Las encarnás

Damián sube a ducharse más caliente que el palo de un churrero. Esos siete u ocho alpargatazos que le ha dado su Virgi, le vuelven loco. Le vuelve loco esa actitud de madre severa, dominante y pegona, pero a la vez protectora, siempre protectora.

Cuando se quita la ropa ve la silueta de la suela de la zapatilla de su esposa marcada en su culo, la mayoría de los zapatillazos han caído en el mismo sitio y se le ha quedado marcado. Eso le excita aún más. Empieza a ducharse, se lava la cabeza, se enjabona y empieza a darse gel por todo el cuerpo, se enjuaga la cabeza y con el gel que queda empieza a acariciarse. No puede remediarlo, piensa en su mujer, en ese baby tan sexy que lleva, en sus curvas, en sus zapatillas, en su genio, en sus ojos que echan fuego mientras le amenaza o le castiga y también piensa en su cuerpo, en sus tetazas preciosas, en lo gata que se pone mientras se follan, en lo sumisona que se pone cuando quiere su bibe, o cuando busca las rodillas de él, o la zapatilla de su marido. Es tan caliente, tan sensual, tan maravillosa…

El agua de la ducha caía por su cabeza y con su mano derecha se estaba haciendo una paja monumental, con cuidado de no correrse porque esa leche era para su amada, pero de pronto oye:

– ¿¿SE PUEDE SABER LO QUE ESTÁS HACIENDO?? ¡¡SERÁS MARRANO!!.- Cuando estaba cabreada, gritaba siempre.

Damián no había oído llegar a su esposa y cuando abrió los ojos la tenía en jarras delante de él, con el moño bien alto y dando pataditas con su zapatilla en el suelo.

Llevaba unas zapatillas que a su marido le volvían loco, eran abiertas por detrás, granates y suela de goma amarilla. Virginia las llamaba las «encarnás», por su color, pero lo cierto es que picaban como demonios, escocían y dolían como pocas y todo parecía indicar que pronto iban a entrar en escena, al menos una de ellas.

– Cuca, que joder que susto, si ya he terminado.

– ¿HAS TERMINADO VERDAD? ¡¡CIERRA EL GRIFO Y SAL «PA» FUERA ANDA!!

– PERO CIELO, QUE NO HE HECHO NA ¡MIRA!

– ¿SALES TÚ O TE SACO YO? -Y sin esperar respuesta, Virginia dio una patadita y saliendo su zapatilla disparada, y acto seguido la recogió del suelo como un rayo.

– VIRGINICA POR FAVOR…

¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!!

Seis zapatillazos seguidos cayeron entre las nalgas y muslos aun dentro de la bañera. La esposa le cogió de un brazo y lo sacó ayudándose de otros cuantos zapatillazos, el pobre esposo iba chorreando todavía, pero no le importó. Entonces empezó una sinfonía de azotes y reproches, uno queriendo esconder el culo, pero la otra encontrándolo con la precisión de una maestra.

– ¡¡AAHHHHHHHHH!! VIRGI, CIELO, ¡¡AUUUUUUUUUU!! ¡¡AYYYYYYYYYY!! QUE VOY A CALAR EL SUELO. ¡¡AHHHHHHH!! ¡¡PARA, POR DIOS, QUE ME MATAS!!

– ¡¡PLASSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! NO TE PREOCUPES QUE YO TE SECARÉ. ¡¡PLASSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! TE JURO QUE TE VOY A SECAR A BASE DE ZAPATILLA ¡¡¡PERO BIEN SECO!!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSS!! GOLFO ¿¿EN QUIÉN ESTABAS PENSANDO, AHÍ, DÁNDOLE AL MANUBRIO?? ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! COCHINO, TE MATOOO ¿¿EN QUIÉN?? ¡¡DÍMELO DAMIÁN!! ¡¡PLASSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! TE MUELO ESTA TARDE ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSS!! ¡¡DÍMELO DAMIÁNNN!!

– MUCHACHA, EN TÍ ¡¡AUUUUUU!! ¡¡AHHHH!! ¿EN QUIÉN VA A SER? EN TíIIIIIIIIIIII. PARA, POR DIOS, PARA.

– MENTIRA ¡¡PLASSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSS!!

Entonces Virginia se paró un momento, dejó a su marido respirar un poco, y de paso ella también. Le tenía arrinconado en el baño, ella estaba frente a él con su zapatilla en la mano, poderosa, se sentía muy poderosa zapatilla en mano, era algo fuera de lo común. Enfrente tenía a su marido al que adoraba, con el culo seco y rojo como un tomate y se veían zapatillazos sueltos por el resto del cuerpo, alguno en los muslos, otros en la espalda… estaba siendo una paliza especialmente dolorosa. Al estar el cuerpo mojado la zapatilla dolía aún más. Además, el ruido se multiplicaba a cada zapatillazo, parecían cañonazos.

– ¿NO ESTARÍAS PENSANDO EN LA VECINA? -Virginia se mordió su labio inferior y levantó su mano derecha armada con su temible zapatilla. Su marido no sabía qué parte protegerse. La zapatilla podía caer en cualquier lado. Al final optó por taparse con una mano la cara y con la otra el culo, entonces la zapatilla cayó en su muslo, no había manera de tapar todo el cuerpo, era como el juego del gato y el ratón, el gato tenía al ratón acorralado y estaba disfrutando.

– ¡¡AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!! NOOOOOOOOO. QUE ESTABA PENSANDO EN TI!!

– ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!! ¡NO ME MIENTAS!

– ¡¡AUUUUUUUUUUUUUUU!! CUCA, TE LO JURO.

– ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS!! NO JURES ¿EH? ¡¡PLASSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSS!! A MI NO ME JURES QUE TE ¡¡PLASSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS!! QUE TE ROMPO EL CULO A ZAPATILLAZOS ¡¡PLASSSSSSSSSSS!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSS!!

Esa tanda de durísimos zapatillazos hizo que Damián cayera al suelo de rodillas, abrazado a las piernas de su esposa.

– ¡¡LEVANTA!! ¡¡PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS!! -Virginia se agachaba para azotar a su marido, al que tenía abrazado a sus piernas. Ella le buscaba el culo y él se lo trataba de esconder, pero la zapatilla caía igual, si no le daba en el culo, lo hacía en la espalda y si no, en las piernas, pero la azotaina no paraba, estaba siendo descomunal.

Entonces Virginia se separó, quitándose a su marido de las piernas, y vio los efectos del palizón. Le estaba desollando el culo, y en el resto del cuerpo se veían docenas de marcas rojas de la zapatilla. Ella pensaba darle la última tanda en sus rodillas, sobre la cama, como hacía habitualmente, pero esta vez pensó que si le daba una de las suyas sobre sus rodillas iba a ser demasiado, así que con la zapatilla aún en la mano y algo más clamada le señaló la habitación y le dijo:

– VETE A LA HABITACIÓN Y ESPÉRAME ALLÍ, QUE HOY TIENES PILÓN… VOY A DUCHARME.

Virginia dejó caer su zapatilla, y empezó a desnudarse. Su marido se levantó y pasó observando a su mujer con ojos de deseo, lo que le valió un último y sonoro azote, esta vez con la mano, a la vez que le guiñaba un ojo y se mojaba los labios con la lengua, como relamiéndose.

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