Las vecinas del tercero

Todo sucedió un caluroso día de verano en un pueblo de las afueras de Barcelona. Esto es una historia real que me sucedió a mi y pocas personas lo saben. Soy completamente consciente que al publicar esto aquí lo leerá mucha gente, pero como poco, nadie adivinará quién lo a escrito. Una vez leído puede que pase como una historia mas de las que aquí se cuentan, pero para mí fue toda una experiencia que sin duda daría lo que fuera por vivirla de nuevo.

Eran mas o menos las diez de la mañana cuando yo salía de mi casa para ir de compras a un supermercado de los alrededores. Al pasar por delante de la estantería de las conservas pude ver al otro lado una muchacha de no mas de 20 o 25 años agachada cogiendo un paquete de arroz. Eran estanterías de esas de tipo mecano sin paredes divisorias, de manera que se podía ver lo que sucedía al otro lado. Aprovechando que ella estaba en esa posición yo hice lo mismo. Justo delante de mí pude observar las piernas de esa chica lo suficientemente abiertas como para verle las braguitas. Eran de color blanco y aprecian de esas diminutas tipo tanga. Tenia unas piernas preciosas, de las de muslo generoso y rodillas redondas y bien formadas. Creo que se percató de que la estaba observando, se levantó de golpe y se marchó. Solo me quedé con una característica especial de su largo pelo rubio y es que tenia un mechón teñido de azul.

Me marché a mi casa con la compra hecha y desayuné. Al cabo de un rato de estar holgazaneando decidí bajar al jardín comunitario donde tenemos una piscina. Me puse a tomar el sol y de vez en cuando me bañaba. En una de las muchas veces que me levanté para darme un chapuzón, oí un grito sordo que provenía de mis espaldas. Al girarme me encontré a dos chicas y un niño de unos 4 años a unos 10 metros de distancia. Me acerqué para ver lo que sucedía ya que me llamó la atención ver a una de las chicas tumbada en el suelo y de espaldas mientras la otra le hacia algo en los muslos.

Al llegar a la altura de ellas pregunté lo que sucedía y que si podía ayudar ya que era doctor, joven y sin trabajo, pero doctor. (Ahora si que tengo). Una de ellas me miró con expresión incrédula y me dijo que no ocurría nada, pero la chica del suelo parecía estar algo mareada. Yo insistí y le pregunté a la chica del suelo si necesitaba ayuda. Observé como su respiración era agitada y descompasada. Mi experiencia en trabajos de campo me decía que esa reacción era conocida para mí. Le hice unas preguntas para saber que le sucedía y finalmente me dijo que le habia picado algún insecto en las piernas y que no se encontraba bien. Le intenté dar la vuelta para ver como respiraba y le pregunté a su amiga donde vivían. Me dijo que en el tercero y yo insistí en que la debíamos subir cuanto antes. Ellas accedieron y casi la tuve que llevar en brazos. Iba vestida con unos pantalones cortos color amarillo y una camiseta bastante larga de color blanco. Al llegar a su casa le pedí a su amiga que me indicara donde tenia su habitación, pero ella misma antes de que su amiga respondiese me indicó el camino. La tumbé sobre la cama y pedí que me trajeran una toalla empapada en agua fría. A ella le pregunté que si era capaz de decirme donde le dolía. Solo fue capaz de señalar con una mano las piernas y yo le dije a su amiga que debía intentar descubrir el motivo de su estado. Les dije que tenían dos alternativas, llamar a un médico o dejarme bajar al segundo piso que era donde yo residía para subirles mi diploma y demostrarles que no les estaba tomando el pelo. Ella medio atontada me suplicó que no llamara a nadie y que hiciese algo. Así pues le subí la camiseta hasta la altura de los pechos dejando al descubierto su precioso y liso vientre. Empecé a explorar sus piernas desde los tobillos para encontrar una posible respuesta a su estado. No pude observar nada extraño hasta que llegué a la parte alta de su muslo izquierdo, en esa zona pude observar un ligero hinchazón. Le comenté que tenia que sacarle los pantalones para poder ver con mas claridad lo que sucedía y ella accedió. Al bajarle los pantalones me di cuenta de que no llevaba bañador ni bikini si no unas diminutas braguitas que apenas le cubrían su precioso bosquecito. Al recuperarme un poco de la visión pude observar en la ingle un punto rojo bastante hinchado y le dije que abriera un poco las piernas para ver mejor. La parte trasera de sus braguitas estaba completamente metida en su rajita y entre las nalgas. Aquel panorama me dejó excitado y empalmado. Dado que la zona era delicada intenté apartar un poco con mis dedos la diminuta pieza de ropa que se metía en su vagina. Me quedé acojonado al ver que de entre la ropa y sus labios mayores apareció el cadáver de una avispa de esas que tienen el tórax y el abdomen separados por un conducto. Son bastante peligrosas ya que no pican pero muerden y su mordedura es peor ya que con ella inyectan veneno. Por sus síntomas llegué a la conclusión de que se trataba de un cuadro alérgico. Me fui rápidamente a mi casa a buscar una medicina, que no diré su nombre, y se la suministré. Me quedé observando la zona afectada un par de minutos y le di un pequeño masaje que más que bajarle la hinchazón la puso chorreando. Muchísimo trabajo me costó agauantarme y no fundir mi boca en su coñito para secar sus fluidos.

Les dije que me iba a mi casa y que si necesitaban alguna cosa no dudaran en pedírmela. Al llegar a mi casa no pude evitar tumbarme en el sofá y hacerme una paja descomunal pensando en el cuerpo de aquella chica.

Habían pasado un par de días cuando por la tarde hacia las cuatro sonó el timbre de la puerta. Al abrirla me encontré con dos chicas de frente que me saludaron y me pidieron pasar al interior del apartamento. Al primer momento no las reconocí pero rápidamente me di cuenta de que una de ellas era la amiga de la accidentada. Las invité a pasar gustosamente y las acomodé en el sofá. Yo me senté en una silla apoyando el pecho contra el respaldo. Les pregunté por ella… se me quedaron mirando y una de ellas respondió;

muy bien… ya no te acuerdas de mí?

Yo me quedé unos segundos mirándola cuando de repente descubrí su mechón azul.

¿…eres la del «super», no?

¿de que «super» me hablas…?

¿tu no estabas comprando en el supermercado hace dos días?

Si… pero también hace los mismos, estaba tumbada en la cama.

Yo me quedé alucinado. No me había ni fijado en ella cuando la tuve postrada en la cama, mis ojos solo se quedaron con aquella preciosa rajita empapada en su miel.

Intenté reaccionar disimulando pero no quedó bien. Se pusieron a reír como dos locas de la situación.

ja, ja, ja… un Doctor que no recuerda a sus pacientes…

no es eso, es que la verdad no me fijé en tu cara, me preocupaba tu estado…

Las dos se levantaron a la vez y me dieron las gracias por las atenciones y que era un alivio saber que tenían un doctor tan cerca. Me dijeron que me lo querían agradecer y que habían pensado montar una cena aquella misma noche en su casa y que me invitaban. Que no apareciera si no era con un par de botellas de buen vino.

No lo pensé dos veces y acepté. Cogí el coche y me fui a una bodega que conozco y allí compré un par de botellas de Protos. Un Ribera Del Duero bastante bueno.

Al caer la tarde me pegué una ducha y me vestí con ropa deportiva y cómoda, ya que no tenia ni idea de cuales eran sus planes después de cenar. En todo caso estaba a un minuto de mi casa. Hacia las ocho y media decidí que ya era buena hora para subir y así lo hice. Llamé a la puerta y me abrió su amiga a la que llamaré Marta. Iba vestida a base de toallas, salía de la ducha. Me invitó a pasar y acomodarme. Cogió las botellas de vino y se las llevó a la cocina. Al caminar hacia la cocina advertí que debajo de esa toalla se encontraba un cuerpo que era para terminar con cualquiera. Me habló desde la cocina indicándome que su amiga, que llamaré Ana, estaba vistiéndose en la habitación donde solo hacia 48 horas la había tenido prácticamente desnuda ante mí.

Puse en marcha el televisor y casi me da algo… resulta que al ponerlo en marcha apareció la imagen de una película que debía tener doce x, ya que era una pasada. Me di cuenta inmediatamente de que se trataba de un aparato de esos que llaman «combis», que llevan el vídeo incorporado y si al ponerlos en marcha hay una cinta, se pone en play automáticamente. Marta lo vio y me dijo que no me cortara y la dejara puesta si no me molestaba. Yo negué con la cabeza sin mediar palabra y la dejé.

Me empecé a poner nervioso imaginando que lo que esa noche podía suceder en ese apartamento. De pronto apareció Ana. Iba vestida con un vestido blanco muy ajustado que dependiendo de la luz que recibía, transparentaba lo justo como para imaginar muchas cosas. Se sentó a mi lado y me preguntó que si me gustaban ese tipo de películas y yo le respondí que dependía del momento, del lugar y sobre todo de la compañía. Se quedó pensativa y mirando como en pantalla un tipo le metía a una chica toda su verga en el culo. De pronto se levantó y se puso delante del televisor, de espaldas y con la espalda agachada mostrándome su trasero. Mientras toqueteaba el vídeo pude advertir, dada su posición, que no llevaba ropa interior y se le transparentaba por completo todo su culito. La imagen era escandalosamente excitante. Yo cada vez estaba peor…

Apareció Marta, con el mismo vestido, pero en azul turquesa. Tampoco llevaba ropa interior, ya que en aquel color las transparencias eran todavía más evidentes. Me sentaron en la mesa y me preguntaron si prefería carne o pescado, a lo que yo respondí que el tipo de vino que había traído no era para comer pescado. Decidieron pedir unas pizzas. –lástima de vino – . El tipo de las pizzas no tardó en llegar. Ellas las recogieron y pagaron. Las comimos mientras nos contábamos nuestras vidas y nos reíamos de lo sucedido hacia dos días. Una vez roto el hielo nos hablábamos ya como si nos conociéramos desde hacia años incluso de vez en cuando las manos tocaban los cuerpos acompañando expresiones verbales de coloquio. Se bebieron prácticamente ellas dos solas las botellas de vino y cogieron un puntito por la poca consistencia alimenticia de las pizzas. De repente Ana se me quedó mirando con una expresión especial y me preguntó que me apetecía hacer en aquel momento. Es posible que mi mutismo y mi mirada le transmitieran lo que en aquel momento estaba pensando, ya que casi sin darme cuenta me la encontré pegada a mis labios. Aquello me dejó de piedra pero reaccioné rápidamente y mis brazos se apoderaron de su cintura como dos tentáculos.

Marta se levanto de la silla y soltó un «vaya con el doctor» y se puso de rodillas en el suelo. Casi sin darme cuenta me quitó los pantalones y empezó a masajearme mi polla que ya estaba tiesa como un palo. La sacó de los calzoncillos y la empezó a chupar.

Mientras yo por un lado estaba explorando toda la anatomía de Ana y por otro pensando, «madre mía lo que se me viene encima». La verdad es que todos los hombres tenemos por costumbre alardear de nuestra virilidad, pero a mas de uno quisiera ver yo delante de un panorama como ese con un par de hembras que parecían caballos desbocados. La verdad, porqué no reconocerlo, da miedo.

Casi a peso me levantaron entre las dos de la silla y me condujeron a una habitación donde había una enorme cama de matrimonio y allí me tumbaron y desnudaron por completo. Todo debía estar planeado de antemano ya que tenían música de fondo puesta a un volumen muy bajito. De pronto las dos a la vez como algo ensayado previamente, de desnudaron y se quedaron frente a mi de perfil. Empezaron a besarse y meterse mano mutuamente iniciando una especie de ritual erótico que me puso enfermo. Casi sin darme cuenta me estaba masturbando. Se tumbaron en la gran cama y continuaron tocándose una a la otra para acabar en un 69 fantástico. Me di cuenta de lo preciosos y bien hechos que tenían los cuerpos. Ana tenia unos muslos y un culo de locura y marta poseía unos de los senos más bonitos que he visto en toda mi vida. El pelo de Ana se enredaba entre las piernas de Marta, ya he comentado que lo tenia largo y rubio, mientras que el de Marta era también rubio pero más claro y media melena. Marta era más guapa que Ana mientras que esta tenia un cuerpo mucho mas bonito, todo y que las dos no tenían desperdicio, pero al tenerlas juntas, podía hacer comparaciones. Ana salió de encima de Marta y se fue directa a mi erecta polla para empezar a chuparla con frenesí, parecía como si tuviera ansiedad o que hiciese mucho tiempo que no lo hacia. Yo me agarré a su cabeza y la acompañaba con fuerza metiéndosela y sacándosela de su experta boca, en algún momento me parecía tocarle la garganta con la punta. Mientras Marta, se levantó de la cama y hurgó en una mesilla de noche para aparecer con una especie de polla de látex gorda y larga con un capullo en cada extremo. Se puso detrás de Ana y después de impregnarla con sus fluidos la empezó a penetrar cogiendo aquello con las dos manos. Aquel aparato debía medir unos cuarenta centímetros. Cuando se la había metido un trozo la dejó colgando, se puso con las piernas abiertas delante de ella y se la empezó a meter hasta que los dos chochitos se encontraron y empezaron a moverse en círculos. Ana dejó de chupármela para empezar a jadear al mismo ritmo que Marta hasta que estallaron de placer. Al acabar marta se puso encima de la cama y me pidió que la follase, yo lo hice. Al metérsela note algo distinto que me dio mucho placer y es que Marta tenia una forma curiosa de contraer los músculos vaginales, de forma que proporcionaba un placer increíble. Ana se puso encima de Marta y frente a mí, de forma que mientras yo la besaba, Marta la lamía. Ana se salió de encima de Marta y se puso a cuatro patas ofreciéndome su precioso culo y entonces me dijo; ahora me toca a mí. Yo la empecé a penetrar y no aguanté más de tres minutos ya que estallé dentro de su vagina. Noté como salía una cantidad de leche bestial debido a la fuerte excitación acumulada. Mientras me reponía ellas continuaron su juego, agarraron otra vez el aparato de látex y tomando el mando Marta se lo empezó a meter por el culo a Ana. La visión de esa penetración hizo que se me volviera a poner dura. El culo de Ana era precioso y quise participar en el juego, de manera que agarré yo aquel miembro artificial y lo metía y sacaba del culo de Ana mientras ella arqueaba la espalda y gritaba de placer. Entonces Marta me lo arrebató sin sacarlo de dentro de Ana y se puso de espaldas a ella, de forma que sus culos quedaron uno frente al otro. Marta me pidió que le metiera el látex en su culo. Así lo hice. Una vez le había introducido la punta ella lo agarró y se lo empezó a penetrar hasta que sus culos se tocaron. Era un espectáculo difícil de describir. De pronto la dos se incorporaron y se quedaron de rodillas, espalda contra espalda con aquella polla entera dentro de sus culos y empezaron a moverse como masajeándose. Yo me puse al lado de ellas y agarré un coño con cada mano y empecé a masturbarlas. Cayeron las dos extasiadas encima de la cama. Entonces yo que ya no aguantaba más agarré a Ana por las caderas y de un golpe seco le metí toda mi polla en su culo que permanecía completamente dilatado. Empecé a embestirla salvajemente provocando que empezara a gritar de placer. Ana por su lado empezó a comerme mi culo y hizo algo que antes nadie había hecho, me metió dos dedos. Yo al notarlos me estremecí un poco pero al momento ya no me molestaba. De dos pasó a tres y al rato, los sacó. Yo continuaba penetrando aquel precioso culo sin compasión y apretando cada vez mas y mas. Ana no paraba de moverse y gemir de placer. De pronto noté que Marta se movía por debajo de mis piernas i pude ver como de nuevo tenia agarrada aquella temible polla artificial. Se la metió a Ana por la vagina, lo que originó que gritara como una posesa. No paraba de meter y sacar el látex de su conejo y yo la seguía embistiendo por el culo, cuando de pronto sucedió algo inesperado, sin previo aviso marta agarró el otro extremo de su polla artificial y la metió de un golpe seco en mi virgen culo. No pude evitar un grito de dolor y placer al mismo tiempo, sentir aquello dentro de mi, tener a Ana completamente enculada y ver el otro extremo de la polla artificial en el coño de ella, hizo que me corriera de nuevo de forma salvaje.

Los dos caímos extasiados encima de la cama. Marta se dedicó a limpiar la leche que quedaba en mi roja polla, al terminar cogió la suya de látex y se la metió en el coño, empezó a meterla y sacarla un ratito hasta que la dobló y se metió el otro extremo por su culo. Ana la cogió y se la metió y sacó, hasta que se corrió. Los tres nos quedamos dormidos en esa monumental cama.

Al día siguiente nos levantamos y nos duchamos juntos, poco después desayunamos y hablamos cerca de una hora de la noche pasada. Les confesé que nunca lo había pasado tan bien y que dudaba que se repitiera con nadie algo similar. Ellas me respondieron que se repetiría cuando quisiera. Fue antes de marcharme cuando me confesaron que eran pareja desde hacia cinco meses, que Ana en verdad se llamaba Juan y el verdadero nombre de Marta era Javier. Estaban operadas y tenían a un niño peruano de 5 años en adopción. Os podéis imaginar como me quedé… La vida te da sorpresas.