Carolina solicita empleo en un colegio donde imparte anatomía

La historia que les contaré a continuación me ocurrió hace dos años al cumplir los veintitrés, edad en la que había decidido marcharme un tiempo de la casa de mis padres para irme a la gran ciudad a estudiar un postgrado en la misma universidad donde año y medio antes había terminado mi carrera.

No fue difícil dejar de nuevo mi hogar pues no tenía lazos amorosos que me ataran a mi lugar de origen.

A pesar de tener muchos pretendientes insistentes, no quería tener novio hasta terminar mis estudios.

No tuve problemas para hallar alojamiento ya que una hermana de mi padre tenia una pequeña casa que usaba para rentar, como en ese entonces ella no tenía inquilinos y sabía de mi necesidad de encontrar donde ubicarme, me ofreció rentármela con una mensualidad prácticamente simbólica por ser su sobrina.

La casita era pequeña pero muy acogedora, mi tía la tenía amueblada con muy buen gusto, en especial me encantaba la sala que estaba completamente alfombrada de color crema y con unos muebles de cuero café, comodísimos donde cada noche me tumbaba a ver la televisión.

Aunque mis padres me enviaban periódicamente dinero, yo sentía la necesidad de trabajar en algo para distraerme, ya que por las tardes al regresar de la escuela y después de estudiar y hacer mis deberes, a veces me aburría mucho.

Un día buscando en el periódico, me enteré de una pequeña escuela preparatoria en donde necesitaban una maestra para impartir clases.

No es por nada pero yo había sido una alumna muy destacada en mis años de secundaria y preparatoria y aún recordaba con claridad muchos de los temas que mis maestros solían enseñarnos.

Pensé que podría tomar el empleo y que sería divertido, así que tome el teléfono y llamé al número que figuraba en el aviso.

Una señorita muy educada me contestó y le pregunté sobre los requisitos que tenía que cumplir para obtener el puesto.

Ella me comentó que les urgía una maestra para impartir la clase de biología en un grupo de primer grado durante tres horas a la semana en el turno vespertino, me preguntó que si estaba interesada en una cita.

Para mí era un reto interesante por lo que acepte. Sabía que tenía facilidad de palabra y que a pesar de ser algo tímida, era muy social como para convivir con los chicos.

Para no hacer más larga la historia, sólo quiero decirles que después de una entrevista me contrataron pues necesitaban con urgencia quien impartiera esa clase. Era un viernes y comenzaría el lunes siguiente por la tarde.

El sábado salí de compras, necesitaba comprar unos libros de biología para repasar un poco la materia, además necesitaría un poco de ropa para dar clases de manera adecuada; generalmente solía usar jeans, minifaldas y ropa cómoda que seguramente no sería bien vista por mis nuevos patrones, así que me lancé a buscar algo más formal.

Todo el día me la pasé de tienda en tienda viendo conjuntos, faldas, blusas etc.

Finalmente al caer la tarde y después de comprar varias cosas vi en el escaparate de una zapatería unas botas negras altas de tacón de aguja muy bonitas, que se me hicieron ideales para combinar con alguno de los conjuntos que había adquirido; así que opté por llevármelas también.

La tarde del lunes llegó y tomé el autobús para ir a mi nuevo trabajo, estaba muy feliz y a la vez nerviosa pues nunca antes había enfrentado a un grupo de jóvenes, pero tenía confianza en que eso no sería mucho problema.

Al llegar, la señorita Felicia que era la directora de la escuela me recibió y me comento que tendría que tener un poco de paciencia pues solía darse el caso de que los chicos del turno vespertino eran mas intranquilos y desordenados que los del turno de la mañana, en especial el grupo que me iba a tocar.

Le comenté que no había de que preocuparse, que yo me encargaría de que todo estuviese bien.

Nos acercamos al salón y en efecto se escuchaba mucho desorden y gritos, no sabía en la que me estaba metiendo. La señorita Felicia entró conmigo al aula y con el fin de implantar orden grito:

– Jóvenes, hagan el favor de regresar a sus asientos y guarden silencio-, los chicos a pesar de tener fama de indisciplinados no dudaban en obedecer a su directora a quien le tenían mucho miedo.

Una vez que todos estaban en sus lugares Felicia comenzó a hablar:

– Les presento a la señorita Carolina, ella impartirá a partir de hoy la clase de biología y quiero que le tengan mucho respeto, cualquier queja acerca de ustedes les causará un problema, espero que se comporten bien con ella-.

La directora me volteo a ver y me dijo: -Miss Carolina, la dejo con su nuevo grupo, se que se portarán bien con usted-, con una sonrisa amable le di las gracias y se retiró dejándome sola con los muchachos.

Recordando mis años más juveniles, decidí aplicar métodos que alguna vez mis maestros utilizaron conmigo y mis compañeros en los primeros días de clases.

Me costó un poco de trabajo mantener la disciplina ese día, ya que mi carácter nunca fue agresivo ni autoritario, yo mas bien era dulce y consentidora.

Comencé presentándome y hablando un poco de mí, después les pedí que me fueran diciendo su nombre, su edad y las cosas que les gustaba hacer para irme familiarizando con ellos.

Descubrí que la mayoría tenían edades de entre 15 y 17 años y que aunque la escuela era mixta todos eran varones.

Los días pasaron y extrañamente mi relación con los alumnos resultó aparentemente buena, no tuve tantos problemas como yo pensaba, lo raro es que a otros maestros les hacían la vida imposible y hasta se escapaban de sus clases.

En cambio conmigo era difícil que alguno no asistiera, por lo mismo, llegué a imaginar que era muy buena dando mi materia.

Después de dos meses, los chicos y yo éramos realmente amigos, la directora y otros maestros no podían creer que todo fuera tan bien entre ellos y yo.

Sin embargo, a pesar de la aparente buena disciplina había un grupo de cinco chicos que presentaban problemas con sus calificaciones; así que un día hablé en privado con ellos para poner un remedio al asunto.

Me comentaron que tenían dificultad para entender algunos temas y que estaban preocupados por un examen que yo aplicaría unos días después.

Debido a lo anterior, se me ocurrió darles clases de repaso el fin de semana pensando que las instalaciones de la escuela estarían disponibles. Fue cuando Benito, el único alumno de 14 años del grupo me dijo:

– Es muy buena idea lo de repasar la materia, pero se que este fin de semana no abrirán la escuela pues van a pintar las aulas y dar mantenimiento, ¿Cómo le vamos a hacer?-, a su vez Jorge preguntó:

– Maestra, ¿y si nos diera clases por la mañanas?-, a lo que yo conteste:

– No puedo chicos, por las mañanas voy a la universidad y no puedo faltar-

– ¡Ya sé-, exclamó Jaime, -¿y si nos reuniéramos en su casa el sábado?, al escuchar esa proposición conteste:

– Pues no se me había ocurrido, más no se si sea correcto pues vivo sola-

– ¡Ande maestra Caro!, no querrá que reprobemos-, sus palabras me hicieron sentir comprometida y sin ponerme a analizar mucho la situación les dije:

– Está bien, pero a las cuatro de la tarde, pues tengo que ir a la universidad por la mañana-

Así entonces la cita quedo acordada. Aunque nunca entraban hombres en mi casa no tenía de qué preocuparme, pues al fin y al cabo eran sólo unos jovencitos que al parecer eran tranquilos.

El sábado llegó, asistiría al laboratorio de informática de la universidad a capturar un trabajo que debía entregar para una clase.

Cuando acudía a la universidad solía vestirme mas cómodamente que cuando iba a trabajar a la escuela, por lo que ese día me puse una minifalda escocesa roja con cuadros negros que me quedaba muy bien, me puse también una blusa negra y al final al escoger que zapatos me pondría, se me ocurrió llevarme las botas negras que tanto usaba con mis conjuntos en el trabajo.

Sorpresivamente al mirarme al espejo, descubrí que con la combinación minifalda-botas me veía bastante sexy, no es por nada pero no soy nada fea.

Mido 1.65m, según mis amigos tengo rostro de muñequita, soy acuerpada, mis senos son grandes y firmes, tengo unas piernas gruesas y bien torneadas, mi piel es apiñonada, mi cabello lacio me llega por debajo de los hombros y es de color castaño bastante claro, aunque en aquel entonces lo tenia teñido de rubio.

Me percate de como las botas hacían resaltar mis muslos de una manera que antes no había visto, me sentía provocativa y ese no era mi estilo, por lo que pensé en mejor ponerme otra cosa pero ya era demasiado tarde.

De cualquier modo al regresar de la universidad me pondría algo más apropiado para recibir a mis alumnos.

Una vez en la universidad, me percaté que me convertía en el blanco de las miradas de compañeros y amigos, me repetían una y otra vez lo despampanante que me veía con mi nuevo look. Julio, uno de mis compañeros más atrevidos, me comentó que tenía un cuerpo de modelo, pero no lo tomé muy en serio.

En verdad me sentí tan asediada esa mañana que casi juré no volverme a vestir así para salir.

Por causa de las continuas distracciones de mis compañeros me atrasé en el laboratorio por lo que acabe a las 3:30PM y no a las 2:00 como había calculado.

Me fui rápidamente a tomar el bus para regresar a mi casa, tenía el tiempo recortado y aún tenía que cambiarme.

El camión tardó en pasar y terminé llegando a mi casa a las 4:15, mis cinco alumnos con los que me había citado ya estaban esperándome.

Sentí vergüenza ante ellos al llegar ataviada como estaba, ya que solían estar acostumbrados a verme vestida de otra manera.

– ¡Maestra Carolina!, ¡qué bien se ve!-, dijo Benito.

– En serio que esta súper guapa-, comentó Jaime. Los otros tres chicos no comentaron nada pero se les veía embobados con la mirada clavada en mí.

Nerviosamente les dije:

–  Disculpen chicos, se me hizo tarde por un pendiente que tenía y además no era mi intención recibirlos con esta indumentaria, planeaba cambiarme al llegar-

Rápidamente saqué las llaves para abrir la puerta y los invité a pasar, una vez dentro les pedí que tomaran asiento en la sala mientras yo iba a ponerme otra cosa.

– ¡No maestra!, quédese ya así, no se ve mal, se ve súper-, me dijo uno de ellos.

Entonces me puse a analizar que ya habíamos perdido como 20 minutos de repaso y por lo mismo acepté iniciar.

Las lecciones que había que revisar hablaban sobre los órganos femeninos y masculinos y la reproducción en el ser humano.

Comencé a tocar el tema y a pedir que me hicieran preguntas.

Con el paso de los minutos algunas de sus cuestiones se tornaron muy pícaras y atrevidas. Jaime me preguntó que si yo ya había tenido relaciones alguna vez, a lo que molesta contesté que no y que no las tendría hasta casarme algún día.

Dentro de mí, reflexioné acerca de eso y pensé en las muchas veces que mis compañeros de la universidad me habían propuesto de manera indirecta acostarme con ellos, así como lo hacían con varias de mis amigas, la verdad siempre los rechace debido a mi moral y a la forma tan recta en que fui educada por mis padres.

Pero eso no hacia que no sintiese de vez en cuando curiosidad y morbo como cualquier otra mujer, y cuando eso sucedía, reprimía dichos deseos tratando de distraerme con otras cosas, como por ejemplo la lectura y el estudio.

La lección continuó y mientras les leía un texto, levanté un poco la mirada descubriendo que mis cinco pupilos no quitaban la mirada de mis piernas cruzadas, fingí no verlos y seguí en lo mío.

Luego me di cuenta que con el tema que estaba exponiendo y la forma en que yo estaba vestida se estaban excitando, ya que poco a poco se fueron formando unos bultos entre sus piernas que trataron de disimular tapándose con sus cuadernos.

Ahí fue cuando capté que hubiera sido correcto cambiarme de ropa.

Comencé a sentir vergüenza y mis mejillas se tornaron coloradas, después tenía todo el rostro rojo de pena. Javier, el más atrevido de todos me preguntó:

– Maestra, ¿por qué se pone tan roja?, ¿Qué le pasa?, ¿acaso le apena el contenido de la lección?-, nerviosamente le contesté que no era eso, más no me atreví a decirle la verdad.

Los chicos al notarme nerviosa comenzaron a excitarse más, estuve a punto de pedirles que mejor se retiraran cuando Jaime comento:

– Maestra, no nos atrevíamos, pero queríamos pedirle un favor-, no atiné más que a preguntar que de que se trataba a lo que Javier contesto:

– Mire Miss, no nos gustan los libros, preferiríamos conocer mejor las cosas como son. Sí, quisiéramos ver como son los órganos femeninos en la realidad y no por medio de ilustraciones-, a punto estaba de reprenderlos y correrlos a todos pero sentí que me faltaba la respiración.

Les pedí disculpas y me metí rápidamente a la cocina a tomar un poco de agua ya que había quedado bien impresionada con su actitud y sus comentarios.

Decidí calmarme y enfrentar las cosas como una mujer adulta, simplemente los reprendería y continuaría con la lección.

Entreabrí un poco la puerta para regresar a la sala y quede verdaderamente atónita e hipnotizada al ver que en mi ausencia se habían abierto los cierres y se estaban tocando sus partes mientras comentaban que seguido se pajeaban en sus casas imaginando fantasías conmigo, por fortuna no me vieron y regresé a la cocina atemorizada.

Pegué mi oído a la puerta y escuche la voz de Benito que susurraba a sus amigos:

– Ya hay que guardarnos las vergas y subirnos los cierres, no vaya a venir la Miss y nos vaya a descubrir-, a lo que Rogelio contesto:

– Sí, sí, sino en que problema nos metemos, aunque ya no me aguantaba las ganas de pajearme un poco, esta buenísima la Miss Caro-

No daba crédito a lo que veía y escuchaba, nunca me pasó por la cabeza que a sus cortas edades pudieran ser tan calenturientos.

No sé que me empezó a ocurrir, ya que mi temperatura se incremento poco a poco, quizá al saberme deseada por cinco hombrecitos que estaban en la sala.

Comencé a excitarme en contra de mi voluntad hasta que no soporté y como acto reflejo me acomodé en una silla y comencé a tocarme bajo la falda y a los dos minutos ya me estaba también tocando los senos. Me desconocía a mi misma pues nunca antes me había hecho algo así.

Estaba tan concentrada en lo mío que no escuché entrar a dos de los chicos a la cocina, sorprendiéndome con las manos en la masa.

–  Maestra, queríamos ver si nos regalaba un poco de agua-, dijo el pequeño Jorge antes de quedarse con la boca abierta al descubrirme al igual que su compañero Javier.

No supe que hacer ni que responder, rápidamente saqué mi mano de mis ropas y fingí demencia.

– No se preocupe maestra, la vimos, pero creo que es normal, a nosotros también nos pasa a veces-

En eso los chicos faltantes se asomaron a la puerta preguntando que qué sucedía a lo que Javier respondió:

– Es que sin querer encontramos a Miss Caro acariciándose-

– Por favor no vayan a decir nada de lo que vieron ni a sus papás ni en la escuela-, les suplique.

– No se preocupe Miss, pero también nosotros quisiéramos que coopere con nosotros-, dijo Rogelio. -Desde que usted llegó por primera vez a la escuela notamos que estaba bien buena y todos los días no paramos de platicar en los recesos lo que daríamos por verla desnuda-, Jorge agrego:

– Le prometemos que no diremos nada si nos enseña tantito su cuerpo-

Me quedé entonces con la boca abierta, estaba metida en un buen embrollo, les pedí regresar a la sala para llegar a otro trato distinto en donde no tuviera que hacer tal cosa.

Ya en la sala los chicos insistían en que les mostrara mis partes, nunca había enseñado nada a nadie, ¿Por qué hacerlo con unos mocosos?, sin embargo sabía que si no cedía, podía llegar a meterme en un problema peor.

Por mi cabeza pasaron muchos pensamientos sobre moralidad que finalmente fueron vencidos por el estado de excitación y morbo que veía en mis pupilos.

Sin control de mí, y sin saber lo que hacia accedí.

– Esta bien-, les dije; -pero sólo me verán un poco y ya, y no dirán de esto a nadie-

Los chicos no creían que se habían salido con la suya. No sé que pasó conmigo, no era yo, actuaba de una manera anormal en mí; quizá por fin vencida por tantos deseos que antes había reprimido con los hombres. Sentí un morbo placentero al saber que expondría mis encantos ante los chicos, más sin embargo no iba a permitir que me tocaran.

Me puse de pie y sin decir más, me bajé nerviosamente un poco las pantaletas blancas que en ese momento ya tenía algo húmedas, levante un poco la parte frontal de mi minifalda dejándoles apreciar mi hermoso triangulo poblado de cabello castaño.

–  ¿Satisfechos?-, pregunté.

–  Oh, maestra que buenota está, ¿nos dejaría tocarla para conocerla mejor?-

Subiéndome de nuevo las pantaletas y tapándome con la falda les dije que eso no sería posible, que el trato estaba cumplido. En ese momento reaccioné y me di cuenta de que había hecho algo indebido sin estar en mis cinco sentidos lo que me empezó a causar arrepentimiento y grandes remordimientos. Entonces Javier se dirigió a mí:

–  Maestra, gracias de todos modos por mostrarnos su intimidad, me preguntaba yo si usted conoce un órgano masculino-, rápidamente conteste algo molesta:

–  ¡No!, ¡por supuesto que no!, como les dije antes, nunca he estado con un hombre-

– ¿Y le gustaría conocer como es uno?-, por dentro esa preguntilla me causó más morbo del que ya tenía, pero no estaba dispuesta a seguir con ese asunto, por lo que decidí a contestar que no pero para cuando abrí la boca dos de ellos ya se habían sacado el pene.

Debía estar horrorizada, pero no fue así, al ver dos penes juntos y por primera ocasión en mi vida, quedé como hechizada.