la cabeza. Era mi hermana Sandra, iban a venir a visitarnos ella y su esposo el fin de semana. Me animé mucho pues mi cuñado siempre me gustó y pensé de inmediato en otro intercambio. Pero me sentí todavía peda. Juanita andaba en short, sirviendo el desayuno y Néstor muy atento le ayudaba. Mi cabeza daba vueltas. Me duché, me arreglé y antes de salir al trabajo, Juanita me dijo que no tenía clases ese día y me pidió permiso de ver mis películas, claro que le dije que sí.

En la oficina no di una, todo me salía mal. Mi jefe me llamó para llamarme la atención por un oficio que hice mal, ni se fijó en mí. Luego vomité en el baño y como no había agua, todos se dieron cuenta. En el camino de regreso a la casa unos tipos me fueron siguiendo y cuando llegué, me enteré que Néstor había ido a «comer con Marta». En la tarde, me fui temprano a la oficina para ponerme al corriente. Don Panchito como siempre me espiaba en el baño y yo asumí el juego tratando de mostrármele cada vez más descarada. Elvira me ayudó a seguir tomando a escondidas en la oficina y salimos juntas de ahí, me acompañó a tomar el camión y nos despedimos.

En el microbús, afortunadamente me dieron un asiento y por fin llegué a la parada de la casa. Me bajé y comencé a caminar, pero en el camino me interceptó el taxista del día anterior y me invitó a subir. Acepté y le pedí que me llevara a comprar tequila, pero él ya traía una botella de Jimador. Estaba tan alcoholizada que después de varios tragos perdí la noción de todo. Desperté como a las dos de la mañana en una caseta de taxis, desnuda, adolorida y con restos de semen en todo el cuerpo. El tipo que estaba de servicio me penetró sin que pudiera resistirme, estaba sumamente ebria todavía y luego me dio mi vestido y me mandó a mi casa con un taxista que sólo me preguntaba si me había gustado.

Llegué al amanecer, Néstor estaba ebrio en la sala y ni se dio cuenta, Juanita ya estaba levantada y muy asustada, la consolé un poco y me metí a bañar. Todo me dolía y estaba sumamente rozada de mi vagina. Ya era miércoles. Juanita estaba espantada, me vio tan mal que decidió no ir a la escuela y quedarse a cuidarme. Lloré en su regazo y ella me acariciaba el pelo maternalmente, pero seguí tomando. Néstor despertó como si nada, se duchó y se fue, no sin antes darnos un beso a las dos. Anita llevó a mi hija a la escuela. Hablé a la oficina y Marta me hizo el paro informándole a mi jefe que mi hija estaba enferma… Platiqué mucho con Juanita mientras seguí bebiendo; vimos videos, le expliqué lo rico que es mamar la verga y que la penetren a una y nos masturbamos juntas. Me sorprendió el chorrote de su venida que mojó mi lugar en la cama.

Por la tarde llegué a la oficina temprano, solo estaba Don Panchito. Quise jugar con él, me metí al baño para que me espiara, pero me calenté tanto, que le hice una trampa y lo sorprendí masturbándose en la bodega. Se sacó tanto de onda que se le bajó de inmediato. Yo de cabrona le pregunté que qué estaba haciendo mientras sostenía su verga en mi mano izquierda. Me agaché y le pedí que se acercara, me hinqué y se la mamé hasta que se vino, pero eso sí, le creció bastante y yo me satisfice cuando él se puso a mamarme las chichis y la panocha. Me vine en su cara y le pedí que no le dijera a nadie. A los cinco minutos comenzaron a llegar los demás.

Mi jefe no llegó esa tarde, Don Panchito se desvivía en atenciones conmigo y Elvira me vio tan cruda que me cubrió para poder irme temprano a mi casa. En la noche se la mamé a Néstor como siempre, me di cuenta que llevaba restos de caquita de mi comadre, pues él me comentó que había estado con ella, pero no me importó.

Me fui a dormir muy temprano mientras Néstor se quedó a platicar y cachondear con Anita y Juanita. Mientras me dormía, pensé en don Panchito, recordé que al día siguiente iba a ver a los maestros del Internet y que el viernes llegaban mi hermana y mi cuñado. Me sobé un poco la vagina y me quedé bien dormida. El jueves sería otro día.

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