La farmacia
Eran las 8,30 de la mañana de un frío sábado de 1.974, Antonia se disponía a abrir la farmacia, pero al abrir la persiana se equivocó de llave y al girarla se rompió;
– Dios Santo! Madre mía , cómo me he podido equivocar de llave, ¿y ahora qué hago?
Antonia era una chica de 18 años morena con el pelo negro, rizado, ojos verdes pequeños, de 1,64 de estatura y muy bien proporcionada con pechos y culo suavemente curvados; trabajaba en la farmacia de Doña Carmen desde los 15 años y aunque trabajaba como una burra no cobraba mucho y no era muy bien tratada ,pero al menos era la única que no trabajaba en el campo con la dureza que eso suponía en esas frías tierras castellanas, además su familia estaba en deuda con Doña Carmen porque cuando uno de sus hermanos era muy pequeño tuvo una enfermedad que necesitaba un fármaco que no podían pagar, y la dueña de la farmacia les dio todas las facilidades del mundo, a cambio la madre de Antonia cuando su hija cumplió 14 años se fue al pueblo y le dijo a la farmacéutica:
– Ya sabe usted Doña Carmen que siempre le estaremos agradecidos por lo que hizo con nosotros, y la única manera que se me ocurre de pagarle es que mi Antonia trabaje para usted, mire, es la más lista de mis hijos, sabe de números y de todo y hasta me dijo su maestra que la niña tenía que seguir estudiando pero nosotros somos pobres y no nos lo podemos permitir, ¿qué me dice usted?
– Bueno , pues no sé , así de golpe…. la verdad es que me vendría bien alguien para la farmacia porque…
– No se hable más, mi chica lo hará de maravilla, es muy lista, aunque un poco nerviosa de más , pero estoy segura de que aprenderá rápidamente, además le digo una cosa, si no espabila y usted tiene que zumbarle, le zumba ¿eh? Yo los he criado a base de palos porque si no, no hay manera, ya le digo que no creo, pero si tiene usted algún problema con ella, no tiene más que decírmelo que yo lo arreglo, aunque no creo ¿verdad Antonia?
– No mamá – dijo flojito la chica.
– Bueno y como irá y vendrá, ustedes viven a 5 kilómetros del pueblo- dijo Carmen.
– Ya lo tengo todo pensado , le hemos comprado una bicicleta.
– Muy bien , Carmen empezó a ver todas las posibilidades que se abrían ante ella, y dijo: Pues ya puedes empezar si quieres Antonia, quítate la chaqueta y ponte esta bata que voy a hablar del sueldo con tu madre.
Al final el sueldo fue una miseria y Antonia trabajaba de lunes a sábado por la tarde y algún domingo, la chica era una verdadera máquina , limpiaba toda la farmacia, el almacén contiguo, despachaba con total diligencia, pero a su jefa todo le parecía poco, le hacía ir algunos domingos o festivos para limpiarle la casa, y siempre la maltrató por una cuestión de envidia o celos, pero la aprendiza como la llamaban por entonces pronto se ganó la simpatía y el cariño de toda la clientela, por su simpatía , saber hacer, e incluso un par de veces tuvo que rectificar a su jefa , pero es que no tuvo más remedio ya que el error era muy grave, en una de estas ocasiones le dio un medicamento con penicilina a una niña que era alérgica:
– Perdone Doña Carmen, pero es que esta niña es alérgica a la medicina y esta medicina la lleva.
– Ay muchas gracias cariño , menos mal que está aquí la niña, ¿eh?(dijo la madre de la niña alérgica) En ese momento Doña Carmen estalló y le dio un bofetón a Antonia que le dejó la cara señalada, ya estaba harta de que todo el pueblo hablara de maravilla de su empleada, cuando hasta hacía meses ella era más importante casi el médico.
– Eres una estúpida, impertinente , me tienes desquiciada esta mañana y he estado a punto de equivocarme por tu culpa.
– No le pegue usted Doña Carmen, que es muy buena chica y además la ha sacado de un grave error
– Es que me tiene toda la mañana liada y ha hecho que ahora me equivoque con usted.
– Perdóneme Doña Carmen ha sido culpa mía –dijo Antonia.
– Ahora arreglaremos cuentas tú y yo.
– No pegue usted a la chica que es un encanto-dijo la clienta.
– Adiós buenos días señora Gertrudis- dijo con ironía la farmacéutica.
Era la primera vez que Carmen pegaba en público a Antonia y ésta se puso muy nerviosa, anteriormente le había dado pellizcos, o cachetes por pequeñísimos errores, y también la había insultado diciéndole burra, estúpida, etc, pero nunca le había dado un bofetón y menos en público, pero eso no fue lo peor, cuando se quedaron solas oyó: Pasa para dentro, ¡pero ya! Antonia vio como la figura de su jefa se metía hacia el despacho que estaba contiguo a la propia farmacia; Doña Carmen era una mujerona de 44 años, entradita en carnes, muy guapa de cara, eso sí el gesto casi siempre era severo, tenía el pelo rubio teñido y muy bien peinado y arreglado producto de las 2 o 3 veces que iba a la peluquería por semana, ese día llevaba una falda gris por la rodilla, blusa blanca, y chaqueta beige , ella nunca usaba la bata blanca para distinguirse de sus empleadas, además su calzado preferido eran las zapatillas de estar por casa, debido a su sobrepeso era la mejor para sus pies, le gustaba llevarlas en chancla con el talón desdoblado hacia dentro que junto a las medias le proporcionaban un ligero masaje al andar que le hacía mucho bien para su salud. Cuando Antonia entró al despacho oyó:
– Cierra la puerta, ya va siendo hora de que alguien te enseñe modales.
– Perdóneme seño…
– Ni perdone ni gaitas ya te estás quitando la bata (en ese momento Antonia vio como su jefa dando una pequeña patadita en el aire se sacaba la zapatilla, era una zapatilla típica de cuadros de estar en casa, de felpa, color marrón de dos tonos uno más oscuro que otro ,era de suela de más de un centímetro de grosor con la suela amarilla, la clásica zapatilla que se lleva en invierno gruesa, pesada y abrigada);Antonia se puso coloradísima, siempre que le iban a pegar se ponía así de nerviosa, la verdad es que con la zapatilla sólo le había pegado su hermana mayor ya que su madre lo hacía con la vara y con la correa, era muy dura con ella y con todos sus hermanos. Así pues empezó a desabrocharse los botones de la bata con manos temblorosas y las orejas muy coloradas, estaba temblando de miedo y muy nerviosa no sólo por lo que se le venía encima ,sino por lo que le esperaba en casa si su madre se enteraba de esto.
– ¿Te la tengo que quitar yo? – dijo impaciente Doña Carmen.
– NO , no , no ya voy ya voy ,es que estoy muy nerviosa lo siento mucho
– Los nervios te los voy a quitar yo ahora mismo, venga quítate la falda y apóyate en el brazo del sofá.
Antonia esto sí que ya no lo esperaba, quedarse en bragas delante de su jefa para que esta la azotara la puso definitivamente alterada y empezó a llorar compulsivamente mitad por miedo, mitad por vergüenza; esto fue lo que colmó la paciencia de Doña Carmen que estalló:
– Pero tú eres imbécil ¿o que?- dijo dándole dos o tres zapatillazos en la cara- A mi no me seas llorona ¿eh?, ahora si vas a llorar con motivo toma , toma , toma , toma , toma y toma cuando termine contigo si que vas a llorar con gana PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS , la zapatilla caía por todo el cuerpo de la pobre chica, su jefa la empujó hasta el sofá y allí la colocó bocabajo y le subió la falda ,todo muy rápido y además con gran habilidad con la mano izquierda, fue entonces cuando con su mano derecha empezó a sacudir con duros zapatillazos el culo de su empleada, la zapatilla se pegaba bien a las bragas, además sabía que se podía despachar a gusto, ya que nadie se iba a enterar, encima le tenía ganas a la niñata esa que acaparaba todos los parabienes de la clientela , y por fin para que negarlo se sentía excitada cuando pegaba a otras personas, ya había sentido algo parecido cuando pegó a alguno de sus sobrinos , pero ahora era aún mejor, no tenía que darle explicaciones a nadie, se sentía dueña y señora de esa pobre desgraciada; los alaridos de la muchacha se hicieron casi insoportables y eso que estaba acostumbrada a los rigores de su madre, pero ahora ya llevaba más de 50 duros zapatillazos y la inmensa mayoría el la misma nalga; la salvó la campana (literalmente), la azotaina cesó cuando sonó la campanilla que sonaba al abrirse la puerta de la farmacia.
– ¡ No te muevas de ahí que aún no he terminado contigo! dicho esto dejó caer la zapatilla al suelo y metió el pie lentamente en ella , salió hacia el mostrador atusándose el pelo con la mano derecha ,aunque claramente perturbada tanto por el esfuerzo físico como por la excitación de tener sometida a su empleada, tras despachar rápidamente a una clienta volvió al lugar de los hechos donde vio a la pobre Antonia que no se había movido ni un milímetro recostada bocabajo en el sofá con la falda aún subida y sollozando por la tunda recibida.
– Espero que hayas aprendido la lección.
– Si señora no se preocupe.
– No creo que me vuelvas a rectificar delante de la clientela.
– No señora, nunca más , se lo juro.
– Me imagino que no querrás que tu madre se entere de todo esto, ya sabes lo que me dijo.
– No señora Carmen, por lo que más quiera no le diga nada o me mata , haré todo lo que usted me diga. Todo este diálogo se producía con la señora Carmen paseando por el pequeño despacho con los brazos cruzados y Antonia mirando hacia arriba(ella seguía acostada bocabajo) siguiéndola con la mirada sin perderla de vista ni un momento, más que nada por miedo a ver como reaccionaba y porque creía que era una falta de respeto no mirar a su jefa mientras le hablaba(hasta ahí llegaba la sumisión con los jefes en esa época).
– ¡¡Mira Antonia!!de aquí en adelante, o ésta, (entonces dio una patadita con el pie hasta que la zapatilla salió casi entera de su pie) o tu madre, tú me dirás.
– La zapatilla, señora Carmen, pero no le diga nada a mi madre por favor.
Esa fue la sentencia de muerte de la pobre Antonia, la verdad es que tenía tanto miedo a su madre que pese a la dura paliza que acababa de recibir no dudó en elegir la zapatilla de su jefa a la vara de su madre, así pues rara era la semana que Doña Carmen no le calentaba el culo a Antonia, cualquier excusa era buena, un poco de polvo en un rincón, un fallo en el pedido de los medicamentos, etc, cuando oía la temida frase:”vete al sofá” ya sabía lo que le esperaba…
Pero volvamos al inicio del relato, dos años más tarde cuando Antonia acababa de romper la cerradura de la puerta al equivocarse de llave y se estaba poniendo muy nerviosa como era característico el ella, no sabía que hacer, menuda le iba a armar su jefa, pensó en llamar rápidamente a un cerrajero para cambiar la cerradura, ella pagaría la factura, quería que la farmacia estuviera abierta lo antes posible para apaciguar en lo posible a la temible dueña; llamó a la cerrajería e intentó que se dieran la máxima prisa posible, pero se hicieron las nueve y no llegaba nadie, a las nueve y cuarto la gente empezaba a agolparse en la puerta de la farmacia al ver a la pobre Antonia deambular nerviosa de un sitio a otro.
– ¿Qué ha pasado?, preguntó una vecina.
– Nada, que me he equivocado de llave y al girar se ha roto y se ha quedado un trozo dentro.
– Pues anda que doña Carmen te va a arreglar el pelo.
– Menuda tunda le espera-dijo otra vecina que estaba oyendo la conversación.
Antonia enrojeció hasta las orejas, no sabía que las palizas que recibía en la farmacia eran “vox populi” en todo el pueblo, aunque bien pensado era normal que se supiese porque su jefa le pegaba siempre en el despacho contiguo al despacho de la propia farmacia y no siempre oían cuando entraba alguien, y los gritos de dolor no pasarían desapercibidos a los sorprendidos clientes, además la pobre Antonia en numerosas ocasiones tenía que atender a los clientes con los ojos aún enrojecidos y la voz entrecortada, y aunque nadie le decía nada, lógicamente todo el mundo lo sabía; por fin llegaron los cerrajeros, necesitaron bastante tiempo para cambiar la cerradura, eran más de las diez y media cuando acabaron con su trabajo, en ese momento Antonia oyó una voz por detrás que le heló la sangre.
– Buenos días, que pasa aquí.
– Nada doña Carmen no se preocupe, la factura la pago yo , no se preocupe, perdóneme ha sido culpa mía(todo esto lo decía de forma atropellada y en actitud servil); pero un fuerte bofetón cortó a la pobre chica de golpe.
– Te he dicho que qué pasa aquí Antonia!!!.
– La cerradura, que he metido otra llave y al girar se ha roto y se ha quedado dentro.
– Mira que eres imbécil , te tengo dicho que prestes atención a tu trabajo, pero tranquila que esto no va a quedar así, ahora arreglaremos cuenta tú y yo .En ese momento las dos vecinas que anteriormente habían hecho el comentario se cruzaron las miradas con un gesto de complicidad, como diciendo menuda le espera a ésta.
– Perdóneme por favor-dijo a lágrima viva la empleada-
– Dígame cuánto le debo por favor, le dijo doña Carmen a uno de los cerrajeros ignorando totalmente las súplicas de su empleada.
Tras comprobar las nuevas llaves, pagó la factura y despacharon a unas cuantas clientas que se habían acumulado en la puerta, al rato de quedarse solas dueña y empleada en una situación muy tensa por parte de Antonia, ésta no pudo aguantar más y balbuceó:
– Pégueme doña Carmen
(continuará)