Soy un hombre casado con una hermosa mujer diez años menor. Como yo, ella también es una profesionista con una vida social muy activa.
Hace no mucho descubrí, no sin sentir dolor en mi orgullo de hombre ofendido, que mi esposa, durante nuestro matrimonio ha tenido muchos amantes.
¿Cómo lo descubrí?, en realidad creo que fue a partir de la ocasión que voy a compartirles.
En esa ocasión, le pedí a mi esposa que me acompañara a una cena-baile, de la empresa en donde trabajo. Quería que se pusiera bonita para dar una buena impresión a mis compañeros de trabajo.
Esa noche, vi que se aplicó especialmente en su arreglo.
Se maquilló muy bien y se puso un vestido que dejaba al descubierto su espalda y apenas cubría sus pechos con una tela tan fina, que se notaban sus pezones embelleciendo su anatomía firme y sensual. El escote era pronunciado, prácticamente hasta la cintura.
Me di cuenta que no se puso bragas, solo una finas pantimedias, que no impedían que sus curvas se perfilaran delicadamente a lo largo de su cuerpo.
Salimos, le abrí la portezuela del coche y me ofreció una visión impresionantemente bella de sus largas y bien formadas piernas.
La verdad me sentía excitado con mi esposa y pensé decirle que mejor nos quedáramos en casa, pero rechacé la idea.
Al llegar al evento, hice las presentaciones correspondientes y vi que el ingeniero Gómez, miraba fijamente el cuerpo de mi esposa cuando se quitó el abrigo.
Un poco molesto por esa mirada insistente, decidí tranquilizarme para no hacer nada que pudiera afectar mi trabajo.
Durante la cena noté una pronunciada coquetería de Beatriz hacia el ingeniero Gómez.
Le sonreía y descaradamente le tocaba las manos y no hacía esfuerzos por ocultar sus pechos cuando se abría, como por descuido, el escote de su vestido. Yo estaba ahí, pero como si no estuviera.
Estaban enfrascados en una intensa plática y yo sentía que estaba de más. ¡Dios!, sufrí un golpe a mi ego. No podía hacer nada porque, el ingeniero es una persona crucial para mi contrato en esa compañía.
Después de la cena, el ingeniero se puso de pie y sin dirigirme la mirada me pidió bailar con mi esposa, con desdén y asumiendo de antemano que no había duda de que bailaría con ella.
En la pista de baile, vi que la tomó descaradamente de la cintura y poniendo su mano en la desnudez de su espalda empezó a moverse pegando su pelvis en el vientre de mi esposa.
Sentí la mirada comprensiva de los compañeros, el ingeniero hacía gala de su poder, acariciando delante de todos a mi esposa.
Sentí una corriente de dolor, cuando el ingeniero se acercó a su cara y empezó a besarle el cuello y los lóbulos de las orejas.
Mi esposa, sin recato y sin importarle que estaba haciendo quedar en ridículo con mis compañeros, le rodeó su cuello con sus finos y hermosos brazos.
No pude dejar de notar la sortija de matrimonio brillando en sus finas manos, que ahora abrazaban a otro hombre.
Más dolor sentí cuando observé que con movimientos sensuales, su vientre acariciaba el pene del ingeniero.
No pude resistirlo, salí un poco del lugar y me dirigí al sanitario. Allí, me sentí en unos de los cubículos y encendí un cigarrillo pensativo y triste.
No sabía qué hacer. En eso estaba, cuando entraron dos de mis compañeros que no se dieron cuenta que me encontraba ahí. En eso palidecí al escuchar sus comentarios:
¿Ya viste el culo de esposa que tiene el cabrón de Juan José?
Sí, guey, está cachondísima la pinche vieja. Mamacita, yo no le perdonaba una buena cogida.
Puta, ni yo. ¿Te fijaste en el vestido que trae? No deja nada a la imaginación.
No mames, casi anda encuerada, se le ven todas las tetas y de cincho que no trae ni calzones. Está buenísima. Si hoy no hay nada, me haré una pajas nomás acordándome de lo buena que está.
La verdad me da lástima con el Juan José, hasta se me paró la verga nomás de ver como se la está fajando el ingeniero. ¿Te fijaste que la trae hasta la chingada de caliente?
Si se ve que es una vieja putísima. De seguro se la va a coger el inge antes de que se termine la fiesta.
Al salir los compañeros, sintiendo un coraje tremendo, volví al salón, decidido a llevarme a Beatriz a casa, aunque fuera a la fuerza.
Pero, me llevé una sorpresa porque no estaba en la pista de baile. Nadie me supo decir en dónde estaba. La gente con pena me decía que la esperara, que pronto regresaría, que seguramente estaba en el aseo.
Salí a buscarla, pero me quedé petrificado cuando vi que un pasillo contiguo a los sanitarios de hombres, estaba el ingeniero y mi Beatriz.
Ella tenía las tetas de fuera y el ingeniero se las mamaba y acariciaba, mientras Beatriz le agarraba su tremendo pene, acariciándole de arriba abajo.
Dios mío, pensé, ¿será capaz de cogerse a mi esposa, que hasta ese momento la consideraba una mujer fiel y recatada, casi a la vista de todos?
Me metí al baño, sin atreverme a interrumpir la escena. Me sentía mareado de impotencia y emociones encontradas. En eso, sentí que la puerta se abrió y entró mi esposa y el ingeniero a uno de los cubículos y con apresuramiento lo cerraron.
Me quedé boquiabierto, no podía pensar ni actuar, estaba paralizado de coraje y decepción. La libertina ni siguiera me vio cuando se metió con el ingeniero en el pequeño espacio.
Me asomé disimuladamente y con cuidado por encima del cubículo del toilette. Vi que mi esposa le acaricié el tremendo instrumento.
Evidentemente mucho más grande que el mío. Se lo empezó a mamar, y pensé que a mí se resiste a mamarme la polla, siempre con pretextos.
Se lo metía hasta la garganta y gemía de placer.
Claro vi cuando los chorros de semen la inundaban, prácticamente se tragó todo su contenido y solo pude ver grandes gotas blancas en sus finos labios. Se desabrochó su vestido y se sentó en el toilette abriendo las piernas, suplicándole al ingeniero que le mamara el clítoris.
No ocultó los gritos de su orgasmo.
Claramente escuché que le comentaba que nadie la había hecho sentir orgasmos tan intensos. El ingeniero le pregunto si conmigo y ella dijo, con él menos que con nadie.
Palabra que eso me sigue taladrando mi orgullo de hombre.
En esa posición vi que la enorme verga, del ingeniero, se introducía lentamente en su vagina. Gritaba de placer, mmmmmásssss, másssss, me vengo, que riccooooo, me encanta que eme cojjjaaaanan a assiiiii, me encantan las vergasssssss, no como la de mi mariddodooooo, mássssss , másss.
No le importó a la muy puta si había en ese momento hombres en el baño.
Cambiaron de posición y observé que abría las piernas para recibir ese impresionante instrumento. Me parecieron siglos, en mi interior deseaba que ya pasara el tiempo y yo, sin poder moverme me tragaba mi dolor.
Al terminar de follar regresaron al salón, al poco tiempo llegué y me encontré con una cínica expresión de alegría en la bellísima cara de mi esposa.
¿En dónde estabas Juan José? Te andaba buscando para bailar, mi amor.
Me dijo. Cielo santo, qué descarada y puta, se veía. Qué cínico comentario me estaba haciendo, cuando todos sabían que acababa de ser cogida por el ingeniero.
Volvimos a casa.
Me di cuenta que mi esposa iba sin medias y, totalmente desnuda por debajo del vestido.
Me dijo, querido me encantaron tus compañeros. Al llegar a casa, la busqué para comprobar su infidelidad, pero ella se volteó y me dio un amigable beso en mi mejilla diciendo que esa noche ya estaba muy cansada.
Después de esa experiencia empecé a buscar y encontré más y más pruebas de sus infidelidades.