Soy bastante primitiva, que no te confundan ni mi aspecto de chica buena, ni la ropa que me pueda poner.

A mí no me ganas abriéndome la puerta del coche, que está muy bien, pero me ganas mejor abriéndome las piernas en un oscuro pasillo y empotrándome contra la pared.

Un ramo de flores está bien, pero no lo puedes comparar con el calor de tus manos cuando me agarras por la cintura, suben rozándome hasta mis pechos y juegan con los botones de mi camisa, soltándolos uno a uno, hasta dejarme casi desnuda.

Me vuelvo aún más primitiva cuando te cuelas en la ducha por la mañana, y no me importa ni lo temprano, ni el jaleo que armamos.

Pero si hasta se me olvida lo pequeña que es la ducha de mi apartamento…

Ni siquiera desaparece mi parte animal cuando me dejas sudorosa y rendida en la cama.

No me siento tan mujer, tan fuerte, ni tan libre como cuando follamos como dos posesos, o cuando hacemos el amor, o cuando jugamos con el cuerpo del otro.

Pocas cosas me ponen tan cachonda como el que me mires mientras otro me folla y me hace jadear.

O cuando soy yo la que te observa mientras follas con otra mujer. Los ojos me brillan como a una gata en plena noche.

Mis compañeros de trabajo nunca podrán decir de mi cuando me cabreo con ellos, que estoy mal follá.

Puedo ser tu zorra, tu amante, tu niña mala, tu pecadora, incluso una santa, pero no me avergüenzo.

Soy una perra, y de rodillas delante de ti casi una diosa con tu polla en mi boca.

Puedo ser tu infierno y tu sueño a la vez, pero te prometo que nunca nada intermedio.

Así que tómame como soy.

Eso puede significar que tendrás que ser un hombre más fuerte.

Ten la seguridad de que cuando empiece a ponerte nervioso cambiarás, y te prometo que iré a los extremos.