Hola!

Conocí por casualidad este portal de relatos poco comunes y me animé, viendo la cantidad de historias poco convencionales que publican.

Soy madre soltera de dos chicos, una nena de 14 años y uno de 18 años.

El padre no soportó el hecho de tener un hijo varón con síndrome de down y me abandonó a mi suerte.

Llevo sola con mis hijos algo más de ocho meses, tiempo durante el cual me he sentido impotente en muchos aspectos de mi vida.

Por eso acudí al psicólogo, la situación es la siguiente:

El médico que atendió mi embarazo me advirtió que iba a tener un hijo con síndrome de down y que lo mejor era que interrumpiera el embarazo, porque la calidad de vida de los nacidos con esa anomalía genética es bastante difícil.

No atendí su sugerencia, sentía que estaba cometiendo un delito contra un inocente.

Los primeros años de vida de mi príncipe fueron hermosos, es una edad en la que son verdaderos ángeles en la tierra.

El proceso de terapias y tratamientos son los que permiten que su calidad de vida sea muy llevadera.

El problema comenzó cuando Arnold cumplió los XII años, se volvió huraño, retraído, no respondía a las terapias con el mismo entusiasmo de antes, se encerraba en sí mismo y ya no era el niño cariñoso de siempre.

Pensé que era una situación pasajera y que pronto tendría conmigo al ángel sin alas que me llegó.

Pero qué equivocada estaba!

Me empezó a desesperar su comportamiento, se estaba volviendo agresivo, especialmente con su hermana, que, después de mí, era tal vez la persona que más lo amaba en el mundo, casi me estaba arrepintiendo de no haber seguido el consejo del ginecobstetra.

Busqué ayuda con la enfermera encargada de las terapias, pero no supo o no quiso decirme las causas.

De pronto, en una charla con una compañera de trabajo, salió a flote el tema de la sexualidad de los niños y adolescentes, pero especialmente los niños con alguna discapacidad física o cognitiva.

Eso fue una lucecita en medio de mi oscuridad, y decidí abordar el asunto con la psiquiatra de Arnold.

Mi hijo, al parecer y según el concepto de ella, es precoz en ese aspecto, porque a esos niños se les despiertan los deseos después de los XVI años y no antes. Yo no quería explicaciones, quería solucionar.

Le formuló un medicamento para frenar la agresividad y el exagerado deseo sexual.

La medicina funcionó por alrededor de un año, sin contratiempos.

Pero luego volvió a surgir el monstruo y ya los medicamentos no hacían su efecto.

Consulté a través de Google lo que podía hacer en esos casos y la respuesta fue demoledora: había que calmarlo de alguna manera menos científica y más práctica. ¿De qué manera? Pues que tuviera intimidad sexual, preferiblemente con alguien del sexo opuesto.

La sola mención de esa posibilidad me provocó escalofríos de terror.

Le consulté a la psiquiatra el resultado de mis investigaciones, y luego de una reprimenda, me dió algunas pautas antes de recurrir al sexo como solución.

Ejercicios, bailes, caminatas, actividades manuales, todo lo que fuera necesario para mantener ocupada la mente y la libido de mi hijo.

Todo eso funcionó muy bien, prácticamente me tuve que retirar de trabajar para estar pendiente de Arnold, y durante unos buenos meses el tema parecía solucionado.

Pero iba llegando a la temida edad de los XVI años, etapa en la cual el problema iba a ser más difícil de controlar. En este punto debo decir que mi hijo físicamente no es muy alto, pero tiene un cuerpo muy bonito y fuerte. Me daba pavor que hiciera uso de esa fuerza para someter a alguien en los momentos de sus crisis.

Nuevamente a sus controles por psiquiatría y de nuevo a buscar soluciones.

Ví a la doctora bastante evasiva con el tema de la ayuda íntima a mi hijo, su sugerencia es más medicamentos, pero ya no le ví resultados luego de unos días de tratamiento farmacológico.

Seguí investigando por mi cuenta y encontré en facebook un grupo dedicado a los niños con esta anomalía, pregunté por encima algo relacionado con el tema que me preocupaba, entonces surgió una madre, una amiga desde ese instante y me recomendó que yo era la que debía ayudarlo ¿Acostarme con mi propio hijo? Eso jamás!

En medio de risas me aclaró que no se trataba de hacerlo con él, sino de darle, literalmente hablando, una mano a mi hijo en momentos de sus crisis. Aunque quedé más tranquila, tardé muchos días en asimilarlo, no era nada fácil, en lo absoluto. Lloré mucho, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí, pero haría cualquier cosa con tal de verlo sano y feliz. Una mañana desperté y lo ví en su cama, lloraba por cualquier cosa, y me conmovió, así que hice de tripas corazón, esperé a que mi hija se fuera a su colegio y me quedé a solas con él. Me tomé un par de whiskys y cobré ánimo.

Lo besé con mucha ternura, lo mimé y le permití que una de sus grandes y torpes manos me acariciaran una teta, que son de buen tamaño sin ser enormes.

Una mezcla de confusión, temor, asco de mi misma, incluso de deseo de mujer me invadió en ese instante, pero lo que me hizo avanzar fue cuando escuché su vocecita de niño-hombre diciéndome «te amo mucho mamita»

Besé su boca, con esos besos que sólo las madres entendemos cuando se necesitan. Me sudaban y me temblaban las manos y las piernas, la adrenalina era un volcán a punto de explotar.

Deslicé una de mis manos por debajo de la cobija, hasta encontrar su pene, que por mis besos y mis caricias ya presentaba una dureza considerable, yo se lo conozco, lo baño casi a diario.

Pero lo que estaba agarrando era muy grande, demasiado ¡No podía creer que tuviera una verga tan enorme!

Pasé saliva cuando lo liberé de su prisión de tela, perfectamente puede medir unas largas 7 pulgadas, no lo puede tener tan grande!

Mientras tanto, Arnold tomaba con mucha gentileza mis dos tetas y pellizcaba con mucha suavidad mis pezones, que estaban muy erectos y muy sensibles. Debo confesar que abajo también estaba muy mojada, y sentía cosquillitas muy dentro.

Empecé con mi tarea, quería que ese momento se pasara muy rápido, me sentía apenada, excitada, confusa, triste, una mezcla de sentimientos extraños que ni yo misma podría definir.

Conforme avanzaba en mi labor masturbatoria, me daba la sensación que ese pene estaba aumentando su tamaño, a estas alturas de la paja ya no me cabía en la mano, por lo tanto aceleré el ritmo, creo que mi niño se masturba a escondidas, no quería soltar la eyaculación, por lo que me vi forzada a darle una ayuda extra, ya nada me importaba, quería ver a mi bebé feliz, y a juzgar por su carita, lo estaba logrando. Pues puse la cabeza de su enorme miembro en mi boca y, a pesar de mi esfuerzo, no lo pude tragar completo, por su tremendo tamaño.

Fue cosa de unos pocos minutos para que eyaculara en una explosión de crema blanca espesa y abundante, me sorprendió la cantidad que expulsó, su cara no dejaba lugar a dudas, estaba dichoso, relajado y tranquilo a la vez.

Aunque me sentía sucia, mi recompensa fue verlo tranquilo y contento, eso sí, tuve que advertirle que eso no lo podía saber nadie más, me moriría por la vergüenza.

Al fin había encontrado la cura para la ansiedad y la agresividad de Arnold, una vez cada semana era suficiente para que estuviera tranquilo. Bastaba una sola señal y ya sabía lo que tenía que hacerle, el whisky se convirtió en mi aliado para llevar a cabo mi tarea. Pero no era suficiente con una paja para mí, ya veía ese enorme pene con algo de ganas, pero me contenía, una cosa era la ayuda para que no sufriera y otra muy diferente que me acostara con mi propio hijo. ¡Eso jamás!

Seguimos asistiendo a las terapias con la psiquiatra, pero no le volví a mencionar nada del asunto, ella creía que con fármacos todo estaba bajo control, lo que no sabía es que hace mucho tiempo no le doy nada de eso, porque pienso que estoy envenenando a mi hijo.

Una vez transcurrieron más de dos semanas y mi niño estaba muy calmado, yo estuve sin trabajo y tenía que hacer algo, la sola mensualidad que mandaba mi ex esposo no me estaba alcanzando, fue así que recibí una propuesta, estuve nerviosa toda la noche y casi no pude dormir, en ese desvelo escuché a Arnold en su habitación, estaba intranquilo, escuché que lloraba y golpeaba las paredes, supe que había llegado el momento de su mano-terapia, tenía que levantarme muy temprano, no contaba con este suceso, a las dos de la mañana fui a su habitación, afortunadamente su hermana estaba profundamente dormida y no escuchaba nada, ví a mi hijo muy ansioso, sus ojitos inundados de lágrimas, me dió tanto dolor, que lo abracé y lo besé con verdadero amor.

Sabía lo que tenía que hacer, y sin más preámbulos, me dispuse a mi tarea de madre.

En cuestión de segundos se le paró, lo que facilita mucho más mi trabajo, me causa profunda ternura sentir su manita tratando de empujar mi cabeza y dirigirla a su pene, sé lo que quiere, y me van a juzgar muy duro los que no están en mi situación, solo las madres sabemos lo que hace felices a nuestros hijos.

No me hice de rogar, lo tomé entre mis labios y se lo empecé a chupar, tenía que acabar pronto, quería descansar al menos por unas tres horas, así que no le ví problemas.

Pero mi niño se tardaba demasiado en darme su leche, y yo estaba excitada, preocupada y con sueño, así que no lo dudé y me despojé de mi tanga, problemas grandes exigen soluciones grandes, me acosté en la cama, me aseguré que estuviera bien lubricada, abrí las piernas y acomodé a Arnold en medio, es torpe por naturaleza, pero ahí estoy yo para ayudarlo, tomé su endurecido miembro y me lo acomodé en la entrada de mi cueva, le pedí que empujara, así lo hizo, honestamente qué delicia, más de dos años sin probarla, con la sola metida obtuve un delicioso orgasmo, pero no me debo enfocar en mi placer sino en que mi hijo eyacule para que alcance la tranquilidad. Sin embargo aprendió a moverse y con cada empujón me hacía suspirar de placer inexplicable, el mismo que traía acumulado desde hace un tiempo considerable.

Esta vez, lejos de sentirme sucia o indigna, me sentía plena, completa, llena de vida y feliz por poder ayudar al amor de mi vida.

Por fin explotó, sentí las contracciones de su miembro dentro de mí, y la tibieza de su néctar masculino, y tal vez por el tiempo que llevaba sin desahogarse, expulsó muchísimo, su carita de satisfacción fue mi mayor recompensa.

Gemí muy pasito, aunque estaba que gritaba del gozo, pero me contuve, tener una verga en mi interior era la felicidad completa para mí, pero no quería despertar a mi hija, no hubiera sabido cómo explicarle esa situación.

Así es que mi bebé se calma durante muchos días, no piensa o insinúa sexo, sólo quiere estar tranquilo y sin esa extraña energía que no sabe por qué se presenta.

Solamente hubo un mes dónde quería ser estimulado a diario, pero me bastaba hacerle una paja de pocos minutos para que se tranquilizara. Y solamente le permití que me hiciera el amor dos veces, obviamente fuí yo la que más lo disfruté.

Sé que está mal, como también sé que estoy haciendo que mi hijo sea dependiente de mí, pero yo hago la tarea con muchísimo gusto, su felicidad está por encima de prejuicios sociales y de hipocresías.

Al momento de redactar estas líneas, Arnold está próximo a cumplir 18 años y su energía ha aumentado considerablemente, pero según lo que he investigado, al llegar a los veinte hay un bajón de energía y ya no tendré que estar pendiente de él todo el tiempo. Eso me tranquiliza. Un dato adicional, tiene novia, no han tenido relaciones sexuales, pero aprendió a hacer el amor de una manera que me enloquece.

Pronto se irá con ella, a los 21 años, una chica con su misma condición. Los padres de la muchachita no quieren tener más nietos, así que la traen bien esterilizada.

Espero que mi relato haya sido de su agrado y pido disculpas a los que se sienten ofendidos.