Capítulo 4

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Cuando llegamos al palacete donde vivía la señora Marquesa de Vinuesa de Pinares, tanto Josefa como yo nos quedamos impresionados, los guardia civiles parece que no era la primera vez que estaban allí, pero yo sólo había visto el palacete por fuera, y Josefa según me contó después tampoco había entrado nunca.

Nos hicieron esperar a nosotros dos en un recibidor, mientras que los agentes de la benemérita fueron invitados a un chocolate con churros que olía a Gloria Bendita.

Por fin el ama de llaves salió y nos dijo que la acompañáramos al salón, cuando entramos vimos a la señora Marquesa sentada en un sillón majestuoso, era una mujer de mediana edad, alta, pechugona, con el pelo a media melena y cara de pocos amigos, se levantó, y nos saludó fríamente.

-¿Entonces usted es Doña Josefa?

-Sí señora Marquesa, para servirla.-dijo de un manera visiblemente servil la maestra, que sabía con quien se estaba jugando los cuartos.

-Puedes entrar, dijo con altivez doña Eloísa que era como se llamaba la marquesa

Cuando vimos entrar a Carlota yo me quedé helado, pero a Josefa se le vino el mundo encima, se echó su mano a la boca para sofocar un grito, que hacía esa niña allí, la Marquesa no tenía hijos, cuando su marido murió hacía ya casi 10 años, la dejó viuda y sin descendencia, aunque eso sí con dinero y poder casi ilimitados.

-¿Carlota? Que haces tú aquí?!!!!!

Josefa hizo el gesto de gritar, pero no le salió el grito, sólo después le salió esta frase, no sabía que estaba pasando allí, no podía ser, porqué nadie le había informado que aquella niña tenía algún tipo de relación con la señora Marquesa, lo único que pudo hacer fue implorar perdón con la mirada, pero ya era demasiado tarde.

-Veo que no sabía que Carlota es mi sobrina, doña Josefa.

-Ay, claro que no, no tenía ni la más remota idea, le pido perdón señora Marquesa, y también a ti Carlota, de verdad que no sabía…

-Basta!!!, demasiado tarde, has pegado a mi sobrina como a un animal, es la hija de mi hermano pequeño, el Capitán de navío Juan Andrés Enríquez de Lizón y Sataolalla, amigo personal del Generalísimo, ¿tienes alguna idea de lo que significa eso? ¿crees que voy a consentir que una maestrucha de pueblo pegue a mi sobrina una paliza como si fuera un perro?

Josefa que vio peligrar no sólo su puesto de trabajo, sino que casi su libertad( no sería la primera persona que iba a la cárcel por orden de la señora Marquesa) se tiró al suelo arrodillándose delante de doña Eloísa y su sobrina implorando el perdón y jurando y perjurando que jamás en la vida iba a poner un dedo encima a la pobre chica.

-Demasiado tarde, no sólo perderás tu puesto de maestra, sino que además intentaré que vayas a la cárcel, te aseguro de que te lo pensarás antes de poner la mano encima nunca más a nadie de mi familia.

Josefa se deshizo en lágrimas, lloró lloró ya no sabía como pedir perdón, abrazó los pies de la señora Marquesa que se mostró complacida ante estos gestos de humillación, y entonces se me ocurrió una idea.

-Señora Marquesa, con su permiso,soy Pedro Pérez, maestro también de esta escuela, y si usted me lo permite me gustaría decir unas palabras.

-Adelante, me gusta la gente con educación, y usted se ve que la tiene.

En realidad no le gustaba la educación lo que le gustaba era el servilismo y que le doraran la píldora, pero vayamos al tema.

-Lo que ha hecho doña Josefa no tiene perdón, y tiene que pagar por ello, eso es indudable ( me encantó como me miró desde el suelo, aún arrodillada, y con sus preciosos y grandes ojos abiertos al máximo como diciendo se puede saber que estás diciendo), pero le puedo asegurar Señora Marquesa dos cosas.

-Soy toda oídos.

-Ella me habló desde el principio muy bien tanto de usted como de todo el Marquesado con una devoción que le aseguro que no es nada impostada, y por otro lado, estoy segurísimo, de que si ella hubiera tenido el más mínimo indicio de que Carlota tiene algo que ver con usted, sé a ciencia cierta, que hubiera actuado de otra manera totalmente distinta, ahora bien cometió un grave error, y tiene que pagarlo, y si me permite nuevamente,creo que sé cómo puede pagarlo.

-Sigo escuchándole don Pedro.

-Pues como ella le pegó una buena paliza a Carlota, si usted lo estima oportuno, yo mismo me encargaré de darle una buena azotaina,aquí delante de ustedes, para que de alguna manera pague su pena.

-No puedo decirle que no me guste su idea, pero me parece un castigo leve.

-Si usted me lo permite, esta azotaina se repetirá cada mes, aquí mismo en su casa, hasta que usted quede satisfecha.

-Eso ya me gusta más, pero no será cada mes, será cada semana, y yo diré cuando acaba la zurra, ah, y si yo me entero de que vuelve a tener el más mínimo problema con Carlota, creáme que el problema no se va a arreglar con unos azotes, acabará con sus huesos en la cárcel.

-Carlota puede estar tranquila conmigo Señora, se lo aseguro, y muchísimas gracias, le quedo muy agradecida, gracias de verdad.

-Dáselas a don Pedro tu compañero, me sigue pareciendo poco tu castigo, pero ya he dado mi palabra y mi palabra es ley.

-Gracias de nuevo Señora Marquesa, no se arrepentirá.

-Bueno, cuanto antes empecemos antes acabaremos, Carlota, ven aquí conmigo, quiero que veas el castigo, y que seas testigo de lo que pasa al que se ose meterse con un Enríquez de Lizón.

Josefa se levantó dispuesta a recibir su castigo, yo la miré con la intención de tranquilizarla, pero también tenía que parecer severo de cara a la marquesa, así que empecé a desabrocharme el cinturón, y le dije, inclínate sobre la mesa.

-Si necesita ayuda, Marta, mi ama de llaves, le ayudará, está a su disposición.

-Marta, levántele la falda para que no se le caiga.

La mujer hizo su trabajo de una forma impecable, con una precisión de cirujano, le colocó la falda sobre la espalda para que no pudiera caerse, y tras eso, se dio la vuelta y le agarró las manos a la pobre Josefa, que estaba cada vez más asustada. Yo miré a la marquesa que asintió, doblé mi cinturón en dos y

-SLASHHHHHHHHHHHHHH auuuuuuuuuuuuuuuuuu

SLASHHHHHHHHHHHHHHH ayyyyyyyyyy

SLASHHHHHHHHHHHHHHH argghhhh

SLASHHHHHHHHHHHHHHH ahhhhhhhhhhhhhhhh

Con la presión de tener tanto a la marquesa como al ama de llaves observándome de cerca, no tuve más remedio dar cada uno de mis azotes con más fuerza de la que tenía en un principio pensado, a cada zurriagazo la pobre Josefa se retorcía sobre la mesa, Marta la había agarrado de las manos y la miraba a ella y a mí alternativamente con cara de estar disfrutando cada uno de los azotes.

Mi cinturón de cuero marrón era ancho y maleable, es decir, perfecto para azotar,y pese a que las bragas no eran pequeñas, pronto empezaron a verse marcas alrededor de ellas, sobre todo en los muslos, los tonos rojizos crecían a la vez que la llantina de la pobre maestra.

Le estaba dando una buena tunda a mi amada, pero la cara de nuestra anfitriona no parecía decir que parara, al contrario, cuando llevaba no menos de 50 azotes, hizo un gesto con la mano para que parara y le dijo:

-Marta, bájale las bragas, todos sabemos que una buena azotaina se debe de dar con el culo desnudo.

Cuando el ama de llaves bajó las bragas hasta las rodillas, me quedé sorprendido con el estado de las nalgas de mi queridísima maestra, menuda somanta le estaba dando, no estaban rojas, sus nalgas eran escarlatas.

Seguí con el castigo, ella lloraba y gritaba a cada azote, y puede que exagerara algo, pero también es cierto que le dolía, y mucho, yo me excitaba con el chasquido de mi correa contra su culo, y estoy seguro de que no era el único en aquella sala, el ama de llaves no podía estar gonzándolo más, incluso la vi relamerse, la Marquesa aunque más recatada tampoco podía disimular su fascinación por lo que estaba viendo, y he de decir que incluso la niña no quitaba ojo de la escena.

Pero lo mejor de todo, es que pese a los gritos y aullidos, el dolor, el escozor y todo lo que le estaba provocando la azotaina a Josefa, ella también estaba disfrutando a su modo, pude ver como entre sus muslos bajaba un líquido brillante y viscoso que me hizo aumentar el ritmo y la intensidad de mi brazo para deleite de todas las allí presentes, incluida mi amada, que pese a sus berridos, supe que de alguna manera también estaba feliz, sobre todo porque el que la estaba castigando era su amado.

Estaba a punto de parar la tunda por mi propia cuenta cuando empecé a ver como motitas de sangre surgían de aquellas rotundas nalgas, pero no hizo falta, fue la marquesa la que levantó la mano y dio por concluida aquel primer tremendo castigo.

-Espero que esto te sirva para que veas la magnitud de tu error, y como te he dicho antes, esto no ha terminado aquí, vendréis todos los jueves, y aquí recibirás tu merecido, hasta que yo crea conveniente, ¿está claro Josefa?

-Sniff, muy claro señora Marquesa.

-Marta ayúdala a incorporarse, y dile donde puede asearse un poco.

Mientras que Josefa se adecentaba un poco, la Señora Marquesa me abordó y con cierta coquetería me dijo.

-Me ha gustado conocerle don Pedro, ojalá hubiera sido en otras circunstancias, pero más vale esto que nada.

-Igualmente señora Marquesa, ha sido todo un placer conocerla a usted también.- Me miró como para decirme algo, pero la salida de las dos mujeres del aseo cortó sus pensamientos, y sólo se despidió.

Cuando salimos a la calle, ya era de noche y Josefa me dijo, parece que va a nevar, tendríamos que darnos prisa, pero te juro que no me puedo subir en la bicicleta, tengo que ir andando.

-Lo siento mucho cariño, te he dado una buena paliza, pero ya has visto que no tenía muchas más opciones.

-Lo sé amor mío, y quiero agradecerte lo que has hecho por mí, pero es verdad que me has dado con gana, madre mía que palizón, casi no puedo ni andar.

Entonces la abracé mientras que íbamos andando con nuestras bicicletas en la mano, la abracé, y la besé, la pobre iba casi llorando, tenía mil agujas en el culo que se le clavaban mientras andaba.

Llegamos a un árbol y bajo sus ramas, descansamos un poco, sobre todo por ella, que la pobre sufría a cada paso que daba, allí seguí consolándola, la besé, le acaricié todo su cuerpo menos el culo lógicamente, y poco a poco no fuimos excitando

Al pellizcarle uno de sus pezones, dio un gemido de placer y pegándose a mi cuerpo me dijo.

-Quiero que me folles, que me lleves a tu casa y me folles, el borracho de mi marido todavía no habrá llegado, y hoy te necesito amor mío, te necesito, quiero que me folles otra vez, no puedo vivir sin ti te quiero con toda mi alma.

-Claro que sí cielo, te llevaré a mi casa y allí te follaré, te haré mía, y quiero que lo seas para siempre.

-Siiii, yo tambien lo quiero, quiero ser tuya, ser tu mujer, y tú mi marido, me gusta mucho ser tuya

-Mira ya ha empezado a nevar, vámonos antes de que cojamos una pulmonía

Nos metimos en mi modesta casa alquilada, encendí el fuego, y preparé un café con leche bien caliente para quitarnos todo el frío del camino, y entre el café y el fuego,nos fuimos secando y entrando en calor, Josefa se sentó encima mía entre gestos de dolor debido a la azotaina que le había dado y comenzamos a devorarnos, yo me comí su boca, su cara, su cuello, sus pechos, hasta que llegué a donde tenía que llegar.

No tardé mucho más de tres o cuatro minutos en comerle el coño de una manera salvaje cuando estalló en un orgasmo brutal, tras eso nos volvimos a comer a besos, ella probó sus propios jugos, y me eché sobre ella, dejé caer todo mi peso, y pese a que debían dolerle sus castigadas nalgas no protestó, ella sabía lo que se avecinaba y las endorfinas apagaron cualquier rastro de dolor, al menos de momento.

Me desabroché un poco el pantalón y mi herramienta buscó su cueva como una culebra su escondite, me encantó ver como abría los ojos con una expresión de sorpresa y placer.

-Ayy siiiiiiiii, siiiiiiiii si cariño mío siiiiiiiii fóllame, te lo suplico quiero que me hagas tuya, ser tuya mmmmmmmmm si si si siiiiiiiiiiiiiiiii. Lo siguiente fue penetrarla sin remisión, me gustó la sensación de atravesar primero sus pelos, después sus tejidos, luego su carne, para llegar finalmente hasta su alma, me abrazó con sus piernas y con sus brazos hasta que sus pechos se clavaron en el mío, me gustó morderle el cuello mientras terminaba de hacerla mía.

El desvencijado sofá crujía con cada uno de nuestro vaivenes, el orgasmo fue de los que se van sintiendo poco a poco, fue como un temporal que nos invadió por completo, apenas le pude dar los últimos empellones cuando el tsunami nos cazó de lleno. Demasiado bueno para ser algo prohibido, o quizá por eso mismo fue tan bueno, el caso es que fue un polvazo descomunal tanto fue así que Josefa me dijo.

-Pedro yo quiero estar contigo el resto de mi vida, tenemos que hacer lo que sea, pero yo no vuelvo con el espantajo de mi marido, te quiero a tí, te quiero con toda mi alma, y quiero que hagas lo que sea, pero yo no quiero volver con ese energúmeno.

-Tenemos que actuar con con cabeza cariño, tenemos que esperar una oportunidad.

-Pero que oportunidad…¿como no sea que se muera?

Ambos nos miramos y no dijimos nada, pero pensamos lo mismo.

Continuará… (se admiten ideas).

Continúa la serie