John abrió la puerta de su casa con un suspiro de alivio, dejando que la familiaridad del lugar lo envolviera. El suelo de madera del pasillo crujió bajo sus pies, un sonido que normalmente le resultaba reconfortante, pero esa tarde parecía resonar con una extrañeza inquietante. Se dirigió hacia su habitación, la mochila colgando de su hombro, pero se detuvo en seco al escuchar un ruido sordo y rítmico proveniente de la habitación de sus padres. El sonido era inconfundible, un vaivén que no encajaba con la tranquilidad que esperaba encontrar al llegar a casa.

Su corazón comenzó a latir con fuerza, una mezcla de curiosidad y nerviosismo lo impulsó a acercarse a la ventana entreabierta de la habitación. El aire estaba cargado de una tensión que no podía explicar, como si el propio silencio de la casa estuviera conspirando para revelarle algo que no estaba preparado para ver. Con cautela, se asomó por la rendija, sus ojos ajustándose a la luz tenue de la lámpara de noche que iluminaba la habitación.

Lo que vio lo dejó paralizado. Sebastián, su amigo de toda la vida, su compañero de equipo, estaba sobre la cama, su cuerpo sudoroso brillando bajo la luz cálida. Sus músculos se tensaban y relajaban con cada embestida, su polla dura y venosa desapareciendo una y otra vez en el coño húmedo de la madre de John. Ella se contoneaba debajo de él, sus gemidos llenando la habitación, su cuerpo respondiendo con un placer que parecía consumirla por completo.

John sintió cómo su propia polla se endurecía en sus pantalones, una reacción que lo avergonzó y excitó al mismo tiempo. ¿Qué carajo estaba pasando? ¿Cómo era posible que Sebastián estuviera follando a su madre? Su mente intentaba procesar la escena, pero sus ojos no podían apartarse de la imagen frente a él.

A un lado de la cama, de rodillas, estaba su padre. Su boca estaba abierta de par en par, su lengua recorriendo la longitud de la polla de Sebastian, quien le ordenaba con voz firme y dominante que se la chupara. El padre de John obedecía con devoción, su cara cubierta por el miembro erecto y goteante de Sebastian, su expresión una mezcla de sumisión y deseo.

—Más rápido, viejo —ordenó Sebastián, su voz ronca y llena de autoridad—. Quiero que me la chupes como si fuera la última polla que vas a probar.

El padre de John aceleró el ritmo, sus labios deslizándose con desesperación por la polla de Sebastián, mientras este seguía embistiendo a la madre de John con fuerza. La cama chirriaba con cada movimiento, el sonido mezclándose con los gemidos cada vez más intensos de la mujer.

John se sintió dividido entre la excitación y la confusión. Su polla palpitaba en sus pantalones, pero su mente estaba inundada de preguntas sin respuesta. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Qué significaba todo aquello para su amistad con Sebastián? ¿Y qué pasaría con sus padres?

Sebastian se inclinó hacia adelante, sus manos agarrando con fuerza las caderas de la madre de John, sus dedos dejando marcas rojas en su piel. Aumentó el ritmo, sus embestidas más profundas y brutales, su polla golpeando contra el útero de la mujer con cada movimiento.

—¡Joder, Sebastian! —gimió ella, su cuerpo temblando al borde del orgasmo—. ¡Más fuerte, más fuerte!

Sebastian gruñó, su rostro distorsionado por el esfuerzo y el placer. La madre de John gritó, su cuerpo arqueándose mientras alcanzaba el clímax, su coño apretando la polla de Sebastian como si no quisiera soltarla. Sebastián no tardó en seguirla, su cuerpo tensándose mientras se corría dentro de ella, su semen caliente llenando su coño.

Al mismo tiempo, el padre de John seguía chupando con devoción, su lengua recorriendo la longitud de la polla de Sebastian mientras este se vaciaba en su boca. El hombre mayor tragó el semen espeso y caliente, su expresión una mezcla de humillación y éxtasis.

John se quedó paralizado, su polla dura y palpitante en sus pantalones, su mente dando vueltas en un torbellino de emociones contradictorias. La excitación lo consumía, pero también una profunda confusión y una extraña sensación de deseo que no podía ignorar. ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo afectará esto a su amistad con Sebastián? ¿Y qué pasará con sus padres?

La escena quedó en suspenso, el futuro incierto, mientras John se alejaba de la ventana, su corazón latiendo con fuerza. Sus pasos lo llevaron de vuelta al pasillo, el suelo de madera crujiendo bajo sus pies como un recordatorio de la realidad que acababa de presenciar. Su mente estaba en un caos, sus emociones en conflicto, pero una cosa era segura: nada volvería a ser igual.